Nicci French - Un amor dulce y peligroso

Здесь есть возможность читать онлайн «Nicci French - Un amor dulce y peligroso» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un amor dulce y peligroso: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un amor dulce y peligroso»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Alice Loudon tiene veintitantos años, se lleva de maravilla con su pareja y comparten un grupo de amigos muy enrollados. Pero una mañana cualquiera, al cruzar la calle en pleno centro de Londres, su mirada se clava en la de Adam Tallis, un famoso escalador que salvó a varias personas en una accidentada expedición al Himalaya. A partir de ese instante, es como si Alice viviese en un sueño permanente. Convencida de haber encontrado el amor de su vida, se entrega a una aventura erótica que lo justifica todo. Sin embargo, a medida que el amor de Adam se vuelve una obsesión posesiva, Alice comienza a darse cuenta de lo poco que conoce de verdad a ese hombre que le ha hecho perder la cabeza y, sobre todo, de lo difícil que será romper esta extraña relación

Un amor dulce y peligroso — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un amor dulce y peligroso», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No volví directamente a la oficina. Fui a un restaurante italiano que había cerca de la piscina y pedí un vaso de vino tinto, una botella de agua con gas y una ensalada de marisco con pan de ajo. Saqué el papel de carta que había comprado aquella mañana y un bolígrafo. Escribí con letras mayúsculas: A QUIEN PUEDA INTERESAR, y lo subrayé dos veces. Me sirvieron el vino, y bebí un poco. Tenía que mantenerme despejada. «Si me encuentran muerta -escribí -, o si desaparezco y nadie consigue localizarme, es que mi marido, Adam Tallis, me ha asesinado.»

Me trajeron la ensalada de marisco y el pan de ajo, y el camarero me puso abundante pimienta negra en el plato con un enorme molinillo. Pinché un aro de calamar y me lo metí en la boca, lo mastiqué enérgicamente y me lo tragué con un poco de agua.

Escribí todo cuanto sabía, con letra clara y con un estilo contundente. Expliqué la muerte de Adele, y que la última carta que le había enviado a Adam, escrita poco antes de su desaparición, estaba en el cajón de mi ropa interior. Contaba lo de Tara, la hermana de Adele, que había estado acosando a Adam, y a la que habían encontrado muerta en un canal de East London. Hasta describí cómo Adam había matado a Sherpa. Curiosamente, fue el gato, y no las mujeres, el que me hizo comprender el peligro que corría. Me acordé de Sherpa, acuchillado en nuestra bañera, y se me revolvió el estómago. Comí un poco de pan de ajo y bebí un poco más de vino para calmarme, y seguí exponiendo mi análisis de lo que había ocurrido exactamente en la montaña con Françoise. Hablé de la ruptura de Françoise con Adam, y expliqué el sistema de cuerdas presuntamente infalible de Greg, y las últimas palabras del alemán moribundo. Hice un esquema, copiándolo del que aparecía en la revista, con flechas y líneas de puntos. Escribí la dirección de Greg y añadí que él podría confirmar la exactitud de lo que yo había escrito.

En otra hoja de papel redacté un testamento muy sencillo. Les dejaba a mis padres todo mi dinero. Las joyas se las dejaba a la hija de Pauline, si era niña, y a Pauline si era niño. A Jake le dejaba mis dos cuadros y a mi hermano mis escasos libros. Con eso bastaba; de todos modos, no tenía gran cosa que dejar. Pensé en mis beneficiarios, pero con cierto desapego. Cuando recordé mi vida con Jake, no sentí remordimientos. Todo parecía haber ocurrido mucho tiempo atrás, en un mundo diferente, cuando yo era otra persona. No quería recuperar aquel antiguo mundo, ni siquiera en esos momentos. No sabía qué quería. Así no podía mirar hacia delante, hacia el futuro, quizá porque no me atrevía. Estaba atrapada en un presente desastroso, y tenía que andar con mucho cuidado, avanzando lentamente a través del peligro. No quería morir.

Doblé los documentos y los metí en un sobre que me guardé en el bolso. Me acabé la comida, comiendo metódicamente, y me bebí el resto del vino tinto. De postre pedí una tarta de limón, cremosa y acida, y un expreso doble. Después de pagar la cuenta, saqué mi móvil nuevo y llamé a Claudia. Le dije que me habían entretenido y que tardaría una hora en llegar a la oficina. Le pedí que, si llamaba Adam, le dijera que estaba en una comida de trabajo. Salí del restaurante y paré un taxi.

Sylvie se hallaba reunida con un cliente, y su secretaria me dijo que iba a estar muy ocupada el resto de la tarde.

– Por favor, dile que soy Alice, que quiero hablar con ella de un asunto urgente, y que sólo le robaré unos minutos de su tiempo.

Esperé en el vestíbulo, leyendo revistas femeninas atrasadas que explicaban cómo adelgazar, cómo tener orgasmos múltiples y cómo preparar pastel de zanahorias. Pasados unos veinte minutos, una mujer con los ojos enrojecidos salió del despacho de Sylvie, y entré yo.

– Hola, Alice. -Sylvie me abrazó; luego se separó un poco de mí y me miró de arriba abajo-. Estás increíblemente delgada. Perdona que te haya hecho esperar. Una divorciada histérica me ha tenido aquí encerrada desde la hora de comer.

