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Phillip Margolin: Jamás Me Olvidarán

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Phillip Margolin Jamás Me Olvidarán

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En Portland, Oregón, las esposas de varios destacados hombres de negocios han desaparecido sin dejar más rastro que una rosa negra con un simple mensaje: "Jamás me olvidaran". Diez años antes, en Nueva York, se habían producido otras desapariciones similares, pero el asesino fue atrapado y el caso quedó cerrado. Nancy Gordon, detective de homicidios del departamento de Policía de Nueva York y miembro original del grupo de investigación del "asesino de la rosa", lleva diez años acosada por pesadillas con un sádico asesino que, asegura, aún anda suelto… Alan Page, abogado del distrito de Oregón, está tratando de encontrar sentido a la misteriosa serie de desapariciones. Una noche llama a su puerta Nancy Gordon con la intencion de contarle una terrrible historia…

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– Muy bien. Prepararé todo tan pronto como pueda. Mañana, si el juez está dispuesto.

Betsy bajó la mirada al pasto. Si el juez Norwood daba la audiencia, Kathy podría regresar mañana a casa. Page le colocó una mano en el hombro. Le dio el paraguas a Rita, que había bajado la colina para reunirse con ellos.

– Vamos a casa-dijo Rita. La familia de Rick se acercó a ella y la siguieron al coche. Page la observó alejarse. La lluvia lo golpeaba en el rostro.

Capítulo 28

1

Reggie Steward estaba en su modesto apartamento mirando las listas que tenía extendidas sobre la mesa de la cocina. No se sentía bien con lo que estaba haciendo. Era un investigador excelente, pero hacer la verificación cruzada de los cientos de nombres en las docenas de listas que tenía requería muchas manos y podría haberse hecho de una manera mil veces más eficiente si eso hubiera estado a cargo del FBI o de la policía.

Steward también estaba preocupado por obstruir el trabajo de la justicia. Sabía el nombre de la secuestradora de Kathy y estaba ocultando información. Si Kathy moría, siempre se preguntaría si la policía podría haberla salvado. Al él le gustaba Betsy, y la respetaba, pero ella podía no estar pensando correctamente. Comprendió su preocupación acerca del modo en que podría actuar el FBI y la policía, pero no estaba de acuerdo con ella. Casi había decidido recurrir a Alan Page, si no conseguía algo pronto.

Tomó un sorbo de café y recomenzó con las listas. Las había de inmobiliarias, de compañías de servicios, de la compañía de teléfonos. Algunas de ellas habían tenido un costo monetario, pero a él no le había importado el precio. Hasta aquí, no había listados en los que apareciera Samantha Reardon o Nora Sloane, pero Steward sabía que no sería fácil.

En su segunda revisión de una lista de nuevos abonados al servicio telefónico del condado de Washington, Steward se detuvo en el doctor Samuel Félix. El nombre del primer marido de Samantha Reardon era Max Félix. Cruzó las listas y encontró que la señora Samuel Félix había alquilado una casa en el condado, en la semana en que Oberhurst regresó a Portland desde Hunter's Point. Llamó por teléfono a la inmobiliaria Pangborn tan pronto abrió sus puertas. La vendedora que estaba a cargo recordaba a la señora Félix. Era una mujer alta, atlética de cabello castaño corto. La describió como una mujer amistosa que no estaba del todo feliz de mudarse desde Nueva York, donde su marido era neurocirujano.

Steward llamó a Betsy, pero Ann le dijo que ella estaba camino de la Corte para el caso Darius. Entonces se dio cuenta de que se había presentado la oportunidad. Reardon atendía todas las audiencias de la Corte en el caso Darius. Probablemente iría a ésta, dejando sola a Kathy.

La casa estaba situada al final de un camino de tierra. Era blanca, con un porche y una veleta de los vientos, una casa alegre que lo que menos representaba era un lugar que escondiese sufrimiento en su interior. Reggie Steward hizo un rodeo por el bosque. Vio huellas de neumáticos en el jardín del frente, pero no había automóvil alguno allí. La puerta al pequeño garaje separado de la casa estaba abierta y este vacío. Las cortinas estaban cerradas en casi todas las ventanas, pero la de la ventana del frente estaba abierta. No había luces en el interior. Steward pasó veinte minutos observando para comprobar si había movimientos en la habitación del frente y no vio nada. Si Samantha Reardon vivía en esta casa, ella ahora no estaba allí.

