– Me jod í .
La explosión le vuela en mil pedazos.
El silencio antes ominoso ahora es fúnebre.
Art ha intentado todo cuanto se le ha ocurrido para encontrar a Nora. Hobbs ha volcado todos sus recursos, pese a que Art se ha negado a divulgar la identidad de su fuente. Por consiguiente, Art ha contado con fotografías de satélites, puestos de escucha, barridos de internet sin resultado alguno.
Sus opciones son limitadas. No puede lanzar una búsqueda como hizo en el caso de Ernie Hidalgo, porque solo conseguiría estropear la tapadera de Nora y que la mataran, si es que no está ya muerta. Y ahora se ha quedado sin Ramos, al frente de su incesante campaña.
– Esto no pinta bien, jefe -dice Shag.
– ¿Cuándo es nuestro siguiente barrido de satélite?
– Dentro de tres cuartos de hora.
Si el tiempo lo permite, recibirán imágenes del rancho Las Bardas, el refugio de los Barrera en el desierto. Ya han recibido cinco, y no han mostrado nada. Algunos criados, pero nadie parecido a Adán o Raúl, y desde luego nadie que recuerde a Nora.
Ni el menor movimiento. Ningún vehículo nuevo, ningún rastro reciente de neumáticos, nada que salga ni entre. Sucede lo mismo en los otros ranchos y pisos francos de los Barrera que Ramos aún no había atacado. Ni gente, ni movimiento, ni charlas por móvil.
Joder, piensa Art, Barrera se estará quedando sin refugios.
Pero nosotros también.
– Avísame-dice.
Tiene una reunión con el nuevo zar de las drogas de México, el general Augusto Rebollo.
En teoría, el propósito de la reunión es que Rebollo le informe sobre las operaciones contra el cártel de los Barrera, como parte de su recién descubierto bilateralismo.
El único problema es que Rebollo no sabe gran cosa de la operación. Ramos mantenía sus actividades casi en secreto, y lo único que puede hacer Rebollo es salir en la televisión, con expresión feroz y decidida, y anunciar su apoyo total a todo lo que ha hecho el fallecido Ramos, incluso si ignora qué ha hecho.
Pero la verdad es que el apoyo es vacilante.
Ciudad de México se está poniendo más nerviosa a medida que pasan los días y los Barrera siguen libres. Cuanto más se prolonga esta guerra, más nerviosos se ponen, y están buscando, como John Hobbs explica con cautela a Art antes de entrar en la reunión, un «motivo para el optimismo».
En suma, Rebollo ronronea en su reunión con Art, con su uniforme verde del ejército planchado y limpio como un alfiler, que es evidente que sus colegas de la DEA tienen una fuente de información dentro del cártel de los Barrera, y que, en aras de la colaboración, su oficina podría ser de mucha más ayuda en la lucha común contra las drogas y el terrorismo si el señor Keller revelara dicha fuente.
Sonríe a Art.
Hobbs sonríe a Art.
Todos los burócratas de la sala sonríen a Art.
– No -dice.
Ve Tijuana desde las ventanas panorámicas del edificio de oficinas. Ella tiene que estar ahí, en algún sitio.
La sonrisa de Rebollo ha desaparecido. Parece ofendido.
– Arthur…-dice Hobbs.
– No.
Que se esfuerce un poco más.
La reunión acaba mal.
Art vuelve a la sala de guerra. Las fotos de satélite del rancho Las Bardas tendrían que haber llegado.
– ¿Hay algo? -pregunta a Shag.
Shag niega con la cabeza.
– Mierda.
– Se han escondido, jefe -dice Shag-. Ni tráfico de móviles, correos electrónicos, nada.
Art le mira. El rostro del viejo vaquero está curtido por la intemperie y surcado de arrugas, y ahora lleva bifocales. Joder, ¿habré envejecido tanto como él?, se pregunta Art. Dos viejos guerreros de la droga. ¿Cómo nos llaman los nuevos? ¿Narcos Jurásicos? Y Shag es mayor que yo. Pronto se jubilará.
– Llamará a su hija -dice de repente Art.
– ¿Qué?
– La hija, Gloria -dice Art-. La mujer y la hija de Adán viven en San Diego.
