Ella tragó con fuerza, insegura de quién ganaría, si el creciente pánico, o su deseo de complacerle. No había sido una petición, pero ella sabía que si levantaba la mano y lo detenía, él no protestaría ni preguntaría nada, la dejaría en paz. Su cabello había sido muy importante para ella. Rojo fuego. Espeso, largo y femenino. Era el único rasgo que ella creía verdaderamente asombroso y Stavros la había hecho odiarlo.
Se abrazó, esperando a que la bilis se levantara en su estómago, pero las manos de Jackson manejaban la mata de cabello con suavidad, las yemas de sus dedos le masajeaban el cuero cabelludo mientras el olor se mezclaba con el agua caliente.
– Apóyate contra mí, Elle, te estás balanceando.
El cuerpo de él era duro, su erección descarada y era un hombre grande, intimidante para ella. Contuvo el aliento y vaciló antes de relajar el cuerpo más cerca del suyo, hasta que estuvieron piel contra piel, su espalda pegada a Jackson, su región lumbar descansando contra la gruesa ingle. Sintió su calor irradiar a través de ella, su hambre, profunda y fuerte, pero igual de fuerte era su control, su necesidad de amarla con tanta suavidad y ternura como pudiera.
Jackson no se consideraba gentil ni tierno, sabía que eso le preocupaba. Su mente estaba concentrada sólo en ella, en curar su cuerpo y su mente, en encontrar una manera de hacer que le volviese a gustar su pelo, de aceptar, si ella así lo quería, y hacerle rastas en el cabello cuando a él le encantaba aquella extensión de seda brillando bajo el sol. Para él, su cabello era tan parte suya como su temperamento, su inteligencia, su tenacidad, todos rasgos que él amaba y admiraba en ella.
– No me haré rastas -dijo ella, queriendo devolverle algo-, pero tendrás que desenredarlo. Podría llevar horas.
– No me importa, cariño, pero hazme un favor y deja de pensar en mí como en un santo. Te deseo. Lo sabes. Acostúmbrate a ello. Es una realidad y sí, creo que eres condenadamente sexy. Siempre lo he creído.
Elle frunció el ceño, contenta de que él no pudiese verle el rostro. Solía ser sexy y especial y valiosa, pero Stavros le había arrebatado todo eso. No quería pensar en nada excepto en los dedos de Jackson frotando el acondicionador a través de los nudos y la manera en que su cuerpo la hacía sentir segura en lugar de aterrorizada.
– Huele igual que mi acondicionador favorito.
Él sostuvo la botella frente a ella durante un breve momento antes de volver a su tarea.
– Es el tuyo. Sarah metió una caja de cosas en mi camioneta antes de que fuésemos a buscarte. Té. Un poco de ropa. Tus efectos personales. Las encontré cuando fui a por la manta.
Elle dejó escapar el aliento.
– Ella lo sabía. Tuvo una precognición. Sabía que no me quedaría con ellas. ¿Por qué discutiría tanto?
– No esperaba verte cubierta de heridas, negra y azul, con la cara hinchada. Eres su hermana pequeña, Elle. Claro que quería cuidarte.
– Siento haberla herido… a todas ellas. -Respiró hondo y soltó la verdad-. Siento miedo sin ti, Jackson.
– Lo sé, cariño. ¿No recuerdas cómo fueron aquellos primeros días cuando escapé del campamento y me estaba recuperando? Te quedaste en mi mente y mi corazón latía tan fuerte que tenías miedo de que me diese un ataque al corazón. No quería que me dejases, ni por un momento, porque tú representabas el hogar y la libertad y, sobre todo, la seguridad. -Le rozó con la boca un costado del rostro-. Dime que no recuerdas haberte quedado despierta setenta y dos horas porque yo tenía miedo de cerrar los ojos. Y cuando los cerré por fin, las pesadillas nos comieron vivos a los dos. -Su cuerpo se estremeció contra el de ella y sus brazos le rodearon la cintura, apretándola aún más, enterrando la cara contra su cuello-. Aún tengo miedo sin ti, Elle.
