Maggie oyó un sonido entusiasta, se dio cuenta que fue ella. Su cuerpo la invadía, una gruesa y dura plenitud que le brindaba una fiera fricción de intenso placer. Podía sentir su cuerpo ajustándose, acomodándose a su tamaño. Y entonces él empezó a moverse y ella se perdió en una conflagración que el tejió para alimentarla.
Él se movió lentamente en un principio, mirándola por alguna señal de molestia. Cuando ella levantó sus caderas para encontrar las de él, empezó a perderse a si mismo en un perfecto ritmo, duro y rápido, profundo. Los pequeños ruiditos que escapaban de su garganta le volvían loco. -Tómalo todo de mi, cariño, todo de mí. -Fue una súplica, una petición. Ella ardió y ardió, y se agarró a el apasionadamente.
Él empujó fuerte, deleitándose en la forma en que su cuerpo temblaba de placer, la forma en que sus pechos pujaban por sobresalir, su estómago se ondulaba, sus ojos miraban apasionadamente mientras sus cuerpos llegaban juntos. La visión de ella, el sentimiento de que ella sería su perdición. Quería que durara para siempre, pero lo había deseado demasiado tiempo y su cuerpo tenía otras ideas. Él lo sintió empezar en los dedos de sus pies, elevándose alto, mas alto, su abdomen quemándose, sus caderas empujando fieramente, casi con brutalidad, sus manos sujetándola mientras erupcionaba con chorros de crema, llenándola, desencadenando un intenso orgasmo que se acopló en el de ella apasionadamente, ordeñándolo hasta que se derrumbó encima de ella, dejándolo momentáneamente saciado.
Estaban pegados, sus corazones latiendo lentamente, sus esencias mezcladas, los dos tan sensitivos que tenían miedo de moverse. Brandt besó la esquina de su boca, su mejilla, un pezón. -¿Estás bien? No te habré lastimando, ¿verdad? -Con reticencia apartó su pesado cuerpo de ella, sus manos acariciando su cabello posesivamente.
– Sabes que no me lastimaste, -ella le aseguró, no creyendo que su cuerpo volviera a ser de ella-. Hace calor aquí. ¿Se disparó la temperatura mientras no estábamos mirando?
Él rió suavemente, desde dentro de su garganta. -Teníamos otras cosas en la cabeza. -Se sentó, fuera de su alcance. Su cuerpo desnudo era flexible un milagro en movimiento.
– ¿Qué estás haciendo? -Maggie le preguntó adormecida. Rodó sobre su tripa y levantó la cabeza para mirarlo. Había algo muy íntimo en la oscuridad de la noche que los envolvía en su capa, a pesar de que podrían verse claramente el uno al otro. Lo miró levantando la cubitera isotérmica con el hielo hacia su boca. Fascinada, se apoyó sobre sus codos para mirarle como tragaba el líquido helado.
Él era muy sexy, el simple acto le quitaba el aliento. Sólo bebiendo agua. Y como había manejado el tema de hacer que ella confiara en el! Creyó todo lo que había dicho por instinto, un conocimiento que la llevó a saber que decía la verdad. O quizás ella solamente lo quería, ardía por él, y nada mas importaba.
Brandt miró hacia ella por encima de la cubitera, sus ojos de oro brillaban. Una lenta y perversa sonrisa curvaba su boca, revelando sus dientes. Felino. Salvaje. Primitivo.
Maggie no tenía idea de la imagen que presentaba, completamente bien amada, completamente sensual. Las puntas de sus pechos tambaleándose finamente al moverse, las suaves curvas de sus nalgas estremeciéndose, clamando atención. Tenía un trasero bonito. Su cuerpo también resultaba conmovedor. Él sintió una tirantez familiar.
Sacando un cubito de hielo de la cubitera, lo sujetó en alto. -Creo que tengo una manera de enfriarte.
Los ojos se le abrieron completamente. Lo miró cautelosamente. -No me gusta esa Mirada perversa en tus ojos.
