– Supongo que si una persona entra en una mina y explota la dinamita, la gente se limita a creer que eso es lo que la mató. ¿Había visto esa clase de heridas con anterioridad?
– Sí. Una explosión en una planta manufacturera. Mató a una docena de hombres. Quedaron literalmente desgarrados. Igual que Jimmy.
– ¿Cuál fue la causa de aquella explosión?
– Una fuga de gas natural.
Cotton se volvió y miró a Hugh Miller de hito en hito.
– Señor Goode, a no ser que usted quiera interrogar al testigo, llamo al señor Judd Wheeler al estrado.
Goode, que se sintió traicionado, miró a Miller.
– No tengo preguntas.
Wheeler, que daba muestras de nerviosismo, no dejaba de moverse en la silla mientras Cotton se le acercaba.
– ¿Es usted el geólogo jefe de Southern Valley?
– Sí.
– ¿Y encabezó el equipo que exploraba los posibles depósitos de gas natural de las tierras de la señora Cardinal?
– Sí.
– ¿Sin su permiso o conocimiento?
– Bueno, eso no lo sé…
– ¿Tenía su permiso, señor Wheeler? -exigió Cotton.
– No.
– Encontraron gas natural, ¿no es así?
– Cierto.
– Y era algo que a su empresa le interesaba sobremanera, ¿verdad?
– Bueno, el gas natural es una energía muy valiosa como combustible. Sobre todo utilizamos gas manufacturado, el llamado gas ciudad, que se obtiene a partir del carbón. Es lo que alimenta las farolas de este pueblo. Pero con el gas ciudad no se gana demasiado dinero. Además, ahora tenemos tuberías de acero de una sola pieza, lo cual nos permite enviar el gas en las tuberías a larga distancia. Por tanto, sí, estábamos muy interesados en el asunto.
– El gas natural es explosivo, ¿verdad?
– Si se utiliza correctamente…
– ¿Lo es o no lo es?
– Lo es.
– ¿Qué hicieron exactamente en esa mina?
– Hicimos mediciones y pruebas y localizamos lo que parecía ser un yacimiento de gas enorme en un interceptor no demasiado por debajo de la superficie del pozo de la mina
y a unos mil ochocientos metros en el interior de la misma. A menudo se encuentra carbón, petróleo y gas porque los tres se forman a partir de procesos naturales similares. El gas siempre está en la parte superior porque es más ligero. Hicimos una perforación y encontramos el yacimiento de gas.
– ¿El gas ascendió al pozo de la mina?
– Sí.
– ¿En qué fecha encontraron el yacimiento de gas?
Cuando Wheeler les dijo el día, Cotton se dirigió de forma directa y clara al jurado.
– ¡Una semana antes de la muerte de Jimmy Skinner! ¿Habría sido posible oler el gas?
– No, en su estado natural es incoloro e inodoro. Cuando las compañías lo procesan, le añaden un olor característico, de forma que, si se produce una fuga, la gente puede detectarlo antes de que sea demasiado tarde.
– ¿O antes de que algo lo inflame?
– Eso es.
– Si alguien hiciera explotar una carga de dinamita en el pozo de una mina en la que hubiera gas natural, ¿qué ocurriría?
– El gas explotaría -repuso Wheeler.
Cotton se colocó frente al jurado.
– Supongo que Eugene tuvo la suerte de estar lejos del lugar por donde salía el gas. Y tuvo todavía más suerte de no prender una cerilla para encender esa mecha. Pero la dinamita, al estallar, provocó la deflagración. -Se volvió hacia Wheeler-. ¿Qué tipo de deflagración? ¿Lo suficientemente fuerte para causar la muerte de Skinner del modo descrito por el doctor Barnes?
– Sí -reconoció Wheeler.
Cotton puso las manos en el borde del banco de testigos y se inclinó hacia delante.
– ¿Nunca se les ocurrió colocar carteles para indicar a la gente que ahí había gas natural?
– ¡No sabía que ahí utilizaran dinamita! Pensaba que ya nadie extraía carbón de esa vieja mina.
A Cotton le pareció ver a Wheeler lanzando una mirada de enfado a George Davis, pero no estaba seguro de ello.
– Pero si alguien hubiera entrado, se habría visto expuesto al gas. ¿No quería advertir a la gente?
– Los techos del pozo de esa mina son lo bastante altos -dijo Wheeler- y hay ventilación natural a través de la roca, de modo que la concentración de metano explosivo no sería tanta. Además, íbamos a tapar el orificio, pero estábamos esperando una maquinaria que necesitábamos. No queríamos que nadie sufriera ningún daño. Ésa es la verdad.
– Lo cierto es que no podían poner carteles de aviso porque estaban allí de forma ilegal. ¿Es eso cierto?