Shag hace un gesto de desaprobación. Ambos saben que implicar a una familia inocente es contrario a las reglas no escritas que gobiernan la guerra entre los narcos y ellos.
Art sabe lo que está pensando.
– A la mierda -dice-. Lucía Barrera sabe lo que su marido hace. No es inocente.
– La niña sí.
– Los hijos de Ernie Hidalgo también viven en San Diego -contesta Art-. Pero nunca ven a su padre. Pincha el teléfono.
– Jefe, ningún juez del mundo.
La mirada de Art le enmudece.
Raúl Barrera tampoco es feliz.
Pagan a Rebollo trescientos mil dólares al mes, y por ese dinero debería darles algo que valiera la pena.
Pero no acabó con Antonio Ramos antes del ataque contra el rancho Las Bardas, y ahora no puede confirmar que Nora Hayden es el origen de sus problemas, algo que Raúl necesita saber sea como sea, y deprisa. Está reteniendo a su propio hermano como prisionero virtual en este piso franco, y sí el sopl ó n no era la amante de su hermano, lo pagará caro.
Así que, cuando Raúl recibe el mensaje de Rebollo (Caramba, lo siento), envía una frase de respuesta. Es sencilla: Hazlo mejor. Porque si no nos eres útil, no perderemos nada corriendo la voz de que estás en nuestra nómina. Entonces lo sentirás en la cárcel.
Rebollo recibe la frase.
Fabián Martínez hace piña con su abogado y va directo al grano.
Este sabe de procedimientos de actuación en redadas antidroga. El cártel envía a su representante legal y tú le das la información que tienes, si tienes alguna.
– No les dije nada -dice.
El abogado asiente.
– Tienen un informador -continúa Fabián, bajando la voz hasta susurrar-. Es la baturra de Adán, Nora.
– ¡Joder! ¿Estás seguro?
– Solo puede ser ella -dice Fabián-. Tienes que sacarme bajo fianza, tío. Me voy a volver loco aquí.
– Con cargos por tenencia de armas, Fabián, va a ser difícil…
– Que se jodan las armas.
Le habla al abogado sobre la acusación de asesinato.
Qué desastre, piensa el abogado. Si Fabián Martínez no hace un trato, va a pasar mucho tiempo en la cárcel.
No es exactamente una prisionera, pero no es libre de irse.
Nora ni siquiera sabe dónde está, salvo que se trata de algún lugar de, la costa este de Baja.
La casa donde la retienen está hecha de la misma piedra roja que la playa donde se encuentra. Tiene un techo de paja hecho de hojas de palma, y pesadas puertas de madera. No tiene aire acondicionado, pero las gruesas paredes de piedra la mantienen fresca por dentro. La casa cuenta con tres habitaciones, un pequeño dormitorio, un cuarto de baño y una sala delantera de cara al mar, que es una sala de estar combinada con una cocina abierta.
La electricidad la proporciona un generador que zumba ruidosamente fuera. Así que Nora tiene luz eléctrica, agua corriente caliente y un váter. Puede elegir entre una ducha caliente o un baño caliente. Incluso hay una antena parabólica fuera, pero se han llevado el televisor y no hay radio. También han quitado los relojes, y le confiscaron el reloj de pulsera cuando la trajeron.
Hay un pequeño reproductor de CD, pero sin CD.
Quieren que esté a solas con mi silencio, piensa.
En un mundo sin tiempo.
Lo cierto es que ha empezado a perder la noción del tiempo desde que Raúl la interceptó en Colonia Hipódromo y le dijo que subiera al coche, que se había montado un pollo y que la iba a llevar con Adán. Ella no confiaba en él, pero no tenía elección, y Raúl hasta empleó un tono de disculpa cuando le explicó que, por su propia protección, tenía que vendarle los ojos.
Sabe que se encuentra al sur de Tijuana. Sabe que circularon por la autopista de Ensenada durante un rato. Pero después la carretera se llenó de baches, y luego empeoró aún más, y se dio cuenta de que iban subiendo poco a poco por una carretera pedregosa en un todoterreno, y por fin percibió el olor del mar. Era oscuro cuando la llevaron dentro y le quitaron la venda.
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