─Entonces, llévanos a tu casa. Si estamos allí, no tendremos que preocuparnos tanto de que algo ataque nuestros cuerpos.
─Debemos acudir a la tierra. La tierra más rica es la terra preta . Mejor quedarse aquí donde la tierra tiene posibilidad de rejuvenecernos.
El corazón le golpeó ruidosamente en el pecho.
─No soy cárpato. No acudo a la tierra. Moriré si la tierra me cubre. Mi corazón no se detiene como el vuestro. Por favor, créeme, no soy cárpato.
Manolito se frotó el puente de la nariz y la evaluó a través de sus largas pestañas.
─Sé que sientes nuestra conexión. Puedo leer tus pensamientos la mayor parte del tiempo, no porque invada tu privacidad, sino porque los estás proyectando hacia mí. ─Le lanzó una pequeña sonrisa sesgada─. Intentas reconfortarme. Puedo sentir tu energía envolviéndome con cálidos brazos y acariciándome, asegurándome que todo irá bien.
Estaba tan cerca, todo lo que tenía que hacer era inclinarse y besar esa boca pecaminosamente sensual. Era pura tentación sentado ahí mismo, en medio del peligro y el misterio. Una malvada y sorprendente tentación. Y no pudo resistirse. MaryAnn se presionó contra él, cruzando los escasos centímetros que los separaban hasta que sus labios se rozaron. Sólo una vez. Un lento saborear. Porque si iba a morir, o a quedarse en el infierno, bien podía saborear el cielo ya que estaba en ello.
La rodeó con sus brazos, y la tierra cayó en picado junto con su estómago. La boca de él simplemente tomó la suya. No sabía que alguien pudiera besar así. Saboreó la adicción y el deseo. Saboreó el hambre y la mordedura cruda y carnal del sexo. Por un momento, de terrible y puro éxtasis, pensó que podría estar a punto de tener un orgasmo sólo por su beso.
No puedo respirar. No le importaba que él supiera lo mucho que le deseaba. Todo le dolía, anhelante. Por todas partes. No había ni una sola célula de su cuerpo que no fuera consciente de él, consciente de desearle… no… de necesitarle . En ese momento supo que ningún otro podría satisfacerla. Anhelaría el sabor de este hombre, su tacto, su cara y cuerpo, incluso su maliciosa sonrisa. Soñaría con él y yacería despierta por la noche deseándole. Fuera una aterradora certeza de que su vida ya no le pertenecía y de que con él, tenía muy poco control.
─Calma, sivamet , estás en buenas manos.
Su voz era hipnotizadora, tan sexy como su boca. Extrañamente, no estaba aprovechándose; en vez de eso, la abrazaba y sostenía protectoramente, como si supiera que su reacción desinhibida y abrumadora hacia él la asustaba.
─Estoy totalmente perdida contigo, ─admitió MaryAnn. Intentaba respirar, no hiperventilar, pero no podía hacer que sus pulmones funcionaran. Si fuera posible, creía que podía realmente estar experimentando un ataque de pánico por un beso. La tranquila e imperturbable MaryAnn estaba perdiendo el control por un hombre, y ni siquiera había una hermana cerca con la que hablar. Estaba totalmente fuera de su mundo aquí.
─No, no eres tú, ─dijo él, la gentileza de su voz le susurró sobre la piel. La besó de nuevo, exhalando aire a sus pulmones─. Los dos estamos en una situación poco habitual.
Deseó reír ante la declaración, pero estaba demasiado cerca de las lágrimas. No por el peligro, sino por este hombre que tenía que estar con alguna glamurosa estrella de cine o una modelo y que la estaba mirando como si sólo tuviera ojos para ella. No se atrevió a volver a hablar de ello.
Alzando la barbilla, rozó su boca sensual una última vez y tomó un profundo aliento.
─Intentemos volver a la casa. Deberíamos estar a salvo allí. Riordan y Juliette tienen que ir a la tierra como tú, pero Juliette me dijo que su hermana y su prima utilizan la casa durante el día cuando no hay nadie allí. Las tres juntas, deberíamos estar a salvo. Los vampiros no pueden salir de día, ¿verdad?
