– Sube -gritó, apuntando con la cabeza al asiento del copiloto-. Y no intentes nada o te mato.
Visiblemente aliviado, el soldado corrió hasta el lado del coche y subió de un salto.
– ¡Gracias!
– ¿Qué eres, del ejército?
– De la Guardia Nacional -jadeó-. ¿Podemos irnos ya?
El Humvee atravesó el quitamiedos y se detuvo ante ellos. Un hombre apareció del techo como un muñeco de una caja y apuntó a Frankie con la ametralladora más grande que había visto jamás.
– ¡Fuera del coche, ahora!
– ¡Mierda! -Skip se dirigió a Frankie-. ¿Tienes otra pistola?
Antes de que pudiese contestar, dos soldados estaban ya de camino al coche con las armas en alto. Frankie permaneció en silencio, emocionada: no sabía quién era quién, pero cualquiera de aquellos hombres le parecía mejor que los zombis.
– ¡Suéltala, zorra!
Miccelli abrió la puerta del conductor de golpe con una mano y le apuntó con el M-16 a la cabeza.
– ¡Al Humvee, ahora! ¡Rápido!
– Hola, Skip -se burló Kramer mientras lo sacaba del coche-. ¿Adónde creías que ibas, eh, cobarde de los cojones?
Le dio un culatazo en la espalda que le tiró al suelo. Siguió pegándole con el arma, atizándole salvajemente una y otra vez en los hombros y la espalda.
– Que te den, Kramer.
Skip escupió sangre y rodó hasta quedar boca arriba. Vio la culata del M-16 precipitándose hacia su cara y perdió el conocimiento.
Miccelli esposó a Frankie, que gritó cuando uno de los pájaros pasó volando tan cerca que le rozó el pelo.
John Colorines salió del coche y empezó a saltar mientras aullaba de miedo.
– ¿Y él? -preguntó Miccelli apuntando al vagabundo con el pulgar mientras metía a Frankie en el Humvee.
Kramer le apuntó con su arma.
– No tenemos sitio para él.
Abrió fuego. John Colorines bailó sobre la carretera, temblando con cada bala que penetraba en su cuerpo. No emitió ningún sonido, salvo un suspiro que exhaló al caer al suelo. La sangre se derramaba hasta el asfalto sobre el que yacía.
Kramer apartó un pájaro y apuntó a un zombi humano que estaba pasando por encima del quitamiedos. Después, Miccelli y él metieron a Skip -que seguía inconsciente- en el Humvee y cerraron la puerta.
– Menudo chocho morenito -dijo Miller mirando lascivamente a Frankie mientras se alejaban a toda velocidad-. Me la pido primero.
Frankie cerró los ojos y tembló. Se había metido en un lío, eso seguro, pero al menos estaba viva.
«Todos vamos a morir, pronto», había dicho John Colorines.
«Yo no. Yo voy a vivir.»
* * *
John Colorines yacía temblando sobre el pavimento. Los pájaros empezaron a picotearlo -aunque no llegó a sentir nada- para luego alzar el vuelo con trozos de carne colgando de sus picos. Después el resto de zombis lo rodearon, manoseándolo con hambrienta expectación.
– Estaba equivocado -les dijo. Extendió sus manos manchadas de sangre hacia las criaturas, que empezaron a devorarle los dedos-. El color de la muerte no es el negro. Es el rojo.
Vio cómo un zombi le arrancaba el dedo meñique de un mordisco, atravesando carne y hueso, y se sumió en la oscuridad.
– Es rojo. Todo es rojo. El mundo entero está muerto.
Después, mientras su alma partía y otra entidad tomaba posesión de su cuerpo, descubrió que estaba en lo cierto.
«Querido Danny,
»No sé por qué estoy escribiendo esto, porque cuando te encuentre, lo más seguro es que no te permita leerlo. Quizá te deje cuando seas mayor y puedas comprenderlo mejor. Supongo que sólo lo estoy escribiendo para sentirme mejor. No dejo de pensar en ti y de recordar cosas.
