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Jeff Abbott: Pánico

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Jeff Abbott Pánico

Pánico: краткое содержание, описание и аннотация

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El vértigo y la incontenible alegría que sintió al despertar aquella mañana eran para Evan Casher la mejor prueba de que estaba profundamente enamorado. Sí, sin duda aquél era el inicio de una nueva y feliz vida que compartiría junto a Carrie, la joven responsable de aquel cambio sustancial en él. Sin embargo, un solo instante puede cambiar toda una vida: una llamada de su madre, apremiándolo a reunirse con ella de inmediato, iba a provocar un vuelco radical en la hasta entonces tranquila existencia de Evan. Para su horror, descubrirá que su madre ha sido asesinada, y sin tiempo siquiera para asumirlo, a punto estará de ser asesinado él también. Sólo la súbita intervención de un misterioso personaje, aparentemente surgido de la nada, le permitirá salvar la vida, al menos por esta vez… No obstante, esto es sólo el principio de un peligroso viaje sin retorno, durante el cual Evan descubrirá que su vida hasta entonces no ha sido más que una sucesión de engaños y artificios donde nadie era quien aparentaba ser: empezando por sus propios padres y por la adorable Carrie, a la que, como pronto averiguará, en realidad no conocia en absoluto. Perseguido por un implacable traficante de información convencido de que posee unos valiosos documentos, Evan deberá salvar su vida y descubrir la verdad, consciente de que, esta vez, no tendrá una segunda oportunidad.

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– ¿Conoce su itinerario en Australia?

Ahora lo recordaba.

– Mamá lo colgaba normalmente en la puerta de la nevera.

– Es genial Evan, eso sirve de ayuda.

– Yo sólo quiero ayudarles a coger a quienquiera que haya hecho esto. Tienen que cogerlos. Tienen que hacerlo.

Su voz comenzó a temblar. Intentó tranquilizarse de nuevo. Se frotó la quemadura de la cuerda en el cuello.

Durless prosiguió:

– Cuando habló con su madre, ¿parecía asustada? ¿Como si esos tipos estuvieran ya en casa?

– No, no parecía nerviosa, pero sí sonaba algo rara. Como si tuviese malas noticias que contarme, pero no quería decir meló por teléfono.

– ¿Habló con ella ayer o antes de ayer? Hábleme de su estado de ánimo en ese momento.

– Totalmente normal. Mencionó que tenía que realizar un trabajo en China. Es fotógrafa de viajes freelance . -Evan apuntó a los marcos rajados, las fotos distorsionadas bajo el cristal roto-. Ésos son algunos de sus trabajos. Sus favoritos.

Durless le echó un rápido vistazo a Londres, a la costa, a la pradera.

– Son todas de lugares. No hay gente -dijo.

– Le gustan más los lugares que la gente.

Su madre hacía siempre esa broma sobre su trabajo. Las lágrimas asomaron con sigilo y Evan parpadeó. Deseaba con todas sus fuerzas que desapareciesen. No quería llorar delante de aquel hombre. Apretó las uñas contra las palmas de las manos. Oía el chasquido de las cámaras en la cocina, los leves murmullos del equipo criminalista trabajando en la habitación, detallando la peor pesadilla de su familia en estadísticas sin importancia y pruebas químicas.

– ¿Tiene hermanos o hermanas?

– No. No tengo más familia.

– ¿A qué hora llegó aquí? ¿Puede repetírmelo?

Miró su reloj. El cristal estaba roto y las manecillas se habían detenido a las 10.34. Debió de ser cuando cayó al romper la cuerda. Le mostró a Durless el reloj.

– La verdad es que no me fijé en la hora, estaba preocupado por mi madre.

Quería el consuelo de los brazos de Carrie, la seguridad de la voz de su padre. Quería poner su mundo en orden de nuevo.

Durless habló en voz baja con un oficial de policía que estaba en la puerta, y éste se marchó. Luego hizo un gesto señalando el equipaje.

– Hablemos sobre las maletas que hizo para ustedes dos.

– No lo sé. Quizá se iba a Australia a ver a mi padre.

– Así que le ruega que venga a casa, pero se está preparando para marcharse. Con una maleta para usted y un arma.

– No… no puedo explicarlo.

Evan se pasó el brazo por la nariz.

– Quizá toda esta crisis era una artimaña para que viniese a casa y hacer un viaje sorpresa.

– No me asustaría si no tuviese una buena razón.

Durless se daba golpecitos en la barbilla con el bolígrafo.

– Y usted estaba en Houston anoche.

– Sí -dijo Evan. Se preguntaba si ahora le estaban pidiendo una coartada-. Mi novia se quedó conmigo. Carrie Lindstrom.

Durless escribió su nombre y Evan le dio su información de contacto, el nombre de la tienda de ropa de River Oaks en la que trabajaba y su número de móvil.

