Karin Alvtegen - Engaño

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Eva desea que su familia -la que tiene junto a Henrik, su esposo, y Axel, su hijo- se parezca al entorno tradicional y seguro en el que ella creció.
Hasta el momento ha visto cumplidas sus expectativas vitales, tanto a nivel sentimental como profesional, pero un día descubre que su marido la está engañando con otra mujer. Henrik, incapaz de confesárselo, le oculta sus sentimientos y miente sin ningún reparo.
Destrozada por la traición, Eva no se atreve a dar una salida franca a sus sentimientos de cólera y en su lugar, elabora una venganza. La vida continúa igual, pero ambos están atrapados en el miedo y el engaño mutuo les envuelve en una atmósfera cada vez más asfixiante. En estas circunstancias al límite, el encuentro casual entre Eva y un joven tendrá consecuencias insospechadas.

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Como si fueran obedientes párvulos, todos hicieron lo que se les pedía. Treinta y dos padres hicieron crujir sus fundas de plástico al encaminarse a sus respectivos asientos. Eva se dirigió a la silla contigua a la de su legítimo esposo.

– Como sin duda comprenderéis, a Linda todo esto le resulta inmensamente penoso. Por enésima vez quiero aseguraros que no es ella quien ha enviado esos correos electrónicos, y ninguno de nosotros tiene la menor idea de cómo ha podido ocurrir. Lo primero que el servicio técnico informático municipal hará mañana por la mañana será esclarecer este punto. Ha sido imposible dar con alguien durante el fin de semana.

– ¿Y Linda no viene?

Fue la mamá de Simon quien lo preguntó. Su tono de voz fue de desconfianza y a ninguno de los presentes se le escapó que la declaración amorosa dirigida a su marido no había sido en absoluto de su agrado.

Bienvenida al club.

– Sí, ahora mismo viene. Yo sólo quería aclarar esto primero.

Kerstin se hizo a un lado y dejó paso a Linda que, con la cabeza gacha, apareció en el umbral. Kerstin colocó un brazo protector sobre sus hombros y ese gesto provocó un sollozo en la acusada. Eva vio por el rabillo del ojo que Henrik apretaba los puños.

Linda carraspeó, pero mantuvo la mirada fija en la moqueta a prueba de golpes.

«Mírala todo lo que quieras. La moqueta no te va a salvar.»

Entonces Linda abrió la boca para iniciar su defensa.

– No sé qué decir.

Pasó un ángel. Durante mucho rato reinó el silencio, lo suficiente como para que Linda rompiera a llorar de verdad. Escondió el rostro detrás de la mano y Henrik, inquieto, cambió de postura en la silla.

– ¿Alguien más que tú tiene acceso a tu programa de correo electrónico?

Eva no reconoció la voz que había formulado la pregunta a sus espaldas.

– No, que yo sepa no, y ahora ya no puedo entrar ni yo misma. Parece ser que han cambiado la contraseña.

«Por qué no pruebas con cock-teaser.» [6]

Volvió a hacerse el silencio, aunque esta vez no por mucho tiempo.

– Bueno, ¿y qué ponía en esos correos? Esta vez la voz pertenecía a una mujer, también desconocida.

– No lo sé. Como ya he dicho, yo no los he escrito ni los he leído.

– Yo puedo leer el mío, si queréis.

El padre de Simon sacó un folio doblado del bolsillo interior de su americana y carraspeó antes de ponerse a leerlo en tono seco y objetivo, como si leyera el acta de una sesión de su junta directiva.

– «Amor mío. Cada minuto, cada segundo estoy donde tú estás. El mero recuerdo de que existes me hace feliz. Vivo para los breves momentos en que estamos juntos. Sé perfectamente que esto no está bien, que no deberíamos sentir lo que sentimos, pero ¿cómo podría negarlo? No sé cuántas veces me he decidido a intentar olvidarte, pero entonces apareces tú y no puedo. Si lo nuestro saliera a la luz, seguramente yo perdería el empleo y tú perderías a tu familia, sería el caos. Pero aun así, no puedo dejar de amarte. Y en el mismo instante en que pido que nada de todo esto hubiese ocurrido, me aterroriza la idea de que mi ruego se cumpla. Entonces comprendo que estoy dispuesta a perderlo todo con tal de estar contigo. Te quiero. Tuya, L.»