»Te echo de menos, hijo. Te echo muchísimo de menos. Es como si alguien me hubiese sacado algo del pecho, dejando un gran agujero. Puedo sentir ese agujero. Duele, pero estoy acostumbrado a esa sensación. La tenía cada vez que te dejaba de vuelta en casa (bueno, donde vivías con mamá y Rick nunca la consideré tu casa) y cuando no estabas. Cuando terminaba el verano, solía ir a tu habitación y me sentaba en la cama mirando los juguetes, los libros y los vídeos, sabiendo que nadie los tocaría hasta que volvieses. Algunas noches intentaba dormir, pero empezaba a pensar en ti y, de pronto, no podía respirar. Carrie los llamaba "ataques de pánico", pero eran algo más. Te echaba de menos todo el rato. Me sentía vacío.
»Ahora es aún peor. A veces me siento como uno de los zombis de ahí fuera. Han pasado muchas cosas malas, Danny. Carrie ha muerto y tu hermanita también. ¿Te acuerdas de nuestros amigos, Mike y Melissa? También han muerto. He abandonado nuestra casa y no creo que podamos volver a ella. Ojalá se me hubiese ocurrido coger algunos de tus juguetes favoritos antes de escapar, pero no lo hice. Cuando te encuentre, lo primero que haré será saquear una juguetería. Y esta vez podrás quedarte con todo lo que quieras, no tendremos que preocuparnos de si podemos pagarlos o no. Después encontraremos una tienda de cómics y dejaré que te lleves los que quieras (excepto Predicador y Hellblazer, todavía eres muy joven para leerlos). Iremos a un lugar seguro, un lugar sin monstruos.
»Estoy de camino, Danny, y necesito que resistas. Necesito que seas fuerte y valiente un poco más. Papá está de camino y sé que lo sabes. Sé que estás en el ático, esperándome.
»Danny, siento no haber podido estar siempre a tu lado. Me habría gustado, pero no podía. Nunca he hablado mal de tu madre delante de ti y no quiero empezar a hacerlo ahora, pero espero que entiendas por qué no estaba contigo y también espero que me sigas queriendo. Ahora te resultará difícil, pero sé que un día, cuando seas mayor, lo entenderás. Sé que mamá y Rick te habrán dicho muchas cosas, pero eres un chico listo y sacarás tus propias conclusiones. Entenderás por qué no pude estar a tu lado.
»Pero Danny, te juro que jamás volveré a marcharme. Se acabaron los juicios y los abogados. Soy tu padre y te quiero, y cuando te encuentre, me quedaré a tu lado para siempre.
»Llegaré en seguida, te lo prometo. Antes sólo tardaba un día en conducir desde Virginia Occidental hasta Nueva Jersey, pero esta vez estoy tardando un poco más. Nos hemos encontrado con algunos problemas y han pasado cosas malas. Ya te he hablado de lo de Carrie y el bebé… aquello estuvo a punto de acabar conmigo. Estuve a punto de rendirme. Pero no lo hice porque te tengo a TI y no volveré a fallarte. He hecho un nuevo amigo, un predicador llamado reverendo Martin. Creo que te caerá bien, es un buen hombre y dice que se muere de ganas por conocerte. Pero están pasando cosas malas y por eso hemos tardado más. Hemos hecho otros amigos, un hombre llamado Delmas y su hijo, Jason. Pero no vendrán con nosotros.
»Nos estamos preparando para ponernos en marcha dentro de poco. Martin está durmiendo, y cuando termine de escribir, yo también me echaré un rato. O lo intentaré, por lo menos. No quiero dormir, ni siquiera una hora, porque es una hora que no pasaré a tu lado. Pero estoy cansado, Danny, y no puedo remediarlo. Estoy muy cansado.
»Pero en cuanto me levante, se acabó. Nada más nos detendrá. Estoy de camino, Danny. Papá está de camino y tienes que aguantar. Tienes que ser fuerte. Llegaré pronto, te lo prometo. Y cuando llegue, te rodearé con los brazos, te abrazaré y no volveré a soltarte jamás.
»Te quiero, hijo. Te quiero más que infinito.
»Papá.»
Antes de ponerse en marcha, enterraron a Delmas y a Jason al lado de Bernice. Martin rezó ante sus tumbas y Jim improvisó un par de lápidas con madera del granero y un bote de pintura.
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