Kate trató varias veces de decir algo pero el tío siguió interrumpiéndola.
– Escucha, Doug -le interrumpió finalmente-, no me gusta el hecho de que me hayas ocultado información y le hayas dicho al Servicio Secreto que me la oculte también. Para tu información, hemos sido enviados aquí por los jefes conjuntos de la BAT en Nueva York, que han pedido a la oficina de Los Ángeles que nos facilite todas las autorizaciones, toda la ayuda y todo el apoyo que haga falta. La BAT de Nueva York es el órgano competente en este caso, y nosotros somos sus representantes en Los Ángeles. Yo he estado, y estoy, localizable por teléfono móvil y por busca, y lo seguiré estando. Todo lo que necesitas saber es que el señor Corey y yo volaremos esta mañana en ese avión, a menos que nuestros superiores en Nueva York o en Washington nos ordenen otra cosa. Y, además, no es asunto tuyo dónde duermo ni con quién.
Colgó.
Me dieron ganas de exclamar «¡Bravo!» pero era mejor no decir nada.
Permanecimos en silencio. Pocos minutos después, volvió a sonar su móvil, y Kate contestó. Yo sabía que no podía ser otra vez el mierdecilla de antes, porque no tendría huevos para llamar de nuevo. Pero imaginaba que había llamado a Washington para quejarse, y ahora Washington nos llamaba para poner el veto a nuestra misión en el rancho de Reagan. Me resigné a ello. Por tanto, me sentí agradablemente sorprendido y aliviado cuando Kate me pasó el teléfono.
– Es Paula Donnelly, del centro de mando provisional -me anunció-. Tiene en tu línea directa a un caballero que quiere hablar contigo, y sólo contigo. -Y añadió innecesariamente-: Asad Jalil.
Me llevé el teléfono al oído.
– Aquí Corey -dije a Paula-. ¿Parece auténtico ese tío?
– No estoy muy segura de cómo habla un asesino en masa pero este hombre dice que habló contigo en Ventura y que le diste tu número directo.
– Ése es. ¿Puedes pasarme con él?
– Sí. Pero él no quiere que lo haga. Quiere tu número, así que le daré el número del móvil de Kate, si no tienes inconveniente. No creo que él vaya a darme el suyo.
– De acuerdo. Dale este número. Gracias, Paula. -Colgué.
Ni Kate ni yo dijimos nada, y esperamos durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, sonó el móvil, y yo contesté.
– Corey.
– Buenas noches, señor Corey. ¿O debo decir buenos días?
– Diga lo que quiera.
– ¿Le he despertado?
– No importa. De todos modos, tenía que levantarme para contestar al teléfono.
Hubo una pausa, mientras él trataba de entender mi sentido del humor. Yo no estaba seguro de por qué me llamaba pero cuando te llama alguien que no tiene nada que ofrecer, eso significa que necesita algo.
– ¿Y qué ha estado haciendo usted desde la última vez que hablamos? -le dije.
– He estado viajando. ¿Y usted?
– También. -Y añadí-: Qué coincidencia tan curiosa. Precisamente estaba hablando de usted.
– Estoy seguro de que apenas si habla de otra cosa últimamente.
Mamón.
– Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?
– ¿Dónde está, señor Corey?
– En Nueva York.
– ¿Sí? Creo que estoy llamando a un teléfono móvil.
– En efecto. El teléfono móvil está en Nueva York, y yo estoy con él. ¿Dónde está usted?
– En Libia.
– ¿De veras? Lo oigo como si estuviera en la manzana de al lado.
– Quizá es así. Quizá estoy en Nueva York.
– Quizá. Asómese a la ventana y trate de adivinar dónde está. ¿Que ve? ¿Camellos o taxis amarillos?
– No me gusta su sentido del humor, señor Corey, y es estúpido seguir hablando de esto, ya que los dos estamos mintiendo.
– Exactamente. De modo que ¿cuál es el objeto de esta llamada telefónica? ¿Qué necesita?
– ¿Cree que sólo llamo para pedir favores? Únicamente quería oír su voz.
– Vaya, es realmente amable por su parte. ¿Ha estado soñando conmigo otra vez?
