– ¿Habló con usted cuando regresó?
– Sólo me dijo algunas palabras sin sentido. Estaba totalmente cambiada. Me pregunté si padre la habría podido reconocer con su capucha de toalla blanca y negra tejida en casa. ¿Cómo podía el Cielo haber sido tan injusto con ella? Lloró a lágrima viva, pero habló poco. No lo hizo conmigo. Ni siquiera con alguien como Zhu Xiaoying, su mejor amiga en el instituto. Zhu vino al funeral y nos regaló una colcha.
Chen vio que Catherine tomaba notas.
– Después escribió aún menos -prosiguió Lihua sin inflexión en la voz-. Nos enteramos de que había conseguido trabajo en una fábrica comunal, pero ese no era un empleo para toda la vida. Su hijo murió en un accidente. Fue otro golpe devastador. Recibimos su última carta hace unos dos años.
– ¿Hay alguien en Shanghai que aún esté en contacto con ella?
– No. No lo creo.
– ¿Cómo puede estar seguro?
– Bueno, sus compañeros de clase se reunieron el año pasado. Celebraron una gran fiesta en el Jin River Hotel, organizada y pagada por un nuevo rico que hizo enviar una invitación a cada compañero de clase, en la que decía que quien no pudiera asistir podía enviar en su lugar a algún miembro de su familia. Wen no vino para la reunión, así que Zhu insistió en que fuera yo. Nunca había estado en un hotel de cinco estrellas, de modo que accedí. Durante la comida, varios de sus antiguos compañeros me abordaron para pedirme información sobre ella. No me sorprendió. Deberían haberla visto en el instituto. Cuantos chicos estaban enamorados de ella…
– ¿Tuvo novio mientras estudiaba? -preguntó ella.
– No, eso era impensable en aquellos años. Como cuadro de la guardia Roja estaba demasiado ocupada con sus actividades revolucionarias añadió Lihua-. Tal vez admiradores secretos, pero no novios.
– Digamos admiradores secretos -dijo Chen-. ¿Puede darnos el nombre de alguno de ellos?
– Había muy pocos. Algunos también estaban en la reunión Algunos de sus compañeros de escuela se han convertido en vagabundos; como Su Shengy, que está totalmente arruinado. Pero en aquella época era un cuadro de la Guardia Roja, y venía mucho a nuestra casa. Fue a la reunión para comer gratis, igual que yo. Después de unas cuantas copas me dijo cuánto había admirado a Wen, con los ojos rebosantes de lágrimas. Y también estaba Qiao Xiaodong; él ya está en un programa de espera de la jubilación, con el pelo gris, con los ánimos por los suelos. Qiao interpretó a Li Yuhe en La historia de la linterna roja. Formaban parte del mismo conjunto de canto y danza del distrito. Cuánto cambian las cosas.
– ¿Qué me dice del nuevo rico que pagó la reunión?
– Liu Qing. Ingresó en una universidad en 1978, llegó a ser periodista del Wenhui Daily y poeta reconocido, y más tarde montó su propio negocio. Ahora es millonario, con empresas en Shanghai y Suzhou.
– ¿Liu también era un admirador secreto de Wen?
– No, no lo creo. No me habló, estaba demasiado ocupado brindando con otros compañeros de clase. Zhu me dijo que en el instituto Liu no era nadie. Un muchacho estudioso con antecedentes familiares «negros». No habría presumido de ser admirador de Wen; hubiera sido como un patito feo haciéndosele la boca agua al ver un cisne blanco. En realidad, la rueda de la fortuna gira rápida. No tiene por qué tardar sesenta años.
– Otro proverbio chino -explicó Chen-. «La rueda de la fortuna gira cada sesenta años».
Catherine asintió.
– Mi pobre hermana estaba prácticamente acabada cuando sólo tenía dieciséis años. Era demasiado orgullosa para asistir a la reunión.
– Ha sufrido demasiado. Algunas personas se cierran en banda después de una experiencia traumática, pero donde hay vida siempre hay esperanza -dijo Catherine-. ¿En Shanghai no hay nadie con quien su hermana pudiera ponerse en contacto?