– Yo me limité a obedecer órdenes.
– Se esforzaron mucho en ocultar el hecho de que estaban trabajando en esa mina, ¿verdad?
– Bueno, sólo trabajábamos de noche. Todo el equipo que llevábamos lo transportábamos con nosotros.
– ¿Para que nadie supiera que habían estado allí?
– Sí.
– ¿Porque Southern Valley esperaba comprar la granja de la señora Cardinal por mucho menos dinero si ella no se enteraba de que estaba sobre un yacimiento de gas?
– ¡Protesto!-exclamó Goode.
Cotton siguió preguntando.
– Señor Wheeler, usted sabía que Jimmy Skinner murió en la explosión de esa mina. Y lo lógico es que supiera que el gas había tenido parte de culpa. ¿Por qué no contó la verdad en aquel momento?
Wheeler estrujó el sombrero con las manos.
– Me dijeron que no hablara.
– ¿Quién se lo dijo?
– El señor Hugh Miller, el vicepresidente de la compañía.
Todas las miradas se posaron sobre Miller. Cotton lo miró mientras formulaba el resto de las preguntas. -¿Tiene usted hijos, señor Wheeler? Wheeler se sorprendió pero respondió. -Tres.
– ¿Están todos bien? ¿Sanos? Wheeler bajó la cabeza antes de contestar.
– Sí.
– Es usted un hombre afortunado.
Goode estaba dirigiéndose al jurado con su declaración final.
– Hemos oído más argumentos de los necesarios para que tengan claro que Louisa Mae Cardinal está incapacitada. De hecho, su propio abogado, el señor Longfellow, lo ha reconocido. Veamos, toda esta charla sobre el gas, las explosiones y todo eso, en fin, ¿qué relación real guarda con este caso? Si Southern Valley estuvo implicada de algún modo en la muerte del señor Skinner, entonces sus familiares quizá tengan derecho a una indemnización.
– No tiene familiares -apuntó Cotton.
Goode decidió hacer caso omiso de ese comentario.
– El señor Longfellow pregunta si mi cliente es una empresa adecuada para comprar esas tierras. Señores, lo cierto es que Southern Valley tiene grandes planes para su pueblo. Buenos trabajos que les devolverán a todos la prosperidad.
– Se acercó todavía más al jurado, su mejor aliado-. La cuestión es: ¿se debería permitir a Southern Valley contribuir a la prosperidad de todos ustedes, incluida la señora Cardinal? Creo que la respuesta es obvia.
Goode se sentó. Acto seguido, Cotton se acercó al jurado. Se movió despacio, con ademán seguro pero sin prepotencia. Tenía las manos en los bolsillos y apoyó uno de sus zapatos, ya un tanto gastados, en la barandilla inferior de la tribuna del jurado. Al hablar empleó un acento más sureño que de Nueva Inglaterra y todos los miembros del jurado, excepto George Davis, se inclinaron hacia delante para no perderse ni una sola de sus palabras. Habían visto a Cotton Longfellow exasperar a quien ellos suponían debía de ser uno de los mejores abogados de la gran ciudad de Richmond. Además, había humillado a una empresa que era lo más parecido a la monarquía en un país republicano. Sin duda, ahora querían ver si el hombre era capaz de culminar su actuación.
– Permítanme, amigos, que les explique en primer lugar el aspecto legal del caso. No es ni mucho menos complicado. De hecho es como un buen perro de caza: apunta en una única dirección, recta y certera. -Extrajo una mano del bolsillo y, como un buen sabueso, apuntó directamente a Hugh Miller mientras seguía hablando-. Las acciones temerarias de Southern Valley mataron a Jimmy Skinner, amigos, no les quepa la menor duda. Southern Valley ni siquiera lo cuestiona. Estaban ilegalmente en la propiedad de Louisa Mae. No colocaron ningún aviso que indicara que la mina estaba llena de gas explosivo. Permitieron que gente inocente entrara en esa mina aun sabiendo que corrían peligro de muerte. Podría haber sido cualquiera de ustedes. Y no contaron la verdad porque sabían que habían actuado de forma incorrecta. Y ahora pretenden aprovecharse de la tragedia de la apoplejía sufrida por Louisa Mae para apropiarse de sus tierras. La ley especifica con claridad que uno no puede aprovecharse de sus delitos. Por consiguiente, si lo que hizo Southern Valley no puede considerarse un delito, entonces nada de este mundo lo sería. -Hasta este punto había hablado con voz lenta y constante. A continuación, la elevó ligeramente, pero siguió señalando a Hugh Miller-. Algún día Dios les pedirá responsabilidades por la muerte de un joven inocente. Pero su misión es que reciban hoy su castigo.
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