– ¿Qué tal estás? -preguntó Trudy, agarrando fuertemente la mano de su hijo. Él tironeaba, intentando llegar hasta Bomber.
Jackson acercó un poco al perro para dar acceso al chico. Al instante éste estaba acariciando y hablando con el pastor alemán.
– Bueno. ¿Cómo está todo? -Respondió Elle. Inclinando la espalda hacia Jackson.
– Increíble. Danny y yo estamos pensando comprar tal vez el Grill. Está en venta. Sus padres dicen que nos ayudarán. -Ella sonrió-. Por supuesto, creo que quieren que nos casemos primero, lo cual sería lógico.
– ¿Algo os lo impide?
– Ya veo. Ahora que has dado el gran salto, vas a intentar que el resto de nosotros lo haga -bromeó Trudy, pero su sonrisa se apagó-. Simplemente quiero saber que Danny quiere de verdad a Davy. No quiero que Davy se sienta dado de lado de ninguna manera.
– Todo lo que hace Danny es hablar de Davy -aportó Jackson-. Es un buen hombre.
– Un caradura -intervino Reginald-, un verdadero caradura.
Elle le palmeó el brazo.
– No estás ayudando a la causa, Reginald. Queremos que Trudy se case con Danny.
– En ese caso, que dejen de vivir en pecado delante del chico -aconsejó Reginald.
Inez fulminó con la mirada al anciano Mars.
– ¡Qué vergüenza!
– Bueno, no debería hacerlo -dijo Reginald-. En mis tiempos a ese chico le habrían llevado detrás del granero y le habrían dado una lección. No se juega con los sentimientos de una señora.
– Danny se lo pidió -dijo Inez.
Las espesas cejas de Reginald se juntaron y volvió su penetrante mirada hacia Trudy.
– No pierdas el tiempo con un joven a menos que vayas en serio. No a tu edad. Y no cuando tienes un chico del que cuidar.
Trudy se sonrojó completamente. Jackson tosió detrás de su mano.
Inez se apoyó sobre el mostrador, tomando cartas en el asunto para desviar la atención de Trudy.
– He hecho muchos planes, Jackson, y todo el mundo está ayudando. Va a ser una celebración maravillosa. -Se sonrojó un poco y se giró hacia el silencioso hombre sentado con ella detrás del mostrador.
Los ojos de Elle se abrieron de par en par al ver a Frank Warner, quién justo acababa de salir de la prisión.
– Frank, me alegro de verte.
Se le veía pálido y mucho más viejo, llevaba el cabello color plata y gris muy corto, pero todavía era espeso y ondulado. Le ofreció una media sonrisa, un poco sorprendido, como si esperara que ella lo ignorara. Inez se le acercó… protectoramente.
– También yo me alegro de verte, Elle. He oído que estás a punto de casarte.
Jackson puso el brazo alrededor del hombro de Elle y tendió la otra mano hacia Frank.
– Inez está ocupándose de eso por nosotros. Esperamos que puedas venir. Nos encantaría que vinieras. No es una formal…
– Lo bastante formal -dijo Inez-. He hecho que Sarah encargara uno de esos vestidos de alta costura para bodas en la playa.
La ceja de Jackson se disparó.
– Creía que una boda en la playa significaba trajes de baño, Inez.
Ella resopló desdeñosamente.
– Será mejor que no, Jackson Deveau. Te vestirás decentemente para Elle.
Jackson se inclinó para susurrar al oído de Elle.
– Yo esperaba ansiosamente el bikini.
– Lo he oído, jovencito. Puedo ser vieja pero mi oído es agudo. -Se aclaró la garganta y tomó la mano de Frank-. Frank y yo hemos estado hablando de casarnos. Nos conocemos desde hace demasiados años para contarlos y pensamos que podríamos envejecer juntos, sentados en nuestras mecedoras en el porche delantero.
Había algo en su cara cuando miró a Jackson, una necesidad de aprobación, una esperanza de que pudiera estar de acuerdo con ella. Fuera lo que fuera lo que sentía, quería algo de Jackson. Elle lo entendió entonces, la dinámica de los parentescos iba más allá de Jackson ayudando a Inez con la tienda, o Inez ayudándole a planear su boda. Eran más bien madre e hijo, o como mínimo, una queridísima tía.
