– ¿Qué se sabe de Tyler? -pregunté-. ¿Escapó o se lo llevaron?
Dennis nos indicó con un gesto que nos dirigiéramos al baño. Entramos en él. Benicio permaneció en el umbral, mirándonos. En el otro extremo de la habitación, un hombre pelirrojo y delgado estaba examinando el alféizar de la ventana con algún tipo de escáner electrónico. Allí había algunos trozos de vidrio del lado interior, pero presumiblemente la mayor parte había caído hacia fuera.
Lucas dio media vuelta para observar el marco de la puerta, que estaba roto.
– De modo que o bien Tyler estaba aquí cuando llegó el asesino, o se las arregló para llegar hasta aquí antes de que lo atacaran. Entonces el asesino entró en el baño, pero… -Lucas volvió a la ventana-. Tyler ya se había ido, por esa ventana. ¿Simon? ¿Hay algún indicio de que el asesino fingiera la rotura de la ventana?
El pelirrojo negó con la cabeza.
– No, señor. Hay manchas de sangre en un fragmento de loza. Voy a necesitar una muestra del laboratorio de los Boyd para compararla, pero el ADN es definitivamente de su familia, de modo que supongo que es de Tyler. No hay signos de lucha ni de sangre en el baño. En el piso de abajo he encontrado huellas de zapatillas Nike, muy marcadas, lo que indica que alguien saltó desde esta ventana.
– De modo que suponemos que Tyler huyó -dijo Lucas-. Es lógico. Dudo que el asesino quisiera sacarlo del hotel. Demasiado arriesgado. Siempre ha matado in situ. No es probable que cambie ahora sus métodos.
El teléfono móvil de Benicio sonó. Tras decir algunas palabras sueltas, colgó.
– Han encontrado a Tyler. -Vio la expresión de mi cara y añadió-: Está vivo.
– ¿Lo han perseguido? -pregunté-. Si lo han perseguido, puede que el asesino esté todavía en la zona…
– No está en la zona -aseguró Cassandra-. Ha seguido su camino.
– ¿Qué?
Dirigió una breve mirada hacia el techo, como si su conclusión fuera tan simple que no requiriese ninguna explicación.
– Es un cazador. Golpea cuando encuentra blancos fáciles. Cuando dejan de serlos, busca otros.
– De modo que crees que acechó a Tyler… -empecé a decir.
– En el momento en que el chico escapó, tu asesino lo abandonó. Como dijo Lucas, mata in situ. Puede colgar a una chica de un árbol o dejar a un chico tirado encima de un coche, pero lo hace sólo para provocar. Es un cazador. Los mata donde los encuentra, y los mata con eficiencia. Cuando le interrumpieron, decidió dejar vivo al chico antes que arriesgarse a que lo descubrieran. No se ha puesto a perseguir a ese muchacho por las calles de Miami.
– Cuando dices que ha seguido su camino, quieres decir… -Miré a Lucas-. Que ha pasado a otro miembro de una familia importante. Eso es lo que dijo Esus. Con Joey Nast, llegó al nivel más alto, y va a seguir en ese nivel.
Cassandra movió afirmativamente la cabeza.
– Cualquier otra cosa sería un retroceso. Sin embargo, con cada paso que da, él mismo se lo pone todo más difícil. Tendrá que aprovecharse de cualquier momento en que la seguridad se debilite, como por ejemplo…
– Como por ejemplo cuando las camarillas crean que el asesino está persiguiendo a otra víctima. Cuando todos lo están buscando. ¿Lucas? ¿Quiénes son los otros adolescentes? ¿Hay alguien en tu familia? ¿Sobrinos…
– Tengo un nieto de once años y otro de doce -dijo Benicio-. Hijos de Héctor. Tripliqué su vigilancia cuando asesinaron al hijo de Griffin, y los he trasladado a un lugar seguro fuera de Miami. En cuanto a otros, Lionel St. Cloud tiene otro muchacho, Stephen. Tiene dieciocho años. Después, hay algunos adolescentes más, nietos de Nast, y Frank Boyd tiene varios sobrinos de aproximadamente la edad de Tyler.
– Stephen St. Cloud -dijo Lucas-. Ya ha golpeado a los Nast. Si no puede hacerlo con un Cortez, buscará un St. Cloud.
– Llamaré a Lionel…
– ¿Dónde están? -preguntó Lucas.
