John Connolly - El camino blanco

Здесь есть возможность читать онлайн «John Connolly - El camino blanco» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El camino blanco: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El camino blanco»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Carolina del Sur, un joven negro se enfrenta a la pena de muerte acusado de haber violado y asesinado a Marianne Larousse, hija de uno de los hombres más ricos del estado. El caso, que nadie quiere investigar, hunde sus raíces en un mal que se remonta a un pasado remoto, el tipo de misterio que se ha convertido en la especialidad del detective Charlie Parker. Éste ignora que está a punto de sumergirse en una auténtica pesadilla y de introducirse en un escenario teñido de sangre en el que se mezclan el espectro asesino de una mujer encapuchada, un coche negro que espera a un pasajero que nunca llega, y la complicidad tanto de amigos como de enemigos en los sucesos que rodean la muerte de Marianne Larousse. Más que una investigación, es un descenso a los abismos, un enfrentamiento con las fuerzas oscuras que amenazan todo aquello que Parker ama.
Paralelamente, en la celda de una prisión, el fanático predicador Faulkner trama una venganza contra Charlie Parker, y para ello utilizará a los mismos hombres a los que el detective está siguiendo, y a una extraña y contrahecha criatura que guarda sus secretos enterrados en la orilla de un río: Cyrus Nairn.
Todas estas figuras deberán enfrentarse a su cruento destino final en los pantanos del sur y los bosques del norte, escenarios muy alejados entre sí pero unidos por un frágil hilo: el lugar donde convergen los caminos de los muertos y de los vivos.

El camino blanco — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El camino blanco», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero aquélla no era una circunstancia normal, porque el reverendo Aaron Faulkner distaba mucho de ser un preso normal.

Llegó otro guardia para escoltarme. Pasé por el detector de metales, me coloqué la tarjeta de identificación en la chaqueta y me condujo al ascensor. Subimos al tercer piso, donde se encontraba la sala de administración. A aquella zona de la prisión la llamaban «la parte blanda». A ningún preso se le permitía estar allí sin escolta, y la habían separado de «la parte dura» mediante un sistema de puertas duales de compresión que no podían abrirse a la vez, de manera que si un preso se las ingeniaba para pasar la primera puerta, la segunda permanecería cerrada.

El coronel que estaba al mando de la guardia y el alcaide de la prisión me esperaban en el despacho de éste. La prisión había pasado por diversos regímenes durante los últimos treinta años: desde una disciplina estricta, impuesta con mano dura, pasando por una campaña desafortunada de liberalismo, que a los guardias más veteranos no les gustaba en absoluto, hasta que, al final, se había acomodado a un punto intermedio que pecaba de conservadurismo. En otras palabras, los presos no volverían a escupir a las visitas y resultaba seguro andar entre la población reclusa, cosa que a mí me parecía bien.

Un toque de corneta señaló el final de la hora de recreo. A través de las ventanas, pude ver cómo los presos vestidos de azul empezaban a encaminarse a las celdas. Thomaston estaba cercada por un área de ocho o nueve acres que incluía Haller Field, el campo de deportes de la prisión, cuyos muros eran de piedra. En un rincón alejado, sin ningún letrero indicativo, estaba la antigua sala de ejecución.

El alcaide me ofreció café y empezó a jugar nerviosamente con su taza, girándola en la mesa por el asa. El coronel, que resultaba casi tan imponente como la propia prisión, permanecía de pie y en silencio. Si estaba tan incómodo como el alcaide, no lo demostraba. Se llamaba Joe Long y su cara manifestaba la misma emoción que la talla en madera de un indio fumador.

– Señor Parker, usted comprenderá que esto es algo atípico -dijo el alcaide-. Por lo general, las visitas se llevan a cabo en la sala destinada a tal fin, no a través de los barrotes de las celdas. Y es muy raro que llamen de la oficina del fiscal general para pedir que facilitemos citas anómalas. -Dejó de hablar y esperó a que yo le diera alguna explicación.

– La verdad es que preferiría no estar aquí -dije-. No quisiera tener que verme de nuevo frente a Faulkner, por lo menos hasta el juicio.

Los dos tipos intercambiaron una mirada.

– Se rumorea que ese juicio tiene toda la pinta de ser un desastre -dijo el alcaide. Se le notaba cansado y ligeramente indignado. No dije nada, así que continuó hablando para romper aquel silencio-. Y supongo que está aquí porque el fiscal quiere que usted hable con Faulkner a toda costa. ¿Cree que le revelará algo? -concluyó. La expresión de su cara me dio a entender que ya conocía la respuesta, aunque de todas formas le devolví el eco que esperaba.

– Faulkner es demasiado listo para eso -le dije.

– Entonces, ¿por qué está aquí, señor Parker? -preguntó el coronel.

Ahora me tocaba suspirar a mí.

– Coronel, francamente no lo sé.

