• Пожаловаться

Jeffery Deaver: La carta número 12

Здесь есть возможность читать онлайн «Jeffery Deaver: La carta número 12» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jeffery Deaver La carta número 12

La carta número 12: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La carta número 12»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El nuevo caso del aclamado detective de El coleccionista de huesos Geneva Settle, joven estudiante afroamericana de Harlem, investiga en una biblioteca de Nueva York la historia de un antepasado suyo, Charles Singleton, un esclavo liberto del siglo XIX. Mientras tanto, alguien vigila sus movimientos. Geneva consigue escapar del peligro, pero el criminal deja un rastro de sangre tras de sí. El célebre criminalista Lincoln Rhyme, su inseparable Amelia Sachs y su equipo se ocuparán del caso. ¿Quién persigue a Geneva? ¿Y por qué hay alguien interesado en acabar con su vida? ¿Quién es verdaderamente Charles Singleton? ¿Y qué historia se oculta tras su pasado? ¿Cómo conseguir que encajen todas las pieza del puzle? La insuperable trama urdida por Deaver, autor de El coleccionista de huesos, maneja todas estas historias -el pasado y el presente- como instantáneas fugaces, al tiempo que nos muestra asombrosas revelaciones de las que podrían derivar desastrosas consecuencias para los derechos humanos y civiles de Estados Unidos. Con sobrecogedores giros y numerosas sorpresas que mantienen al lector en ascuas hasta la última página, esta nueva aventura de Lincoln Rhyme es la más apasionante hasta la fecha.

Jeffery Deaver: другие книги автора


Кто написал La carta número 12? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La carta número 12 — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La carta número 12», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– De literatura. En Hunter.

Rhyme se censuró a sí mismo por haberse sorprendido de que una jovencita de Harlem pudiera tener unos padres intelectuales y trotamundos. Se sentía enfadado por haber encasillado a la chica en un estereotipo, pero sobre todo le dolió el orgullo por haber hecho una deducción errónea. Era cierto que vestía como una pandillera, pero debería haber supuesto que la chica tenía raíces académicas; había sido atacada por la mañana temprano mientras se encontraba en la biblioteca, no haraganeando en una esquina o viendo la tele antes de ir al instituto.

Lakeesha sacó un paquete de cigarrillos de su bolso.

– Aquí no… -empezó a decir Rhyme.

Entonces Thom entró por la puerta.

– … se puede fumar. -Le quitó el paquete a la chica y se lo volvió a meter en el bolso. Imperturbable ante el hecho de que hubieran aparecido dos adolescentes durante su turno, Thom sonrió.

– ¿Un refresco?

– ¿Tiene café? -preguntó Lakeesha.

– Sí, claro. -Thom miró a Jennifer Robinson y a Rhyme, quienes asintieron con la cabeza.

– Me gusta fuerte -anunció la voluminosa chica.

– ¿Ah, sí? -dijo Thom-. A mí también. -Y se dirigió a Geneva-: ¿Tú quieres algo?

La chica negó con la cabeza.

Rhyme miró con añoranza la botella de whisky que había sobre un estante allí cerca. Thom se dio cuenta y se rio. El asistente desapareció. Para disgusto de Rhyme, la mujer policía, Robinson, dijo:

– Tengo que regresar a la comisaría, señor.

– ¿De veras? -preguntó Rhyme, consternado-. ¿Está segura de que no puede quedarse un poco más?

– No puedo, señor. Pero si necesita cualquier otra cosa, llámeme.

– ¿Qué tal una canguro?

Rhyme no creía en el destino, pero si hubiera creído, habría percibido que éste le había hecho una hábil jugarreta: había cogido el caso para evitar el examen médico del hospital, y ahora le devolvían la moneda por su engaño imponiéndole tener que pasar una tremendamente embarazosa media hora, poco más o menos, en compañía de dos chicas de instituto. Los jóvenes no eran su fuerte.

– Hasta pronto, capitán. -Robinson salió por la puerta.

– De acuerdo -rezongó éste.

Thom regresó unos minutos después con una bandeja. Sirvió una taza de café para Lakeesha y le tendió un tazón a Geneva, el cual -Rhyme percibió el aroma- contenía chocolate caliente.

– He supuesto que de todas maneras querrías tomar algo -dijo el asistente-. Si no lo quieres, puedes dejarlo.

– No, está bien, me gusta. Gracias. -Geneva fijó la vista en la superficie caliente. Dio un sorbo, otro, bajó el tazón y miró el suelo. Dio unos cuantos sorbos más.

– ¿Te encuentras bien? -preguntó Rhyme.

Geneva asintió con la cabeza.

– Yo también -dijo Lakeesha.

– ¿Os atacó a las dos? -preguntó Rhyme.

– Nooo, a mí no. -Lakeesha se quedó mirándole-. ¿Está usted como ese actor que se partió el cuello? -Sorbió ruidosamente su café y acto seguido le echó más azúcar. -Volvió a sorber ruidosamente.

– Así es.

– ¿Y no puede mover nada de nada?

– Poca cosa.

– ¡Caray!

– Keesh -susurró Geneva-. Corta el rollo, tía.

– Es que… ya sabes, ¡caray!

