Aguardé.
El prosiguió:
– Por eso se tomó tantos años para presentarse a ti. Podría haber esquivado a Fintan, pero había dado por sentado que te pasaría lo mismo que a Jason…: atractiva tanto para humanos como para seres sobrenaturales, pero, aparte de eso, esencialmente humana.
– Pero luego oyó decir que no lo eras -terció Dermot.
– ¿Oyó decir? ¿De boca de quién? -Mi abuela se habría sentido orgullosa.
– De Eric. Habían tenido algunos negocios juntos, y Niall le pidió a Eric que lo mantuviese informado de los acontecimientos de tu vida. Eric le informaba de vez en cuando de las cosas que te pasaban. Llegó un momento en el que Eric consideró que necesitabas la protección de tu bisabuelo y, evidentemente, te estabas marchitando. ¿Qué?
– Así que el abuelo envió a Claudine, y cuando ella se preocupó por no ser capaz de cuidar de ti, decidió conocerte en persona. Eric también se encargó de eso. Supongo que pensaría que así se ganaría la buena voluntad de Niall como pago de su hallazgo. – Dermot se encogió de hombros-. Debe de haberle funcionado. Todos los vampiros son sobornables y egoístas.
Las palabras «sartén» y «cazo» me vinieron a la mente.
– Entonces Niall apareció en mi vida y se hizo visible mediante la intervención de Eric -dije-. Y eso precipitó la guerra de las hadas, porque las hadas del agua no querían más contactos con los humanos, y mucho menos con bastardos reales con apenas un octavo de sangre de hada. -«Gracias, chicos». Me encantaba escuchar que toda la guerra había sido culpa mía.
– Sí -afirmó Claude juiciosamente-. Es un resumen acertado. Así empezó la guerra, y tras muchas muertes, Niall decidió sellar el mundo feérico. -Lanzó un hondo suspiro-. A Dermot y a mí nos dejaron fuera.
– Y, por cierto, no me estoy marchitando -señalé, bastante molesta-. Quiero decir, ¿de verdad os lo parezco? -Sabía que me estaba desviando de lo importante, pero eso me había tocado la fibra sensible. Me estaba enfadando de verdad.
– Sólo tienes un poco de nuestra sangre -explicó Dermot con amabilidad, como si eso fuese un recordatorio funesto-. Estás envejeciendo.
Eso era innegable.
– Entonces ¿por qué cada vez me siento más como una de vosotros, si precisamente apenas tengo sangre de hada?
– Nuestra suma es más que nuestras partes -declaró Dermot-. Yo soy medio humano, pero cuanto más tiempo paso con Claude, más poderosa es mi magia. Claude, a pesar de ser un hada de pura sangre, lleva demasiado tiempo en el mundo de los humanos y eso lo ha debilitado. Ahora está más fuerte. Tú sólo cuentas con un poco de sangre feérica, pero cuanto más tiempo pases con nosotros, más sobresaldrá ese elemento en tu naturaleza.
– ¿Es como los intereses de una inversión? -dije-. No acabo de pillarlo.
– Es más bien como…, como meter un vestido rojo en la lavadora junto a la blanca -explicó Dermot, triunfante, quien había hecho precisamente eso la semana pasada. Ahora, todos teníamos calcetines rosas.
– Pero ¿no significaría eso que ahora Claude es menos rojo? Quiero decir, menos hada. Si le estamos drenando.
– No -contestó Claude con cierta complacencia-. Ahora estoy más rojo que antes.
– Yo también -asintió Dermot.
– Yo no he notado gran diferencia -dije.
– ¿No te sientes más fuerte que antes?
– Bueno…, algunos días, sí. -No era como ingerir sangre de vampiro, que otorgaba una fuerza superior durante un periodo indeterminado, si es que no te hacía perder los papeles. Era como notar un incremento en el vigor. De hecho, me sentía más joven. Y dado que aún estaba al principio de la veintena, no dejaba de ser inquietante.
– ¿No anhelas ver de nuevo a Niall?
– A veces. -Todos los días.
– ¿No te sientes más feliz cuando dormimos contigo en la cama?
– Sí, pero quiero que lo sepáis: también me parece un poco espeluznante.
