Christine Feehan - Juego Mortal

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Comenzó como una misión para encontrar a un político muy conocido cuyo avión se estrelló en el Congo. Pero la riesgosa operación tomó un giro inesperado cuando Mari, un miembro físicamente mejorado del equipo de rescate, fue tomada como rehén por las fuerzas rebeldes.
Ahora, encarcelada en un recinto aislado, Mari tiene sólo una oportunidad para sobrevivir: escapar. Pero ella no contaba con Ken Norton, un experto asesino y un guerrero Fantasmas, que lucha para dejar atrás las paredes de la prisión en una misión por sí mismo… una que involucra al propio pasado de Mari y al destino misterioso de su hermana gemela… y que unirá a Ken y a Mari en una pasión embriagadora que subirá las apuestas en el juego más mortal de supervivencia que ellos hayan jugado alguna vez.

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Lily puso su mano brevemente en su hombro.

– Está bien, Ken. Lo entiendo.

Tal vez lo entendiese, pero él no. Se sentía partido en dos. Mary era virtualmente una extraña, aunque sentía como si la conociese íntimamente. Había conocido a los Caminantes Fantasmas por algún tiempo, muchos de ellos por años, pero era a Mari a quien quería proteger, necesitaba saber que estaba a salvo, viva y bien en algún lugar en el mundo, incluso si no podía estar con él.

– ¿Cómo pudo hacer esto? -Ken hizo la pregunta antes de que pudiera detenerse a si mismo, fulminando con la mirada a Lily, un destello repentino de rabia sacudiéndolo.

Ryland, el marido de Lily, frunció el ceño, enderezándose lentamente de donde estaba inclinado sobre el brazo de Ken, asegurándose de que la sangre fluyese lentamente desde un paciente a otro. Había una amenaza segura en su postura.

Lily sacudió la cabeza ligeramente para evitar que su marido interfiriese.

– No lo sé, Ken. Me lo he preguntado a mi misma un millón de veces. Dicen que la línea entre la genialidad y la locura es muy fina. Y él se está deteriorando cada día.

– ¿Por qué dices que se está deteriorando?

– Ha estado jaqueando nuestros ordenadores desde el día en que desapareció. Flame encontró la manera de meter un programa en su ordenador por lo que podemos espiarle. Por sus anotaciones puedo ver que su estado mental se deteriora cada vez más con cada nuevo proyecto. No tengo ni idea de cómo vamos a pararlo.

Había un gran cansancio en su voz. Líneas de preocupación bordeaban su hermosa cara. Sus ojos contenían pena, demasiada pena y responsabilidad para una mujer de su edad. Ken se estiró para tocar la mano de Lily.

– Lo haremos. -Lo dijo con convicción, esperando que le creyese, queriendo aliviar su sufrimiento.

Mari cogió su brazo y tiró, un gesto débil pero insistente. Giró la cabeza hacia ella. Le estaba mirando.

¿Qué está mal?

Parpadeó, su expresión cambio a una de confusión. No lo sé. No me gusta eso, tu tocándola, lo que es totalmente absurdo. Solo la estás consolando, y su marido está justo ahí, así que no tiene sentido sentirse enfadada por ello. Sonaba perpleja, desprotegida y de repente muy frágil.

La alarma se extendió a través de su cuerpo. Ken quiso cogerla entre sus brazos y sujetarla fuertemente, asustado de perderla. La vida ya se estaba escurriendo de ella. La sangre corría por su boca y su nariz. Estoy aquí, Mari, justo a tu lado. Pasaré contigo por esto.

Sé que lo harás. Trató de sonreírle, pero sus ojos se cerraron y se quedó floja.

– ¡Maldita sea! Necesito más tiempo. Jack, acaba aquí. -Ordenó Lily-. No tenemos suficiente antídoto dentro.

– Háblame, Lily -dijo bruscamente Ken-. Dime que está pasando.

– ¡Esta chocándose! -La voz de Lily era tensa-. ¡Jack!

Jack montó a horcajadas a Mari y empezó con el masaje cardiaco mientras Lily agarraba una jeringuilla con una aguja muy larga y de aspecto horroroso del maletín médico.

– Abre su camisa, Jack -instruyó Lily. Sonó calmada y controlada.

Tomó el sitio de Jack, sentándose encima de Mari, conduciendo la aguja a través de su pecho, al corazón, para administrar el estimulante.

El estómago de Ken se sacudió. Por un momento hubo silencio. Escucho el tic-tac del reloj. La respiración de Lily. Alguien arrastrando los pies. A su lado, Mari resolló, tomando una difícil bocanada de aire, sus ojos se abrieron rápidamente, el terror en su cara, su mano apretó su muñeca como si su vida dependiese de su contacto, y entonces se quedó floja otra vez.

