"Demonios", observó Granger. "¿Cómo demonios lo hicieron?" Tomó el teléfono. "¿Gerry? Baja. Cayó el número tres. Tienes que ver el informe". Colgó y pensó en voz alta. "Bien, ¿dónde los enviamos ahora?"
Esa decisión se tomó en otro piso. Tony Wills estaba copiando todos los mensajes para Ryan, y el que estaba a la cabeza de la lista, lo impresionó por su sangrienta brevedad. Tomó el teléfono para hablar con Rick Bell.
Para nadie fue un golpe tan duro como para Max Weber. Le tomó media hora sobreponerse al shock y el rechazo iniciál. Vomitó mientras que sus ojos repetían la imagen del cuerpo cayendo por debajo de su campo visual, y revivía el horrible doble salto del tranvía. No fue culpa suya, se dijo. Ese idiota, Das Idiot cayó justo frente a él, como lo hubiera hecho un borracho, aunque era demasiado temprano para que el hombre hubiese tomado mucha cerveza. Ya había tenido accidentes, más que nada roces con los paragolpes de automóviles que giraban sin aviso frente a él. Pero nunca había visto, y casi no había oído hablar de accidentes fatales con un tranvía. Había matado a un hombre. El, Max Weber, había quitado una vida. No había sido culpa suya, se repitió aproximadamente una vez por minuto durante las siguiente dos horas. Su supervisor le dio el resto del día franco, y se fue a su casa en su Audi, deteniéndose en una Gastahaus a una cuadra de su casa, porque ése no era un día para beber solo.
Jack revisaba su material diario del Campus, acompañado por Dom y Brian, con quienes había compartido una comida tardía y unas cervezas. Era tráfico de rutina, mensajes de correo electrónico de y a personas de quienes se sospechaba que estaban en el juego, la mayor parte de quienes eran pacíficos habitantes de distintos países que una o dos veces habían escrito palabras mágicas que habían activado el sistema Echelon de Fort Meade. Entre ellos había uno parecido a los demás, sólo que iba dirigido a jjçjjaeufQcoffl,net.
"Eh, amigos, parece que nuestro amigo se estaba por encontrar con otro correo. Este le escribe a nuestro viejo amigo Cincuenta y seis MoHa y solicita instrucciones".
"¿Ah sí?" Dominic se acercó a echar un vistazo. "Qué nos dice?"
"Sólo tengo un alias de Internet, está en AOL: Gadfly097@aol.com. Si MoHa le responde, tal vez nos enteremos de algo. Creemos que es un oficial de operaciones de los malos. La NSA le sigue el rastro desde hace unos seis meses. Los mensajes están codificados, pero los podemos descifrar y los leemos casi todos".
"¿Cuán rápido le responderán?", se preguntó Dominci.
"Depende de don MoHa", dijo Jack. "Sólo podemos esperar".
"Entendido", dijo Brian desde su asiento junto a la ventana.
"Veo que Jack no los demoró", observó Hendley.
"¿Creíste que lo haría?, vamos, Gerry, te dije que no sería así, dijo Granger, quien, en voz baja, ya le había dado gracias a Dios. "Como sea, ahora quieren instrucciones".
"Tu plan era eliminar a cuatro objetivos, y bien, ¿quién es el número cuatro?", preguntó el senador.
