– ¿Nos disculpáis todos un momento a Evan y a mí?
Los demás se levantaron y se fueron. Carrie sacudía la cabeza. Esperó a que saliese Palmer y luego le dijo a Evan por la espalda:
– Si me amas confiarás en mí. No es una ecuación complicada. No luches contra nosotros. Deja que te ayudemos.
Evan no la miró. Ella cerró la puerta al salir.
Bedford dijo:
– En esta habitación no hay micrófonos, pero está insonorizada. Para que lo sepas.
– ¿Palmer no está grabando?
– No. -Bedford bebió un sorbo de agua-. Si has preparado un intercambio de los archivos de este portátil por tu padre, supongo que has hablado con él.
Evan asintió.
Bedford dijo:
– Dime lo que te dijo. Palabra por palabra.
– ¿Por qué?
– Porque, Evan, he tenido un topo entre Los Deeps durante el último año. Nadie más en la CIA sabía que tenía un contacto, ni siquiera Carrie. No conozco su verdadero nombre. Tu padre podría ser mi contacto y podría haberme enviado un mensaje a través de ti. Él sabía que te buscaríamos hasta que tuviésemos pruebas concluyentes de que estabas muerto.
Evan escuchó el silencio en la habitación: oía el latido de su propio corazón, el zumbido de la calefacción esquivando el frío húmedo del exterior.
– Mientes. Sólo intentas que colabore contigo.
– Recuerda que te pregunté lo que había dicho tu padre en la cinta que Jargo te puso en el zoo. No estaba tan interesado en la historia que Jargo le vendió a tu padre; estaba buscando palabras en código. Por si tu padre era mi contacto.
– No. -Evan elevó la voz-. Si mi padre fuese tu contacto ya sabrías lo de Goinsville. Lo de los otros Deeps. Cómo encontrar a Jargo y a Khan.
Bedford negó con la cabeza.
– Mi contacto vino a mí. Nunca lo he visto; hablábamos por teléfono. Me enviaba por correo electrónico números de móvil que sólo utilizaba una vez y luego los destruía. Era extraordinariamente cuidadoso. Ni siquiera sé cómo pudo localizarme ni cómo supo que yo era el encargado de encontrar a Los Deeps, pero lo hizo. Aceptó trabajar conmigo de manera muy limitada. Quería forzarle a que hiciese más, a que me dijese quién era, a que me dijese más cosas sobre Los Deeps, pero se negó. Ni siquiera sé dónde estaba ni dónde vivía. Dios sabe que intenté localizarlo, pero siempre borraba sus huellas. Me demostró que su intención era buena: me alertó sobre una célula terrorista albanesa que planeaba un ataque en París; me indicó la situación de un científico nuclear pakistaní que quería vender secretos a Irán; me informó sobre el escondite de una banda criminal peruana. Toda la información que me dio era correcta. Nunca nos vimos cara a cara. Nunca le pagamos por sus servicios.
– ¿Por qué iba a ayudarte?
– Mi contacto dijo que no estaba de acuerdo con algunas de las misiones que le asignaba Jargo. Pensaba que eran perjudiciales para los intereses de Estados Unidos. Parecía tener una relación complicada con Jargo: quería que las operaciones fracasasen, pero no quería entregarlo. Así que se puso en contacto conmigo. Yo le proporcionaba información falsa para darle a los clientes de Jargo. -Bedford sacudió la cabeza-. Mi contacto no sabe dónde encontrar al resto de Los Deeps, la red sigue estando muy compartimentada, pero nos proporcionó información muy valiosa sobre el tipo de trabajos que Jargo realizaba, los matices y los cambios en el mercado negro de secretos corporativos y de gobierno. -Bedford sirvió para él y para Evan sendos vasos de agua, y empujó uno hacia Evan-. Tenía una cláusula de salvaguardia con mi contacto: cuando fuese el momento de huir se identificaría ante mí y yo los sacaría de aquí a él y a su familia, lejos de Jargo, a un lugar seguro. Es lo que tu madre quería para ti. No puedo ayudar a tu madre, pero puedo ayudarte a ti.
– Podrías haberme hablado de mi padre antes.
