La herida en su hombro quemaba como el infierno. Estaba sangrando de nuevo, peor aún, después de esta confrontación física dura. Al menos la bala habia pasado a través limpiamente. El horrible agujero que le dejo detrás iba a requerir asistencia médica, aunque no veía un hospital en su futuro cercano. También pensó que no era sabio quedarse cerca de Nikolai ahora, especialmente mientras estuviera sangrando y la única cosa que lo mantenía alejado de su arteria carota era aquella sola dosis de sedantes.
El arma tranquilizante estaba vacía.
La noche estaba cayendo, ella estaba con una herida de bala sangrante y la ventaja adicional de su reverberar persistente. Y quedándose en el camión robado era como esconderse con el gran objetivo como blanco sobre sus espaldas.
Necesitaba deshacerse del vehículo. Luego necesitaba encontrar algún lugar seguro donde pudiera coserse bastante bien como para poder seguir adelante. Nikolai era un problema más. No estaba dispuesta a dejarlo, pero él era inútil para ella en su condición actual. Si pudiera logar superar las terribles consecuencias de su tortura, entonces quizá. Y si no…?
Si no, ella acaba de perder el tiempo más valioso que hubiera querido considerar.
Moviéndose cautelosamente, Renata salió por la parte trasera del camión y aseguro las puertas detrás de ella. El sol se habia puesto, y el atardecer se acercaba rápidamente. En la distancia, las luces de Montreal brillaron.
Mira estaba en algún lugar de aquella cuidad.
Desamparada, sola…asustada.
Renata subió al camión y encendió el motor. Condujo de vuelta a la cuidad, sin saber a dónde se estaba dirigiendo hasta que finalmente se encontró en terreno familiar. Nunca pensó que estaría de vuelta.
Ciertamente nunca así.
El barrio de la vieja cuidad no habia cambiado mucho en los años en los que se habia ido. Viviendas apiñadas y modestas casas post – Segunda Guerra Mundial alineadas en la oscura calle. Algunos de los jóvenes saliendo de la tienda abierta las veinticuatro horas echaron un vistazo al camión de suministros médicos mientras Renata pasaba conduciendo.
No reconoció a ninguno de ellos, ni a ninguno de los desapercibidos, ojos adultos – que vagaron desde este tramo de sus casas de concreto. Pero Renata no estaba buscando rostros familiares aquí afuera. Solo habia una persona que ella rogaba estuviera todavía alrededor. Una persona que podría ser de confianza para ayudarla, con pocas preguntas.
Mientras ella pasaba por una casa pequeña amarilla con su enrejado de rosas rosadas floreciendo en el frente, una extraña tensión se enrollo en su pecho. Jack aun estaba aquí, las amadas rosas de Anna, bien cuidadas y floreciendo, era bastante evidente eso. Y también estaba la pequeña señal de herradura que Jack se habia hecho para colgar al lado de la puerta principal, proclamando el alegre lugar de la casa de Anna.
Renata redujo la marcha del camión para parar en la acera y apago el motor, mirando a la mitad de la conservada casa en la que ella habia estado tantas veces pero en realidad nunca habia entrado. Las luces estaban encendidas en el interior, arrojando un acogedor, brillo dorado.
Debería estar cerca la hora de cenar porque a través del gran marco de la ventana de en frente podría ver aquellos dos adolecentes – clientes de Jack, aunque él prefería llamarlos sus “Pequeños”- que estaban poniendo la mesa para la comida de la noche.
“Maldita sea,” murmuro ella bajo su respiración, cerrando sus ojos y posando su frente en el volante.
Esto no estaba bien. Ella no debería estar aquí. No ahora, después de todo este tiempo. No con los problemas que estaba enfrentando. Y definitivamente no con el problema que estaba llevando actualmente en la parte trasera del camión.