Benicio vaciló, con el dedo puesto en el teclado de su teléfono.
– En el Fairfield, en South Beach. Espera un momento mientras yo…
Estábamos saliendo ya por la puerta.
* * *
– ¿Por qué demonios no nos dijiste lo que pensabas? -pregunté, girando en mi asiento para mirar furiosa a Cassandra mientras Lucas salía del aparcamiento del hotel.
– Os lo dije.
– Desde el momento en que viste que Tyler había huido, supiste que el asesino había seguido su camino, pero no dijiste nada. Luego, cuando te dignaste a decírnoslo, hubo que insistir para que explicases lo que querías decir con eso. Esto no es un juego, Cassandra.
– ¿No lo es? -dijo-. Parece que tu asesino no piensa lo mismo.
– Sabes lo que quiero decir. Tendrías que habérnoslo dicho inmediatamente, nos tendrías que haber advertido…
– ¿Para qué pudierais marcharos unos minutos antes? Quise explicarme, Paige. Sencillamente no vi la necesidad de apresurarme.
– ¡Tú…
Lucas me miró, como diciéndome que no hiciera caso a Cassandra, pero no pude hacerlo.
– ¡Un chico podría haber muerto y no viste la necesidad de apresurarte!
Sus ojos verdes se clavaron en los míos, arqueando sus perfiladas cejas.
– Bueno, si está muerto, ciertamente no hay razón para apurarse, ¿no es cierto? Si quieres decir que podrías haberlo salvado si yo te lo hubiese dicho antes, me cuesta imaginar que sesenta segundos fueran a suponer una diferencia en un sentido o en otro. Sí, un muchacho está en peligro. Sí, podría morir. Es trágico, pero no es nada que no ocurra a todas horas, todos los días.
– Ah, bueno, eso lo hace normal.
– No he dicho eso, Paige. Sólo pretendo señalar que la muerte es una tragedia, pero, en última instancia, una tragedia inevitable. No puedes salvarlos a todos, por mucho que te cueste aceptarlo.
– No estoy… -Cerré con fuerza la boca, me tragué el resto de la frase, y me obligué a mirar nuevamente el parabrisas.
Sonó el teléfono móvil de Lucas. Me lo pasó.
– Paige Winterbourne -respondí.
Se produjo una breve pausa. Luego, Benicio preguntó:
– ¿Está Lucas ahí?
– Está conduciendo. ¿Se ha puesto en contacto con Lionel St. Cloud?
Otra pausa, como si estuviese considerando si insistir o no en que lo pasara con su hijo.
– Sí, lo he llamado, y él trató de llamar a Stephen, pero no ha habido respuesta. Los dos tíos de Stephen vinieron a buscar a Tyler, pero nosotros hemos encontrado a un primo que está todavía en el hotel. Dice que la habitación de Stephen está cerrada con llave y nadie responde cuando se llama a la puerta. Oye, Paige, he enviado mi equipo de búsqueda al Fairfield. Puede que lleguen unos minutos después que vosotros, pero estarán allí muy pronto. Yo… -Hizo una pausa-. El asesino puede estar todavía en ese hotel. No quiero que Lucas entre.
– Entiendo -dije-. Puedo pedirle que se quede fuera mientras entro yo, pero…
– Quiero decir que los dos debéis quedaros fuera, por lo menos hasta que os acompañe mi equipo de rastreo. Un minuto o dos no va a ser mucha diferencia.
– Eso he oído -dije-. Pero no quiero correr ese riesgo. Diga a su equipo que se apresure y nos busque dentro.
Apreté la tecla de desconexión. Mientras le pasaba el teléfono a Lucas, volvió a sonar. Lucas lo cogió y lo apagó.
Un minuto después, nos desplazábamos por el carril central.
A nuestra izquierda se veía una gran villa de estilo español. Un discreto letrero cerca de la entrada flanqueada de palmeras anunciaba que habíamos llegado al Fairfield.
El Fairfield no era ni de lejos tan opulento como el hotel de los Boyd; sin embargo, yo sospechaba que sus precios duplicarían lo que nosotros pagábamos en el nuestro. Tenía ese tipo de atmósfera de graciosa sencillez que no va acompañada de un precio bajo, precisamente. La habitación de Stephen St. Cloud estaba en el tercer piso. Como el ascensor tardaba, subimos por las escaleras.
Читать дальше