El coronel no comentó nada mientras, en compañía de un oficial, me conducía al pabellón siete. Pasamos por delante de la enfermería, donde a unos viejos postrados en sillas de ruedas les suministraban las medicinas necesarias para maximizar su cadena perpetua. Las celdas cinco y siete albergaban a los más viejos, a los presos más enfermos, que compartían una habitación con muchas camas y adornada con grafitis tipo LA CAMA DE BED o ACOSTÚMBRATE. Tiempo atrás, a los presos especiales más viejos, como Faulkner, los alojaban en aquella zona o bien los metían en una celda aislada del resto de la población reclusa, con los movimientos muy restringidos, hasta que se tomaba alguna decisión con respecto a ellos. Pero la principal unidad de aislamiento se hallaba ahora en el centro de supermáxima seguridad, que no tenía capacidad para ofrecer servicios psiquiátricos a los reclusos, y el intento de autolesión por parte de Faulkner parecía requerir algún tipo de examen psiquiátrico. La propuesta de que Faulkner fuese transferido al Centro de Salud Mental de Augusta fue denegada tanto por la oficina del fiscal general, que no quería predisponer a los miembros del futuro jurado a considerar a Faulkner como un loco, como por los abogados de Faulkner, que temían que el Estado pudiese aprovechar de forma discreta aquella oportunidad para someter a su cliente a una vigilancia más estrecha de la que era posible en cualquier otra parte. Puesto que el Estado consideraba que la cárcel del condado no resultaba apta para controlar a Faulkner, Thomaston fue la solución intermedia.

Faulker había intentado cortarse las venas con una cuchilla de cerámica que había ocultado en el lomo de su Biblia antes de que lo transfiriesen a la Institución Penitenciaria de Maine. La había mantenido oculta, sin hacer uso de ella, a lo largo de casi tres meses. Un vigilante del turno de noche se dio cuenta de lo que pasaba y pidió ayuda justo cuando Faulkner parecía perder el conocimiento. Como consecuencia de aquello, Faulkner fue trasladado a la unidad de estabilización de salud mental, en el extremo occidental de la prisión de Thomaston, donde en un principio lo alojaron en la galería de los pacientes graves. Le quitaron la ropa que llevaba y le dieron una bata de nailon. Estaba vigilado constantemente por una cámara, así como por un guardia que anotaba en un cuaderno todos los movimientos que hacía y cualquier cosa que dijese. Además, grababan todas las conversaciones. Después de pasar cinco días allí, Faulkner fue transferido a la galería de los menos graves, donde le permitieron usar las duchas y la ropa azul reglamentaria, le dieron productos de higiene (aunque ninguna maquinilla de afeitar) y comida caliente, y podía acceder a un teléfono. Había comenzado una terapia personalizada con un psicólogo de la prisión, y unos psiquiatras elegidos por su equipo legal le habían examinado, aunque Faulkner no había abierto la boca ante ellos. Después exigió llamar por teléfono para ponerse en contacto con sus abogados y preguntó si le permitirían hablar conmigo. Su petición de que la entrevista tuviera lugar en su celda fue, quizá para sorpresa de todos, aprobada.

Cuando llegué a la unidad de estabilización de salud mental, los guardias estaban terminando de comerse unas hamburguesas de pollo que habían sobrado del almuerzo de los presos. En el área principal de la unidad recreativa, los presos dejaron lo que tenían entre manos y me miraron fijamente. Uno de ellos, un hombre fornido y jorobado, que apenas medía metro y medio, con el pelo negro y lacio, se acercó a las rejas y me escudriñó en silencio. Lo observé, no me gustó lo que sentí y aparté la mirada. El coronel y el oficial se sentaron en el borde de un escritorio, observando cómo uno de los guardias de la unidad me conducía a la galería en que se hallaba la celda de Faulkner.

Sentí un escalofrío cuando aún estaba a unos tres metros de distancia de él. Al principio, pensé que se debía a mi reticencia a encontrarme cara a cara con el viejo, hasta que me di cuenta de que el guardia que me acompañaba temblaba ligeramente.

– ¿Qué pasa con la calefacción? -pregunté.

– La calefacción está al máximo -contestó-. En este sitio el calor se va como a través de un colador, pero nunca como ahora.

Se detuvo cuando aún estábamos fuera del campo de visión del ocupante de la celda y bajó la voz.

– Es él. El predicador. Su celda está helada. Instalamos dos estufas fuera de la celda, pero se cortocircuitaban. -Echó a andar inquieto-. Es algo que tiene que ver con Faulkner. No sé cómo, hace que baje la temperatura. Sus abogados ponen el grito en el cielo por las condiciones de su encarcelamiento, pero no podemos hacer nada.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El camino blanco»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El camino blanco» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El camino blanco»

Обсуждение, отзывы о книге «El camino blanco» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x