Miré a Kate, que mantenía la vista fija en la oscura carretera. Había una niebla baja que daba al paisaje un aspecto fantasmal. Ella me miró de soslayo y guiñó un ojo.
– De hecho, he estado soñando con usted, en efecto -respondió Jalil finalmente.
– ¿Algo bueno?
– Soñé que nos enfrentábamos en un lugar oscuro, y que yo emergía a la luz, solo y cubierto con su sangre.
– ¿De veras? ¿Qué cree que significa eso?
– Usted sabe lo que significa.
– ¿Sueña alguna vez con mujeres? Ya sabe, y despertarse completamente empalmado.
Kate me dio un codazo.
Jalil no contestó a mi pregunta, y cambió de tema.
– En realidad, hay unas cuantas cosas que puede hacer por mí.
– Lo sabía.
– En primer lugar, dígale, por favor, al señor Wiggins que, aunque necesite otros quince años, lo mataré.
– Vamos, Asad. ¿No cree que ya va siendo hora de perdonar y…?
– Cállese.
Caray.
– En segundo lugar, señor Corey, eso mismo vale para usted y para la señorita Mayfield.
Miré de reojo a Kate pero no parecía poder oír las palabras de Jalil.
– Sabe, Asad, no puede usted resolver todos sus problemas mediante la violencia.
– Claro que puedo.
– El que toma la espada a espada…
– El que tenga la espada más rápida continuará viviendo. En mi idioma hay un poema que voy a intentar traducirle. Versa sobre un guerrero solitario y terrible, montado en…
– ¡Eh, yo conozco eso! Mi árabe está un poco oxidado pero en inglés es así… -Me aclaré la garganta y recité-: «Cabalgaba terrible y solo con su espada yemení por toda ayuda; no lucía ésta más ornamento que las muescas de la hoja.» ¿Qué tal?
Hubo un largo silencio.
– ¿Dónde aprendió eso? -me preguntó Jalil finalmente.
– ¿Estudiando la Biblia? No, déjeme pensar. Un amigo árabe. -Y añadí, para fastidiarle-: Tengo muchos amigos árabes que trabajan conmigo. Están trabajando de firme para encontrarlo.
El señor Jalil reflexionó sobre mis palabras.
– Irán todos al infierno -me informó.
– ¿Y adónde irá usted, amigo?
– Al Paraíso.
– Ya está en California.
– Estoy en Libia. He completado mi yihad.
– Bueno, si está usted en Libia, no me interesa esta conversación, y estamos haciendo subir la factura del teléfono, de modo que…
– Yo le diré cuándo ha terminado la conversación.
– Entonces, vaya al grano.
En realidad, yo ya creía saber lo que necesitaba. Durante el silencio oí gorjear un pájaro en alguna parte, lo que me indujo a creer que Asad Jalil no estaba en el interior de una casa, a no ser que tuviese un canario. Quiero decir que no entiendo gran cosa de cantos de ave, y éste sonaba como una de las aves nocturnas que había oído en Bel Air, pero sé cómo suena un pájaro. Con pájaros o sin ellos, estaba bastante seguro de que aquel tipo se encontraba en algún lugar cercano de la zona.
De todos modos, Asad Jalil pasó al verdadero objeto de su llamada y me preguntó:
– ¿Qué me dijo usted la última vez que hablamos?
– Creo que lo llamé follacamellos pero quiero retirarlo porque es una observación racista, y, como empleado federal y norteamericano, yo…
– Sobre mi madre y mi padre.
– Oh, sí. Bueno, el FBI, en realidad la CÍA y sus amigos de ultramar, posee cierta información fidedigna acerca de que su madre era… ¿cómo diría yo? Algo así como una muy buena amiga del señor Gadafi, ¿sabe? Bueno, somos hombres, ¿no? Nosotros comprendemos estas cosas. De acuerdo, es su madre, y quizá resulte duro de oír, pero ella tiene necesidades y deseos. ¿De acuerdo? Y, ya sabe…, se siente un poco sola, con su marido tanto tiempo fuera de la ciudad… Eh, ¿sigue ahí?
Читать дальше