No, tenía que lidiar con esto por su propia cuenta. Encender el motor, girar el volante del camión, y tomar sus posibilidades en la calle. Demonios, ella no era una extraña en eso. Pero Nikolai estaba en mal estado, y ella no estaba exactamente en la cima de su juego tampoco. No sabía cuánto tiempo más podría conducir antes-
“Buenas,” la amistosa, e inconfundible acento de Texas llego directamente al lado de ella, de la ventana de al lado del conductor abierta. Ella no lo vio acercarse, pero ahora no habia forma de evitarlo. “Puedo ayudarte… con… algo?”
La voz de Jack se apago mientras Renata levantaba su cabeza y giraba para enfrentarlo. Estaba un poco más canoso de lo que recordaba, su casi rapado, corte estilo – militar lo hacían parecer más delgado, sus mejillas y quijada un poco mas redondas que la última vez que lo habia visto. Pero aun era un oso jovial de hombre, con más de seis pies de alto y constituido como un tanque a pesar del hecho de que estaba llegando fácilmente a los setenta.
Renata esperaba que su sonrisa pareciera mejor que la mueca de dolor que fue. “Hola, Jack.”
El la miro fijamente – boquiabierto, en realidad. “Bueno, malditamente sorprendido,” dijo, lentamente sacudiendo su cabeza. “Ha pasado mucho tiempo, Renata. Esperaba que hubieras encontrado una buena vida en alguna parte… Cuando dejaste de venir hace un par de años, me preocupaba que tal vez-” se detuvo de completar el pensamiento, dándole a cambio una gran y vieja sonrisa. “Bueno, demonios, no importa por lo que me preocupaba porque estás aquí.”
“No puedo quedarme,” le espeto, sus dedos agarrando la llave en el encendido, dispuesta a darle un giro. “No debería de haber venido,”
Jack frunció el ceño. “Dos años después de la última vez que te vi, te apareces como caída del cielo solo para decirme que no puedes quedarte?”
“Lo siento,” murmuro ella. “Me tengo que ir.”
El puso las manos en la ventana abierta del camión, como si quisiera físicamente retenerla allí. Ella miro el bronceado, degradado en las manos que habían ayudado a salir a tantos jóvenes de problemas en las calles de Montreal – las mismas manos que habían servido a su país de origen en la guerra hace cuatro décadas pasadas, y que ahora cuidaban y protegía aquel enrejado de rosas rojas como si fueran más valiosos para el que el oro.
“Que está pasando, Renata? Sabes que puedes hablar conmigo, que puedes confiar en mí. Estas bien?”
“Si,” Dijo. “Sí, estoy bien, en serio. Solo pasaba.”
La mirada en sus ojos le dijo que él no le creía ni por un segundo. “Alguien mas esta en problemas?”
Ella sacudió du cabeza. “Por qué piensas eso?”
“Porque esa es la única manera en que venias aquí antes. Nunca por ti, sin importar que tal mal personalmente hubieras necesitado una mano.”
“Esto es diferente. No es algo en lo que deberías estar involucrado.” Ella encendió el motor. “Por favor, Jack… Solo olvídate de que incluso me viste esta noche, de acuerdo? Lo siento. Me tengo que ir.”
Apenas agarro la palanca de cambios para poner el camión en marcha la fuerte mano de Jack vino a descansar sobre su hombro. No fue un apretón fuerte, pero incluso la más pequeña presión sobre su herida la hizo prácticamente saltar fuera de su piel. Contuvo el aliento mientras el dolor se lanzo a través de ella.
“Estas herida,” dijo él, aquellas cejas canosas y pobladas se unieron de una.
“No es nada.”
“Nada, mi culo.” Abrió la puerta y se subió adelante para tener una mejor vista de ella. Cuando vio la sangre, murmuro una fuerte maldición. “Que paso? Te apuñalaron? Algunos pandilleros trataron de tumbarte por tu camión o tu carga? Jesús, esto parece una herida de bala, y ha estado sangrando por algún tiempo, ahora-”
“Estoy bien,” insistió ella. “No es mi camión, y nada de esto es lo crees.”
“Entonces podrías decirme todo esto mientras te llevo al hospital.” El se adentro aun mas en la cabina, gesticulando para que ella le hiciera sitio. “Muévete, yo conduciré.”
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