Lily se inclinó sobre ella, sintiendo su pulso, escuchando a su corazón.

– Está de vuelta. Ponle el antídoto y tanta sangre como podamos. Podemos necesitarte antes de que todo esto acabe, Jack.

Mientras trabajaba en Mari, Lily siguió echándole un vistazo a Ken.

– Dijiste que creías que tenías una manera de detenerle. Mientras le permitan mantener sus experimentos, ninguno de nosotros está a salvo. ¿De verdad tienes un plan?

– Puedo controlar las acciones de la gente con mi mente -dijo Ken, su mirada cambió hacia su hermano para captar la mirada de sorpresa que sabía estaría allí. No admitas que tú puedes hacer lo mismo. Tienes que pensar en Briony y en los niños.

– Eso no es posible. -Lily retrocedió, sacudiendo la cabeza, mirándole con un repentino miedo en los ojos-. No pudo encontrar la manera de hacer eso.

– ¿Sabías que lo estaba intentando? -le preguntó Ryland amablemente a su esposa.

Se estiró hacia ella, cogiéndola en sus brazos, y sujetándola, la ternura era evidente en su cara mientras trataba de consolarla. Limpiar lo que había hecho su padre, la estaba costando un precio muy caro.

– Por supuesto. Ese sería el triunfo final, ¿verdad? -Se soltó de los brazos de su marido para volver a trabajar en Mari, aunque su cara estaba muy pálida-. Hay muchas discusiones sobre el asunto. Mi padre creía que el control mental era posible y podía ser usado con una multitud de propósitos. Trató de vender la idea de que el control mental podía ser usado para hacer que los líderes extranjeros vieran la luz, incluso en adolescentes problemáticos cuando sus padres no podían conseguir que cooperasen.

– ¿Discutiste a menudo con tu padre sobre el asunto, o alguien más lo hizo? -pregunto Ken.

– Argumenté contra ello, pero de hecho, un par de sus amigos eran firmes en que no debía intentar desarrollar el control mental. Jacob Abrams a menudo argumentaba contra ello. Creo que estaba preocupado porque mi padre tuviera control sobre ese tipo de poder. Nadie sería capaz de permanecer contra él. A Jacob no le gustaba la idea en absoluto, y a menudo tenían discusiones acaloradas cuando salía el tema. Estaba aterrorizada de que realmente pudiera encontrar una manera de hacerlo.

– No lo hizo. Tenía la habilidad natural y la he desarrollado por mi mismo.

Ella le frunció el ceño a Ken.

– ¿Cuándo supiste que podías hacer esto?

Se encogió de hombros y se estiró, tratando de parecer casual mientras cerraba los bordes de la camisa de Mari. Odiaba que estuviera expuesta a cualquiera.

– He sido capaz de hacerlo desde que puedo recordar. Cuando era un niño lo usaba sobre todo en los profesores y los padres de adopción, pero mi control no era del todo fiable. -Hizo una mueca-. Finalmente fui capaz de conseguir controlarlo, aunque requiere una completa concentración y si se usa por una gran cantidad de tiempo, o para una tarea complicada, me quedo totalmente incapacitado. Tampoco puedo usarlo en más de una persona a la vez, o en algo de verdad significativo, sin enormes repercusiones. Puedo hacer que los guardias miren hacia otro lado, pero todos nosotros tenemos esa habilidad para influenciar. El control mental real me deja inútil por horas.

– ¿Por qué no está en tu archivo? No probaste esta habilidad.

– Me imagine que era mejor retener algunas cosas. Ponlo en mi archivo ahora como si acabases de descubrirlo. Estoy seguro que Whitney estará muy interesado tanto en Jack como en mí ahora, y no será capaz de resistir a mirar si ve que has estado desenterrándonos en el ordenador. Dices que supervisa tu trabajo, pero no se ha dado cuenta de que eres consciente de ello -dijo Ken. Sus nudillos se retrasaron a lo largo de la hinchazón de los pechos de Mari mientras mantenía la camisa cerrada-. Ponlo allí como si nos hubieras estudiado a ambos y cuan extraño es que yo sea capaz del control mental y Jack no, y que necesitas más tiempo para evaluarnos. Puedo imaginar un lugar para que me coja, sin poner en peligro a nadie más.

– No. -Jack dijo la palabra sola en un tono bajo que dijo más que si hubiese levantado la voz-. No voy a dejar que tiendas una trampa para que ese bastardo pueda cogerte. No va a pasar, Ken.

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