La pantera atacaba con una velocidad que aturdía. Gracia y flexibilidad combinada con músculos fuertes para torcer y dar vuelta, para saltar y rastrillar, para cambiar dirección y colisionar en el aire. La batalla fue breve, pero feroz, cada gato buscaba apretar a muerte en la garganta de otro.
El leopardo manchado cayó sobre sus pies una segunda vez, rodó, la forma cambió al momento de hacerlo, como si el golpe hubiera sido tan duro que no le permitió sostener la forma felina. James corrió, su trasero, desnudo, mostraba el mismo estilo muscular que ella comenzaba a reconocer como característica de la gente de Brandt.
Maggie miró cuando la pantera negra cambió de forma, casi corriendo tan fácil y tan rápido que ella apenas pudo creer lo que veían sus ojos. Brandt cogió al hombre que escapaba por su pelo y lo detuvo. El labio de Brandt se rizó en un gruñido de amenaza. Ella podía ver una fría furia sobre la cara de Brandt. -¿Pensaste que nosotros no comprenderíamos quién ayudaba los cazadores furtivos, James? Tu hedor está en todas partes en su campamento.
– Yo los investigaba-, negó James, su mirada cambió de Brandt hacia Maggie-. ¡No traicionaría a los animales por los cazadores furtivos!
El pesado puño pesado de Brandt golpeó con fuerza el hombro de James. -No la mires. Si quieres vivir más allá de este momento, mírame a mí.
Maggie se encogió de inmediato bajo el profundo follaje, no porque estuviera avergonzada de estar desnuda, parecía haber perdido todas las inhibiciones aquí en la selva, sino porque de la idea de James mirando su cuerpo la puso enferma. Y porque parecía que a Brandt le fastidiaba si otro hombre la miraba.
James inmediatamente condescendió. Eso asustó más a Maggie, la rápida obediencia, como si James supiera que Brandt realmente pudiera terminar la vida de otro hombre. Presionó una mano frente a su temblorosa boca. Las condiciones en el bosque lluvioso eran sumamente primitivas. No habían policías en las esquinas, y Brandt y su gente no tenían ninguna lealtad hacia la administración local. Aislados, ellos vivían según la ley rápida y mortal de la selva.
– Te lo juro, Brandt, yo no ayudaba a los cazadores furtivos. Yo debería haber cambiado a mi forma y ayudar a la mujer con el oso pero la violencia, su olor tan maduro, y la sangre me impidieron pensar directamente.
Brandt le dio un puñetazo a James con tanta fuerza que lo envió hacia atrás. -No culpes a Maggie por tu carencia de control. Siempre podemos pensar. Querías algo que no te pertenece, James. La miraste cuando Drake la traía por el bosque. Ellos te olieron. Yo te olí. Tu hedor estaba fuera de nuestra casa. ¿Qué pensaste que pasaría cuando hubieras terminado? ¿Ibas a matarla?
– ¡No! -Maggie se sintió satisfecha al ver la mirada de sorpresa del hombre, hasta horrorizado con la idea-. No sé lo que pensé. Que ella me preferiría, me querría a cambio.
– Sabes que no puedes robarte al compañero de otro, James. -Brandt golpeó al hombre por segunda vez, con una expresión de repugnancia sobre su cara-. Sal de aquí, preséntate al consejo, y diles lo que has hecho, Si no lo haces, te consideraré mi enemigo y te perseguiré. -Empujó al otro hombre a distancia, sus ojos de oro brillaban con la amenaza-. Me conoces. Te perseguiré hasta que te encuentre.
James tropezó e inició unos cuantos pasos hacia adelante, mirando por sobre su hombro hacia atrás. -Te juro que no iba a dañarla, Brandt. Yo no haría eso a una de nuestras mujeres.
Brandt miró al hombre irse antes de darse vuelta y concentrar su atención en Maggie. Él podía respirar otra vez, pensar otra vez, ahora que ella estaba a salvo. La acechó a través del pequeño espacio. -Dijiste que me esperarías-, la reprendió, llevando su cuerpo entre su duro marco masculino y un tronco de árbol. Él estaba desnudo y duro. Una raya larga y fina roja cruzaba su vientre. Sus ojos siguieron la laceración con consternación y ella se encontró mirando fijamente en su gruesa erección.
