– ¿Escenario? ¿Qué esc…? Ajá, ¿se refiere usted al sitio donde Tirtsa…?
Eli Bahar asintió.
– ¿Estuvo usted allí anoche, antes de que muriera? ¿La llegó usted a ver?
Mati Cohen le explicó que, justo antes de la medianoche, había estado en el pasaje que discurre por encima de las salas de los decorados y que Tirtsa se encontraba abajo, junto a los bastidores.
– ¿Le vio ella a usted? -preguntó Eli Bahar.
– No lo sé, no creo -respondió Mati Cohen, que parecía pensar en voz alta-; yo iba de camino a la azotea, donde estaban rodando la película de Beni Meyujas y no podía entretenerme. Ella tampoco… Eso es lo que… Tampoco estaba sola.
– ¿No estaba sola? -dijo Eli Bahar, disimulando su asombro y repitiendo la pregunta para ganar tiempo. Eso también lo había aprendido de Michael hacía años: no muestres un asombro excesivo porque si lo haces el interrogado aprenderá a morderse la lengua, ya no será espontáneo y no oirás toda la verdad-. ¿Quiere decir que había alguien con ella?
– Sí, había alguien con ella y estaban hablando, pero no sé quién sería porque estaba bastante oscuro abajo y los bastidores la ocultaban. Apenas si la pude entrever, sólo las botas, y reconocí su voz.
– ¿Habló? -preguntó Eli Bahar con interés.
– No era exactamente… No es que hablara…, sólo dijo… como…; me parece que dijo «No, no», o algo así.
– ¿Con quién hablaba? -le preguntó ahora Eli Bahar delatando su agitación, y es que se le había acelerado el pulso porque, de repente, la historia estaba dando un vuelco absoluto- ¿Quién estaba con ella?
– Pues ésa es justamente la cuestión -le respondió Mati Cohen tirándose de las mangas de su abrigo azul y clavando la mirada en uno de los botones dorados-, que no lo sé.
– ¿Era un hombre o una mujer? -le preguntó Eli Bahar amablemente, como si no hubiera urgencia en responder.
Mati Cohen hizo una mueca que denotaba su sorpresa.
– Que me maten si lo sé, no se lo puedo decir porque estaba oscuro y la otra persona no habló.
– Pero ¿qué fue lo que vio, exactamente? -inquirió Eli Bahar-. Descríbamelo como si yo…, como si fuera un reportero que le estuviera preguntando por lo que ha ocurrido.
– Sucedió así: me llamaron para decirme que Beni Meyujas estaba rodando por la noche…
– ¿Quién lo llamó? -preguntó Eli Bahar, y garabateó algo en la libreta amarilla que tenía apoyada en las rodillas.
– Qué más da, me llamaron y punto -dijo Mati Cohen con desgana-. Se había llegado a un acuerdo por el que Beni Meyujas tenía que dejar de rodar porque se había acabado el presupuesto… No importa, son cosas de… De todos modos, vine para pillarlo in fraganti y sabía que estaba en la azotea de Los Hilos.
La mano de Eli Bahar se detuvo sobre la hoja.
– ¿A qué se refiere? ¿Qué es eso?
– Pues Los Hilos -dijo Mati Cohen con impaciencia-, el otro edificio, donde se hacen los decorados, donde el… Venga, Los Hilos, ¿no ha estado en el otro edificio? ¿Todavía no ha estado usted donde encontraron a Tirtsa…?
– Sí, ya he estado, ¿eso es Los Hilos?
– Así es como se llama porque antes era una fábrica de hilos -le explicó Mati Cohen-. No sé si se habrá dado cuenta, pero hay allí unas escaleras estrechas que llevan a la segunda planta, y un pasaje angosto, abierto, con una baranda, por encima de las salas donde están los decorados y la carpintería, por encima de… No importa, el caso es que puedes ir al pasaje ese y ver lo que ocurre debajo sin hacer ningún esfuerzo, desde el otro lado, porque no está cerrado; total, que me encontraba apoyado en la baranda, porque había caminado muy rápido y me encontraba muy cansado y bastante deprimido, porque sabía que… No me gusta cortar los rodajes a medias…, y menos con un tipo como Beni Meyujas que… -Mati Cohen se calló, se levantó de la silla con dificultad, sacó un pañuelo de cuadros arrugado del bolsillo de los pantalones y se secó el sudor de la cara-. ¿Tú también tienes calor o soy sólo yo? Hace un calor de muerte -se quejó.