– No te entretendré mucho -dije-. Ya sé que tienes mucho trabajo. Sólo quería pedirte un favor. Es muy sencillo.

– Pues claro, lo que quieras. ¿Cómo está el bombón de tu marido?

– Por eso he venido -dije, y me senté delante de Sylvie, separada de ella por la enorme y caótica mesa.

– ¿Le pasa algo?

– En cierto modo, sí.

– No me digas que te quieres divorciar.

Me miró con curiosidad y con cierta codicia.

– Sólo quiero pedirte un favor. Quiero que me guardes una cosa. -Saqué el sobre cerrado de mi bolso y se lo pasé por encima de la mesa-. Mira, ya sé que suena ridículo y melodramático, pero si aparezco muerta, o si desaparezco, quiero que entregues este sobre a la policía.

Me sentía muy violenta. Nos quedamos calladas. Sylvie tenía la boca abierta, con expresión desconcertada.

– ¿Es una broma, Alice?

– No. ¿Hay algún problema?

Sonó el teléfono, pero Sylvie no lo cogió, y esperamos a que dejara de sonar.

– No -dijo distraídamente-. Supongo que no.

– Estupendo. -Me levanté y cogí mi bolso-. Saluda de mi parte a la Panda. Diles que los echo de menos. Que siempre los he echado de menos, aunque al principio no lo sabía.

Sylvie permaneció sentada en su silla, mirándome fijamente. Cuando llegué a la puerta, se levantó de un brinco y corrió hacia mí. Me puso una mano en el hombro.

– ¿Qué pasa, Alice?

– Lo siento, Sylvie. -Le di un beso, y añadí-: Ya te lo contaré en otro momento, si tenemos ocasión. Cuídate. Y gracias por ser mi amiga. Me ayuda mucho.

– Alice… -insistió ella, impotente. Pero ya me había marchado.

* * *

Llegué a la oficina a las cuatro. Pasé una hora informando al departamento de marketing, y media hora con el de contabilidad, discutiendo sobre mi futuro presupuesto. Al final cedieron ellos, porque quedó claro que yo no pensaba hacerlo. Eché un vistazo a los papeles de mi mesa, y me marché antes de lo habitual. Adam estaba esperándome, tal como yo me había imaginado. No lo encontré leyendo un periódico, ni mirando alrededor, ni observando el reloj, sino de pie, muy quieto, como si estuviera en posición de firmes, con la paciente mirada clavada en las puertas giratorias. Seguramente llevaba una hora así.

Al verme no sonrió, pero me cogió el bolso, me rodeó con el brazo y me miró a los ojos.

– Hueles a cloro.

– He ido a nadar.

– Y a perfume.

– Me lo regalaste tú.

– Hoy estás preciosa, cariño. Fresca y preciosa. No puedo creer que seas mi mujer.

Me besó, un beso largo y profundo, y yo le devolví el beso y me apreté contra él. Tenía la impresión de que mi cuerpo estaba hecho de algún material inerte y pesado que jamás volvería a estremecerse de deseo. Cerré los ojos porque no soportaba ver sus ojos mirándome con tanta intensidad, sin apartarse de mí. ¿Qué veía él? ¿Qué sabía?

– Esta noche te voy a invitar a cenar -dijo-. Pero antes iremos a casa y te follaré.

– Lo tienes todo calculado -comenté, conforme y sonriente, atrapada en el círculo de sus brazos.

– Sí. Hasta el último detalle, Alice.

TREINTA Y SIETE

No protesté cuando cogió mi caja de anticonceptivos y tiró las pequeñas píldoras amarillas, una a una, al retrete. Si seis meses atrás alguien me hubiera dicho que yo iba a permitir que mi amante, o mejor dicho mi marido, tirara mis anticonceptivos al retrete sin mi permiso, me habría muerto de risa. Después de tirar la última píldora, Adam me cogió de la mano y, sin decir ni una palabra, me llevó al dormitorio y me hizo el amor con ternura, obligándome a mirarlo a los ojos. Y tampoco protesté. Pero no dejaba de hacer cálculos mentalmente. Él no debía de saber que el efecto de la píldora dura un tiempo, y que no corría peligro de quedarme embarazada al menos hasta pasadas dos semanas. Tenía tiempo. Con todo, sentía que él me estaba haciendo un hijo y que yo se lo consentía, sin oponer resistencia. Me di cuenta de lo poco imaginativa que había sido siempre respecto a las mujeres maltratadas o casadas con alcohólicos. El desastre se acerca sigilosamente, como un maremoto en una playa de turistas. Cuando se ve, ya no se puede hacer nada, y lo arrolla a uno y se lo lleva. Supongo que había sido poco imaginativa respecto a muchas otras cosas. La tragedia nunca había estado presente en mi vida, y pocas veces había tenido que pensar en cómo vivían y sufrían otras personas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un amor dulce y peligroso»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un amor dulce y peligroso» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Nicci French
Nicci French - Killing Me Softly
Nicci French
Nicci French - Blue Monday
Nicci French
Nicci French - The Memory Game
Nicci French
Nicci French - Until it's Over
Nicci French
Nicci French - Secret Smile
Nicci French
Nicci French - Beneath The Skin
Nicci French
Отзывы о книге «Un amor dulce y peligroso»

Обсуждение, отзывы о книге «Un amor dulce y peligroso» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x