Después de desplazar las rosas, traté de llamar nuevamente a Lucas. Seguía sin haber respuesta. Sospeché que evitaba mis llamadas. Maldito identificador de llamadas. Estaba llamando a casa para ver si había mensajes cuando se abrió la puerta e hizo su entrada Jaime.
– Paige, ¿verdad?-dijo, tragando aire. Habían desaparecido las gafas, y los rizos sueltos que en el escenario se veían tan cuidadosamente dispuestos, le colgaban ahora empapados de sudor por el cuello y la cara-. Por favor, dime que eres Paige.
– Eeeh, sí…
– ¡Oh, gracias a Dios! Venía corriendo para aquí y de repente pensé: ¿y si no era ella? ¿Y si había estado guiñándole el ojo a una desconocida e invitándola a encontrarse conmigo en el camerino, que es justamente lo que me hace falta? Yo ya tengo un lugar asegurado en los periódicos sensacionalistas sin necesidad de eso. De modo que Paige…
Se detuvo y miró a su alrededor; luego abrió la puerta y gritó:
– ¡Hola! ¿No había pedido…?
De detrás de la puerta apareció, flotando en el aire, una bandeja. Cabía presumir que había algún lacayo que la sostenía, o por lo menos así lo esperaba. Con los nigromantes nunca se puede estar seguro.
Cogió la bandeja y levantó después la botella de whisky.
– ¿Pero qué me están haciendo? He dicho que nada de alcohol esta noche. Tengo un compromiso. Ni alcohol ni cafeína. Como si no estuviera ya dándome contra las paredes. -Miró la botella con deseo, luego cerró los ojos y alargando el brazo la sacó por la puerta-. Llévatela, por favor.
La botella desapareció detrás de la puerta.
– Y trae más Gatorade. El azul. Nada de esa porquería de color naranja. -Cerró la puerta, cogió una toalla y se secó la cara-. Muy bien, ¿dónde estábamos?
– Yo…
– Ah, sí. Así que estaba pensando ¿y si no era ella? Yo esperaba a la bruja. Bueno, quizás no la esperaba, pero deseaba que llegara, ¿sabes? Lucas me llamó y me dijo que enviaba a alguien, a una mujer, y yo pensé: «¡Oh, Dios mío, a lo mejor es la bruja!».
– ¿La…?
– ¿No conoces esa historia? -continuó Jaime, con la voz alterada por el vestido que estaba quitándose por la cabeza-. ¿Sobre Lucas y la bruja? Personalmente, no lo veo.
– ¿Te refieres a que Lucas salga con una bruja? Bueno…
– No, a que Lucas salga con alguien. Punto. -Jaime se quitó el sujetador-. No pretendo ofenderlo, de verdad. Es un tipo estupendo. Pero se trata de una de esas personas de las que uno no imagina que tengan vida social. Como los maestros del colegio. Los ves fuera de la clase, y alucinas.
Una vez quitadas las medias, Jaime procedió a extenderse crema limpiadora en la cara, mientras continuaba hablando.
– He oído que es una obsesa de los ordenadores. Probablemente se trata de una muchacha flaca, con grandes gafas y dientes salientes que se asusta de su propia sombra. Una típica bruja. Me imagino a Lucas liándose con una chica como…
– Yo soy la bruja -dije.
Jaime dejó de limpiarse la cara y me miró.
– ¿Qué…?
– La bruja. La novia de Lucas. Que soy yo.
Ella dio un respingo.
– Oh, mierda.
La puerta se entreabrió y se oyó la voz de J. D.
– Tengo un incendio que apagar, Jaime. Requiere tu toque especial.
– Aguárdame un momento, ¿vale? -me dijo, poniéndose una bata-. Vuelvo enseguida.
* * *
– Hola, soy yo -dije, pasándome el móvil a la otra oreja-. ¿Está tu padre?
– Paige, qué alegría oírte -respondió Adam-. Estoy estupendamente. Me fue muy bien en los exámenes cuatrimestrales. Gracias por preguntar.
– Perdóname -me disculpé-. Pero es que estoy en un apuro…
Se oyó el chirrido de un taladro fuera del camerino.
– ¡Madre mía! ¿A quién estás matando?
– Creo que están desmantelando el escenario -contesté-. ¿Está Robert…?
– Ha salido con mamá. ¿Qué escenario? ¿Dónde estás?
