Lucas intentó restarle importancia al tema del agujero en la camisa, pero era demasiado tarde. Benicio ya había ido a ver a Faye y ella le había dicho que Lucas era el blanco siguiente de Edward. No había sabido que Lucas había recibido el disparo, pero en el momento en que Benicio vio esa camisa, lo comprendió todo, y ya no tuvo sentido obviar los hechos. Lo que sí hicimos, en cambio, fue resumir nuestra visita al más allá, diciendo solamente que habíamos caído a través del portal y nos habíamos vuelto a despertar aquí. Más tarde, sin duda, Benicio pediría detalles pero, por el momento, no le urgían. Lucas estaba a salvo. Eso era todo lo que importaba.
– De modo que ahora todavía tenemos que encontrar a Edward-dijo Lucas-. Probablemente estará escondido…
Benicio movió la cabeza de lado a lado.
– Querrá que volvamos a abrir el portal.
– Hemos tenido en cuenta… esa posibilidad -dijo Lucas-. Jaime se está ocupando de eso ahora.
– Y yo pondré a nuestros investigadores a trabajar inmediatamente. Por el momento, no obstante, mi primera prioridad eres tú. Lo he dispuesto todo para que a ti y Paige os lleven en avión a una casa segura, donde tú…
– No, papá -dijo Lucas con mucha tranquilidad.
Benicio lo miró a los ojos.
– No discutas conmigo sobre esto, Lucas. Vas a ir…
– Voy a ir a terminar lo que empecé. Mientras Edward esté libre, todavía tengo trabajo que hacer.
– Tu trabajo ya está hecho. Termina aquí, Lucas. Nunca he interferido antes…
Lucas le dirigió una mirada.
Benicio cerró la boca. Y luego continuó.
– No, en estas cosas no he interferido. Nunca he tratado de detener esas cruzadas tuyas ni de disuadirte de que las terminaras. -Dio un paso atrás-. ¿Crees que no sé con cuánta frecuencia tu vida está en peligro, Lucas? ¿Sabes cuántas noches he pasado pensando en eso? ¿Preguntándome en qué problemas te verías envuelto la próxima vez? Pero nunca he dicho una palabra. Hiciste un viaje a Boston para enfrentarte con Kristof Nast por una bruja, y no dije nada. Vuelas a California para hacerle frente a un posible asesino en serie, y no digo nada. Pero ahora, sí que lo digo. Esta vez, mi nombre no basta para protegerte, de modo que lo haré yo mismo. Así que vas a ir a esa…
– No, papá.
Se miraron en silencio durante un minuto, parados el uno frente al otro, con los ojos fijos en los del otro. Luego, Lucas movió lentamente la cabeza.
– No, papá. Ésta es mi lucha, al igual que todo lo demás que he hecho hasta ahora. Tienes razón. Todos los «riesgos» que he conocido no han sido tales riesgos gracias a ti. Eso ha hecho que siempre haya estado seguro. De modo que, cuando -posiblemente por primera vez- corro un peligro real, ¿esperas sinceramente que me oculte detrás de ti? ¿Qué clase de hombre sería si lo hiciera?
– Un hombre seguro.
Lucas afrontó la mirada seria de su padre con otra que no se apartaba de sus ojos. Tras un momento, Benicio miró hacia un lado. Viéndolo de perfil, pude advertir los movimientos de su mandíbula, que se esforzaba por contener la ira. Finalmente, se dirigió nuevamente a Lucas.
– Llevarás a Troy -dijo.
– No necesito un guardaespaldas, papá -dijo Lucas.
– Tú…
– Ya tiene uno -dijo lentamente una voz detrás de nosotros.
Nos volvimos para ver a Clay, que se dirigía hacia nosotros. Aunque Elena y él habían estado a seis metros de distancia, y en la otra esquina, no pudieron evitar oírnos, inconveniente que no pueden evitar los hombres lobos, dotados de una audición mucho más aguda que la nuestra.
– Yo lo protejo -dijo Clay-. Si necesita un guardaespaldas, me tiene a mí.
Benicio miró a Clay. Después su mirada se dirigió a Elena, que avanzaba detrás de Clay. Hizo un movimiento casi imperceptible, como si hubiera hecho una conexión mental.
– Clayton Danvers, supongo -dijo Benicio-. Su reputación lo precede.
