Tap.
Holmes inclinó la cabeza a un lado. Por fin tenía localizado el sonido. Venía de un gabinete acortinado. ¿Había confesionarios en los templos griegos? ¿Y sacristías?
Se dirigió hacia el gabinete.
No tan deprisa. Acuérdate de desenrollar el ovillo mnemotécnico; marca este sitio.
Que tenía un gallo que cantó cuando hubo alboreado. Holmes produjo un oscuro gallo de cornish. Arregló el color del flamígero amanecer, y puso al joven animal sobre un estercolero. También puso una veleta. Los montones de abono huelen más intensa mente antes de llover, y el gallo tenía la cabeza echada hacia atrás para cantar con fuerza «¡Kikiriki!» al enrojecido banco de nubes que había al Este.
Una vez tuvo el cuadro fijado en su sitio, Holmes se dirigió al gabinete y apartó la cortina. Bajo una espita había un cántaro. En la boca del grifo se estaba formando un pico de agua, que aumentó y empezó a caer.
No. No era la imagen correcta para el sonido, que era más un thud que un plop. La gota se detuvo en el aire.
Tap.
Era el sonido correcto, y provenía del otro lado de las dos puertas que había al fondo del gabinete.
La voz mental de Moriarty se dejó oír detrás de la puerta de la izquierda.
– «El Tap es a la cerveza lo que el Pat a la carretilla.» -Entonces la voz pareció pensárselo mejor-. ¿O es «El Tap es a la carretilla lo que el Pat a la cerveza»? [13]Nunca me lo he sabido bien.
No importaba. Cualquiera de las dos versiones dirigía, o desviaba, a Holmes a un pub. Quizá Moriarty se sentía a salvo en ellos; Londres tiene una buena cantidad ele pulís.
Si estoy buscando un Adler, ¿qué mejor sitio que en el Águila?
– ¿Qué me dices de eso? -pensó Holmes para el idiot savant.
– «En media libra de arroz de a dos peniques,
en media libra de melaza.
En eso se va el dinero,
¡Pop! allí va la comadreja
Arriba y abajo, en el camino de la ciudad, dentro y fuera del Aguila.
En eso se va el dinero,
¡Pop! ahí va la comadreja.
El comentario hace referencia al pub El Aguila en Shepherd’s Walk, City Road, Londres. Hacer pop es empeñar algo. El objeto empeñado, la comadreja, puede ser una plancha de sastre, un instrumento para trabajar la piel, o, según la jerga rimada cockney, «weasel and stoat», un coat, un abrigo.»
Era más de lo que Holmes quería saber. No dejó que los datos del idiot savant le distrajeran. No iba tras una comadreja, sino tras un zorro, y no debía olvidarse de desenrollar su ovillo.
Que despertó al cura todo afeitado y tonsurado. Holmes produjo un sacerdote con sobrepelliza como el que debió haber ante el altar de la iglesia de Santa Mónica, con la Biblia abierta, dispuesto a solemnizar un salmo de Salomón.
Un toque de espuma de afeitar en el lóbulo de la oreja derecha y un corte en la mejilla izquierda, cuya hemorragia había detenido (como indicaba el color de la sangre seca) con un trocito de papel (en vez de con alumbre), atestiguaban que el sacerdote se había aseado apresuradamente. Quizá se hubiera despertado con el canto del gallo, pero una mancha de grasa en la manga de la sobrepelliza indicaba que había sido llamado casi enseguida para dar a alguien la extremaunción y que no había tenido oportunidad de afeitarse hasta justo antes de la ceremonia.
– La sobrepelliza resulta superflua cuando no se es eclesiástico -dijo el habla mental de Moriarty, haciendo que Holmes se tambaleara por la mortificación y la sorpresa.
Holmes miró atentamente a la aparición para asegurarse de que era un alzacuello y no un cuello de camisa alzado.
– ¿Quiere decirme que el matrimonio de Irene Adler con Godfrey Norton no fue legal?
– Un matrimonio es un matrimonio -dijo la voz ronca de la mujer, aunque sólo la oyó con los oídos de su mente.
