"ELY nosotros?"
"Los estadounidenses? Ah sí. Mal nacidos, mal educados -pero muy afortunados- campesinos".
"Con grandes pistolas?", preguntó el joven Jack.
"Sí, a los aristócratas siempre los ponen nerviosos los campesinos armados", asintió Granger, ahogando una carcajada. "Allí todavía creen en la mierda esa de. las clases. No se dan cuenta de lo malo que es eso para manejarse en el mercado, porque resulta que los tipos importantes rara vez tienen ideas nuevas. Pero ése no es nuestro problema".
Oderint dum metuant , pensó Jack. Era una de las pocas cosas que recordaba del latín. Se suponía que había sido el lema personal del emperador Cayo Calígula:
Mientras me teman, que me odien. ¿La civilización no había progresado más allá de eso en los últimos dos milenios?
"Cuál es nuestro problema?", preguntó.
Granger meneó la cabeza. "No es eso lo que quise decir. No Es gustamos mucho -en realidad nunca Es gustamos- pero al mismo tiempo no pueden vivir sin nosotros. Algunos de ellos comienzan a creer que, con la muerte de la Unión Soviética, pueden prescindir de nosotros, pero si realmente lo intentaran, la realidad Es mordería el culo tan fuerte que se lo haría sangrar. No hay que confundir lo que piensa la aristocracia con lo que piensa el pueblo. Ese es el problema que tienen. Creen que la gente sigue su ejemplo, pero no es así. Siguen a sus billeteras, y el tipo promedio de la calle se las arreglará solo, si tiene suficiente tiempo para pensar las cosas".
"Así que el Campus no hace más que ganar dinero a partir de las fantasías de estos banqueros?"
"Así es. Sabes, detesto los culebrones. ¿Sabes por qué?" Le respondió una mirada de incomprensión" Jack, porque reflejan la realidad con tanta precisión. La vida real, aun a este nivel, está llena de mentiras mezquinas y de egos. No es el amor lo que hace girar al mundo. Ni siquiera el dinero. Es la mentira".
"Eh, he oído cosas cínicas, pero…
"Granger lo interrumpió alzando la manó. "Cinismo no. Es la naturaleza humana. Lo único que no ha cambiado en diez mil años de historia. Me pregunto si cambiará alguna vez. Claro que también hay cosas buenas en la naturaleza humana:
nobleza, caridad, auto sacrificio, en algunos casos incluso el coraje y el amor. El amor cuenta. Mucho. Pero junto a él vienen la envidia, la concupiscencia, la codicia, los siete pecados capitales. Tal vez Jesús sabía de qué hablaba ¿no?"
"Esto es filosofía o teología?", creí que se suponía que esto era el negocio de la inteligencia, pensó el joven Ryan.
"Cumplo cincuenta la semana que viene. Viejo demasiado pronto, inteligente demasiado tarde. Un vaquero dijo eso hace como cien años". Granger sonrió. "El problema es que cuando uno se da cuenta de que es así, ya se es demasiado viejo para hacer algo al respecto".
"Y qué haría, fundar una nueva religión?"
Granger lanzó una carcajada mientras llenaba de nuevo su taza de café de su máquina Gevalia personal. "No, las zarzas de mi vecindario no arden. El problema de pensar cosas profundas es que uno debe seguir cortando el césped y llevando la comida a casa. Y, en tu caso, proteger a tu país".
"Entonces, ¿qué hacemos con lo del alemán?"
Granger le echó otra mirada al texto interceptado y pensó durante un segundo.
"Por ahora, nada, pero recordemos que Dieter ha ganado uno o dos puntos con Claude, y que puede querer cobrárselos en unos seis meses. El euro todavía es demasiado reciente para que puedan saber cómo se desempeñará. Los franceses creen que el centro financiero de Europa se desplazará a París. Los alemanes, que irá a Berlín. De hecho, irá al país que tenga la economía más fuerte y la fuerza de trabajo más eficiente. No será Francia. Tienen muy buenos ingenieros, pero la población no está tan bien organizada como la alemana. Si debiera apostar, apostaría por Berlín".
"Eso no Es gustará a los franceses".
"No te quepa duda, Jack. No te quepa duda", repitió Granger. "Pero bueno, los franceses tienen armas nucleares y los alemanes no, al menos por ahora".
"Habla en serio?", preguntó el joven Ryan.
Una sonrisa. "No".