– Entonces sabe que su hijo está en buenas manos.
Benicio vaciló sólo un momento, y luego miró a Lucas.
– ¿Mantendrás encendido tu teléfono móvil?
Lucas dijo que sí con la cabeza.
– Y te mantendré informado.
Con eso, Benicio nos dejó marchar. Una victoria relativamente fácil. Demasiado fácil. Cuando Benicio se hubo ido, Lucas nos dijo que debíamos contar con que nos siguiera hasta el hotel otro automóvil, en el que iría un equipo de seguridad de los Cortez. Y así ocurrió. De modo que Benicio nos había asignado guardaespaldas a larga distancia. Un inconveniente, pero mejor que tener a Troy supervisando cada uno de nuestros movimientos y transmitiéndole cada uno de nuestros movimientos a Benicio.
* * *
Llevamos la comida a Jeremy y Savannah, y los pusimos al tanto.
Una vez que terminamos de hacerlo, Jeremy se acercó a la ventana más próxima y separó las cortinas.
– Nos queda una hora de oscuridad. Elena…
– Vuelve al callejón y comienza a husmear -dijo Elena-. Decidme, ¿tenéis algo que pertenezca a Edward?
– Una camisa sacada de su cubo de la ropa sucia -dijo Lucas. Como Elena lo miraba extrañada, él se lo explicó-: Necesitábamos algún objeto de uso personal para una clarividente.
– ¿Clari…? ¿Quieres decir alguien que…? -Elena se interrumpió y sacudió la cabeza-. Mi mundo era bastante menos confuso cuando solamente había hombres y mujeres lobos. Una camisa usada es perfecta. -Le dirigió a Clay una sonrisa-. Hasta tú podrías seguir una pista con eso.
– ¿Sí? Bueno, en ese caso, no verás mal que te acompañe…, a menos que tengas miedo de que yo lo encuentre primero, y te ponga en evidencia.
La sonrisa de Elena se hizo más amplia.
– Jamás.
– Bueno. Entonces… -Clay se interrumpió y miró a Lucas-. Tal vez tengas que hacerlo tu sola, querida. Le prometí al padre de Lucas…
– Ve -dijo Lucas-. Hasta mi padre admitiría que aquí estoy seguro. Difícilmente podría Edward irrumpir y eliminarnos a todos.
Clay y Elena, ambos, miraron a Jeremy, aguardando su permiso. Todavía encuentro muy extraña la idea de que los hombres y mujeres lobos de una Manada no actúen sin la aprobación de su Alfa. Y aún más extraño, que no les moleste. Estoy segura de que contribuye el hecho de que Jeremy actúa con mucha discreción; nunca interrumpiría cuando se está planeando algo para decir en voz alta: «¡Eh, que yo no os he dado permiso para hacer eso!». En cambio, sí hace lo que ha hecho en esta ocasión, responder a sus miradas dubitativas con una inclinación de cabeza casi imperceptible.
Tras nuestra visita a Faye, habíamos dejado la camisa de Edward en nuestro coche alquilado. Lucas le dio a Clayton las llaves y le dijo dónde encontrar la camisa.
– ¿Paige? -dijo Elena mientras se dirigían hacia la puerta-. ¿Quieres venir?
Por supuesto que lo deseaba, pero sabía también que no iba a ganarme la simpatía de Clayton.
– Id vosotros dos -dije-. Yo tengo que quedarme aquí para esperar la llamada de Jaime.
– ¿Puedo ir? -dijo Savannah poniéndose de pie de un salto.
Un coro de «¡NOOS!» le respondió. Puso mala cara y se dejó caer violentamente otra vez en el sillón.
– ¿Has probado las arepas? -le preguntó Lucas-. Éstas están rellenas de pollo, y esas otras de ternera.
Ella suspiró, pero le permitió a Lucas que pusiera algunas arepas en su plato y le explicara cómo se hacen.
* * *
Después, Jeremy sugirió que invitáramos a Cassandra y a Aaron a reunirse con nosotros, para que pudiéramos discutir entre todos un plan de acción. Yo había tenido la intención de proponerlo, pero había estado esperando a que partieran Elena y Clay. Sospecho que Jeremy había estado esperando lo mismo, sabiendo que a ninguno de los dos les habría complacido la perspectiva de trabajar con Cassandra.
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