Brian Keene - El Alzamiento

Здесь есть возможность читать онлайн «Brian Keene - El Alzamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Alzamiento: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Alzamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Nada permanece muerto mucho tiempo. Los muertos están volviendo a la vida, inteligentes, decididos… y hambrientos. Huir parece imposible para Jim Thurmond, uno de los pocos supervivientes de este mundo de pesadilla. Pero el joven hijo de Jim también está vivo y en peligro a cientos de miles de kilómetros. Pese a las terribles adversidades, Jim jura que lo encontrará… o morirá en el intento.
Junto a un anciano sacerdote, un científico devorado por la culpa y una ex prostituta, Jim se embarca en un viaje a través del país. Juntos se enfrentarán a los vivos y a los muertos vivientes… y al aún más terrible mal que los aguarda al final de su viaje.
Novela ganadora del Premio Bram Stoker.

El Alzamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Alzamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Han pasado a ser voluntarios civiles, caballeros -les informó un soldado-. Por favor, vengan con nosotros.

– ¿Tenemos elección? -bromeó Martin.

– ¡No lo entendéis! -dijo Jim mientras se revolvía-. ¡Tengo que reunirme con mi hijo!

– No, ya no -le dijo el hombre-. Acabáis de ser reclutados.

– ¡Cabrones! -gritó Jim-. ¡Putos cabrones de mierda! ¡Soltadnos! ¡Mi hijo me necesita!

Los arrastraron hacia los vehículos mientras Jim veía cómo el coche y Nueva Jersey quedaban cada vez más y más lejos.

* * *

Frankie tembló, rodeándose el pecho con los brazos mientras caminaba por el pasillo. El hospital era tan frío que podía ver su propio aliento bajo las luces fluorescentes.

No se oía ningún ruido que no fuese el de sus pasos. Hizo una mueca de asco cuando respiró el olor estéril y a productos químicos que flotaba de forma permanente en todos los hospitales. Pero Frankie detectó otro olor, más débil pero inconfundible. El de la carroña y la carne podrida.

El perfume de los no muertos.

Se detuvo ante una doble puerta y deslizó los dedos por la placa del muro.

SALA DE MATERNIDAD

Empujó las puertas y éstas se abrieron sin un ruido. Entró. El hedor era aún más fuerte en esa sala del hospital.

Se quedó de pie ante el cristal de la ventana de observación, contemplando las docenas de cunas alineadas frente a ella en filas perfectas. Todas estaban ocupadas y de ellas surgían puñitos y pies que golpeaban al aire y, de vez en cuando, una mata de pelo asomando por los bordes.

Me pregunto cuál será el mío.

Su pregunta tuvo respuesta un instante después, cuando un par de brazos grises y moteados agarraron el lado de una cuna de la que emergió su bebé. El bebé se puso en pie sobre sus diminutas piernas y descendió hasta el suelo. Después se dirigió a su vecino más próximo, se coló en la cuna y cayó sobre su ocupante.

Los demás bebés empezaron a llorar al unísono.

Frankie podía oír los mordiscos a través del grueso cristal por encima incluso de los gritos.

Los de los bebés y los suyos.

¡Basta! ¡Basta!

Alguien le dio un par de golpecitos y abrió los ojos, sobresaltada.

– ¡Basta! -gritó por última vez antes de mirar alrededor.

Una niña de no más de catorce años se encontraba a cierta distancia de ella. Era guapa. Tanto, que Frankie pensó que de mayor sería una rompecorazones. Posiblemente fuese de ascendencia mixta, hispana e irlandesa. Pero bajo sus tristes ojos oscuros había unos círculos negros que hablaban de duras lecciones aprendidas antes de tiempo. Frankie tenía la misma mirada a su edad.

– Perdón -se disculpó la niña-. Estabas teniendo una pesadilla.

– ¿Dónde estoy?

– En el gimnasio de Gettysburg -dijo la niña-. Nos tienen aquí entre los turnos del picadero.

– ¿El qué?

– El picadero -repitió la niña-. Es a donde nos llevan a hacer cosas de sexo. Me llamo Aimee.

– Hola, Aimee. Yo me llamo Frankie. Y ahora, ¿te importaría decirme cómo salir de aquí?

– No se puede. Te matarán si lo intentas. Pero no está tan mal, en serio, algunos son hasta majos cuando te meten su cosa.

– ¡Aimee, ven aquí ahora mismo!

La mujer que había hablado era, obviamente, la madre de Aimee. Frankie se fijó en que compartían la misma piel pálida, los pómulos altos y el pelo ondulado y moreno. Al igual que su hija, los ojos de aquella mujer hablaban de sufrimiento y dolor, de humillación y desesperación.

Frankie conocía esa mirada. Fue la suya hacía lo que parecía una eternidad.

– Me llamo Gina -dijo la mujer-. ¿Tienes sed? ¿Quieres un poco de agua?