– No especialmente -le respondió Eli Bahar-, pero cada uno reacciona de una forma distinta; aquí hay calefacción central -y, tocando el radiador, desconchó con el dedo una capa de pintura amarillenta-. Pues no, está completamente frío -comentó asombrado-, la calefacción está apagada.
– Eso es ahorrar -dijo Mati Cohen satisfecho-. La encienden entre las cuatro y las cinco, dependiendo de la temperatura. Pero ¿dónde nos habíamos quedado? -añadió, y miró el reloj con impaciencia.
– En que le daba apuro detener el rodaje de Beni Meyujas -le recordó Eli Bahar-, y estaba usted caminando por el pasaje de la segunda planta y miró hacia abajo.
– Sí, pero no me detuve, porque le iba a decir a Beni Meyujas… -suspiró-, y al final no se lo dije.
– ¿Y cómo fue eso?
– Pues porque no llegué hasta allí. A medio camino llamó mi mujer, tuve que llevar al peque a Urgencias, estaba con un ataque de asma, tiene bronquitis asmática, y yo no podía…, imposible esperar, era urgente, cuando tiene un ataque así se ahoga, una vez se puso azul, y el que tenía el coche anoche era yo. Además, mi mujer no conduce, así que no había otra opción, ella también… Está en su segundo embarazo y no… Ya hemos perdido… No importa -e hizo unas muecas como si se disculpara por dar tantos detalles, por resultar demasiado charlatán-. Tuve que volver urgentemente.
– ¿Y volvió usted sobre sus pasos por el mismo camino por el que había llegado? -le preguntó Eli Bahar.
– Sí, claro, no hay otro cami… Hay otro camino, por detrás, más corto, que lleva al aparcamiento, y hay… hay también un pasaje por dentro, por el edificio central…; pero había dejado el coche en el aparcamiento pequeño…
– ¿Así que volvió usted por el mismo pasaje?
– Sí. ¿Tan importante es eso? -se interesó Mati Cohen mirándolo con asombro.
– ¿Y entonces todavía estaba ahí?
– ¿Quién? ¿Tirtsa?
– Tirtsa y ese alguien que estaba con ella.
– No me fijé -dijo Mati Cohen sorprendido, como si él mismo se diera cuenta del absurdo-, ya no miré hacia abajo, estaba preocupado por…
– Tenía usted prisa -lo ayudó Eli Bahar.
– Eso mismo, tenía mucha prisa, por el niño, porque mi mujer me había dicho que ya era… Eso es, tenía prisa, y no le puedo decir si ella todavía estaba ahí o no, tampoco sé dónde la encontraron, porque me he enterado esta mañana… -y abrió los brazos en un gesto de impotencia.
– La han encontrado al lado de los decorados, junto a la columna. Una columna blanca de mármol.
– Me parece recordar algo parecido -dijo Mati Cohen-. ¿Con una bola arriba, en la parte superior? Debí de verla alguna vez.
– Esa bola le aplastó la cara y el cráneo -comentó Eli Bahar, sin apartar la mirada del rostro de Mati Cohen, que palideció al instante.
– ¡Qué me dice! -musitó Mati Cohen, y se pasó la lengua por los labios, que se le habían quedado secos de golpe-. ¿Hay aquí?… ¿Hay agua? -preguntó, y mientras hablaba se levantó y se acercó dando tumbos al hervidor, miró dentro, echó agua tibia en un vaso de poliexpán y se la tomó de un trago-. Lo siento mucho -dijo, tomando nuevamente asiento-. Al volver no miré hacia abajo, no sé si todavía estaría en el mismo lugar, pero cuando llegué sí se encontraba allí con alguien, hablando, quiero decir… -y se calló. Eli Bahar, que percibió un matiz de vacilación en su voz, se cruzó de brazos y esperó; tenía la esperanza de que, si aguardaba pacientemente, oiría el final de la frase. La gente -le había enseñado Michael- no puede soportar los silencios. Pero Mati Cohen seguía en silencio. Su rostro enrojecido se había contraído por un esfuerzo que Eli Bahar no lograba interpretar, y los ojos entrecerrados parecían estar intentando descodificar los detalles de una imagen que sólo él veía.
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