Mosley Walter - El Caso Brown
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– Ya tengo el esquema general -dije-. Lo único que quiero es que lo llene con nombre y direcciones.
– ¿Y qué sacaré yo de todo esto?
– En primer lugar, no llamaré a los contactos en la policía de Hank ni les diré que usted estaba metida en el plan. En segundo lugar, no llamaré a John ni le diré que usted intentó embaucar a Brawly para que matase a su padre.
– No me da miedo -mintió-. Soy inocente.
– No -dije yo-. Usted no es inocente desde que iba al colegio. Lo que usted cree es que se va a poder librar de esto. Pero está equivocada. Si no me dice lo que yo quiero saber, le daré un golpe en la cabeza, la ataré como un carnero y la llevaré a la comisaría de policía en el maletero de mi coche.
No mentía, e Isolda lo sabía muy bien. No me gustaba tener que ponerme tan violento, pero era la única posibilidad que tenía de averiguar todo lo que estaba pasando.
Debí de impresionar a Isolda, porque me dijo:
– Y si oye lo que quiere oír, ¿me dejará ir?
– Veamos qué tiene que decir.
Contemplarla era algo asombroso. La belleza se desprendió completamente de su rostro. Era como una máscara, una fachada. De pronto, se mostraba dura e iracunda… casi decididamente fea.
– Tenía razón en lo mío y de Hank -me dijo-. En cuanto le vi, supe que era el hombre adecuado para mí. Tenía esa voz, vestía tan bien. Ya sabe que lo mayoría de los negros que corren por aquí son paletos de pueblo con agujeros en los vaqueros y mierda en los zapatos. Así les va bien.
– Pero a Henry no -la interrumpí.
– Brawly le trajo…
– ¿De modo que usted y Brawly todavía se hablaban?
– Pues claro que sí. Yo fui casi una madre para ese chico. Se ponía celoso cuando había un hombre a mi alrededor. Por eso se pelearon él y Aldridge…
– Entonces, ¿eso ocurrió de verdad?
– Sí -afirmó Isolda-. Pero sólo fueron un par de empujones. Se llevaban bien otra vez. Fue el whisky, que los puso como locos.
– ¿Y qué ocurrió con Henry?
– Decía que estaba cansado de intentar luchar por la igualdad de derechos, que llevaba muchos años de actividad en la política y que nada cambiaba, en realidad. Decía que iba a hacer un trato estupendo y luego retirarse a un país donde los hombres negros pudiesen ser banqueros y presidentes. Decía que quería que yo me fuese con él.
– ¿No le dijo que su dinero en realidad procedía de la policía?
– No me dijo nada de eso, sólo que iba a hacer un trato. Pero ahora que lo dice, todo encaja. Tiene razón, yo sabía lo que estaba pasando porque Brawly me lo contó. Brawly me lo cuenta todo.
– ¿Y qué tiene que ver Aldridge con todo esto?
– Brawly se lo contó a él también -susurró Isolda-. Sabía que Aldridge había estado con su tío en aquel robo, años atrás. Por eso se pelearon él y su padre entonces. Él se puso furioso con Aldridge, porque sabía que Alva se volvió loca por la muerte de su hermano. Durante mucho tiempo estuvo enfadado, pero luego le dijo a Aldridge que iba a hacer lo mismo. Iba a robar una nómina.
Hubo un momento de calma en la conversación. Isolda estaba pisando una capa de hielo muy fina, y yo tenía miedo al pensar quién podía caer con ella.
Al final, le pregunté:
– Entonces, ¿lo hizo Brawly?
– No.
No pude evitar sonreír. Aunque Isolda estuviera mintiendo, al menos protegía a Brawly.
– ¿Pues quién lo hizo? -pregunté.
– Mercury.
No me sorprendió. Mercury tenía la complexión física necesaria para el tipo de violencia que sufrió Aldridge.
No me sorprendió, pero le pregunté:
– ¿Y cómo demonios se metió Mercury en todo esto?
– Iba por ahí con nosotros. Y un día encontré unas braguitas de algodón con el nombre de esa zorrita, Tina Montes, bordado en ellas… en el cajón de Hank.
– Oh.