– Humanos -dijo Claude a Dermot con un toque de exasperación y paternalismo en la voz. Dermot se encogió de hombros. A fin de cuentas, él era medio humano.
– Y, aun así, decides quedarte -dije.
– Cada día me pregunto si no cometí un error.
– ¿Por qué te quedaste si estás tan ansioso por volver con Niall y tu vida feérica? ¿Cómo obtuviste la carta de Niall, la que me diste el mes pasado y en la que decía haber empleado toda su influencia para que el FBI me dejase en paz? -Le clavé una mirada suspicaz-. ¿Era una falsificación?
– No, era auténtica -explicó Dermot-. Y estamos aquí porque ambos amamos y tememos a nuestro príncipe.
– Vale -atajé, dispuesta a cambiar de tema, ya que no podía entrar en el debate de sus sentimientos-. ¿Qué es un portal exactamente?
– Es un punto más fino en la membrana -dijo Claude. Me lo quedé mirando como si no entendiera nada, y desarrolló su respuesta-. Existe una especie de membrana mágica entre nuestro mundo, el sobrenatural, y el vuestro. Allí donde la membrana se hace más fina, se vuelve permeable. Desde esos puntos, el mundo feérico es accesible. Al igual que las partes de tu mundo que normalmente te son invisibles.
– ¿Cómo?
Claude había cogido carrerilla.
– Los portales suelen permanecer en el mismo sitio, aunque pueden variar un poco. Los usamos para ir de vuestro mundo al nuestro. En el portal que hay en tu bosque, Niall dejó una apertura. No es lo suficientemente grande como para que pase uno de nosotros erguido, pero sí se pueden transferir objetos.
Como la rendija para el correo en las puertas.
– ¿Ves? ¿Tan difícil era? -me quejé-. ¿Se te ocurre alguna verdad más que compartir conmigo?
– ¿Como cuál?
– Como por qué todos esos feéricos están en el Hooligans, actuando como strippers , porteros y a saber qué más. No todos son hadas. Ni siquiera sé lo que son. ¿Por qué han acabado con vosotros dos?
– Porque no tienen ningún sitio al que ir -dijo Dermot simplemente -. Se quedaron todos fuera. Algunos adrede, como Claude, pero otros en contra de su voluntad, como yo.
– ¿Entonces Niall selló el acceso al mundo feérico y dejó a su gente atrás?
– Sí. Quería mantener dentro a todos los seres que aún deseaban matar a los humanos; tenía demasiada prisa – explicó Claude. Noté que Dermot, a quien Niall había rechazado de forma tan cruel, tenía sus dudas acerca de esa explicación.
– Tenía entendido que Niall contaba con razones de peso para aislar el mundo feérico -maticé lentamente-. Dijo que la experiencia le había enseñado que siempre hay problemas cuando las hadas y los humanos se mezclan. No quería que las hadas procrearan más con los humanos porque muchas de ellas detestan las consecuencias, o sea los mestizos. -Miré a Dermot con aire de disculpa y éste se encogió de hombros. Estaba acostumbrado -. Niall no tenía intención de volver a verme. ¿Tantas ganas tenéis vosotros dos de volver al mundo feérico y quedaros allí?
Se produjo una pausa que podríamos calificar como elocuente. Estaba claro que Claude y Dermot no iban a responder. Al menos no iban a mentir.
– Entonces, explicadme por qué habéis venido a vivir conmigo y qué es lo que queréis de mí -exigí, anhelando que sí respondieran a eso.
– Estamos viviendo contigo porque nos pareció buena idea unirnos a la familia que nos queda -explicó Claude-. Aislados de nuestro mundo, nos sentíamos débiles y no teníamos la menor idea de que tantos habían quedado a este lado. Nos sorprendió cuando los demás seres feéricos de Estados Unidos empezaron a converger en el Hooligans. Y nos hizo felices. Como te hemos dicho, cuanto más unidos estamos, más fuertes somos.
– ¿Me estáis diciendo toda la verdad? -Me levanté y empecé a caminar de un lado a otro-. Podríais haberme dicho todo esto antes, pero no lo hicisteis. Puede que estéis mintiendo. -Separé los brazos del cuerpo con las palmas hacia delante, en plan: «¿Y bien?».
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