Aquella mujer era brillante. El plan era brillante.
Soy más lista que ellos dos juntos. ¿Te ha dicho eso él?
Alicia. Ella se había dado cuenta de todo.
Naturalmente, pensó Stacy. Dos personajes todavía en pie. El juego no acababa hasta que todos los jugadores estaban muertos, menos uno.
El asesino se lo lleva todo .
Alicia necesitaba ayuda.
Stacy se llevó una mano a la boca. ¿Pensaba Kay matar también a su hija? ¿Más adelante, de un modo que no despertara sospechas?
¿Qué había dispuesto Leo en su testamento? ¿Era Kay la única beneficiaria de sus bienes? ¿O era una mera albacea?
Stacy agarró su teléfono móvil, marcó el número de Malone y colgó cuando le respondió el contestador. Marcó el número de la DAI. La operadora que contestó la informó de que el detective Malone estaba en una reunión y le preguntó si podía pasarla con alguna otra persona.
– ¿El detective Tony Sciame está disponible?
Lo estaba y, un momento después, se puso al teléfono.
– Stacy, ¿qué ocurre?
– Estoy intentando hablar con Spencer. Es importante.
– Está con la comisaria y un par de tipos de la DIP
La División de Integridad Pública. Asuntos Internos. La unidad que justificaba su existencia por el número de policías a los que empapelaba. Una reunión con aquellos tipos siempre era de mal agüero. Ella lo sabía por experiencia: justo antes de abandonar la policía de Dallas, se las habían hecho pasar moradas.
Frunció el ceño, preocupada.
– ¿Qué está pasando?
– No estoy seguro. La comisaria se incorpora hoy y esos tipos aparecen avasallando. En cuanto nos descuidemos, le meterán un paquete a Malone.
– Tú eres su compañero, Tony. Tienes que tener alguna idea de qué está pasando.
El se quedó callado un momento. Cuando habló, Stacy notó que elegía cuidadosamente sus palabras.
– Llevaba algún tiempo bajo el microscopio y últimamente ha habido algunas irregularidades.
¿Un juez aprobó ese dispositivo de búsqueda?
Tergiversé un poco los datos.
– Es por mi culpa, ¿verdad, Tony? ¿Porque me mantuvo informada?
– No sólo eso.
Ella masculló una maldición.
– ¿Qué más?
– No puedo decírtelo.
– Estaría muerta si no fuera por Malone. Y Alicia también.
Pero no Kay. ¿Cómo había pensado explicarlo todo aquella mujer? ¿Matando a Troy? ¿Fingiendo que había logrado escapar?
– ¿Stacy? ¿Estás ahí?
– Sí, estoy aquí. ¿Cuánto crees que tardará Malone?
– No lo sé. Pero ya llevan ahí dentro un buen rato.
– Dile que me llame al móvil. Es sobre el Conejo Blanco y Cassie Finch.
– ¿El Conejo Blanco? Pero ¿qué…?
– No se ha acabado. No lo olvides, ¿de acuerdo? Es importante.
– Stacy, espera…
Ella colgó. No tenía un plan para enfrentarse a Kay Noble, sólo una sensación de premura que la impulsaba a actuar. Alicia la necesitaba. Ella dudaba de que Kay hiciera algún movimiento estando tan reciente la muerte de Leo, pero no iba a arriesgar la vida de la chiquilla. Ni la suya propia.
Con eso en mente, guardó su Glock en el bolso.
Martes, 12 de abril de 2005
3:00 p.m.
Stacy detuvo el coche delante de la mansión de los Noble. Vio que Kay no había perdido el tiempo: un letrero de Se vende colgaba de la verja de hierro. En el camino de entrada había aparcado un monovolumen con el logotipo de una empresa de mudanzas.
Stacy aparcó, salió del coche y echó a andar hacia la casa. Cuando llegó al porche, Kay salía de la casa con un hombre al que Stacy no reconoció. Por cómo iba vestido y por el portafolios que llevaba en la mano dedujo que era de la empresa de mudanzas.
Kay y él se dieron la mano; él le dijo que se mantendrían en contacto y se marchó.
– Stacy -dijo Kay calurosamente, volviéndose hacia ella-, qué agradable sorpresa.