– Él no me había regalado ningún anillo, de modo que cuando me decía que estaba muy ocupado o que estaba cansado, yo llamaba a Mercury y él venía.
– ¿Así que le contó a Mercury lo del robo?
– No. Él ya estaba metido. Brawly le habló a Hank de Mercury y él le pidió que nos ayudara a planearlo todo. Entonces, Merc averiguó que Aldridge iba diciendo por ahí que no permitiría que Brawly participase en ningún robo. Me pidió que le hiciera venir a mi casa para poder hablar a solas con él.
– Así que usted estaba metida también en el plan para matarle -la acusé.
– No. Yo ni siquiera estaba en la ciudad. Estaba en Riverside, como ya le dije. No sabía lo que iba a hacer Merc.
– ¿Qué pensaba que iba a hacer, pues?
– Hablar -protestó ella-. Como me había dicho. Pero después… después me dijo que Aldridge le había atacado. Que fue en defensa propia.
– ¿Y lo de Henry Strong, fue defensa propia también?
– Le dije a Merc que Henry planeaba huir. Tenía que hacerlo. Henry no me dejaba participar en lo que estaban haciendo. Quería llevarme con él,pero no casarse conmigo. ¿Qué hubiera hecho yo si me hubiese dejado abandonada en Jamaica?
– ¿Y qué pintaba yo en todo esto? -le pregunté.
– Mercury le dijo a Henry que usted iba siguiendo a Brawly y a Conrad. Dijo que querían darle una buena paliza, para mantenerle al margen hasta que acabara el trabajo. Entonces le dijo a Conrad que Henry y usted iban a traicionarles.
– ¿Así que planeaban matarme a mí también?
Isolda desvió la vista.
44
– ¿Dónde está Brawly? -pregunté, sólo para ver qué me decía.
– No lo sé.
– Si estaba metida en el plan, ¿cómo es que no lo sabe?
– Porque están todos muy preocupados por el follón que se ha armado. Con todo este escándalo, prefieren esconderse -dijo-. Mercury dijo que vendría a verme cuando todo hubiese acabado. Que debíamos ir a Texas y repartirnos allí su parte.
El hecho de que ella fuera capaz de decir aquellas palabras me asombró. Me quedé mirándola, preguntándome cómo podía hundirse tanto en el mal sin sentir ningún remordimiento en absoluto, por lo que parecía.
– ¿Qué? ¿Qué pasa?
– ¿Por qué quiso implicar Strong a Mercury? -pregunté-. Quiero decir que no es un hombre de raza.
– Henry no me lo contó. Ni siquiera sabía que yo estaba enterada de algo -dijo Isolda-. Pero Brawly me dijo que estaba interesado en el negocio de la construcción desde el principio. Habló con él de nóminas y de la policía. Y cuando se enteró de que Chapman estaba especializado en nóminas, Hank dijo que quería conocerle.
Yo meneé la cabeza.
– No es lo que piensa -dijo-. Sólo estoy tratando de solucionar esto.
– ¿Entregando a Brawly?
– Intentaba salvarle.
– ¿Salvarle cómo? ¿Echándole las culpas de un crimen?
– Sólo digo una cosa: yo sabía que él tenía una coartada. Estaba conmigo. Fue él quien me llevó a Riverside. Nos vio mucha gente. Pensaba que si les decía a John y Alva que él quizá había matado a Aldridge, se lo llevarían lejos o algo. No quería que se liara con Merc y con ellos. Sabía que sería peligroso.
– ¿Y por qué estaba Brawly con ellos?
– Creía que se trataba de recaudar dinero para los Primeros Hombres -dijo-. Que iban a usarlo para construir su colegio.
– ¿Y dónde está Brawly? -volví a preguntar.
– No lo sé. Se esconden, ya se lo he dicho. Estaban en una casa en Watts, pero se han asustado porque esa puta de Tina, que se suponía que debía ir allí, no ha aparecido. Pensaban que quizá usted la había cogido o algo.
– Entonces, ¿han suspendido el robo?
– Nunca le contaron a ella lo que hacían -dijo Isolda-. Me pidieron que les alquilara una casa, pero les dije que no. No quería verme envuelta en ningún robo. De modo que se lo pidieron a ella, pero no sabía para qué era.
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