John Saul - Ciega como la Furia
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Había visto algo junto a la ventana… algo oscuro, como una sombra. Algo negro.
Antes de que pudiera decir a Sally lo que había visto esa noche, Jeff Benson apareció al fondo del pasillo, haciéndole señas.
– Michelle… ¡Michelle! ¡Mamá está aquí y necesita hablar contigo!
– Un segundo… -empezó a decir Michelle, pero Jeff la interrumpió bruscamente.
– ¡Ahora! Se trata de tu madre…
Sin esperar a que él terminara, Michelle se apartó de Sally y echó a correr.
– ¿Qué ocurre? ¿Ha sucedido algo? -preguntó.
Pero Jeff ya la conducía fuera del edificio, hacia el automóvil de su madre. Junto a la acera esperaba un destartalado sedán con el motor en marcha y Constance Benson muy agitada tras el volante.
– ¿Qué ocurre? -preguntó de nuevo Michelle mientras subía al coche.
– Se trata de tu madre -respondió brevemente la señora Benson mientras hacía los cambios de marcha-. Está en la clínica dando a luz.
– ¿Dando a luz? -repitió Michelle en un susurro-. Pero el parto no debía ser hasta dentro de tres semanas. ¿Qué pasó?
Sin hacer caso de su pregunta, Constance Benson apretó el acelerador, soltó el embrague y se apartó de la acera. Yendo hacia la clínica se mordía el labio inferior, concentrándose en conducir y manteniendo silencio.
Michelle estaba sentada en el borde de su asiento, sosteniendo una revista en su regazo, pero sin tratar siquiera de mirarla. En cambio observaba la puerta por la cual, tarde o temprano, entraría su padre. Y entonces, como respondiendo a sus deseos, la puerta se abrió y Cal le sonrió diciendo:
– Felicitaciones. Tienes una hermanita.
Incorporándose de un salto, Michelle se arrojó en los brazos de su padre.
– Pero, ¿qué hay de mamá? ¿Está bien ella? ¿Qué ocurrió?
– Está perfectamente -la tranquilizó Cal-. Y la pequeña también. Parece que para tu madre y tu hermana, el tiempo no es esencial. Dice el doctor Carson que fue el parto más rápido que ha visto en su vida.
Aunque tuvo cuidado de hablar con tono ligero, Cal estaba preocupado. El parto había sido demasiado rápido. Anormalmente rápido. Se preguntaba qué lo había provocado. Entonces oyó que Michelle preguntaba por la pequeña y dejó de lado el parto.
– ¿Una hermana? ¿Tengo una hermana?
Cal asintió con un movimiento de cabeza.
– ¿Puedo verla? ¿Ahora mismo? Por favor…
Miró implorante a Cal, que la estrechó contra sí.
– Dentro de unos minutos -prometió-. En este momento, me temo que no esté demasiado presentable. ¿No quieres saber qué ocurrió? -suavemente Cal empujó a Michelle a un sillón; luego se sentó junto a ella-. Tu hermana estuvo a punto de nacer en el cementerio -declaró.
Michelle lo miró con fijeza, sin entender, y su sonrisa se borró un poco.
– Tu madre decidió dar un paseo continuó él-. Estaba en el viejo cementerio cuando le empezaron los dolores.
– ¿En el cementerio? -repitió Michelle en voz baja-. ¿Qué estaba haciendo allí?
– ¿Quién lo sabe? -preguntó Cal irónicamente-. Ya conoces a tu madre… nunca se sabe lo que es capaz de hacer.
Entonces Michelle se volvió a la señora Benson.
– Pero ¿dónde estaba cuando usted la encontró? ¿En qué parte del cementerio?
Constance Benson vaciló, pues no quería decir a Michelle dónde había encontrado a June. Pero ¿por qué no?
– Estaba sobre la tumba de Louise Carson – respondió con voz queda.
– ¿Sobre la tumba? -repitió Michelle. "Qué siniestro" pensó para sí, mientras apretaba la mano de su padre.- ¿La pequeña está bien? Quiero decir, es una especie de presagio, ¿verdad? ¿Una niña que nace sobre una tumba?