– Nadie excepto Zhu Xiaoying.
– Tiene la dirección de Zhu? -preguntó Chen-. ¿Y la dirección de algunos otros compañeros, como Su Sheny y Qiao Xiaodong?
Lihua sacó una libreta de direcciones y anotó unas palabras en un trozo de papel.
– Cinco están aquí. De ellos, no estoy seguro de Bai Bing's. Va y viene. Viaja mucho; vende productos falsificados en Shanghai y en otras partes. No tengo la de Liu Qing, pero no le costará encontrarla.
– Una pregunta más. ¿Por qué Wen no intentó regresar a Shanghai después de la Revolución Cultural?
– Nunca me dijo nada de ello -la voz de Lihua era un poco entrecortada. Esta vez se pasó la mano por la boca-. Tal vez Zhu les pueda decir algo más. Ella también regresó a principios de los ochenta.
Cuando se levantaban, Lihua dijo con vacilación:
– Aún estoy confuso, inspector jefe Chen.
– Sí. ¿Qué quiere saber?
– Hoy en día mucha gente se marcha al extranjero, legal o ilegalmente. En particular los de Fujian. He oído hablar mucho de ellos. ¿Qué tiene mi hermana que es tan importante?
– La situación es complicada -dijo Chen, añadiendo el número de su teléfono móvil a su tarjeta-. Le diré una cosa: que llegue allí sana y salva es en interés de Estados Unidos y de China. Es posible que una tríada de Fujian también la esté buscando. Si la capturan, Puede imaginar lo que harán. O sea que si se pone en contacto con usted, comuníquenoslo de inmediato.
– Lo haré, inspector jefe Chen.
Era el tercer día que el inspector Yu estaba en Fujian.
Apenas habían hecho ningún progreso, pero se lo había pensado mejor. Saber lo de la llamada telefónica de Feng parecía conducir hacia una nueva dirección. Sin embargo, las entrevistas con los vecinos de Wen habían reducido la probabilidad de que estuviera escondida en la zona. Wen no tenía amigos ni parientes allí, y los de Feng hacía mucho tiempo que se habían desconectado. Algunos aldeanos mostraban una hostilidad no disimulada negándose a hablar de los Feng. Costaba concebir que Wen Liping hubiera podido mantenerse escondida allí durante días.
En cuanto a la posibilidad de que se hubiera marchado de la zona, también parecía poco probable. No había cogido el único autobús que pasaba por la aldea aquella noche concreta, ni ninguno de esos autobuses que pasaban en un radio de ochenta kilómetros. Yu había realizado una minuciosa investigación en el Departamento de transportes. No había posibilidad alguna de que un taxi fuera a la aldea desde ningún lugar cercano a menos que se solicitara con varias horas de antelación. Y no había ninguna anotación de semejante solicitud.
Se le ocurrió otra idea. Era posible que Wen se hubiera marchado de la aldea, pero que hubiera sido secuestrada antes de subir a algún autobús. Si era así, a menos que la policía local emprendiera una acción directa contra los gánsteres no la encontrarían a tiempo, o no la encontrarían jamás.
De manera que el inspector Yu había hablado con el superintendente Hong sobre los posibles movimientos contra la tríada local. Como respuesta, Hong le dio una lista de los gánsteres locales más destacados, pero la lista indicaba que ninguno de ellos estaba disponible: todos se hallaban escondidos o fuera del distrito. Yu sugirió que arrestaran a miembros de bajo nivel. Hong sostenía que sólo los cabecillas tendrían la información que buscaban, y también declaró que le correspondía a la policía de Fujian decidir cómo hacer frente a los gánsteres. En términos de rango de los cuadros, el superintendente Hong estaba más arriba que el inspector jefe Chen. De manera que el inspector Yu se quedó con la inútil lista, así como con la impresión de que la policía local no estaba haciendo su parte, al menos no en nombre de un policía de Shanghai. Y sospechó, tristemente, que tal vez hubiera algo más.
Читать дальше