Él levantó su cabello y frotó el cubito de hielo por su nuca, y ella tiritó. Una vez que sus pezones se endurecieron. -¿Te sientes bien, cierto? -Le resiguió su columna en una lenta y deliberada caricia, perezosamente mirando el calor que desprendía su piel al contacto con el pequeño trozo de hielo, dejando una estela de agua. A continuación, él lamió su piel, recogiendo las perlas y saboreando el líquido.
Maggie dejó que su cabeza reposara en el colchón y cerró los ojos. Su cuerpo estaba completamente relajado, flexible bajo las manos de Brandt. Su corazón se hinchó al reconocer que ella le pertenecía, que era suya, en su hogar, en su casa. Quería despertarse y encontrarla allí. Podría tocar su cuerpo, hacerle el amor cuando y donde quisieran. Y él quería.
El siguiente trozo de hielo hizo perezosos trazados en la parte baja de su espalda. El agua se mezcló en los dos hoyuelos de sus riñones. Brandt sorbió como si fuera el más fino champán. Encontró un trozo grande para frotarlo a lo largo de sus nalgas, y las gotas heladas se escurrieron por el calor de su centro. Mezclándose con su crema y calmando cualquier dolor. Él curvó su cabeza para mordisquear gentilmente su cachete izquierdo. -¿Estas dolorida? -Él presionó besos en sus cachetes, su mano encontrando su húmeda entrada.
– Estoy durmiendo, -mintió ella, demasiado perezosa para moverse, pero se empujó contra su palma.
Él se retiró, decepcionándola pero entonces volvió, sus dedos tanteando profundamente. Maggie casi saltó de la cama cuando el trozo de hielo se encontró con el ardiente calor de su centro. -¡Demonio!¿Qué estas haciendo? -Podía sentir el agua fría calentándolo, fundiéndose, goteando desde las profundidades de su cuerpo. La sensación era intrigante.
Brandt cogió sus caderas y la alzó apoyando sus rodillas arrastrando su espalda contra el, su cuerpo dominando el de ella, tocándola por debajo, ciñéndola para reseguir el camino que el hielo había dejado en su caliente y apretada funda.
– No vas a poder, -Maggie objetó, restregando sus nalgas duramente contra él como si las llamas se extendieras a través de ella y el hambre se disparó rápida y duramente.
– ¿Sabías que un hombre leopardo fue observado apareándose con su mujer mas de cien veces en un período de dos días? Yo puedo vivir con ello ¿puedes tu?
En esos momentos, Maggie pensó que podría.
Brandt abrió la puerta, ondeando la mano hacia Drake para permitirle entrar en la habitación.
– Es tarde -dijo sabiendo que había un problema. Drake nunca les habría interrumpido a no ser que fuera una emergencia. Había pasado únicamente una noche y un día con Maggie, tiempo insuficiente para que se sintiera seguro del compromiso de ella.
– Lo sé -Drake echó un vistazo a Maggie-. Lo siento mucho, Maggie, no habría venido si no necesitáramos a Brandt.
– ¿Cazadores furtivos? -adivinó Brandt.
– Hemos estado comprobando el área que te preocupa y estoy seguro que uno de los osos falta. Descubrimos otra trampa. -Drake caminó sobre el brillante piso-. Sé que es un mal momento Brandt, pero hay demasiada actividad. Pensamos que vendrán esta noche por los demás. Tenemos un par de crías que no podemos perder.
– Puede pasar en cualquier momento -expuso Drake, desviando su mirada lejos de Maggie-. Sabes que te necesitaremos esta noche si estamos en lo cierto. Son muchos, Brandt, y se están acercando a nuestra gente. Si nos descubren, si una persona se descuida y deja un rastro… son rastreadores expertos, casi tan buenos como nosotros -echó un inquieto vistazo a Maggie-. El olor de James está por todas partes en su campamento, pero no lo encontramos por ningún lado.
Brandt sacudió la cabeza, frunciendo sus labios perfectos mientras sus ojos dorados mostraban preocupación -No es seguro, Maggie.
– Tienes que ir -dijo Maggie con rapidez el sentir la vacilación de Brandt-. No te preocupes por mí, soy una mujer adulta y puedo manejar las cosas -lo dijo con plena confianza. Maggie había manejado los detalles de su vida mucho tiempo antes de que Brandt Talbot entrara en su vida.
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