Una campanilla tintineó señalando que alguien había entrado o salido y Elle se ladeó para tener controlado a todo el mundo en la tienda. Irene y Drew se habían deslizado dentro y estaban en la sección de comida congelada. Los Darden estaban por el estante del pan hablando con Jeff Dockins, otro vecino. La tienda estaba llena de sus vecinos y dejó que la conversación fluyera a su alrededor, el compañerismo la penetró como si fuera un néctar.
Siempre había adorado Sea Haven, y esta tienda en particular, donde todos los vecinos venían a pasar el rato. Algunos lo llamaban cotillear, pero ella sabía que sólo estaban intercambiando noticias, todas interesantes para la vida de los demás. Se ayudaban los unos a los otros a menudo y realmente se cuidaban. Inclinó la cabeza hacia atrás un poco, relajándose en Jackson.
Contra su pierna, Bomber empujaba más cerca, con el cuerpo alerta, temblando, el pelaje y las orejas tiesos. Estaba mirando alrededor de la tienda, no a ella. Un escalofrío le bajo por la columna. El pelo de la nuca se le erizó y sintió como se le ponía la piel de gallina. Se le atascó la respiración en la garganta y cambió de posición, dejando deslizar los ojos por la tienda. El Reverendo RJ estaba merodeando por el mostrador de la carne y ella sabía que Jackson ya lo había reconocido, notando lo protectora que era su postura.
Una adolescente permanecía al lado del Reverendo, con el labio, la nariz y la ceja perforados. Llevaba lápiz de labios oscuro y la raya del ojo más oscura aún. El cabello largo le colgaba recto hasta los hombros, una brillante ala de cuervo de un negro azulado. Era muy bonita, aunque vestía toda de negro y tampoco había vivacidad en su rostro. No miraba a nadie, sino que miraba fijamente al suelo.
Dejando caer una mano sobre la cabeza de Bomber, Elle deslizó la mirada más allá de ellos. La premonición de peligro era fuerte. Apremiante. Oscura. El frío se filtró en su cuerpo, primero en la piel, luego en la sangre y los huesos. Jackson empezó a frotarle los brazos como si la calentara. Dejó vagar la mirada por la tienda. Varias personas se ponían los jerséis o se frotaban las manos como si hiciera frío.
Jackson . Susurró su nombre y trató de escudar el cuerpo de él con el suyo.
– ¿Qué pasa, nena? Veo a RJ. No voy a dejar que se muestre hostil. -Tenía la boca cerca de su oído, su respiración era cálida, los labios acariciaron el lóbulo de la oreja en un beso secreto.
Pero no era RJ. El aire abandonó sus pulmones en una pequeña ráfaga cuando divisó una sombra oscura deslizándose a través de la tienda, agachándose cerca de la primera persona, y luego otra, olisqueando, con los dedos extendidos, llamando por señas. Frank miró hacia la sombra y luego a la señora Darden. Elle se alejó de Jackson y puso su cuerpo entre la línea de visión de Frank y la aberración que se movía lentamente y con sigilo.
Mientras observaba, la sombra se movió sigilosa por la tienda, prolongándose a través de la pared hasta tomar una forma que le era familiar. La Muerte. Un demonio sin cara, alto y delgado con los brazos extendidos y una amplia boca abierta codiciosamente, necesitando alimentar su interminable adicción.
Elle esbozó un rápido signo en el aire cuando esa cosa se cernió sobre la señora Darden y el demonio se giró, con los ojos brillantes por un momento, reconociendo al enemigo.
RJ, directamente detrás de la sombra, debió pensar que Elle lo estaba mirando a él. Su cara se endureció y cerró los dedos alrededor de la muñeca de la adolescente, tirando de ella hacia el mostrador. Ambos, RJ y la chica, pasaron a través de la aparición como si la Muerte no estuviera allí.
RJ dejó la cesta de la compra sobre el mostrador.
– Tenemos prisa.
Elle observó fortalecerse a la sombra. La lengua se deslizó fuera de la boca como si saboreara algo. Inhaló en el aire. De pronto empujó los brazos apretados contra sí, como si sujetara algo fuertemente, cerró la boca, entonces se desvaneció y se llevó el frío de la muerte con ella.