– No es posible que estés excitado, -ella susurró-. Podrías haber muerto. -Ella estaba fascinada por él, por su grosor, su forma. Sin pensarlo ella pasó su mano a lo largo de su hombro, tocando el borde de la herida sobre su vientre, y acarició con sus dedos su pesado miembro.
Él cogió su barbilla en su mano, sus ojos todavía brillaban. Todavía amenazador. La adrenalina fluía por su cuerpo. Ella sintió el débil temblor de su cuerpo contra el suyo. -Siempre me excitarás, Maggie. -Dejó caer un beso duro sobre su boca volviéndola hacia arriba-. Me dirijo a la casa por tus medicamentos. Puedo viajar más rápido sin ti. No te muevas.
Ella respiraba pesadamente, queriéndolo, necesitándolo, de una manera extraña afectada por la vista de una batalla tan terrible. -Lo siento, Brandt. Te puse en el peligro.
– Aprendemos en el peligro, dulzura. Éste es nuestro modo de vivir. -Sus dientes rasparon juguetones el pulso en la base de su garganta-. Volveré pronto, lo prometo. No tengas miedo.
Maggie lo miró desaparecer detrás del follaje de la selva. Ella no tenía miedo. Nada. Pertenecía a la selva, con Brandt Talbot. Cada momento que pasó en ella a pesar de su costo, le decía que esa selva tropical era su casa y Brandt su compañero, el hombre con el que quería pasar su vida. No tenía ni idea de como había pasado todo, pero sabía que quería estar con él. Estaba dispuesta a vivir con las extrañas diferencias de la selva. No había dejado nada olvidado en la civilización por lo que valiera la pena regresar y dejarla.
Maggie miró el oso que estaba silencioso ahora, sus ojos la miraban fijamente sin esperanzas. -Voy a aprender como cambiar de forma tan rápido como él lo hace, -le dijo al animal-. Y voy a iniciar investigación sobre tu pequeña vida, también, Señor Oso.
Maggie canturreaba suavemente al animal cuando Brandt volvió. Ella casi estaba decepcionada de que lo hiciera totalmente vestido. Él le dio su ropa, vaqueros y una camiseta, y a toda prisa se la colocó, mientras él tranquilizaba al oso.
Trabajar con Brandt era fácil. Parecía saber instintivamente que necesitaba. Sus manos eran reverentes mientras se movían sobre la piel del oso, mientras él sostenía la cabeza del animal para asegurarse que respirara correctamente mientras ella reparaba los daños. -Debe ser enjaulado, -dijo ella, limpiándose la frente con el dorso de la mano, untándose de suciedad con ello-. Él no podrá conseguir suficiente comida o algún otro animal podría herirlo, tan herido como está, -le explicó, alejándose a una distancia segura del oso donde ella podría verlo despertarse-. La herida no es tan mala. No hay fracturas ni ha perdido sangre, pero si alguien en realidad le disparó, fue un disparo lastimoso.
– Creo que él fue herido por una bala perdida. Los cazadores furtivos peinaron el área cuando comprendieron que estaban bajo ataque. -Brandt sacudió su cabeza-. Estará bien. Se quedará en su cueva y pasaré todos los días para asegurarme de que come. No lo quiero enjaulado.
– ¿Qué pasó con los cazadores furtivos?
Había un severo rictus en su boca y sus ojos de oro parecían duros y peligrosos. Encogió sus amplios hombros con descuido. -No creo que nos molesten de nuevo. La selva tropical tiene un modo de tratar con los que violan su confianza. -Su mirada se movió sobre su cara, oscura y ceñuda, con una cierta crueldad en su expresión-. Los abandoné en casa, Maggie. La selva tropical también tiene un modo de tratar con los que son descuidados.
Maggie vaciló, pero estaba demasiado cansada para discutir con él. Los rayos de luz caían en rayas sobre el pabellón, la luz del día señalaba que había llegado. Ella se sentó sobre el piso forestal y alzó la vista ante él. -No fui descuidada, tuve miedo, Brandt, y me escapé como una cobarde. Lo siento. Pensé que estaba preparada para el cambio, lo sentí, pero fue lento y espantoso y yo entré en pánico. No era lo que había imaginado. -Ella miró hacia abajo a sus manos-. Creo que corrí por instinto. Pensé que si abandonaba el bosque, eso nunca pasaría otra vez. Quería ser yo.
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