Joseph Gelinek - La décima sinfonía

Здесь есть возможность читать онлайн «Joseph Gelinek - La décima sinfonía» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La décima sinfonía: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La décima sinfonía»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El mundo de la música clásica se revoluciona cuando el prestigioso director de orquesta Roland Thomas interpreta, en un concierto privado, la supuesta reconstrucción del primer movimiento
de la mítica Décima Sinfonía de Beethoven. Uno de los invitados al acontecimiento, el joven musicólogo Daniel Paniagua, sospecha al escuchar una música tan sublime y le asaltan las dudas: ¿Y si la partitura original de la Décima existiera y hubiera llegado a manos de Thomas? ¿Y si el genio de Bonn hubiera vencido la supuesta «maldición de la décima», que se dice acababa con la vida de los compositores que intentaron finalizarla?
Tras un cruento asesinato, comienza una peligrosa carrera contrarreloj en la que Daniel, ayudado por una intrépida juez y un perspicaz inspector de homicidios, tiene que enfrentarse a influyentes grupos de poder, desde oscuros hombres de negocios a descendientes de Napoleón, que pelean por hacerse con el llamado «Santo Grial» de la música clásica. Ninguno de ellos sabe que la respuesta a todas sus preguntas está en el convulso pasado de Beethoven y en un amor prohibido que ha permanecido oculto hasta ahora…

La décima sinfonía — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La décima sinfonía», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Marañón sonrió zumbonamente al oír la respuesta de Daniel. Retiró con agilidad de una bandeja otra copa de Clos du Mesnil que estaba a punto de caer en manos de un gordo con tirantes y dijo:

– No te estoy pidiendo que tomes partido, hombre. Te pregunto que a qué aspiras en la vida.

– ¡Ah! Doy clases de musicología histórica. Y de momento con que no me echen…

– Virgencita, que me quede como estoy, ¿no? Bueno, ha sido un placer conocerte, Daniel. Disculpa pero estoy siendo un auténtico maleducado con el resto de mis invitados. -Y se fue a atender a su «clientela».

Daniel anduvo zascandileando por el jardín, sin cruzar palabra con persona alguna, durante muchos minutos. No conocía a nadie, por más que le sonaran algunas caras, y nadie le conocía a él: la sensación de aislamiento y soledad en medio de aquel gentío (podría haber allí reunidas ciento cincuenta personas) era total. Iba de un lado a otro, esperando que algún corrillo le aceptara en su seno, sonriendo forzadamente en cuanto su mirada se cruzaba con la de algún comensal, rogando al cielo que su anfitrión, al verle incomunicado, se apiadara de él y le presentara aunque fuera al responsable del catering. Los únicos que parecían no tratarle como un apestado eran los camareros, que se le acercaban continuamente para tentarle con todo tipo de exquisiteces. Auténticas delicias gastronómicas que, probablemente, Daniel no volvería a degustar en su vida.

– Señor, ¿otro canapé de ajoblanco con tartar de atún y chutney de brevas?

– Sí, gracias.

Y se iba a un rincón a devorarlo, igual que una alimaña hambrienta, avergonzado de ser el único asistente a la reunión que no hablaba con nadie, pero que comía, y comía y comía, como si fuera un conejito bulímico de Duracell.

Su agonía terminó cuando Jesús Marañón se subió al rellano de las escaleras de piedra que conducían a su imponente residencia y pidió a todos los asistentes que le prestaran atención. A su lado, ligeramente en segundo plano, un tipo de pelo corto y canoso, nariz griega y gafas redondas de montura metálica, que resultó ser Ronald Thomas, el hombre que había osado reconstruir a Beethoven, miraba complacido desde lo alto a los asistentes y de vez en cuando saludaba con la mano a algún invitado o le guiñaba el ojo. Parecía conocer a todo el mundo.

Una vez que se hubo cerciorado de que todos sus invitados habían advertido su presencia en lo alto de las escaleras, Marañón se dirigió a ellos con gran solemnidad:

– Quiero agradeceros a todos que hayáis acudido a este acto, a pesar de la premura con la que hemos tenido que cursar las invitaciones. Lo cierto es que, debido a los múltiples compromisos internacionales del señor Thomas, esta velada ha estado a punto de no celebrarse, y me parecía temerario empezar a solicitar vuestra asistencia antes de poder confirmar, más allá de toda duda razonable, como se dice habitualmente, la disponibilidad de este auténtico genio musical. Pero al final hemos podido obrar el milagro y estamos a pocos minutos de ser testigos de un hecho artístico sin precedentes. Permitidme recordaros el motivo por el que estamos todos aquí. Por primera vez en la historia, y gracias al extraordinario tesón y talento de la persona que tengo aquí a mi lado, vamos a tener el privilegio de escuchar el primer movimiento de la Décima Sinfonía de Beethoven. ¿Qué me quieres decir, Ronald?

