– Quizás. -Pero lo sabía, daba igual. No iba a discutir con él. Sintió de nuevo los dedos de Stavros sobre su garganta, oyó su voz, aquella suave monotonía que nunca cambiaba, ni cuando le pegaba con el puño, o le rasgaba el cuerpo con la fusta, le golpeaba con una vara, y tampoco cuando era amable, sus manos y su boca vagando sobre ella como si fuese su dueño. Se le escapó un sollozo antes de poder suprimirlo.
– Bésame.
– No puedo.
– Mírame, Elle. -Esperó hasta que ella encontró su mirada. Había allí vergüenza. Dolor. Humillación. Pánico. Principalmente una profunda pena por todo lo que había perdido.
– Bésame. Siénteme . Él no está aquí con nosotros. No le dejaré. Es un monstruo que te tomó y no tuviste otra elección que entregarte a él…
– ¡No! Debería haber luchado más. Debería haber hecho algo. Maldita sea, estoy entrenada. Me he entrenado en artes marciales, con armas. Tengo un gran talento psíquico. No debería haberme pasado, no a mí. ¿Cómo pude permitirle que me hiciera esas cosas?
– Dime tú, cariño. Dime cómo, con todo mi entrenamiento, con mi talento psíquico, con mi fuerza y mi habilidad con las armas, caí en manos enemigas y les dejé hacerme todas esas cosas. Explícamelo entonces, porque yo no lo entiendo.
– Eres un bastardo, Jackson. ¿Por qué tienes que hablar así? -Intentó apoyar la cabeza en su pecho, tratando de esconderse.
– Vas a besarme primero, Elle. Él no se interpondrá entre nosotros. ¿Me entiendes? No lo permitiré. Libraste una buena batalla. Sobreviviste. Eso es lo que se supone que debemos hacer. Sobrevivir.
Ella hundió los dientes en su hombro y las lágrimas ardieron contra la piel de él.
– Yo no debería haberlo hecho -susurró-. Debería haber tenido el coraje de terminar con aquello y quizás con él.
Los dedos de Jackson se apretaron con fuerza sobre su cuello y tiraron hacia atrás su cabeza para poder mirarle a los ojos llenos de lágrimas.
– Nunca pienses eso, y menos aún lo digas. ¿Hubieses querido que yo muriese? ¿O Hannah? ¿O Abbey?
Ella negó con la cabeza.
– Pero esto es culpa mía, lo que ocurrió hoy. Lo oí. Oí su voz. Me dijo que mataría a todo aquel que quiero si no regreso a él.
– Escúchame, Elle. Él es quien debería estar asustado, no tú. No estás encerrada en su campo de energía psíquica. No te tiene atrapada. Eres fuerte y letal. Tus hermanas también. No las menosprecies. Demonios, cariño, tu casa hace que la gente desaparezca. Por no hablar de mí, pero si ese hijo de puta piensa que puede alejarte de mí, que venga y lo intente. Estás en baja forma, pero no estás fuera de combate. ¿Me entiendes? ¿Elle? Mírame. No te alejes de mí y pases de lo que te digo. Mataría a ese bastardo ahora mismo por ti. Dilo y me iré y me pondré manos a la obra. De todas formas, es lo que mejor se me da. No hay ningún lugar donde pueda estar a salvo y si piensas que no quiero hacerlo, te equivocas, sueño con ello, pienso en ello, día y noche, y nada de lo que le hago es agradable o civilizado. Si quieres sentir miedo de alguien, joder, temes al hombre equivocado.
Ella miró sus negros y brillantes ojos sabiendo que cada palabra que había dicho era verdad. Se inclinó hacia delante y rozó su boca.
– Deja de decir «joder».
Jackson había estado furioso ante la idea de que Stavros pudiese de alguna forma atravesar el océano y asustar a Elle. ¿Podía hacerlo? ¿Podría el hijo de puta de verdad llegar a ella psíquicamente? Elle y él habían conectado sus mentes con un océano de por medio. Jackson quería envolverla en una burbuja, ponerla en algún lugar donde nadie pudiese encontrarla, contratar a un ejército para que la protegiese, conseguir diez perros. Quería a aquel cabrón muerto. Y entonces ella lo había besado. No un auténtico beso, sólo un roce de labios. Y lo había regañado con aquel tono remilgado que tanto le gustaba.