─No, pero con frecuencia utilizan marionetas que hacen el trabajo sucio por ellos. Los hombres jaguar han sido contaminados por su mal.
─¿Cómo lo sabes? ─MaryAnn lanzó una cautelosa mirada alrededor, consciente de que todo el rato que Manolito la había estado besando, abrazándola y reconfortándola, calmándola, también había estado explorando en busca de enemigos. No iba a ser capaz de resistir que le hiciera el amor si alguna vez se ponía en serio a ello, pero realmente, realmente deseaba tener la oportunidad de intentarlo.
─Conocí a uno de ellos, Luiz, no muy lejos de aquí. Me atacó. Cuando me extendí hacia su mente para calmarle, supe que el vampiro le había estado influenciando. En realidad no era mal hombre en absoluto. En otras circunstancias, quizás podríamos haber sido amigos.
─Sentí como te atacaba. Intenté detenerlo, ─admitió ella─. ¿Qué te hizo? ─Frunció el ceño─. Quería matarte.
─Fue muy valiente por tu parte intentar intervenir, aunque nunca debes colocarte a ti misma en peligro. Confía en que yo cuide de nosotros. ─La había sentido, por un momento, de pie entre el felino que saltaba y él, y había cerrado su mente de golpe para evitarle ningún daño, pero se había sentido orgulloso de ella y, sobre todo, parte de ella─. Unos pocos arañazos es todo lo que pudo conseguir.
Se alzó la camisa para mostrar el estómago absolutamente musculoso. MaryAnn se humedeció los labios.
─No creo que los hombres estén en realidad constituidos como tú, ─barbotó y después se cubrió la cara con una mano. Él le estaba sujetando la otra o habría usado esa también.
Era demasiado superficial. Eso era. Superficial. Porque tenía una fijación con sus ondulantes músculos, ¿y cómo podía no notar el impresionante bulto de sus vaqueros? Él ni siquiera intentaba ocultarlo. Debería estar pensando en heridas y en "oh, no" y "¿estás bien?". Pero no, estaba pensando en arrancarle la ropa y darse el lote con él. No siempre había sido superficial, o quizás era la extraña tierra de sombras en la que parecían estar. Pero ya que estaba en ello, bien podía llegar hasta el final. Bajó la mirada a sus, una vez, hermosas botas. Quizás necesitara unos tacones altos y un buen látigo para controlarse a sí misma… o a él.
─Estoy leyendo tu mente otra vez. ─Había diversión masculina en su voz.
─Muy bien. Intenta encontrarle algún sentido a esto, porque a mi no me va muy bien. ¿Estás bien? ─Ahí estaba. Eso era indudablemente apropiado. Un poco lento en llegar, pero lo había soltado.
La selva les rodeaba, el agua todavía manaba de las rocas y fluía en ríos. Todo parecía igual, pero diferente. Más pútrido. Mucho más aterrador y extrañamente inmóvil. Antes, cuando había entrado por primera vez en la selva, había notado que era más silenciosa de lo que había creído que sería, pero al caminar, había empezado a oír las chicharras y otros insectos, los chillidos de los pájaros, y el viento y la lluvia en la canopia. Después de un tiempo, la selva había parecido ruidosa y llena de ocupantes, así que no se había sentido tan sola. Ahora parecía menos vívida, apagada y oscura, no tan viva, y amenazadoramente tranquila.
Las serpientes reptaban por el suelo de la selva y se enroscaban sobre ramas retorcidas. Gusanos, sanguijuelas y arañas hacían que la vegetación se contorsionara y moviera como si estuviera viva. Los escarabajos eran grandes, con gruesos y duros caparazones, y los mosquitos siempre presentes, en su búsqueda interminable de sangre. Las flores emitían una fragancia pútrida, y el olor a muerte parecía aferrarse a todo. Pero algunas veces, cuando parpadeaba rápidamente, o pensaba en Manolito y en lo guapo que era, la selva volvía a mostrar vibrantes colores. No tenía sentido, pero le daba esperanza de que sólo con un poco de tiempo, podría desentrañar el secreto que les sacaría a ambos de las sombras.
Читать дальше