Jackson esperaba que el Reverendo hablara con Elle, pero no lo hizo. El hombre era famoso por provocar a las hermanas Drake, tratando de lograr cobertura mediática, ofreciéndose a exorcizar sus demonios. Era extraño verlo sin sus guardaespaldas. La madre de la chica no estaba a la vista. Jackson tenía un mal presentimiento sobre esa chica. Y Bomber gruñía una advertencia, enseñando los dientes.
Deliberadamente Jackson se acercó demasiado a RJ ante el mostrador.
– Me sorprende verle todavía en el pueblo.
El Reverendo le lanzó una provocativa mirada de odio.
– No debería. Ha habido un policía patrullando por mi casa cada media hora. En un pueblo donde no hay policía eso parece un poco excesivo.
La chica mantuvo la cabeza agachada, la mirada baja.
– Sospechamos que hay un pedófilo en la zona, Reverendo. Queremos estar seguros que todos los niños están a salvo, ¿usted no?
– Esa es una fea palabra -escupió RJ.
– Es un feo crimen.
– Y ese perro es peligroso. No debería tenerlo alrededor de la gente.
– Sólo es peligroso con los criminales. Odia particularmente a los hombres que abusan de las mujeres, violadores y pedófilos. Una manía que tiene. -Jackson le hizo una señal con la mano y Bomber gruñó, enseñando una boca llena de dientes, luego se calmó tras otra señal de Jackson, pero nunca dejó de mirar a RJ.
El Reverendo fulminó con la mirada a Inez.
– ¿No puede darse más deprisa? Si no estuvieran hablando tanto, lograría hacer más cosas.
Jackson miró a la chica.
– ¿Cuántos años tienes?
RJ tiró de la chica más cerca de él, su rostro era una retorcida máscara de ira.
– No tiene porque responder a sus preguntas. Su madre la dejó a mi cargo.
– ¿Estás bien? -le preguntó Jackson a ella.
La chica se negó a mirarlo. Simplemente negó con la cabeza.
– No causes problemas, Venita -la advirtió RJ. Su voz parecía suave y tranquilizadora, incluso cauta, pero Jackson sintió el empuje psíquico de energía señalando algo totalmente diferente-. Tu madre se sentirá muy decepcionada.
La chica se puso tensa y apartó aún más el rostro.
– No tienes que tener miedo -dijo Jackson-. Soy ayudante del sheriff. Si este hombre te ha hecho daño o te ha amenazado de alguna manera, puedo ayudarte.
– Soy un hombre de Dios -declaró el Reverendo en voz alta y, agarrando el brazo de la adolescente, la apartó de un tirón de Jackson, abandonando las cosas sobre el mostrador.
Jackson los observó salir de la tienda con una mirada especulativa detrás de sus gafas oscuras.
– ¿No puedes arrestarlo? -dijo Inez-. Es un monstruo.
Inez miró a Frank. Evidentemente creía que Frank no habría tenido que ir a prisión cuando tan claramente RJ si lo merecía. Creía que Frank había sido engañado, que no era un criminal malintencionado. Jackson pensaba que quizás un poco de avaricia había intervenido en el hecho, o Frank no habría sido tan fácilmente embaucado, pero no iba a decir su opinión en voz alta.
– No le han atrapado cometiendo un crimen, Inez. -Jackson echó un vistazo al reloj. Quería llamar a un amigo en la oficina y averiguar lo que pudieran sobre la adolescente y su madre, y tenían que regresar pronto a casa. Las hermanas de Elle los visitarían para otra sesión de curación con ella.
– Tiene mala pinta -manifestó Inez-. Cada vez que se me acerca, la piel se me eriza. Y a Bomber tampoco le gusta. -Sonrió al perro-. Buen chico. Eres un muy buen perro.
Elle palmeó el costado de Bomber.
– Es un buen chico. Nos veremos más tarde, Inez. Y a ti también, Frank. Nos vamos a casa.
– Elle necesitaría un poco más de descanso, Jackson -aconsejó Inez-. Todavía está pálida y tiene ojeras bajo los ojos.
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