– Gracias -dijo Holmes, encontrando su propia voz sin caja de resonancia. Aunque aplastaban las esperanzas que hasta entonces no se había permitido, las palabras sinceras le devolvieron al sendero correcto. Moriarty había intentado que Holmes se desviara, perdiéndose en lo que podría haber sucedido si aquella boda hubiese sido falsa, una trampa para librarse del Rey de Bohemia y sus acólitos, e Irene libre de casarse con su verdadera media naranja.
Holmes se dominó. Comprobó que el sacerdote afeitado y tonsurado seguía en su sitio, y abrió la puerta de la izquierda para encontrarse en El Aguila.
Y solo, a excepción del hombre jovial que dispensaba bebida. Holmes parecía el primer cliente del día, y cuando pidió y pagó una pinta de cerveza, el cantinero mordió la moneda y la lanzó al aire para probar suerte.
Holmes se retiró al final del mostrador y se apoyó en él, bebiendo lentamente la cerveza. Advirtió con poco entusiasmo que ésta parecía contar con un solo lúpulo en toda la pinta de agua.
– «Ojos y Orejas, Manos y Pies, Tocan Alegres Flauta y Almirez con Gran Entusiasmo Nacido del Histerismo». Una regla mnemotécnica empleada por estudiantes de medicina para recordar los nervios craneales: (1) Olfatorio, (2) Óptico, (3) Motor Ocular Externo, (4) Patheticus, (5) Trigémino, (6) Abductor, (7) Facial, (8) Auditivo, (9) Glosofaríngeo, (10) Espinal, (II) Neumogástrico, (12) Hypogloso. Histerismo, histeria, estado de desorden nervioso, frecuente en estado de paroxismo y que con frecuencia oculta otras enfermedades. Almirez, instrumento…
– ¡Basta ya!
El cantinero, que estaba lavando un vaso, estuvo a punto de dejarlo caer. Pero el idiot savant le había estado llevando por un camino ajardinado muy trillado.
Mientras Holmes le daba vueltas a su aguada bebida, se dio cuenta de que la cebada le decía que el Jack de «La Casa Que Jack Construyó» debía ser John Barleycorn [14]. Bebió un poco y siguió esperando. Esperaba una oportunidad.
– Los griegos representaban a la oportunidad, a la suerte, (Tyche) como a una diosa que tiene unas lujuriosas trenzas por delante, pero es calva por detrás. Si dejas pasar la oportunidad, no podrás volver a cogerla.
Cierto. Y mientras Holmes aceptaba el axioma del idiot savant, en el otro extremo del mostrador le pareció ver una caja con una ventana luminosa en un lateral, o lo que podría ser una brillante pantalla de bailoteantes partículas. La caja zumbaba con tono uniforme como la vibración de una nota de órgano, y en la pantalla aparecieron unas letras fantasmales: TV-TIROS.
– O tío von Bismarck envió una expedición arqueológica a Tiros esperando encontrar la tumba de Federico Barbarroja en el emplazamiento de la catedral de las cruzadas del siglo XII, donde se suponía que reposaban los restos del Emperador, aunque la leyenda sitúa al Emperador en una caverna del Kyffhäuser, donde duerme sentado a una mesa sobre la que ha crecido su barba, esperando el momento de despertar y restaurar el Imperio a su gloria anterior.
Holmes sonrió ante la cita sobre Bismarck del idiot savant. Era una pista falsa. El Emperador iba sin ropa, aunque estuviera apolillado. La caja era una imposibilidad concebida para inmovilizar a Holmes del mismo modo que Barbarroja estaba inmovilizado en la caverna del Kyffhäuser.
– Lo imposible existe -pensó Moriarty dirigiéndose a Holmes-. Puede que exista como ilusión, pero las ilusiones tienen fuerza propia pese a no tener materia. Son como la bola de cristal de Master Renard.
El idiot savant recogió la alusión.
– La bola de cristal de Master Renard, del poema épico medieval de animales (en realidad, una sátira sobre el comportamiento humano de la época), mostraba lo que sucedía en otro lugar, sin que importase lo lejos que estuviera éste, además de proporcionar información sobre cualquier lema que se deseara. Era una maravilla que sólo existía en la mente del tramposo Renard.
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