– ¿No tendrás algunos analgésicos, verdad?

Frankie hizo una mueca de dolor al tocarse la cara. Le dolían muchísimo el hombro y las costillas y tenía el labio partido. Le entraron ganas de caballo, pero desechó la idea en un instante.

– Lo siento -dijo Gina-, pero no nos dejan tener eso. Supongo que tienen miedo de que alguna chica se trague un puñado entero de aspirinas, porque yo misma creo que sería una alternativa mejor.

Le dio una botella de agua y un cigarro. Frankie bebió con ganas y pegó una buena calada, dejando que el humo amargo y acre le llenase los pulmones. Exhaló aliviada.

– Antes no fumaba -dijo Gina-, pero bueno, el cáncer de pulmón es lo que menos me preocupa ahora mismo. Al menos es una muerte tranquila.

– Sí -musitó Frankie-, seguro que es mejor que convertirse en el aperitivo de esas cosas. Gracias.

Pegó otra calada y echó un vistazo a la habitación. Tal como le había dicho la niña, estaban en el interior de un gimnasio. Se habían llevado los bancos y las máquinas de ejercicios y los habían sustituido por colchones y mantas. A su alrededor había unas dos docenas de mujeres, la mayoría de ellas mirando a Frankie con lacónico interés, mientras el resto dormía. La mayor debía de tener casi sesenta años. Aimee era la más joven.

– Bueno, ¿cómo va esto? -preguntó Frankie.

– Vamos por turnos -dijo Gina-. Tienen un camión enorme que han convertido en un prostíbulo móvil. Para mantener la moral de las tropas y todo eso. Lo llaman «el picadero». Hay un montón de camas separadas por cubículos de oficina, de modo que está dividido en habitaciones pequeñas. Así… así es más fácil. Mientras no te resistas, la mayoría te tratará bien, o por lo menos con indiferencia. Algunos son violentos, pero hasta ahora he conseguido que no se pongan con Aimee. -Hizo una pausa y dio otra calada. Exhaló y continuó-. Pero todas las noches muero un poco.

– Tienes que estar en otra parte mientras ocurre -le aconsejó Frankie-. Separarte de tu cuerpo.

Gina se la quedó mirando con la boca abierta pero incapaz de hablar.

Frankie se encogió de hombros.

– Antes me ganaba la vida así.

Se abrió la puerta del gimnasio y entraron doce mujeres más, con aspecto cansado y apestando a sexo y sudor. Varias de ellas lloraban quedamente. Los cuatro hombres armados que las seguían se posicionaron en torno a la puerta.

– Siguiente turno -ladró uno de ellos-. ¡Vosotras doce! ¡Venga!

Doce mujeres más los siguieron con gesto resignado, y las que acababan de llegar se dirigieron a sus sitios y se desplomaron sobre los colchones.

– Aimee y yo tendremos que irnos en unas horas -dijo Gina-, pero supongo que a ti al menos te dejarán recuperarte una noche.

– Eh -llamó una voz nasal y chillona desde el otro lado de la habitación-, ¿quién es esa flacucha negra que está durmiendo en mi cama?

– Mierda -murmuró Gina, apartándose rápidamente sin mirar a Frankie a los ojos-. Lo siento.

– ¿Qué haces en mi cama, puta?

La mujer se abrió paso a empujones a través del resto y Frankie esperó a que se acercase, mirándola con desdén. Era grande, hasta el punto de estar obesa, pero fuerte. Tenía el pelo lacio, tan aclarado con lejía que estaba rubio, y cortado a lo tazón. Sus lorzas de carne se apretaban contra sus vaqueros y su camiseta negra.

– Es Paula -susurró Aimee antes de que Gina le pusiese la mano en la boca.

– No he visto tu nombre escrito -dijo Frankie, dando otra calada a propósito-. Pero claro, no nos han presentado, así que no tenía ningún nombre que buscar.

– ¡Anda, pero si nos ha salido listilla! -exclamó Paula-. ¿Cómo te llamas, corazón?

– Frankie.

– ¿Frankie? Ése es nombre de tío. -Se rió a carcajadas con las manos sobre sus amplias caderas. Las otras mujeres permanecieron quietas, hipnotizadas por la escena que se desarrollaba ante ellas-. Bueno, Frankie -dijo, enfatizando su nombre-, yo soy Paula.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Alzamiento»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Alzamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Brian Keene - Ghost Walk
Brian Keene
Brian Keene - Jack's Magic Beans
Brian Keene
Brian Keene - Terminal
Brian Keene
Brian Keene - Kill Whitey
Brian Keene
Brian Keene - Entombed
Brian Keene
Brian Keene - Ghoul
Brian Keene
Brian Keene - Tequila's Sunrise
Brian Keene
libcat.ru: книга без обложки
Brian Keene
Brian Keene - Dead Sea
Brian Keene
Отзывы о книге «El Alzamiento»

Обсуждение, отзывы о книге «El Alzamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x