– Me alegro de que me ponga al mismo nivel que él. Como consejero nuestro, no tiene que venir aquí cada día. Puede decidir llevar a cabo un estudio de campo especial. Se lo diré al director Wei.
– Gracias, Meiling. Le debo una. Cuando haya terminado el trabajo que tengo entre manos la llevaré a una sesión de karaoke en el Dynasty. Tengo una tarjeta VIP.
– Cuando le vaya bien, director Chen. Tenga cuidado.
La siguiente llamada telefónica de Chen fue al Viejo Cazador.
– Tengo que pedirle otro favor, tío Yu. Necesito que vigile de cerca el Dynasty Karaoke Club de la calle Shanxi. El propietario se llama Gu Haiguang. Intervenga su teléfono las veinticuatro horas del día, escarbe en su pasado, pero procure hacerlo sin que el departamento lo sepa.
– Nunca se sabe qué relaciones puede tener un señor Billetes Grandes dentro del departamento -dijo el Viejo Cazador-. Hace bien en tener cuidado. Esta es tarea para un viejo cazador. Aún tengo buen olfato, y también buen oído. Pero ¿y mi responsabilidad en el control del tráfico?
– He hablado con Meiling. La semana próxima no tiene que presentarse.
– Magnífico. Me apostaré delante del club todo el día y haré entrar a alguien como cliente… Espere, tengo una idea mejor: puedo entrar yo mismo. Algunos ancianos van allí a pasar el rato escuchando viejas canciones. No es necesaria ninguna habitación privada ni nada. Haré que otro policía jubilado, Yang Guozhuang, se ocupe de intervenir el teléfono. Trabajó durante muchos años en Tíbet antes de retirarse. Le ayudé a conseguir su permiso de residencia para que pudiera regresar a la ciudad. Como derechista en 1957, realmente sufrió mucho. ¿Y sabe qué…?, sólo fue debido a una entrada en su agenda.
– Gracias, tío Yu -Chen sabía que era mejor cortar al anciano, o se pondría a divagar sobre lo que sufrió Yang durante el movimiento antiderechista-. Si necesita una habitación privada, páguela. No se preocupe por los gastos. Podemos echar mano de los fondos especiales.
– ¿Gu está relacionado con las sociedades secretas?
– Relacionado, sí. Tendrá que vigilar.
– Entonces, ¿esto tiene que ver con el cadáver del parque o el otro caso?
– Tal vez ambos -dijo Chen, poniendo fin a la llamada. Era posible que Catherine Rohn tuviera razón. Antes de poder seguir este hilo de pensamiento sonó de nuevo el teléfono.
Esta vez era el Secretario del Partido Li.
Catherine regresó sola a su hotel.
Se quitó los zapatos y se frotó el tobillo unos segundos antes de acercarse a la ventana. En el río los buques avanzaban recortados en la orilla oriental, relucientes bajo las nubes inflamadas. Bajo ella, la gente caminaba apresurada por el Bund, en una dirección u otra, mirando al frente. El inspector jefe Chen podría estar entre ellos, dirigiéndose hacia el hotel con su cartera de mano.
Se apartó de la ventana y se quedó mirando la gruesa carpeta que había sobre el escritorio. El hecho de que esperara con agrado la compañía de aquel hombre era por motivos absolutamente profesionales, se dijo con seguridad. Quería hablar del nuevo enfoque de la investigación tras su visita al Dynasty Karaoke Club. Había alguna cosa más que hacía sospechar del visitante de Hong Kong.
También quería mostrarle a Chen que su actitud estaba libre de prejuicios occidentales y que, a pesar de sus diferencias, tenían una meta en común. Las historias sobre abortos forzados no eran nuevas para ella, lamentablemente. Sabía que él era policía chino, que trabajaba dentro del sistema.
Era probable que Wen ya no estuviera en Fujian. Los Hachas Voladoras debían de haber llegado a una conclusión similar. De manera que ¿qué podía hacer ella en Shanghai, trabajando con el inspector jefe Chen? Él había hablado del yiqi con respecto a Gu; esperaba que este método tuviera éxito, y pronto.
