– Jackson -dijo, sin comprender que había susurrado su nombre en voz alta. Se había ido de nuevo, el puente entre ellos había desaparecido, y estar sola era peor que antes. Nunca se había sentido tan desnuda y vulnerable, despojada de todo lo que era… despojada de su coraje.
El viento retrocedió. El silencio llenó el espacio que éste dejó atrás. Elle fue consciente de una rabia asesina que se derramaba en la habitación. Contuvo el aliento mientras giraba la cabeza lentamente hacia Stavros. Su cara se había vuelto oscura, sus cejas estaban juntas, mostrando sus dientes blancos.
– ¿Jackson? ¿Te atreves a pronunciar el nombre de otro hombre en nuestro dormitorio? ¡Asquerosa mujerzuela! ¿Después de todos los cuidados que te he dedicado, te atreves a traicionarme así?
Su mano fue un rápido borrón de movimiento, el puño se cerró alrededor de su largo cabello. La tiró hacia atrás fuera de la cama y la arrastró por el suelo hasta el centro de la habitación.
– Stavros, no -suplicó Elle. No podía afrontar otro castigo. Y estaba realmente furioso, su cara era una máscara de brutalidad. Sabía que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
Él le ató las manos con cuerda y tiró de la polea, arrastrando su cuerpo a una posición vertical, estirándole los brazos y su ya dolorido cuerpo.
– Por favor -susurró.
La cogió del pelo, echándole la cabeza hacia atrás.
– Me perteneces sólo a mí. Me sirves sólo a mí. Me complaces sólo a mí. Si alguna vez escapas, te perseguiré y te traeré de vuelta y serás castigada más allá de cualquier cosa que alguna vez hayas conocido. Creo que ya es hora de que aprendas con quién estás tratando.
Corrían lágrimas por su cara y apenas podía coger aliento. Ya se sentía rota, exhausta, tan aterrada que no sabía cómo hacerle frente. Sentía la mente caótica y destrozada, como si hubiera extraviado su habilidad para pensar cosas y todo lo que pudiera hacer fuera sentir dolor y miedo.
– Stavros -intentó de nuevo-. No sé que hago o digo. Por favor no hagas esto.
– ¿Quieres a otro hombre? ¿Es eso lo que quieres?
Ella sacudió la cabeza.
– No.
– Yo creo que sí. Creo que eres una pequeña mujerzuela que desea a otro hombre. Al parecer yo no te satisfago.
– Eso no es cierto. No quiero a nadie más. -No quería que nadie más la tocara. La idea de Stavros compartiéndola, obligándola a aceptar a otro hombre, hacía que la bilis se alzara en su estómago.
Stavros bajó la mirada hacia ella durante un largo momento mientras el viento azotaba las ventanas y el relámpago horquillaba a través de las nubes oscuras. Él se inclinó, presionando la cara cerca de la de ella.
– Creo que necesitas saber a quién perteneces, Sheena. Creo que tenemos que asentar esa lección.
Esperó y ella supo que esperaba que ella reconociera su propiedad.
– Por favor -dijo débilmente-. No puedo pensar con claridad.
Él suspiró y se enderezó, pasándole una mano por el pecho. Sin otra palabra se giró y abandonó la habitación, cerrando de golpe la puerta tras él. Elle no podía parar de llorar, el dolor de su cabeza hacía imposible pensar, el miedo a lo que Stavros haría la ahogaba. Nunca le había visto así. Y no quería hacerlo de nuevo.
Esperó durante lo que parecieron horas, pero sabía que no había sido tanto. Le dolían los brazos y cada soplo de aire sobre su piel intensificaba el dolor. Deseaba rendirse a Stavros, simplemente terminar con todo antes de perder quién y qué era. Ahora sabía como se sentían las mujeres que eran tomadas prisioneras y obligadas a entrar en los círculos del tráfico de humanos y la ponía enferma no haber podido ayudarlas. Casi había enviado el mensaje a Dane de que estaba segura de que Stavros no estaba involucrado, y aún así, lo estaba. Lo había estado todo el tiempo. Por la información que Stavros había dejado caer, sabía que su gemelo, Evan, estaba vivo y él, junto con sus moteros, secuestraban a las mujeres, después Stavros utilizaba sus cargueros para enviar a las mujeres por todo el mundo. Evan estaba vivo después de todo, criado por su madre lejos de su padre. Ella se había llevado a un gemelo y dejado al otro atrás.
