Karen Rose - Grita Para Mi

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Daniel Vartarian es el agente del FBI asignado al caso del asesinato de una joven en la localidad de Dutton, pueblo donde Daniel nació. El asesinato es exactamente igual a uno que ocurrió en el mismo lugar trece años atrás. Al investigarlo, Daniel reconocerá a aquella adolescente del pasado… Ha visto su rostro en una de las fotos que pertenecían al asesino en serie más cruel que haya conocido: su propio hermano Simon. Así, Daniel tendrá que enfrentarse a sus propios vecinos, a sus fantasmas familiares y a sus conflictos de adolescencia mientras investiga los viejos y nuevos crímenes con la ayuda de Alexandra, la hermosa hermana gemela de una de las víctimas del asesino.

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– Alex. -Daniel pronunció su nombre entre dientes-. Si no puedes contenerte, tendrás que salir de la sala.

Ella se interrumpió. Seguía estando enfadada pero ahora además se sentía violenta. Chase le hablaba como a una niña de cuatro años y Daniel la trataba como si tuviera uno. Tal vez tuviera motivos para hacerlo; se sentía más próxima a la histeria de lo que nunca había estado. Recobró el control y asintió.

– Lo siento -dijo con serenidad-. Me contendré.

Daniel volvió a suspirar.

– Alex, por favor. No es la flauta lo que queríamos que vieras.

Ed le tendió un par de guantes y Alex, obediente, se los puso. Entonces abrió los ojos como platos cuando le entregaron una hoja de papel, señalada por múltiples pliegues verticales como si fuera un abanico infantil.

– Ed ha encontrado la nota dentro de la flauta -dijo Daniel-. Es una carta de Wade para Bailey.

Le ofreció una silla y Alex se dejó caer en ella con los ojos fijos en la hoja mientras leía en voz alta:

– «Querida Bailey, después de intentarlo durante varios años por fin lo he conseguido. Me han herido y me estoy muriendo. No te preocupes. Aquí hay un sacerdote y me he confesado con él, aunque no creo que Dios me perdone. Ni siquiera yo me he perdonado. Hace años me preguntaste si yo había matado a Alicia. Entonces te respondí que no, y sigo diciendo lo mismo. Pero hice otras cosas, y papá también. Creo que algunas ya las has adivinado. Otras no las sabrás nunca, y es mejor para ti.

»Algunas de las cosas que hice, las hice junto con otras personas. Ellos no quieren que se sepa. Al principio éramos siete. Luego fuimos seis; luego cinco. Cuando yo muera, seguirá habiendo cuatro hombres que comparten un secreto. Viven con el miedo y la desconfianza en el cuerpo; siempre están pendientes los unos de los otros, preguntándose quién será el primero en caer. El primero en contarlo.

»Junto con la carta encontrarás una llave. No la lleves encima, guárdala en algún lugar seguro. Si alguna vez te amenazan, diles que la harás llegar a las autoridades. Pero no la entregues a la policía; sobre todo, no a la de Dutton. La llave revela un secreto que alguno de esos cuatro hombres pagaría por mantener, y alguno incluso mataría por mantenerlo. De hecho, dos hombres ya han muerto para que el secreto se mantenga.

»No te diré los nombres de esos cuatro hombres porque tendrías la obligación moral de denunciarlos, y si tomas esa dirección acabarás tan muerta como yo. El hecho de que sepan que tienes la llave es lo único que te salvará la vida.

»Sé que sigues viviendo en esa casa, esperando a que papá regrese. Ya te lo he dicho antes; no volverá. Es incapaz de convertirse en la buena persona que tú quieres que sea. Si lo ves, entrégale la otra carta; si no, quémala. Y deja que se marche. Deja que la bebida y las drogas acaben con él, pero no permitas que te arrastre consigo. Márchate de esa casa; márchate de Dutton. Y, por el amor de Dios, no te fíes de nadie.

»Ni siquiera de mí. No me lo merezco, aunque bien sabe Dios que muero intentando merecerlo.

»Llévate a Hope de Dutton y no vuelvas la vista atrás. Prométemelo. Y prométeme que llevarás una vida agradable. Busca a Alex; ella es la única familia que te queda. Nunca hasta ahora te lo había dicho pero te quiero». -Alex exhaló un suspiro-. Firmado: «Tte. Wade Crighton, Ejército de Estados Unidos».

Levantó la cabeza.

– Le mandó una llave. ¿Creéis que es la que Bailey me mandó a mí?

Daniel ocupó la silla contigua a la suya.

– Creemos que sí. Tres de las cuatro víctimas de esta semana llevaban una llave atada al dedo gordo del pie. Ahora sabemos por qué.