Cal le apretó la mano, luego deslizó un brazo en torno a ella diciéndole con dulzura:
– No seas tonta. Tu hermana nació aquí mismo, no sobre la tumba de nadie. -Se incorporó atrayendo a Michelle hacia sí.- Ven, vamos a ver a la pequeña, luego a ver cómo sigue tu madre.
Sin decir palabra a Constance Benson, condujo a su hija fuera de la sala de recepción.
– Oh, mamá, qué hermosa es -susurró Michelle, contemplando la diminuta cara que reposaba al lado de June.
Como si respondiera, la pequeña abrió un solo ojo, escudriñó inexpresivamente a Michelle por un momento, luego se durmió otra vez. June sonrió a Michelle.
– ¿Te parece que debemos conservarla?
La cabeza de Michelle se agitó de arriba a abajo con entusiasmo.
– Y llamarla Jennifer, tal como pensábamos.
– A menos -intervino Cal- que quieran llamarla Louise, para conmemorar el sitio donde causó su primer alboroto.
– No, gracias – repuso June con voz baja, pero enfática-. En esta familia no habrá ningún Carson.
Sus ojos buscaron los de Cal, pero éste rompió el momento con rapidez. Sin embargo, Michelle había visto sus extrañas expresiones.
– Madre – preguntó con voz pensativa-. ¿Qué estabas haciendo allí?
– ¿Por qué no iba a estar allí? -replicó June con voz forzadamente alegre-. ¿Acaso no debía caminar todos los días? Por eso caminé hacia el cementerio y luego decidí entrar. Además – agregó, viendo que ni su esposo ni su hija creían que esa fuera toda la verdad-, Constance Benson me dijo que el cementerio no era un lugar seguro, quise verlo con mis propios ojos. Sostenía que estaba por caerse en el mar.
– Me parece que esa mujer está llena de disparates rió entre dientes Cal-. Igual que ésta.
Agachándose, acarició la frente de Jennifer. La pequeña abrió los ojos, miró a su padre con fijeza un momento, luego empezó a llorar.
– ¿Cuándo podremos llevarla a casa? -preguntó Michelle, tendiendo una mano vacilante para tocar a la niñita. Ansiaba desesperadamente levantar a Jennifer, pero no se atrevía a pedirlo.
– La llevaré a casa esta noche -repuso June. Los ojos de Michelle se dilataron de sorpresa.
– ¿Esta noche? ¿De veras? Pero yo pensé… quiero decir…
– ¿Quieres decir que pensaste que debía quedarme en el hospital? ¿Por qué? Aquí tendría solamente una enfermera nocturna para cuidarme, y también a Jennifer. Pero en casa los tengo a ti y a tu padre para darles órdenes.
Michelle se volvió hacia su padre en busca de confirmación.
– No veo motivo para que no vaya a casa.
– Pero la nursery no está lista, ¿o sí?
June sonrió a su hija con ojos alegres.
– Y ¿adivinas quién la preparará?
Mientras Michelle escuchaba, June empezó a enumerar cosas que deberían hacerse en la nursery antes de que ella y la pequeña fueran llevadas a casa. Al estirarse la lista, Michelle se volvió hacia su padre, fingiendo exasperación.
– ¿No tendría que estar débil o dormida, o algo así?
– Así es tu madre… cuando decide hacer algo, lo hace… sin desorden, ni alborotos ni molestias. Tengo la sensación de que inclusive mantenerla en cama dos o tres días va a ser muy difícil.
June terminó la lista y tendió los brazos a su hija diciendo:
– Ahora, dame un beso y vete. La señora Benson te llevará a casa y nosotros llegaremos después de cenar. Tú puedes comer con Jeff y la señora Benson. Ya lo arreglé.
– Pero ni siquiera hablaste con ella… -empezó Michelle.
– En el trayecto hasta aquí -dijo June en tono satisfecho-. Y te diré algo… tener un hijo no es tan difícil como yo creía ni mucho menos.
Abrazó a Michelle con rapidez y luego la despidió.
Momentos más tarde, mientras Cal la miraba, empezó a amamantar a Jennifer por primera vez. Los flamantes padres se miraron contentos.
– ¿Es un ángel o no lo es? -preguntó June.
– Es perfecta -admitió Cal.
– ¿Quieres que nos quedemos contigo? -preguntó la señora Benson al detener su automóvil frente a la casa de los Pendleton.
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