– Es sólo una palabra, Elle. -Era provocación deliberada, pero no pudo evitarlo.
– No es una palabra bonita, Jackson, y no necesitas decirla.
– ¿Crees que no sé que fuiste criada en una familia elegante y de clase alta y que yo provengo de un maldito campamento de moteros?
– No importa de dónde se venga, Jackson. Una vez que creces, aún tienes oportunidad de ser lo que quieras ser y vivir como quieras vivir.
Ahora de verdad había sonado remilgada y él no pudo evitar la pequeña sonrisa que le brotó desde dentro.
Su mano se curvó alrededor de la nuca de ella.
– Te quiero, Elle Drake. Por si no te lo había dicho últimamente.
Elle parpadeó. Pareció sobresaltada, como un ciervo asustado atrapado por las luces del camión del cazador.
– Nunca me lo habías dicho.
– Estoy seguro de que sí.
– Y yo estoy segura de que no. Créeme, lo habría recordado.
– Probablemente no me estabas escuchando. Me encanta especialmente ese incendiario genio tuyo. Por si no lo has notado, estoy mucho más caliente y completamente desnudo aquí abajo. Las cosas están comenzando a animarse y no quisiera que te asustases de mí. -Le bajó la mano por la espalda en un movimiento lento que no pedía nada, simplemente la recorrió por completo.
– No tengo miedo de ti, Jackson -susurró ella-. No voy a dejar que me haga eso. No. -Pero quizás sí. Un poco. Mucho. ¿Qué ocurría si no podía hacer con él lo que había hecho con Stavros?
Él escupió una fea palabrota.
– No vas a hacer conmigo nada que hicieras con él, Elle. Cuando estemos juntos, haremos el amor, no follaremos. Demonios, lo que él hizo ni siquiera fue follar. Lo que te hizo fue una violación. Control. Poder. Eso nunca va a pasar entre nosotros, cariño. Cuando te miro, cuando deseo tocarte, es porque te quiero y quiero demostrártelo.
Elle presionó la frente contra él y cerró los ojos.
– ¿Qué pasa si yo no puedo devolvértelo, por mucho que lo desee? ¿Qué ocurre si él se interpone entre nosotros? He oído que eso ocurre, Jackson. Antes de que fuese a la misión, pensamos que por supuesto, si me capturaban, me matarían, pero en mi investigación sobre tráfico humano leí sobre los efectos a largo plazo en las mujeres que eran sometidas a abusos físicos y emocionales durante largos periodos de tiempo. El trauma afectaba a toda su vida, incluso teniendo ayuda psicológica.
Jackson notó que había dicho «ellas», no «nosotras». Aún no se identificaba como víctima.
– Por supuesto, Elle. ¿Te piensas que no me afecta cada maldito día de mi vida? Me despierto sudando, el corazón latiéndome a toda velocidad y la adrenalina a tope. Tengo un arma en la mano apuntando por la habitación antes de estar despierto del todo. Tengo un cuarto lleno de armas y practico tiro todos los días. Me entreno con pesas y corro para mantenerme en forma, no porque quiera tener buen aspecto, sino porque quiero estar preparado. Me temo que seré un marido y un padre paranoico y que te volveré loca. Y no me digas que eso tampoco te preocupa, porque ambos sabemos que no es verdad.
– Pero tú puedes hacer el amor, Jackson. Puedo verlo en tus ojos, siento el deseo en tu mente y el ansia en tu cuerpo. ¿Qué pasa si yo no puedo satisfacer eso?
Él rodó sobre un costado, poniéndola gentilmente a un lado. Tenía el rostro manchado por la sangre de ella.
– Tenemos que lavarnos antes de que alguien nos vea y alucine. Démonos una ducha.
Elle suspiró. Aún debilitado, Jackson, quien ya había pasado por tantas cosas, tuvo que llevarla en brazos al baño y colocarla en la ducha. Se las arregló para quitarse la ropa mientras él abría el agua, inundándolos a ambos de calor.
– Esto se siente tan jod… bien -dijo Jackson y le limpió la sangre de la cara con la manopla, su toque fue gentil-. Voy a lavar y acondicionarte el cabello, Elle.
Читать дальше