Qiu Xiaolong - Visado Para Shanghai

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La nueva novela de Qiu Xiaolong retoma las andanzas protagonizadas por el Inspector Chen en su anterior gran éxito, Muerte de una heroína roja. En esta ocasión, Chen ha de investigar la misteriosa desaparición de la bailarina Wen Liping durante su regreso a China desde Estados Unidos. La vigorosa trama policial propicia la radiografía de un país en plena mutación, sirviéndose de un personaje que está ya en las antologías del género: un amante de la literatura que resuelve intrincados enigmas en tanto recita proverbios de Confucio y moderna poesía china. El estilo de Xiaolong ha hecho ya las delicias de miles de lectores en todo el mundo. A pesar de su juventud se trata de un autor contrastado, cuyo futuro se adivina enormemente brillante.

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– La especialidad de nuestro restaurante. Se llama La cabeza de Buda.

Se parecía a la cabeza de Buda, hecha con una calabaza blanca, cocida al vapor en un recipiente de bambú y cubierta con una gran hoja de loto verde. Yu cortó con destreza un trozo del «cráneo» con un cuchillo de bambú, hundió los palillos en el «cerebro» y sacó un gorrión frito, que estaba dentro de una perdiz asada, que a su vez estaba dentro de una paloma estofada.

– Cuántos cerebros en una cabeza -comentó Catherine-. No me extraña que se llame Buda.

– Los sabores de esas aves se mezclan mientras se cuecen al vapor. Se puede disfrutar de los diferentes gustos de un mordisco.

– Está delicioso -el inspector jefe Chen suspiró con satisfacción, se puso en pie y golpeó con un palillo en el borde de la copa-. Ahora, con la bendición de Buda, tengo que anunciar una cosa. Se refiere a nuestros anfitriones.

– ¿A nosotros? -preguntó Yu.

– Esta mañana he ido al departamento. Entre otras cosas, he asistido a una reunión con el comité de la vivienda. El comité ha decidido asignar al inspector Yu un apartamento de dos habitaciones en Tianling Road. ¡Enhorabuena!

– ¡Dos habitaciones para nosotros! -exclamó Peiqin-. Bromea usted.

– No. Es la decisión final del comité.

– ¡Debe de haber tenido que pelear por nosotros, jefe! -dijo Yu.

– Os lo merecéis, Yu.

– ¡Enhorabuena! -Catherine cogió la mano de Peiqin-. Es una gran noticia, pero ¿por qué la pelea?

– Hay más de setenta personas en lista de espera, pero ¿cuántos apartamentos tenía asignados el departamento esta vez, inspector jefe Chen?

– Cuatro.

– «Las aguadas gachas de arroz no son suficientes para todos los monjes que esperan.» El comité de la vivienda ha de tener muchas reuniones antes de tomar una decisión. Chen es un miembro destacado del comité.

– Exagera de nuevo Peiqin. Su esposo era el primero de la lista -Chen sacó un sobre pequeño-. Sólo he hecho una cosa. Cuando ha terminado la reunión, he cogido la llave del apartamento. Oficialmente es suyo. Pueden trasladarse ya el mes que viene.

– Muchísimas gracias, inspector jefe Chen -Peiqin aferraba el sobre con las dos manos-. Esto es lo más importante, la llave-. «Hay tantos sueños en una larga noche…».

– Ese proverbio chino lo conozco -dijo Catherine.

– Bueno, brindemos: salud -Chen alzó su taza.

– Salud -Catherine se inclinó para susurrarle al oído, aunque lo bastante fuerte para que los demás lo oyeran-: Ahora entiendo por qué le gusta tanto su puesto en el departamento.

– Ahora que lo menciona, creo que es hora de que vuelva al despacho.

Catherine dijo.

– Y yo tengo que ir al hotel a preparar el equipaje.

Veinte minutos más tarde, el Viejo Cazador irrumpió en la habitación de Yu mientras Peiqin estaba retirando los platos.

– ¿Ha estado aquí el inspector jefe Chen?

– Sí, y su compañera norteamericana también -dijo Yu-. Acaban de irse.

– ¿Adonde iban?

– Iban a distintos sitios, creo. Ella regresaba al hotel y él al departamento.

– Llámale -dijo el Viejo Cazar, casi sin aliento-. Para asegurarnos.

Yu lo hizo. Sin embargo, Chen no estaba en el departamento. Ni en el hotel. Yu por último le llamó al móvil.

– Estoy en la carretera. Salude al Viejo Cazador de mi parte -Chen añadió-. Puede que esta noche le sea difícil localizarme. Le llamaré yo.

– ¿Qué ocurre, padre? -preguntó Yu al colgar el teléfono.