"Nos enseñaron algo de eso en Quantico", dijo Dominic. Estaban en un centro de compras mediano, que prosperaba sobre todo gracias a los estudiantes de la cercana Universidad de Virginia.
"Qué decían?", preguntó Brian.
"No te quedes en el mismo lugar con respecto al sujeto. Trata de alterar tu aspecto -anteojos de sol, cosas así. Pelucas, si las hay. Chaquetas reversibles. No lo mires fijo, pero no desvíes la mirada si te mira. Mucho mejor si hay más de un agente por objetivo. Un solo hombre no puede seguir a alguien durante mucho tiempo sin ser detectado. Un sospechoso entrenado es difícil de seguir aun en condiciones ideales. Por eso las delegaciones grandes tienen los GEVs, Grupos especiales de Vigilancia. Son empleados del FBI, pero no prestan juramento ni llevan armas. Algunos los llaman los Irregulares de Baker Street, como los de Sherlock Holmes. Parecen cualquier cosa menos un policía, gente de la calle -vagabundos- trabajadores vestidos con overoles. Pueden estar sucios. Pueden ser mendigos. Conocí algunos una vez en la Delegación de Campo de Nueva York, trabajan en CD y CIE -crimen organizado y contrainteligencia exterior-. Son profesionales, pero nunca has visto profesionales tan atípicos como ésos".
"EA los que trabajan duro Es gusta eso?", le preguntó Brian a su hermano. "Digo, vigilar".
"Nunca lo hice, pero por lo que cuentan, requiere muchos recursos humanos, unos diez o quince hombres por sujeto, más autos, aviones -y así y todo, un experto puede engañarlos a todos. Especialmente los rusos. Esos desgraciados están bien entrenados".
"Así que, ¿qué demonios se supone que hagamos?", preguntó el capitán Caruso.
"Solo aprender lo fundamental", le dijo Alexander. "Ven esa mujer la de suéter rojo?"
"Cabello largo oscuro?", preguntó Brian.
"Ésa", confirmó Peter. "Determinen qué compra, qué auto tiene y dónde vive".
"Nosotros dos solos?", preguntó Dominic. "No pide mucho, ¿no?"
"¿Es dije que era un trabajo fácil?", preguntó Alexander en tono inocente. les dio dos radiotransmisores. "Los auriculares van dentro de la oreja, los micrófonos se abrochan en el cuello de las camisas. Tienen un alcance de unos tres kilómetros. Ambos tienen las llaves de sus autos". Y con estas palabras, partió a comprarse unos calzoncillos en una tienda Eddie Bauer.
"Bienvenido a la mierda, Enzo", dijo Brian.
"Al menos nos dijo qué tenemos que hacer".
"Te alcanzó con eso?"
El objetivo entró en una tienda Ann Taylor. Se dirigieron hacia allí, deteniéndose a comprarse un café grande cada uno en Starbucks como disfraz de ambientación.
"No tires la taza", le dijo Dominic a su hermano.
"Por qué?", preguntó Brian.
"Por si necesitaras mear. La perversidad del mundo gusta de intervenir en planes cuidadosamente trazados como éste. Es una lección práctica de una clase en la academia".
Brian no dijo nada, pero le pareció que era una medida razonable. Se colocaron las radios, cerciorándose de que funcionaran bien.
"Aldo a Enzo, cambio", llamó Brian por el canal 6.
"Te copio, hermano. Abandonemos la vigilancia visual, pero mantengámonos a la vista uno del otro, ¿de acuerdo?"
"Buena idea. De acuerdo, voy hacia la tienda".
"Diez-cuatro. Para ti, entendido, hermano". Dominic se volvió para ver cómo partía su hermano. Luego se sentó a sorber su café y observar al objetivo, nunca directamente, sino con un ángulo lateral de unos veinte grados.
"Qué hace?", preguntó Aldo.
"Parece que elige una blusa". El objetivo tenía unos treinta años, cabello castaño largo hasta los hombros y era razonablemente atractiva. Llevaba un anillo de casada, sin diamantes y una cadena barata dorada en el cuello, probablemente comprada en el Wal-Mart al otro lado de la calle. Llevaba una blusa color durazno. Pantalones, no falda, negros, zapatos "sensatos" sin taco. Un bolso más bien grande. No parecía demasiado alerta a lo que la rodeaba, lo cual era bueno. Parecía estar sola. Finalmente escogió qué blusa quería, al parecer una de seda blanca, la pagó con una tarjeta de crédito y salió de Ann Taylor.
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