La sonrisa de Jackson tardó en surgir y sus ojos se movieron especulativamente sobre el rostro arrugado de Frank Warner. Recién salido de la prisión, parecía un insólito candidato para que Inez se enamorara, pero todo el mundo en el pueblo sabía que había apoyado al hombre y lo había visitado con regularidad a pesar de la larga distancia que tenía que conducir para llegar a la prisión.
– Bueno, Frank, vas a conseguir a la segunda mujer más maravillosa de Sea Haven. Espero que la aprecies y la cuides siempre bien. -Frotó con la barbilla la coronilla de Elle, pero ella pudo sentir un asomo de temblor recorriéndole el cuerpo.
Elle fue hacia su mente. Estaba preocupado. Sabía lo mucho que Inez amaba a Frank, pero no conocía a Frank Warner, no del todo, y le preocupaba que Inez estuviera tomando la decisión demasiado rápido.
Inez no se precipita. Llevará algún tiempo pensado en ello.
Las mujeres enamoradas no son racionales, nena. Créeme, mi madre amaba a mi padre y él era de la peor clase de hombre. Hubo una pequeña vacilación antes de que hiciera la confesión. Yo también lo amaba, mucho, pero eso no quiere decir que debiéramos sufrirlo. Ambos hubiéramos estado muchísimo mejor sin él. No quiero eso, lo que mi madre tuvo, para Inez.
Sin dudar Elle se inclinó sobre el mostrador y le tendió la mano a Frank.
– Felicidades, creo que es maravilloso.
Frank puso su mano en la de ella y Elle cerró los dedos alrededor de la suya. Por un momento solo hubo la calidez del contacto humano y entonces las emociones de Frank se derramaron en la mente de Elle… en la de Jackson.
Jackson sintió el impacto inmediatamente, el desagrado de conocer los pensamientos privados de otro. Frank se sentía incómodo, sentado en medio del escrutinio de los vecinos por Inez. Siempre la había amado pero se sentía indigno de ella. No quería que los demás le dieran la espalda por su culpa, aún así no podía resignarse a alejarse de ella. Se sentía viejo, cansado y rendido, y simplemente quería paz otra vez… con Inez.
Jackson fue consciente del dolor punzante en la cabeza de Elle, y supo que estaba usando demasiado su talento. Iba a destruir todo el trabajo que Kate había hecho. Tiró de su brazo para liberarla de la mano de Frank.
– Déjame decirte lo que los dos necesitáis, Inez -dijo Jackson.
La barbilla de ella se inclinó y tembló durante un momento antes de calmarse.
– Necesitáis un par de personas que os apadrinen. -Jackson se inclinó para posarle un beso en la mejilla-. Sería un privilegio, Inez. Di la hora y el lugar y allí estaremos.
El alivio parpadeó en sus ojos y luego Inez pasó la mano de un lado a otro sobre la barba de Jackson y chasqueó la lengua con desaprobación.
– ¿Cuándo te librarás de esa pelambrera para poder verte la cara otra vez?
Él le sonrió y rodeó la cintura de Elle con los brazos, arrastrando su espalda contra él.
– Elle no quiere besarme si no llevo barba. No voy a pasar sin sus besos.
Inez le frunció el ceño a Elle. Elle, cubierta por el mostrador, le pateó la espinilla a Jackson.
– Es por mi cara -admitió ella-. Tengo una piel muy sensible y el roce de sus patillas me escuecen.
– Oh, eso no es bueno -dijo Inez. Suspiró-. Supongo que tendrás que dejarte la barba entonces, Jackson, pero mantenla bien recortada. Pasas épocas en las que pareces horrible, como esos motoristas que llegan al pueblo.
Él le sonrió.
– ¿Cómo puede ser, Inez? -La mitad del pueblo llevaba el pelo largo y barba.
– No me seas descarado -lo regañó, sabiendo muy bien que estaba bromeando-. Me refería el aspecto que tienen. ¿No querrás asustar a Elle antes de que se case contigo?
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