Ahora le tocó a Granger ser humilde. "Aún no estoy seguro. A decir verdad, no esperaba que actuaran con tanta eficiencia. Tenía la esperanza de que estas operaciones generasen un blanco de oportunidad, pero todavía nadie asomó la cabeza. Tengo algunos candidatos. Déjame repasarlos esta tarde". Sonó su teléfono. "Claro, ven, Rick". Colgó. "Rick Bell dice que tiene algo interesante". Menos de dos minutos después, se abrió la puerta. "Oh, hola Gerry. Qué bueno que te encuentro aquí. Sam"
– Bell volvió la cabeza- "acaba de llegar esto". Le alcanzó una impresión en borrador de un mensaje de correo electrónico. Granger escudriñó la hoja. "Conocemos a este tipo…"Ya lo creo. Es oficial de operaciones de nuestros amigos. Imaginábamos que tiene base en Roma. Bueno, es así. Como todo burócrata -en particular los de alta jerarquía- a Bell le gustaba autocongratularse. Granger le alcanzó la hoja a Hendley. "Muy bien, Gerry, aquí tenemos al número cuatro". ' "No me gusta lo fortuito". "A mí tampoco me gustan las coincidencias, Gerry, pero cuando ganas la lotería, no devuelves el dinero", dijo Granger, pensando que el entrenador Darrell tenía la razón: la suerte no sale en busca de los torpes. "Rick: ¿vale la pena quitar de en medio a este fulano?" "Por supuesto que sí, confirmó Bell con entusiasmo. "No sabemos mucho acerca de él, pero todo lo que sabemos es malo. Está en el área operativa, de eso estamos ciento por ciento seguros, Gerry. Y siento que es lo adecuado. Uno de sus hombres ve como otro cae, lo informa y éste responde de inmediato. Sabes, si alguna vez llego a conocer al tipo que inventó el programa Echelon, creo que tendré que invitarlo a una cerveza". "Selección por las malas", observó Granger con decidida autocongratulación. "Demonios, sabía que funcionaría. Si uno sacude un nido de avispas, es imposible que no salgan algunas". "Mientras no te piquen, advirtió Hendley. "Bien, ¿y ahora qué?" "Démosles el visto bueno antes de que el zorro se meta en la cueva", fue la instantánea réplica de Granger. "Si conseguimos atrapar a éste, es probable que realmente demos con algo valioso". Hendley volvió la cabeza. "¿Rick?" "Por mí, de acuerdo. Misión en marcha", dijo. "De acuerdo, entonces misión en marcha", asintió Hendley. "Da la orden".
Lo bueno de las comunicaciones electrónicas era que no tardaban mucho. De hecho, Jack ya tenía en su poder la parte relevante.
"Bueno, amigos, el nombre de Cincuenta y seis MoHa es Mohammed – no es una gran noticia, se trata del nombre más común del mundo y dice que está en Roma, en el hotel Excelsior sobre la Via Vittorio Veneto, número uno dos cinco".
"Oí hablar de ese lugar", dijo Brian. "Es caro, muy bonito. Parece que a nuestros amigos les gusta alojarse bien".
"Se registró con el nombre de Nigel Hawkins. Un nombre tremendamente inglés. ¿Será ciudadano británico?"
"¿Con un nombre como Mohammed?", se preguntó Dominic en voz alta.
"Podría tratarse de un nombre falso, Enzo", replicó Jack, sin dejar que Dominic siguiera especulando. "Sin una fotografía, no podemos adivinar cuál será su origen. Está bien, tiene un celular, pero Mahmoud -es quien vio caer al pájaro esta mañana- debería saber cuál es". Jack se detuvo. "Me pregunto por qué no lo telefoneó. Mmm… Bueno, la policía italiana nos envió material originado en escuchas electrónicas. Tal vez estén vigilando las transmisiones por aire y nuestro amigo se cuide.
"Suena lógico, pero… ¿por qué envía cosas a través de Internet?"
"Cree que es segura. La NSA ha descifrado muchos de los sistemas públicos de encripción. Quienes los comercializan no lo saben, pero los muchachos de Fort Meade son muy buenos en esa área. Una vez que lo descifras, queda descifrado y el otro nunca se enterará de que es así. De hecho, desconocía el verdadero motivo de esto. La verdad era que los programadores habían sido persuadidos de insertar accesos ocultos en los sistemas, por patriotismo, por dinero, o, a menudo, por ambas cosas. SóMoHa empleaba el más caro de tales programas, cuyos manuales proclamaban con orgullo que nadie podía descifrarlos debido a que contenían un algoritmo exclusivo desarrollado por ellos. Claro que no decían cómo funcionaba, sino que se limitaban a afirmar que se trataba de un proceso de encriptación de 256 bits, lo cual estaba destinado a impresionar a los clientes con la magnitud de la cifra. Lo que los manuales no decían era que el ingeniero de software que lo generó había trabajado alguna vez en Fort Meade -ése era el motivo por el cual lo contrataron y tenía bien presente el juramento prestado en esa ocasión, además del millón de dólares libre de impuestos que recibió para reforzar su patriotismo. Ese dinero había pagado parte de su casa en las colinas del condado Mann. De modo que el mercado de bienes inmuebles californianos estaba en cierto modo al servicio de la seguridad de los Estados Unidos de América.
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