El viento golpeó la ventana y Elle alzó la cabeza para mirar a la rabiosa tormenta mientras sentía a Jackson, mucho más fuerte esta vez, deslizarse en su mente. No lo quería allí. Era demasiado tarde para tener esperanzas. Solo quedaba la humillación de que Jackson compartiera todo lo que ocurría… lo que iba a ocurrir… que él pudiera verla así, saber lo que Stavros había hecho y lo que todavía le hacía. Si reunía suficiente energía y esperaba su momento, podría utilizar la tormenta y cortocircuitar su cerebro. Era la única salida que podía ver a esto.
Tú estuviste allí para mí, Elle, fui atado y golpeado como un perro y lanzado a un agujero de ratas. Estuviste allí para mí. No intentes hablar, y no intentes acabar con tu propia vida. Veo lo que estás pensando, pero si te conviertes a ti misma en un vegetal, ¿qué crees que ocurrirá con tus hermanas? ¿Conmigo? Vive, Elle. Cree en que iré a por ti.
Elle cerró los ojos contra la voz de Jackson. Contra las pequeñas llamas de esperanza que permanecían en su interior. Stavros era demasiado poderoso. Tenía demasiado dinero. Nadie podría nunca escapar de él, y menos que nadie ella.
Solo estás cansada, nena, agotada de luchar con él. Ahora sé donde te retiene y me quedaré contigo hasta que llegue ahí. Ya no estarás sola.
Quería estar sola. No quería que él viera el interior de su mente, el conflicto allí, que viera las cosas terribles que Stavros había hecho a su cuerpo y su alma.
Sé fuerte por mí. Yo fui fuerte por ti cuando me desgarraron y tomaron todo lo que era. Sabes lo que me hicieron. Tú eres la única alma viviente en este mundo que lo sabe. Sé fuerte por mí, Elle. Tienes que ser fuerte.
Estaba demasiado cansada, demasiado. Quedaba poco de Elle Drake. Ella no era tan fuerte como había sido Jackson. Le había admirado mucho, creído en él y después él la había dejado marchar. ¿Era que no quería hijos? ¿O que no la quería a ella?
Deseaba ambas cosas. Todavía las deseo. A ti y a nuestras hijas. Fui un tonto, Elle. Tenía miedo de que resultaras herida. Tengo una sentencia de muerte colgando sobre mi cabeza y no quería que eso nos persiguiera. Sólo…
Se interrumpió porque, a través de ella, presintió la presencia de Stavros. Stavros había vuelto a la habitación y Elle estaba tan sintonizada con él, era tan consciente de él, que lo supo inmediatamente. Su ritmo cardíaco saltó y empezó a rezar silenciosamente pidiendo fuerzas. Tiró de las cuerdas que le ataban los brazos sobre la cabeza. Apenas podía alcanzar el suelo con la punta de los pies y cada músculo de su cuerpo gritaba de dolor. Sabía que Stavros estaba observándola. Esperando.
Estaba tan cansada, tan rota. Cada vez que él se acercaba, intentaba utilizar sus talentos psíquicos para defenderse, para mantenerle apartado. El dolor era tan intenso en su cabeza, sabía que eso la estaba destrozando y si continuaba, finalmente destruiría su cerebro. Él la estaba quebrando más rápidamente de lo que habría creído posible, utilizando sus propias defensas psíquicas contra ella.
Intentó permanecer tranquila, relajada, y dejar que el dolor le pasara por encima. Esto no iba solo de dolor. Iba de propiedad y humillación. Enseñarle que no había ninguna esperanza. Qué él controlaba su vida, que era su vida y ella no tenían ningún otro propósito aparte de servirle. ¿Cuántas incontables mujeres la habían precedido? ¿Siendo tratadas como vasija en vez de como un ser humano? ¿Un objeto para que un hombre la utilizara?
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