– Evan, ayúdeme a hacerme una imagen clara. Dos hombres le agarran, le apuntan con un arma, pero luego no le disparan; intentan ahorcarle, y otro hombre lo salva, pero luego intenta secuestrarlo y se marcha cuando usted echa a correr -Durless hablaba con el tono de un profesor que guiaba a un alumno en un problema espinoso. Se inclinó hacia delante-. Ayúdeme a encontrar sentido a todo esto.

– Le estoy diciendo la verdad.

– No lo dudo. Pero ¿por qué no le dispararon simplemente? ¿Y por qué no dispararon a su madre, si tenían armas?

– No lo sé.

– Usted y su madre eran el blanco y necesito que me ayude a entender por qué.

Un recuerdo invadió de nuevo la mente de Evan.

– Cuando me tenían en el suelo… uno de ellos encendió mi portátil. Y tecleó algo.

Durless llamó a otro oficial.

– ¿Podría buscar el portátil del señor Casher, por favor?

– ¿Por qué iban a querer algo de mi ordenador?

Evan oyó cómo la histeria invadía su voz e intentó controlarla.

– Dígame. ¿Qué hay en él?

– Sobre todo material cinematográfico. Programas de edición de vídeo.

– ¿Material cinematográfico?

– Soy director de cine. Dirijo documentales.

– Es usted joven para ser director.

Evan se encogió de hombros.

– Trabajé duro. Acabé la universidad un año antes. Quería entrar más rápido en la escuela de cine.

– Más éxitos de taquilla que dan dinero.

– Me gusta contar historias sobre personas, no sobre héroes de acción.

– ¿Conozco alguna de sus películas?

– Bueno, mi primera película trataba de una familia de militares que perdieron un hijo en Vietnam y luego un nieto en Iraq. Pero la gente probablemente me conocerá por El más mínimo problema, que trata de un policía de Houston que encarceló a un hombre inocente por un crimen.

Durless frunció el ceño.

– Sí, lo vi en la CBS. El policía se suicidó.

– Sí, cuando la policía comenzó a investigar sus actividades. Es triste.

– El tipo al que supuestamente encarceló era un camello. No era tan inocente.

– Un ex camello que había cumplido su condena. Estaba fuera del negocio cuando el policía fue a por él. Y supuestamente no fue ése el motivo.

Durless volvió a meter el bolígrafo en el bolsillo.

– ¿No pensará usted que todos los policías son mala gente, verdad?

– Claro que no -respondió Evan-. Oiga, no estoy contra los policías. Para nada.

– No he dicho eso.

Una tensión distinta invadió la sala.

– Siento mucho lo de su madre, señor Casher -dijo Durless-. Necesito que venga al centro para hacer una declaración más detallada y hablar con el retratista sobre este hombre calvo.

El oficial enviado a recuperar el portátil asomó la cabeza de nuevo por la puerta.

– Aquí no hay ningún portátil.

Evan parpadeó.

– Esos hombres deben de habérselo llevado. O el tipo calvo. -Su voz empezó a aumentar de volumen-. ¡No entiendo nada de esto!

– Yo tampoco -dijo Durless-. Quiero que me acompañe a comisaría y que trabaje con el retratista. Quiero un retrato robot del hombre calvo en los avances de noticias.

– De acuerdo.

– Iremos en un minuto, ¿vale? Quiero hacer un par de llamadas rápidas.

– Vale.

Durless acompañó a Evan afuera. Las emisoras de televisión locales habían llegado. Más policía. Vecinos, sobre todo amas de casa observando el trajín, sujetando a sus hijos, que se les agarraban con los ojos como platos.

Dio la espalda a todo aquel caos e intentó de nuevo llamar al móvil de su padre. No contestaba. Llamó a la tienda de ropa en la que trabajaba Carrie.

– Maison Rouge, habla con Jessica, ¿en qué puedo ayudarle? -su voz era alegre y risueña.

– ¿Está Carrie Lindstrom? Sé que no entra hasta las dos, pero…

– Lo siento -contestó la mujer-. Carrie llamó esta mañana para despedirse.

Capítulo 4

Evan nunca se había sentido tan solo. Comenzaba a tiritar e intentó calmarse con todas sus fuerzas. Tenía que encontrar a Carrie y a su padre. A ella le había dejado un mensaje, seguro que lo llamaría pronto. No podía entender que hubiera dejado su trabajo, y un malestar le revolvió el estómago. «Te dejó una nota, dejó el trabajo, quizá no quiere saber nada más de ti…» No quería siquiera considerar esa posibilidad. Así que se centró en encontrar a su padre. El itinerario, escrito a bolígrafo con la letra precisa y estrecha de éste, no estaba en su lugar habitual de la nevera, sino doblado, bajo el teléfono. El itinerario tenía un número del hotel Blaisdell, en Sidney.

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