Reggie cruzó el patio y se agazapó en un tanque de cemento que estaba junto a la casa. Eran seis los pasos que lo separaban de la puerta del sótano. Las ventanas de este habían sido pintadas. Si Reardon había hecho lo que Darius, Kathy estaría en el sótano. Las ventanas pintadas reforzaron esa idea.

Intentó abrir la puerta. Estaba cerrada con llave. La cerradura no se veía muy fuerte, y Steward pensó que podría propinarle una patada para abrirla. Retrocedió dos pasos y se apoyó contra la pared de cemento del tanque; luego con un envión pegó un pie contra la puerta. La madera se rompió y la puerta comenzó a ceder. Steward dio otro envión y su pierna pasó por el agujero que ya había abierto en esa superficie. Lo hizo con gran estrépito.

El sótano estaba sumergido en la oscuridad, y Reggie pudo ver en el interior sólo hasta donde llegaba la luz del sol. Se introdujo adentro de costado y fue recibido por un olor rancio y fuerte. Sacó la linterna del bolsillo de su chaqueta e iluminó a su alrededor. Contra la pared sobre su derecha había unos estantes de fabricación casera, de madera sin pintar, con una manguera enroscada, y varias macetas y herramientas de jardín. Un trineo de niño, algunos muebles rotos y varias sillas de jardín estaban apilados en medio del suelo, ante un horno. El olor parecía emanar de un rincón, donde la oscuridad era más intensa. Steward cruzó con cautela el sótano, esquivando con cuidado los objetos que allí estaban, alerta por algún ruido.

El rayo de luz de la linterna iluminó una bolsa de dormir abierta. Reggie se arrodilló junto a ella. Vio sangre seca donde debería de haber estado una cabeza y un fuerte olor a orina y heces. Otra bolsa de dormir estaba a pocos centímetros. Iba a acercarse a esta cuando vio una tercera bolsa y un cuerpo tendido en ella.

2

La noche anterior a la audiencia, Betsy estaba tan preocupada por Kathy que se olvidó de Martin Darius. Ahora él era en todo lo que podía pensar. Samantha Reardon la estaba forzando a elegir entre la vida de Kathy y la vida de un hombre que no merecía vivir. La elección era simple, pero no fácil. Enfermo y complejo como era, Darius era aún un ser humano. Cuando Betsy dejara entrar a Samantha Reardon a la sala del jurado, no tenía idea de lo que sucedería. Si Martin Darius moría, ella sería cómplice de aquella muerte.

Los periodistas de prensa rodearon a Betsy tan pronto esta bajó del ascensor. Ella volvió la cabeza para evitar las luces de las cámaras de televisión y los micrófonos cuando apresuró el paso hacia el tribunal del juez Norwood. Los reporteros hicieron preguntas acerca del asesinato de Rick y la desaparición de Kathy. Betsy no contestó a ninguna de ellas.

Vio a Samantha Reardon tan pronto entró en la atestada sala. Pasó deprisa junto a ella y se apresuró por el pasillo hasta su asiento. Darius ya estaba en la mesa. Dos guardias se hallaban sentados detrás de él y había otros ubicados por el recinto.

Alan Page estaba colocando sus archivos sobre la mesa cuando Betsy caminó entre los espectadores. Encontró a Betsy cuando esta entraba en la barra de la Corte.

– ¿Está segura de que desea seguir con esto?

Betsy asintió.

– Muy bien. Entonces hay algo que debemos hablar con el juez Norwood. Le dije que deseaba que nos reuniéramos en su recinto antes de que comenzara la audiencia.

Betsy se mostró preocupada.

– ¿Deberá estar Darius allí?

– No. Esto es entre usted, yo y Norwood. No permitiré que Randy venga con nosotros.

– No comprendo.

Page se inclinó para acercarse a Betsy y le susurró:

– Sé que el senador Colby concedió el perdón a Darius. El senador envió a su a.a. para contarme la historia.

– ¿Wayne Turner?

Page asintió.

– Usted sabe cómo se afectaría la confirmación del senador si la noticia del perdón tomara estado público. ¿Se reunirá con el juez en cámara o insistirá en que esto se haga a tribunal abierto?

Betsy consideró la situación. Darius la estaba observando.

– Deberé decirle a Darius. No puedo aceptar hacerlo sin su consentimiento.

– ¿Puede esperar hasta que nos reunamos con el juez?

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