– ¿Creéis que esas llaves son iguales a la de Wade?

– No. Las que hemos encontrado esta semana son nuevas. Más bien es una señal, un mensaje. Igual que lo del pelo.

– El pelo de Alicia. -Miró la nota y trató de concentrarse-. Dice que eran siete. Dos murieron antes que él, y a ambos los mataron para que el secreto se mantuviera. Pero Simon murió en Filadelfia.

– Wade no lo sabía cuando escribió la carta -explicó Daniel-. Murió unas semanas antes que Simon, y creía que Simon había muerto la primera vez que lo enterramos.

– De modo que todos creían que la primera muerte de Simon era obra de uno de ellos -musitó-. «Viven con el miedo y la desconfianza en el cuerpo.» Uno de los hombres de quienes habla es Simon. ¿Quién es el otro?

– Todavía no lo sabemos -respondió Chase-. Pero tenemos una ligera idea de quiénes son tres de los cuatro restantes.

– Garth Davis y Randy Mansfield -adivinó ella-. Y supongo que Rhett Porter es el tercero.

– Eso quiere decir que todavía nos falta identificar a dos -dijo Daniel-. Uno vivo y uno muerto.

– ¿Qué haréis?

– Intentaremos que los dos que conocemos nos revelen la identidad del que no conocemos -explicó Chase-. Pero mientras, seguimos sin saber quién está detrás de todo esto.

– Es una venganza -apuntó Daniel-. Hasta ahí podemos imaginarlo. Alguien está utilizando la muerte de Alicia para guiarnos hasta esos hombres. Tenemos que tener cuidado, Alex. No podemos permitir que sospechen que lo sabemos hasta que no conozcamos todo lo que ello implica, o por lo menos hasta que no sepamos un poco más. Si Garth Davis o Randy Mansfield tienen algo que ver con la desaparición de Bailey, lo descubriremos y tendrán que responder por ello; te lo prometo. Pero, Alex, la cuestión es que tenemos a seis mujeres y cuatro hombres en el depósito de cadáveres. Y por el momento nada es más importante que conseguir interrumpir esto.

Alex agachó la cabeza, avergonzada. Estaba preocupada por Bailey. Y Daniel estaba preocupado por las víctimas. Seis mujeres. Cuatro hombres. Rhett Porter, Lester Jackson, el agente Cowell y Sean Romney. Esos eran los cuatro. Pero ¿seis mujeres? Janet, Claudia, Gemma, Lisa y Sheila. Solo sumaban cinco. Poco a poco, levantó la cabeza.

– ¿Seis mujeres, Daniel?

Él cerró los ojos, exhausto.

– Lo siento, Alex. Quería decírtelo… de otra forma. La hermana Anne ha muerto esta tarde, y aunque creemos que el responsable es Crighton, la hemos incluido entre las víctimas. Es la décima.

Alex exhaló un suspiro y frunció los labios. Notaba que todos los presentes en la sala la acompañaban en su pesar.

– No, quien lo siente soy yo. Tenías razón, no he sido de gran ayuda. ¿Qué quieres que haga?

Él le lanzó una mirada que denotaba aprobación y agradecimiento. Y también admiración.

– De momento, trata de tener paciencia. Vamos a pedir una orden de rastreo de las llamadas y los movimientos bancarios tanto de Davis como de Mansfield para ver si hay alguna relación entre ambos, o entre alguno de ellos y los otros dos hombres que Wade menciona o el asesino de las cuatro mujeres. Entretanto, esperamos que ese tío cometa algún error.

Ella asintió y volvió a mirar la carta de Wade.

– Wade dice que él no mató a Alicia. ¿Qué sentido tendría que mintiera a esas alturas? Si no fue él, y Fulmore tampoco, ¿quién lo hizo?

– Es una buena pregunta -admitió Talia-. He hablado con siete de las doce víctimas de violación que siguen vivas y todas cuentan la misma historia. Si Simon y sus amigos violaron a Alicia y la dejaron con vida igual que a las otras, y sin embargo estaba muerta cuando Fulmore la encontró en la zanja, ¿qué pasó en ese intervalo de tiempo?

Alex notó que Daniel, a su lado, se ponía tenso cuando Talia mencionó a las doce víctimas, pero su expresión no cambió. Apartó la idea de sí; ya le preguntaría más tarde.

– Pasara lo que pasase, Alex, tú viste algo -dijo la doctora McCrady-, y tiene que ver con la manta en la que encontraron envuelta a Alicia. Si estás dispuesta, tenemos que averiguar qué viste.

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