Fue como si el mismo aire que respiraban se hubiera transformado durante la lectura. A cada sílaba pronunciada, Linda fue elevando la mirada centímetro a centímetro hasta que sus ojos, finalmente, se cruzaron con los de Henrik. Eva se volvió imperceptiblemente para poder ver a su marido. La expresión de su rostro era imposible de interpretar. «Horror» fue la primera palabra que le pasó por la cabeza. Entonces él se volvió hacia ella y, por primera vez en mucho tiempo, se miraron a los ojos. Y ella vio que él tenía miedo. Miedo de que la sospecha que le había asaltado fuera cierta. De que ella lo supiera todo. En ese momento, Eva le dirigió una rápida sonrisa y se puso de pie.

– Escuchad, me gustaría decir algo, si no os importa. Ya que, al parecer, Linda no ha enviado esos correos electrónicos, tenemos que creerla. Quiero decir que tenéis que poneros en su lugar: primero os juegan una mala pasada y luego, encima, tenéis que defenderos delante de todos nosotros. Luego se volvió hacia Linda.

– Te aseguro que no me extraña que te sientas fatal. Opino que has sido muy valiente al atreverte a enfrentarte a todos, hoy, aquí.

«Pero cierra la boca, furcia maldita, antes de que se te caiga la baba.»

Luego se dirigió al público de nuevo.

– ¿Qué decís? ¿Por qué no dejar que ese servido técnico informático lo aclare todo y le echamos tierra al asunto y santas pascuas? Sea como sea, ante todo debemos pensar en los niños. ¿No es así?

Se oyó un débil murmullo y alguien asintió con la cabeza. Henrik había adoptado la misma expresión que Linda y miraba a Eva con la boca abierta. Ahí tenían otro rasgo en común sobre el cual edificar su futuro.

La madre de Simon fue la única que dio muestras de disentir. Echar tierra al asunto y santas pascuas, de eso nada.

Eva se volvió hacia Linda y Kerstin y les sonrió. Kerstin le devolvió la sonrisa muy agradecida y es posible que también fuera eso lo que Linda intentara hacer con la mueca que esbozó, aunque resultaba difícil saberlo.

Kerstin dio un paso al frente y le puso la mano en el brazo.

– Gracias, Eva. De verdad, te lo agradecemos.

Luego Kerstin barrió con la mirada a los demás padres.

– Linda ha solicitado permiso para tomarse unos días libres a principios de la semana que viene, y yo opino que es una buena idea. Necesitará un descanso después de esto.

Miró a Henrik de reojo, que ahora tenía la vista clavada en el suelo. Ella sabía que él nunca tendría agallas para preguntarle si sus sospechas eran fundadas. Hacerlo supondría verse obligado a reconocer que era un mentiroso y un cobarde.

Ella seguía teniendo el control.

Y a la mañana siguiente le diría adiós con la mano y con una sonrisa desde el garaje y le desearía unas felices vacaciones y que, sobre todo, condujera con cuidado.

Por su parte, ella estaría muy ocupada durante su ausencia.

Capítulo 25

Se encontraba escondido entre los árboles del bosquecillo vecinal cuando por fin el Golf enfiló la rampa del garaje. Un sordo malestar le había dominado desde el momento en que descubrió que la casa estaba desierta, que no sabía dónde estaba ella. En cuanto el automóvil se detuvo, la puerta del conductor se abrió y el tal Henrik bajó y se dirigió a paso ligero hacia la casa. Ella permaneció sentada en el asiento del copiloto un momento, y cuando su puerta también se abrió al tiempo que la luz interior del coche se encendía, habría jurado que sonreía. Ella salió también, se quedó de pie unos momentos junto al coche y no se dio ninguna prisa en alcanzar la puerta principal. En el mismo momento en que ella llevaba la mano hasta el pomo de la puerta, él pulsó la tecla de marcación rápida en su móvil y marcó el número que tenía asignado a nombre de él. Justo mientras ella se metía en la casa, él escuchó su voz:

– Henrik, diga.

– ¿Henrik Wirenström-Berg?

– Sí.

Rascó con el dedo un trozo de corteza del tronco que tenía delante. No tenía ninguna prisa.

– ¿Estás solo?

– ¿Qué?

– Pues eso, quiero decir que si puedes hablar sin que te molesten.

– ¿Con quién hablo?

– Disculpa, me llamo Anders y…

Hizo una pequeña pausa dramática antes de proseguir.

– Es urgente que hablemos de un asunto.

– ¿Ah, sí? ¿De qué?

– Lo mejor sería que nos viéramos en algún sitio. Prefiero no hablarlo por teléfono, si puede ser.

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