Thomas, que estaba visiblemente satisfecho con los elogios que le estaba dirigiendo su mecenas, había hecho un pequeño gesto a Marañón y cuando este se dio por aludido, recorrió los dos pasos que le separaban de él y le susurró algo al oído.

– Ronald me pide que aclare, para no dejar en mal lugar a sus anfitriones del hemisferio sur, que esta no es la primera, sino la segunda vez en la historia que se toca en público la Décima. La primera fue hace menos de un mes, en el auditorio del Departamento de Música de la Universidad de Otago, en la que, como sabéis todos, él imparte sus clases magistrales. Pero una vez dicho esto, queridos melómanos y melómanas que honráis hoy mi casa con vuestra presencia, también quiero dejar yo claro a continuación, para no rebajar ni un ápice la importancia de esta velada, que esa supuesta premi è re mundial de la Décima Sinfonía, primero, fue en Nueva Zelanda, que como está en las antípodas y a casi veinte mil kilómetros de aquí, para nosotros es como si no existiera. Y segundo y más importante, se trató de una versión al piano de la sinfonía, lo que los músicos llaman una reducción, interpretada por el propio Thomas. Y además, por lo que me han contado, ¡el piano estaba desafinado!

Thomas hizo un gesto con la cabeza como para confirmar las palabras de Marañón, que continuó diciendo:

– Lo que vamos a escuchar esta noche es la versión ya orquestada por este insigne maestro británico, aunque afincado en Nueva Zelanda, del primer movimiento de la Décima. El fragmento dura poco más de quince minutos. Después de escucharlo, podréis optar entre dar por concluida la velada -¿qué más se puede hacer después de escuchar a Beethoven?- o buscar otro tipo de esparcimiento, infinitamente más liviano aunque igualmente respetable, aquí en el jardín, esta vez con megafonía incluida.

Marañón señaló hacia el lugar donde un. grupo de músicos de salsa estaba preparando micrófonos e instrumentos para el baile que se iba a desencadenar al finalizar el concierto. Luego, para terminar, añadió:

– No os preocupéis por el calor, porque dentro hay un acondicionador-humidificador de aire de última generación, y vamos a estar en la gloria. Ah, una última cosa, pero muy importante. Los que conocéis La Iphigénie sabéis que, aunque no vivo precisamente en una choza, esto no es el Auditorio Nacional: aquí no me caben ochenta músicos. Pero tampoco le cabían al príncipe Lobkowicz, uno de los mecenas de Beethoven, en cuyos salones se estrenó, por ejemplo, la Heroica. En aquellos tiempos se adaptaba el tamaño de la orquesta a las dimensiones del auditorio o a los músicos que estaban disponibles. Es lo que vamos a hacer esta noche. Para que os hagáis una idea, en la sección de cuerda tenemos solo tres violines, tres segundos violines, dos violas, dos chelos y tres contrabajos. No es lo que hubiera deseado Beethoven, pero sí hemos podido complacer al genio en una cosa: todos los instrumentos que van a sonar aquí esta noche son originales, es decir, reconstrucciones absolutamente fidedignas de instrumentos de la época. Así que la orquesta no va a sonar al volumen que hubiera querido él, porque somos un grupo reducido, pero su sonoridad, el color de la música, por decirlo de alguna manera, va a ser muy similar al que hubieran podido disfrutar los coetáneos del compositor.

Los invitados escuchaban en silencio reverente a su anfitrión, que los había empezado a transportar con sus palabras a la Viena imperial de finales del XVIII y principios del XIX.

– Y ahora, por favor, si tenéis la amabilidad de pasar al interior, vamos a ser testigos de excepción de un acontecimiento extraordinario: el estreno mundial del primer movimiento de la Décima Sinfonía de Beethoven.

Las palabras de Marañón, que habían conseguido despertar una enorme expectación en el público, fueron rematadas con un fuerte aplauso e inmediatamente aparecieron dos criados que abrieron las puertas de la mansión de par en par y los invitados comenzaron a pasar al interior.

Hurry up, si no, el aire acondicionado se escapa, ¡Ffsssh! -dijo Thomas, al ver que algunos remoloneaban todavía en el jardín, en un intento desesperado por servirse y apurar una última copa antes del concierto.

Aunque resulte difícil de creer entre gente tan distinguida, hubo roces entre algunos espectadores por adueñarse de los mejores asientos, e incluso un par de caballeros, que habían bebido ya más de la cuenta, estuvieron a punto de llegar a las manos por una de las sillas, que nadie quería ocupar, al tener una pata medio rota. Daniel, que siempre experimentaba mucha vergüenza ajena cuando presenciaba agarradas de este tipo, se colocó en el otro extremo del salón, lejos de aquellos dos energúmenos que aún seguían regañando, jaleados por sus amargadas esposas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La décima sinfonía»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La décima sinfonía» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La décima sinfonía»

Обсуждение, отзывы о книге «La décima sinfonía» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x