– ¿Se comportan como si no existiera? Después de lo ocurrido la última primavera, me alegro de que así sea.
Hundió las manos en los bolsillos y se balanceó sobre los talones. Tendría que haber mantenido la boca cerrada. Nada apaga más una conversación que recordarle a alguien que su familia es responsable de haberle destrozado la vida a alguien.
Las puertas del ascensor se abrieron. Hice a Sean una seña para que aguardara mientras escribía una dirección de correo electrónico.
– Es la de Savannah -dije-. Si alguna vez quieres saludarla, presentarte, ésta podría ser la forma más fácil. Si prefieres no hacerlo, lo entenderé.
Cogió el papel.
– Lo haré. Me gustaría… ponerme en contacto. No me parece bien que la ignoremos. -Dobló la hoja de papel en cuartos y la guardó en su billetera. Mientras lo hacía, miró una fotografía ajada que llevaba en el compartimiento del documento de identidad-. No tendrás una foto de ella, ¿verdad?
– Sí, cómo no. -Saqué la cartera y busqué en la parte de las tarjetas, que estaba llena de fotos-. Algún día tengo que dejar de hacer esto y comprarme un álbum de fotos del tamaño de una cartera, como esas viejecitas que te enseñan a todos sus nietos mientras haces cola en el banco.
Saqué dos. Una era de Savannah montando a caballo por primera vez, ese verano; en la otra estaban Savannah, Lucas y Adam jugando a los aros cerca de nuestra casa el mes anterior.
– Es preciosa -dijo, sonriendo-. Sin duda tiene los ojos de papá.
– Quédate ésa -dije señalando la foto en que estaba a caballo-. Tengo otra en casa.
Me dio las gracias y nos despedimos.
* * *
Cuando volví a nuestra habitación encontré a Cassandra y Jaime sentadas cada una en un extremo del sofá, Jaime leyendo su última revista, y Cassandra encogida para saltar en el momento en que yo llegase.
– ¿Así que el asesino está atacando a las familias de las camarillas? -dijo-. ¿Primero a los Nast, y ahora a los Boyd?
Le di una versión muy breve de los acontecimientos ocurridos hasta el momento.
– ¿El nieto de un CEO? -La contracción de su entrecejo se acusó-. Así que es un crimen por venganza.
– Hummm, sí. Eso es lo que nosotros…
Lucas abrió la puerta del dormitorio.
– ¿Has conseguido hablar con tu padre? -pregunté.
Lucas dijo que sí con la cabeza.
– Va hacia el hotel con un equipo. Le dije que llegaríamos enseguida, y ha prometido abrirnos camino. Seguramente resultará fácil. Sospecho que cualquiera que tenga autoridad como para discutírselo debe hallarse ya en algún otro lugar, buscando a Tyler. ¿Vamos?
Cassandra se puso de pie y cogió su bolso.
– No, no -dije-. Esto es muy serio…
– Me doy cuenta, Paige. Estás buscando a una persona desaparecida. Una mujer vampiro rastrea mucho mejor que un chamán.
Yo vacilé y miré a Lucas. Él asintió con la cabeza.
– Bien -dijo Cassandra-. El resto me lo explicáis por el camino.
Lucas había alquilado un coche la mañana anterior, de modo que ya no necesitábamos el de Jaime. Ella se quedó en la habitación del hotel y prometió llamar si aparecía alguna otra persona. Según nuestra costumbre, si llevamos algún huésped en el coche, yo me siento atrás. Lo hago por cortesía. Pero Cassandra hace que me salga la grosería, de manera que me senté delante, al lado del conductor, y dejé que se le arrugara el vestido de Donna Karan en la parte de atrás, que estaba llena de cosas.
Nos llevó más de unos irritantes cuarenta minutos llegar al hotel de los Boyd. No sólo se encontraba en el otro extremo de la ciudad, sino que tropezamos con un embotellamiento en una zona en obras y habríamos llegado aún más tarde si Lucas no hubiese encontrado otro camino por calles laterales.
Mientras viajábamos, le procuré a Cassandra una visión de conjunto más amplia. Cuando entramos en el aparcamiento del hotel, seguía haciendo preguntas.