– En Miami. Y, antes de que me preguntes, estoy aquí buscando a un nigromante. He encontrado a una, pero no es completamente… adecuada, de modo que tenía la esperanza de que Robert pudiera ponerme en contacto con algún otro de esta zona.
– ¿Para qué quieres a un nigromante? -Hubo una pausa, y luego su voz bajó de tono-. ¿No estarás pensando en…, bueno…, con tu madre? No creo que te convenga, Paige. Sé que todavía estás…
– Ten un poco más de confianza en mí. No estoy tratando de llamar a mi madre. Es para un caso.
– ¿Estás trabajando en un caso y no me has llamado?
– Acabo de hacerlo.
Otro alarido mecánico de los que taladran el oído, seguido de gritos y rechiflas.
– Suena como una fiesta -dijo Adam-. ¿Has mencionado un escenario? ¿Dónde estás? ¿En un club de striptease ?
– Algo parecido, en realidad. Acabo de ver una actuación de strip. Aunque del género equivocado. Ahora, dime…
– Oh, oh, no vas largar eso del striptease sin una explicación. ¿Qué demonios estás haciendo, buscando a un nigromante en un club de strippers?
– No es un club de strippers, es un teatro. ¿Has oído hablar de Jaime Vegas?
– La… -Soltó una carcajada-. ¿Hablas en serio? ¿Jaime Vegas es una nigromante? No puedo creer que la gente vea esa mierda. ¿Así que es real?
– En… cierto modo.
– Ay, Dios. Es muy mala, ¿no?
– Digamos que el espectáculo le sienta bien.
– Eh, vamos, no te hagas la buena. No estás hablando con Lucas. ¿Cómo es?
– Está más loca que una cabra.
Otra ruidosa carcajada.
– Vaya, ojalá estuviera allí. Bueno, acerca de ese caso… ¿Has cambiado de opinión sobre trabajar con Lucas?
– Yo nunca dije que no fuera a trabajar…
– Claro que lo dijiste. Cuando estuve en Portland el mes pasado. Lucas estaba hablando sobre el caso de ese Igneus, y yo insinué que tal vez tú podrías ayudarlo, y dijiste…
– Esto es sólo temporal. Él está ocupado, así que lo sustituyo.
Jaime entró en la habitación. Levanté un dedo. Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza, tomó un Gatorade, y se apoyó en el borde del tocador.
Adam continuó:
– Si está ocupado, eso significa que necesitas un socio, yo podría…
– Estoy bien. Tú tienes tus estudios.
– No, durante los próximos cuatro días, no -se apresuró a contestar Adam-. No tengo clases hasta el martes. No tengo más que…
– Quédate. Si te necesito, te llamaré. Mientras tanto ¿puedes preguntarle a Robert sobre algún ni… -eché una mirada a Jaime-…esa lista? Es bastante urgente.
– Lo haré si me prometes que me volverás a llamar para darme todos los detalles.
– Te llamaré mañana a primera hora. A la hora en que te despiertas. ¿Digamos a mediodía?
– Muy graciosa. Me levanto a las diez. Llámame esta noche. Aquí son sólo las siete, acuérdate.
Le dije que sí, colgué y me volví hacia Jaime.
– Discúlpame. No sabía cuánto tardarías. -Guardé el móvil en el bolso y me lo colgué en el hombro-. Mira, estoy segura de que el momento es inoportuno para ti, justo después de una función agotadora, y todo eso. Aprecio mucho que te hayas tomado tiempo para verme, y el show fue… muy bueno. Pero no tienes por qué molestarte conmigo. Cualquiera que sea el favor que le debes a Lucas considéralo devuelto. -Caminé de espaldas hacia la puerta y agarré el picaporte-. De cualquier manera, me ha encantado conocerte, Jaime, y te deseo lo mejor…
– Siento mucho lo que dije. Sé que he metido la pata. Después de cada función me quedo tan trastornada, que sencillamente… no acierto a pensar.
– No pasa nada. Yo…
– Quiero decir que, mierda, no puedo creer que no me diera cuenta de quién eras en el minuto mismo en que Lucas me dijo tu nombre. Yo conocía a tu madre. No personalmente, pero sabía quién era, y luego supe de ti y de la hija de Eve la primavera pasada, de modo que realmente tendría que haber sumado dos más dos, pero cuando hago una función, mi mente se pierde y… -Una sonrisa amarga-. Y hablo y hablo, sin sentido, te habrás dado cuenta, ¿verdad?
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