Otra vez silencio. Sólo habían pasado ocho minutos desde que habían llegado. Y le parecían horas. ¿Qué debería hacer? ¿Enviar a Thom a que saliera a la carrera a comprar un juego de mesa?

Por supuesto, había preguntas que debía formular. Pero Rhyme era reticente a hacerlo él mismo. No tenía habilidad para entrevistar ni para interrogar. Cuando estaba en la policía, probablemente había interrogado a sospechosos una decena de veces, pero nunca tuvo uno de esos momentos fantásticos en los que el reo se viene abajo y confiesa. Sin embargo, Sachs poseía un talento innato para ese trabajo. Les advertía a los principiantes que un caso podía echarse a perder sólo con una palabra equivocada. Ella lo llamaba «contaminar la mente», el equivalente al pecado número uno según Rhyme: contaminar el escenario del crimen.

– ¿Cómo hace para moverse con esa silla? -preguntó Lakeesha.

– ¡Shhhhh! -la reprendió Geneva.

– Sólo estoy preguntando.

– Bueno, pues deja de preguntar.

– No hago daño a nadie preguntando.

Lakeesha ya no estaba nerviosa. Rhyme se dio cuenta de que en realidad era bastante espabilada. Primero se muestra inquieta, dando una imagen de ingenuidad y vulnerabilidad, para que uno se confíe, pero lo que de verdad lleva haciendo todo el tiempo es tratar de entender de qué va todo. Una vez que siente que controla la situación, sabe si le conviene o no seguir con sus desplantes.

De hecho, Rhyme agradecía al cielo tener algo sobre lo que conversar. Le habló de la UCM (unidad de control medioambiental), de cómo el touch-pad que quedaba bajo su anular izquierdo podía controlar el movimiento y la velocidad de la silla de ruedas.

– ¿Un dedo? -Keesha se miró una de sus uñas anaranjadas-. ¿No puede mover nada más?

– Así es. Además de la cabeza y los hombros.

– Señor Rhyme -interrumpió Geneva, mirando su Swatch rojo, que le quedaba enorme y destacaba en su delgada muñeca-, mis exámenes. El primero es dentro de dos horas. ¿Cuánto tiempo va a llevar esto?

– ¿El instituto? -preguntó Rhyme, sorprendido-. Seguro que hoy podéis quedaros en casa. Después de lo sucedido, vuestros profesores comprenderán la situación.

– Pero yo no quiero quedarme en casa. Tengo que hacer esos exámenes.

– ¡Oye, tía! Si este hombre dice que tenemos garantizado el permiso, ¿por qué vas tú y dices que no? Vamos, enróllate.

Geneva levantó la vista y miró a su amiga a los ojos.

– Y tú también vas a hacer esos exámenes. No creas que te vas a escaquear.

– Esto no es escaquearse; tenemos permiso -señaló la voluminosa chica con impecable lógica.

Sonó el teléfono de Rhyme, que se alegró de que se produjera la interrupción.

– Comando: responder teléfono -dijo en el micrófono de manos libres.

– ¡Rayos! -dijo Lakeesha, enarcando las cejas-. Fíjate, Gen. Yo quiero uno de ésos.

Geneva frunció el ceño y susurró algo a su amiga; ésta, con un gesto de impaciencia, bebió un poco de café, haciendo ruido al sorberlo.

– Rhyme -dijo la voz de Sachs.

– Están aquí, Sachs -explicó Rhyme con la voz crispada-. Geneva y su amiga. Y espero que tú estés…

– Rhyme -repitió. Hablaba en un tono especial. Algo iba mal.

– ¿Qué pasa?

– Al final, el escenario estaba «caliente».

– ¿Estaba él allí ?

– Ajá. Nunca se fue. O volvió sobre sus pasos.

– ¿Estás bien?

– Sí. No era a mí a quien buscaba.

– ¿Qué sucedió?

– Se acercó al lugar, se metió en un callejón. Hizo cuatro disparos. Hirió a una transeúnte… y mató a un testigo. Su nombre era Don Barry. Estaba a cargo de la biblioteca del museo. Recibió tres disparos en el corazón. Murió en el acto.

– ¿Estás segura de que el que disparó es el mismo?

– Ajá. Las huellas de zapatos que recogí desde la posición de tiro coinciden con las de la biblioteca. Justo en ese momento Lon estaba a punto de interrogarle. Se encontraba frente a él cuando sucedió.

– ¿Pudo ver al autor de los disparos?

– No. Nadie le vio. Estaba escondido detrás de un gran contenedor de basura. Un par de agentes que estaban allí fueron a auxiliar a la mujer para tratar de salvarla. Sangraba mucho de la herida. El tipo escapó entre la muchedumbre. Sencillamente desapareció.

– ¿Se ha ocupado alguien de los detalles?

Llamar a los familiares cercanos. Los detalles .

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La carta número 12»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La carta número 12» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Jeffery Deaver: The Twelfth Card
The Twelfth Card
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver: The Broken Window
The Broken Window
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver: La silla vacía
La silla vacía
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver: El Hombre Evanescente
El Hombre Evanescente
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver: Dwunasta karta
Dwunasta karta
Jeffery Deaver
Отзывы о книге «La carta número 12»

Обсуждение, отзывы о книге «La carta número 12» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.