– Quería saber cómo estabais Alicia y tú. Ver cómo os va.
– Vamos tirando. Nos mudamos.
– Ya lo veo.
– Demasiados recuerdos -soltó un triste suspiro-. Ha sido especialmente duro para Alicia. Está muy callada.
“Apuesto a que sí. Seguramente tiene tanto miedo que no se atreve a hablar”.
Stacy chasqueó la lengua, esperando parecer convincente.
– Es lógico. Ha perdido a su padre de un modo traumático. Se vio expuesta a una situación tan horrenda que habría escapado a la comprensión de la mayoría de las chicas de su edad.
– La he llevado al psicólogo. Su médico dice que tardará algún tiempo en mejorar.
Kay Noble era la viva imagen del amor y la preocupación maternales. Una actuación digna de un premio, pensó Stacy. Digna de un Óscar.
– Sólo espero que algún día pueda olvidarlo.
– ¿Puedo verla?
– Claro. Pasa.
Stacy la siguió al interior de la casa. Vio que ya habían empezado a reunir las cosas para empezar a embalarlas. Miró a su alrededor.
– ¿Está Valerie? Me gustaría saludarla, si anda por aquí.
– Valerie se ha ido. Nos ha dejado.
– ¿De veras? Qué extraño.
– La había contratado Leo, y ahora que él no está… supongo que no se sentía a gusto.
La señora Maitlin se consideraba a sí misma mucho más que una simple “contratada”. Se consideraba un miembro más de la familia. Eso era evidente.
Stacy sintió lástima por aquella mujer. Pero sólo por un momento: dadas las circunstancias, estaba mejor fuera de allí.
Kay se acercó al pie de la escalera.
– ¡Alicia! -gritó-. ¡Stacy ha venido a verte! -esperó un momento y luego volvió a llamar a su hija.
Al no recibir respuesta, miró a Stacy.
– Ésa es otra: apenas sale de su cuarto.
Seguramente tenía miedo de salir. Posiblemente no soportaba ver a su madre.
Kay comenzó a subir las escaleras.
– Te debemos la vida, Stacy. Y quiero que sepas cuánto te agradezco lo que hiciste por nosotras. Los riesgos que corriste.
Sus ojos negros se llenaron de lágrimas y Stacy la felicitó de nuevo para sus adentros por su actuación.
– Si no hubieras aparecido en nuestras vidas… No quiero ni pensarlo. Nunca te olvidaremos.
– Yo tampoco a vosotros, Kay.
Llegaron al cuarto de Alicia; Kay llamó a la puerta, que estaba cerrada.
– ¿Alicia? Stacy ha venido a verte.
La chica salió a la puerta. Al ver a Stacy, sus labios se curvaron en una leve sonrisa.
– Hola, Stacy.
– Hola -dijo ella suavemente-. ¿Cómo estás?
La chica miró a su madre.
– Bien, supongo.
– Kay -dijo Stacy-, ve a hacer lo que tengas que hacer. Yo me quedo con Alicia un rato.
Kay vaciló un momento y luego asintió con la cabeza.
– Estaré abajo.
Stacy la vio salir de la habitación y luego condujo a Alicia al asiento de la ventana. Deseó poder cerrar la puerta, pero no quería despertar las sospechas de Kay.
Una vez sentadas, Stacy no perdió tiempo. Comenzó a decir en voz baja:
– Hoy recibí un paquete muy interesante -la chica no dijo nada y Stacy prosiguió-. Un ordenador portátil. Un Apple. ¿Sabes algo de eso?
Alicia miró hacia la puerta abierta, visiblemente atemorizada. Tragó saliva como si intentara hablar y no pudiera.
Stacy la agarró de la mano.
– Yo cuidaré de ti, te lo prometo. ¿Me has mandado tú el ordenador?
Ella asintió con la cabeza. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
– ¿De dónde lo has sacado?
– Me lo encontré -susurró Alicia-. En una caja de cosas que mamá separó para el camión de la basura.
El camión de la basura. Stacy flexionó los dedos, intentando contener la ira. Aquel ordenador había pertenecido a Cassie, era su más preciada posesión. El modo en que Kay se había deshecho de él era una metáfora perfecta del modo en que se había deshecho de la vida de Cassie.
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