– No sé si tu padre es mi contacto, Evan. Y no le iba a decir a nadie que tenía un contacto cercano a Jargo a menos que no me quedase otra opción. Hemos llegado a ese punto. Dime lo que te dijo tu padre. Palabra por palabra, si puedes.
Evan sacó la PDA del bolsillo, la desbloqueó con la huella de su pulgar y abrió la aplicación de nota de voz. La conversación con Dezz, luego con Jargo y luego con su padre se escucharon en la PDA alto y claro. Los dos hombres se quedaron mirando el uno al otro mientras la voz de Mitchell Casher invadía la pequeña habitación. Cuando acabó, Bedford cerró los ojos.
– Mírame -dijo Evan-. ¿Es él tu contacto? ¿Lo es?
– Sí.
Evan sintió una presión en el pecho.
– Si mamá y papá hubiesen confiado el uno en el otro… -No terminó la frase-. Mamá sabría que papá estaba ayudando a la CIA y papá sabría que mamá había robado la lista de clientes de Jargo para utilizarla como escudo y proteger a su hijo. Podrían haber detenido a Jargo sin disparar una sola bala, y mamá estaría viva.
– Las mentiras eran una parte integrante de sus vidas -dijo Bedford-. Lo siento muchísimo, Evan.
El silencio inundó la habitación hasta que Evan habló.
– Vale. Entonces él es tu contacto. Tiene problemas. ¿Qué vas a hacer para ayudarle?
– ¿Te dio él esas novelas de Graham Greene? -preguntó Bedford.
– ¿Cómo? -ésa no era la pregunta que esperaba-. Sí, antes de empezar en la universidad de Rice. Dijo que debería leer libros realmente brillantes antes de ponerme con la basura que se leía en la facultad.
– ¿Mencionó alguna vez «quien amó también temió»?
Bedford se inclinó hacia delante.
– No lo recuerdo. Pero Greene es su escritor favorito, así que siempre hablaba de esos libros conmigo. La frase me resulta ligeramente familiar.
– La cita es de El ministerio del miedo. Es una verdad amarga; siempre arriesgamos cuando amamos. También es una frase en clave que establecí con tu padre.
Bedford se colocó los dedos sobre los labios.
– Dime lo que significa.
– Significa: «Olvídate de mí. No puedes rescatarme».
Evan sintió cómo su cara de póquer se desmoronaba.
– No. No. Ahora no importa ese código. Tienes que ayudarle.
Bedford se irguió, con una confianza tranquila que sugería que la batalla entre ellos había terminado.
– Evan, en este negocio pierdes a gente. Es la guerra. Es triste. Me hubiese gustado encontrarme con tu padre cara a cara, haberlo conocido. Creo que incluso me habría caído bien. Pero me está diciendo que me vaya. No sé si es porque cree que la CIA mató a tu madre, como le dijo Jargo. Puede que no importe lo que piense. Quizás esperaba que si la CIA te cogía te trajera conmigo, y así yo te preguntaría sobre cualquier cosa inusual que hubiese dicho. Sea lo que sea lo que esté preparando Jargo para esta reunión, es una trampa. No puedo correr el riesgo; mi equipo es demasiado pequeño. Tendremos que esperar otra oportunidad.
– No puedes abandonarle.
– Y yo no puedo arriesgar mis recursos para salvar a un hombre muerto. Me está advirtiendo que me aleje. Estoy seguro de que es para que no te acerques a Jargo. -Bedford se puso de pie-. Te acompaño en el sentimiento. Nos dirigiremos a Washington en lugar de a Miami, y entrarás en un programa de protección. El gobierno te está inmensamente agradecido por lo que has hecho.
Evan se quedó en su asiento.
– Sé que es difícil para ti. Has perdido a tu madre, pero hijo, tienes a Carrie.
– Lo sé.
Evan se quedó mirando la cálida caoba de la mesa.
– Te aseguro que podemos esconderte sin problemas. Piensa dónde te apetece vivir. Irlanda, Australia o…
Evan levantó la mirada, observó a Bedford y dijo:
– No, nos vamos a Miami.
– Lo siento, Evan, pero no. Con todo mi respeto hacia tu padre…
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