Ella se giró, su piel desnuda se deslizó sobre la de él, sus brazos le rodearon el cuello mientras se presionaba contra él, entregándose, abrazándole, lamentándose por ambos. Algo golpeó la puerta del baño y ella dio un salto. Enseguida, Jackson la empujó a su espalda
– El té está listo. ¿Necesitáis ayuda? -gritó la voz de Ilya.
– ¿Quieres frotarme la espalda? -preguntó Jackson.
– Creo que eso fue la versión americana del sarcasmo -respondió Ilya-. Si os sentís mejor, tengo a cinco mujeres aquí fuera. Podría venirme bien un poco de ayuda.
– ¿Hannah? -preguntó Elle, girando el rostro hacia el agua para poder quitarse el acondicionador de la cabeza.
– Jonas la llevó al hospital para asegurarse de que estaba bien. Salid a buscar vuestro té.
– Danos un par de minutos -dijo Jackson, ayudando a eliminar el acondicionador de la espesa mata de cabello. Alargó la mano más allá de Elle y cerró el agua.
Elle le puso la mano en el vientre y él sintió la sacudida justo a través de los músculos y huesos. Su mano atrapó de ella… a unos centímetros de su ingle, ahora llena y pesada, y palpitando de deseo. Se aclaró la garganta.
– ¿Qué ocurre, cariño? -intentó sonar normal, pero la voz le salió grave.
– Oí su voz, Jackson. Necesito que me creas. Sí, me entró el pánico cuando desapareciste de mi mente y pude sentir cómo te barría el mar hacia dentro. Se me cerró la garganta y pude sentir sus dedos apretándose alrededor de mi cuello, cerrándome la tráquea, pero sé que no fue un simple ataque de pánico. Quizás me programó, honestamente no puedo decírtelo, pero oí su voz, claramente. Me dijo que seguiría matando a todo aquel que me importara hasta que volviese a él. -Lo miró, sus ojos verdes le rogaban que lo creyese-. No estoy loca.
Las grandes manos de Jackson le enmarcaron la cara y la miró directamente a los ojos.
– Nunca he pensado que lo estuvieses, Elle. -Su tono fue de absoluta firmeza-. Él no puede tenerte. -Era un decreto, una promesa, su palabra. Bajó la cabeza hacia la de ella.
Una vez más, Jackson se tomó su tiempo para darle la oportunidad de retirarse, pero ella no lo hizo, le observó acercarse más hasta que pudo ver sus largas pestañas, la recta nariz y aquellos pícaros y sexy labios, abiertos lo suficiente para captar un vistazo de sus fuertes dientes. Elle aspiró y cerró los ojos justo cuando sus labios la tocaron, rozándola de un lado al otro de forma suave y mimosa. En su interior, se quedó inmóvil. Una docena de mariposas alzaron el vuelo en su estómago. Se le enroscaron los dedos de los pies. La sensación de los labios de él contra los suyos desencadenó una corriente eléctrica que comenzó como un pequeño chisporroteo y creció como una bola de fuego que le corría por las venas.
Las manos de él sostenían el rostro y ella presionó su cuerpo más cerca, piel contra piel, fundiéndose con él, entrando en su mente, más cerca de lo que ningunas otras dos personas estarían nunca. La boca se movió y ella respondió. En su interior, donde residía su alma, Elle lo sintió allí, abrazándola, cobijándola. Alzó la cabeza.
– Él sabe que te amo. -Le acarició la cara con dedos temblorosos-. Lo sabe, Jackson. No puede entrar cuando estoy llena de ti y eso lo pone furioso. Nunca le han negado nada y cree que le pertenezco.
– Bueno, pues se equivoca, Elle. No le perteneces.
Jackson inclinó la cabeza y su boca tocó el largo tajo que rodeaba el pecho de ella. El aliento de Elle abandonó de golpe sus pulmones y se quedó completamente quieta. Sintió el gentil roce de los labios, ligeros como una pluma, sobre la carne rasgada. Él siguió las líneas de la marca de la fusta con sus besos, tan suaves que apenas los sentía, sin embargo cada uno de ellos provocaba una reacción sísmica en su interior. Su cuerpo, tan paralizado por dentro, casi muerto, ya no femenino ni caliente o necesitado, sintió cada uno de esos besos en su interior más profundo.
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