Se puso a tomar notas en un cuaderno, las tachó y se quedó pensando cuando el fax empezó a emitir un mensaje. Era de Washington.
En la primera página sólo había una línea:
Información sobre Chen, de la cía.
El inspector jefe Chen Cao es un cuadro prometedor del Partido, del que se dice que va a suceder al Superintendente Zhao o al Secretario del Partido Li del Departamento de Policía de Shanghai. Se rumorea que el año pasado Chen estaba en la lista de candidatos más probables para el puesto de Ministro de Propaganda de Shanghai. También ha sido director suplente de Control de Tráfico de Shanghai y asistió al Seminario del Instituto del Partido Central. Este último hecho se considera señal inequívoca de su futura promoción en el sistema del Partido. Como uno de los «reformistas liberales» dentro del Partido, Chen goza de relaciones con gente poderosa a un nivel superior.
En cuanto a su actuación profesional, recientemente ha estado a cargo de varios casos de importancia política, incluida la investigación de la trabajadora modelo nacional del año pasado, y uno reciente relacionado con el teniente de alcalde de Beijing.
En la universidad Chen se especializó en literatura inglesa a finales de los setenta, pero por alguna razón desconocida le asignaron a la policía. Chen está en la lista de invitaciones de la Agencia de Noticias de ee.uu . como escritor.
A sus treinta y tantos años, Chen sigue soltero. Tiene apartamento propio en un buen lugar. Igual que otros cuadros prometedores, tiene un perfil bajo en su vida personal, pero se aduce que el padre de su (¿ex?) novia, Ling, es un destacado miembro del politburó.
Catherine metió el fax en su carpeta. Se preparó una taza de café.
Un hombre enigmático. Le intrigaba la parte que se refería a su relación con la hija de un miembro del politburó. Una chica que pertenecía a lo que se denominaba Hijos de Cuadros de Alto Rango. Había leído sobre ese prestigioso grupo, privilegiado por sus relaciones familiares, corruptas, poderosas. ¿Aún se veían? Los datos de la CIA eran vagos. Se preguntó si una malcriada Hija de Cuadro de Alto Rango sería una buena esposa para él. Si se casaba con una, ¿se convertiría en uno de ellos?
Catherine interrumpió esta línea de pensamiento. El inspector jefe Chen sólo era un compañero temporal en China. Era tarea de la CIA interesarse por su vida, no de ella. La información sobre Chen ahora carecía de importancia; lo que necesitaba era una pista del paradero de Wen, cosa que no tenía.
El timbre del teléfono la sobresaltó. Era Chen. Se oía ruido de tráfico al fondo.
– ¿Dónde está, inspector jefe Chen?
– Camino de casa. He recibido una llamada del Secretario del Partido Li. La invita a una función de la Ópera de Beijing esta noche.
– ¿El señor Li quiere hablar del caso de Wen conmigo?
– No estoy seguro. La invita para demostrar la atención que el departamento presta al caso, y a usted, nuestra distinguida invitada norteamericana.
– ¿No es suficiente que le hayan asignado a usted para que me agasaje? -dijo ella.
– Bueno, en China, la invitación de Li le da más prestigio.
– Dar prestigio… sólo había oído hablar de perder prestigio.
– Si eres alguien, das prestigio haciendo un gesto amistoso.
– Entiendo, como su visita a Gu. O sea que no tengo alternativa, ¿verdad?
– Bueno, si dice que no, el Secretario del Partido Li perderá prestigio. También lo perderá el departamento… incluido yo.
– ¡Oh, no! Tengo que salvar su prestigio -se rió-. ¿Qué debo ponerme para asistir a la Ópera de Beijing?
– La Ópera de Beijing no es como una ópera occidental. No es necesario que se vista formalmente, pero si lo hace…
– Entonces también doy prestigio.
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