Peiqin volvió con un cuenco de rollitos.

– Gracias al cielo y a la Tierra. Al menos no está en el hotel -dijo el Viejo Cazador cogiendo el cuenco-. Tu jefe tiene una cabeza vieja sobre sus jóvenes hombros.

– ¿Qué quiere decir, padre? -Peiqin añadió una pizca de pimienta negra a la sopa del anciano.

– Yu es el hombre de confianza del inspector jefe Chen. Todo el mundo lo sabe, tanto dentro como fuera del departamento. Por eso me han elegido a mí para decirme un par de cosas.

– ¿Qué le han dicho? -preguntó Yu.

– Algunos tipos son gallinas ciegas, que no tienen las más mínimas entrañas, sólo son buenos para picotear por detrás. Ahora están captando el viento y la sombra entre el inspector jefe Chen y la mujer norteamericana. Es posible que hayan enviado a los de Seguridad Interna al hotel.

– Esos inútiles hijoputas.

– No te preocupes demasiado. El inspector jefe Chen es un hombre cauto -dijo Peiqin con calma, secándose las manos en el delantal-. Por eso quería traerla aquí, en lugar de llevarla a su casa.

– Me ha preguntado cuándo vendrías, padre -dijo Yu.

– Esta mañana he tenido una conversación con él. Sobre Gu Haiguang.

– ¿Quién es Gu Haiguang?

– El propietario del Dynasty Karaoke Club. Un señor Billetes

Grandes relacionado con esos gánsteres. ¿Tu jefe no te ha hablado de él?

– No. No hemos hablado durante el vuelo.

– Me ha dicho que me llamaría más tarde para hablar de la entrevista con Gu. He intentado localizarle en el departamento, pero no estaba allí -dijo el viejo Cazador entre bocado y bocado-. No sé en qué está involucrado Gu; el caso de la víctima hallada en el parque o el de esa mujer huida. Pero lo que le he dicho a tu jefe sería suficiente para encerrar a Gu un par de años.

– Entonces, ¿adonde va ahora? -preguntó Yu-. El caso de Wen ha concluido. No sé en qué más anda metido.

– Toda cautela es poca -repitió el Viejo Cazador.

– Tome unos rollitos más, padre -dijo Peiqin, volviendo con otro humeante cuenco-. Ya llamará.

Varias horas más tarde aún no habían tenido noticias del inspector jefe Chen.

Qinqin dormía en el sofá-cama, y el Viejo Cazador lo hacía en su habitación; Yu y Peiqin yacían callados en su cama, aguardando. Yu no podía hacer otra cosa. Cogidos de la mano, él le habló de sus invitados:

– El inspector jefe Chen puede tener la suerte del capullo de melocotón, pero nunca dará fruto.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Peiqin-. Habrás observado el modo en que ella le miraba.

– Eso no importa, Peiqin. Su relación es imposible.

– ¿Por qué? Chen no es inmune a su atracción. Hoy en día hay muchas historias de matrimonios mixtos.

– No en la situación en que se encuentra él -dijo Yu-. En realidad, no le pudo contar todo sobre la investigación.

– ¿Ella te lo dijo?

– Sí, la línea que separa al que está dentro y al que está fuera, la línea del Secretario del Partido Li -Yu tampoco se lo había contado todo a Peiqin, como por ejemplo el incidente de la intoxicación alimentaria en Fujian.

– Él puede marcharse a Estados Unidos, ¿no?

– Aunque quiera, ¿crees que irá tan lejos… con los antecedentes políticos que tiene aquí? La política está en todas partes. Allí nunca será inspector jefe.

– Ella puede venir aquí y ser una buena esposa para él. Ha disfrutado haciendo cosas en nuestra abarrotada cocina.

– Sacar el orinal a primera hora de la mañana, ir en una vieja bicicleta bajo la lluvia y la nieve, apagar el fuego en la cocina de carbón por la noche, día sí y día no… No, no lo creo, esposa mía.

– ¿No he estado haciendo yo todas esas cosas? Soy una esposa feliz, satisfecha.

– Con el inspector jefe Chen no saldría bien. Si tuviera una mujer norteamericana en su vida, su carrera prácticamente terminaría -añadió con aire sombrío-. Además, no sabemos cómo están las cosas entre Chen y su novia Hija de un Cuadro de Alto Rango. Sean cuales sean sus problemas, ella le ayudó cuando tuvo problemas. \

– Tal vez tengas razón -Peiqin se calmó-. Esta noche no quiero discutir contigo.

– ¿Por qué?

– Vamos a mudarnos a un nuevo apartamento. Dentro de un mes. Todavía no puedo creerlo. Puede que esta sea la última que vienen aquí tu jefe o cualquier otro invitado.

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