– Lamento interrumpir -dijo Lucas-. Aunque corra el riesgo de ofenderte, Cassandra, debo pedirte, nuevamente, que no reveles…
– No tengo la más mínima intención de dejarles saber quién soy.
– Gracias.
– Sería incluso mejor que Cassandra nos esperase aquí -sugerí-. Hasta que empecemos la búsqueda.
– Buena idea. Cassandra, si…
La puerta dio un golpe al cerrarse. Ella se dirigía ya a grandes zancadas hacia el edificio.
– Me parece que no -dije.
– Si no impedimos que se involucre, puede que satisfaga antes su curiosidad.
– ¿Y se vuelva antes a su casa?
Lucas sonrió levemente.
– Sería una buena idea.
* * *
Troy se reunió con nosotros en el aparcamiento, y nos escoltó después hasta el hotel, un complejo de lujo que no se parecía en nada a ninguno de los alojamientos que yo había visto.
Desde fuera de la suite de Tyler Boyd del segundo piso, nada hacía pensar que allí se había cometido un asesinato recientemente, o que un equipo de los expertos estaba examinando la habitación de arriba abajo. Sólo cuando se abrió la puerta se oyó el ruido que había dentro.
Dos hombres estaban trabajando en la zona de estar, uno tomando fotos y el otro pasando un aspirador de mano por el sofá. De una de las habitaciones de atrás apareció un tercer hombre, que llevaba lo que parecía un estuche de ordenador portátil. Intercambió un apresurado saludo con Lucas, y luego salió con prisa por la puerta que acabábamos de cruzar.
El guardia semidemonio asesinado yacía despatarrado sobre los restos de una mesa de centro, cubierto de trozos de vidrio y astillas de madera. Tenía la cabeza doblada hacia un lado, el rostro congelado en una mueca. Resistí el impulso de apartar la vista de esa mirada muerta. Junto a mí, Cassandra se inclinó sobre el cadáver, estudiándolo con frialdad. Traté de emularla, de ver ese cadáver no como una persona sino como una prueba.
En un principio pensé que al guardia le habían cortado la garganta. Luego vi un trozo de cable que tenía en el cuello y comprendí que lo habían estrangulado.
– Nuestro juez de instrucción cree que eso se lo hicieron después de muerto.
La voz de Benicio se dejó oír a nuestras espaldas. Miró a Cassandra. Su mirada pasó sobre ella con curiosidad, y tal vez con un cierto interés, pero como no se la presentamos, no preguntó nada. Quizás confiaba en el criterio de Lucas. O tal vez, sabiendo que su hijo tenía unas relaciones muy eclécticas, no quiso preguntar.
– Dennis ha hecho ya algunas observaciones preliminares. -Benicio llamó al jefe de segundad, que se hallaba en otra habitación-. ¿Dennis? ¿Querrías tener la amabilidad de contarles tus hallazgos a Lucas y Paige? ¿Y responder a las preguntas que quieran hacerte?
– Por supuesto, señor. -Dennis señaló al guardia muerto-. Creemos que se le acercaron por atrás y posiblemente le inyectaron algo. Eso podría explicar por qué no se resistió.
– ¿No se resistió? -Miré la mesa destruida-. Oh, ya veo, los desperfectos se produjeron cuando se cayó.
– Cayó con mucha fuerza. -Lucas se inclinó y retiró un trozo de algo negro que estaba junto a la mano del guardia.
Al arrodillarme percibí un olor familiar, que me recordó los campamentos de verano a los que iba de pequeña.
Leña quemada. Trozos de leña quemada rodeaban las manos cerradas del guardia.
– Un Aduro -dije-. Se aferró a la mesa y la quemó, lo cual significa que no estaba muerto cuando se desplomó.
Cassandra examinó el cable que estaba hundido en el cuello del guardia.
– No hay sangre.
– Lo que indica que se lo hicieron después de morir -dijo Dennis-. Más el hecho de que es improbable que alguien pueda haber estrangulado a un hombre de este tamaño, con los poderes que tenía.
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