– Puede ocurrir cualquier cosa. Mario podría traducir ese pergamino y que eso les dijera dónde está el oro exactamente.
– No era a eso a lo que te referías. -Joe la estaba mirando con los ojos entrecerrados-. Y no me creo que sea sólo la expresión de un deseo.
– Te equivocas. Deseo de todo corazón que encuentren ese oro. Y pronto. -Cogió el teléfono y marcó el número de John Logan. Le salió el servicio de mensajería y dejó aviso para que le devolviera la llamada-. Volveré a telefonear a John cuando vuelva. -Se dirigió a la puerta de la calle-. Voy a llevar a Toby a dar un paseo por el lago. Necesito desahogarme un poco. -Llamó al perro con un silbido-. Anda deprimido desde que Jane se marchó de nuevo. ¿Vas a hablar por teléfono con Washington ahora?
– Puedes estar segura de que lo voy a hacer. -Abrió el móvil-. Tal y como dijiste, no queda mucho tiempo.
– Y prefieres que rodeen a Reilly y maten a ese bastardo que negociar con él.
– ¡Joder, claro! Dale el oro y se lo llevará, y se esconderá en cualquier parte sólo para volver a aparecer. Sabes que es así.
– Sí. -Pero eso también podría darle tiempo a Jane para salir sana y salva de aquella pesadilla-. Volveré pronto.
La puerta mosquitera se cerró de un portazo tras ella, y Eve bajó corriendo los escalones del porche. Toby echó a correr delante de ella por el sendero. Eve se lo permitió. El perro necesitaba hacer ejercicio, y ella, un poco de tiempo para pensar.
¡Dios bendito!, estaba asustada. ¿Qué demonios debía hacer? No podía hacer nada. Joe tenía razón sobre las posibilidades de encontrar el oro.
Y equivocado. Podría ser que…
Unos ladridos.
Toby estaba parado en mitad del sendero, ladrando hacia algo que había entre los árboles. El perro estaba tenso, apoyado sobre los cuartos traseros y el tono de su ladrido se estaba haciendo estridente.
– Toby. Ven.
¡Caray!, el perro no le prestaba atención. No era insólito que un oso, o algún puma, se alejara de las colinas y bajara hasta allí. No quería a Toby hecho pedazos ni acabar ella misma herida.
– ¡ Toby!
El perro empezó a dirigirse hacia los árboles.
Eve echó a correr tras él y lo cogió del collar.
– No, ahí no hay nada.
Pero allí sí que había algo.
A Eve se le erizaron los pelos de la nuca.
Tiró de Toby hacia atrás cuando el perro se abalanzó hacia adelante.
– ¡A casa! Vete a casa, muchacho. - Toby se dio la vuelta y volvió corriendo al chalé para alivio de Eve.
Ella lo siguió de inmediato. Era una tontería que el corazón le latiera de aquella manera; podría ser que no hubiera ningún animal peligroso en absoluto. Toby no era el perro más inteligente del mundo; podría haberse tratado de un búho o una zarigüeya.
Sin embargo, su respiración se acompasó cuando llegó al porche. Se sentó de golpe en la escalera y el can se sentó a su lado.
– Voy a tener que decirle a Jane que necesitas un curso de reciclaje en obediencia -susurró mientras rodeaba el lomo del perro con el brazo-. «Ven» no significa «ataca». Podrías haber conseguido que te hicieran trizas, muchacho.
El perro no la estaba mirando; mantenía la mirada fija en el sendero.
Eve tuvo un escalofrío por todo el cuerpo. Imaginaciones.
El sendero estaba vacío. Nada se dirigía hacia ellos. Nada ni nadie.
Pero saberlo no eliminó aquel escalofrío. Se levantó y se dirigió a la puerta delantera. No había tenido la oportunidad de hacer lo que pensaba hacer, y no podía retrasarlo.
– Vamos. Voy a entrar y prepararme una taza de chocolate caliente, Toby. Y aunque no te lo mereces, te dejaré que te des un festín.
Jane estaba sonriendo cuando colgó el teléfono. Siempre se sentía mejor después de hablar con Joe y Eve. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo desesperada y desanimada que se había sentido. En sólo esos minutos de conversación habían conseguido hacerla partícipe de su energía.
Un golpe en la puerta. Trevor la abrió antes de que Jane pudiera responder.
– Estás a punto de recibir una visita -dijo él en tono grave-. Venable acaba de llamar y está que hecha espumarajos por la boca.
– ¿Por qué?
– No le gustó tu reciente conversación con Eve y Joe. Está hablando de violación de la seguridad, injerencia en los asuntos de la CIA y amenaza para los intereses nacionales.
– ¿Qué? -Las palabras de Trevor dieron en el blanco-. ¿Tiene intervenido mi teléfono?
– Sí. ¡Coño! Tiene intervenido el mío. Dejé que lo hiciera. Me hacía sentir más seguro, y siempre hay maneras de evitarlo. -Hizo una mueca-. Le dije que no le diera ninguna importancia a lo que le contabas a Eve y Joe, pero según parece has cruzado la línea en la que él deja de estar cómodo. ¿Qué le has pedido a Joe que hiciera?
– Que alborotara a todo el mundo para conseguir alguna ayuda que nos permita encontrar a Reilly y Grozak.
– Esa sería la gota que colmaría el vaso. Las agencias del gobierno son extremadamente sensibles a las injerencias en su jurisdicción.
– Mala suerte.
– Estoy de acuerdo. -Hizo un gesto hacia la puerta-. Así que, ¿qué te parece si bajamos y se lo decimos? Debe de estar a punto de llegar.
– ¡Cáspita!, debe de estar enfadado. -Arrugó la frente cuando pasó por el lado de Trevor-. Y a mí sí que me importa tener intervenido el teléfono, ¡coño!
– Díselo a él, no a mí.
– No me dijiste que lo había hecho.
– Ya te sentías bastante insegura. -Bajó las escaleras delante de ella-. Y quería que te quedaras. Era importante para mí.
– Pero me lo haces saber ahora.
– Creo que ni la explosión de una bomba de hidrógeno te haría mover de aquí en este momento. Estás muy implicada. -La miró por encima del hombro-. ¿No es así?
¡Carajo!, tenía toda la razón. Como les había dicho a Eve y a Joe, aquel era el único lugar en el podía ser útil.
– Estoy implicada, sí -repitió ella-. Pero no significa que esté dispuesta a soportar este tipo de gilipolleces por quedarme aquí.
– Lo sé. Por eso permito que Venable despeje el panorama y haga público todo. -Se dio la vuelta cuando llegó al pie de la escalera-. Y para convencerte de que Venable existe y de que te estoy diciendo la verdad sobre lo de trabajar con él.
– No pensaba que estuvieras mintiendo.
– Puede que no, conscientemente. ¿Pero tal vez subliminalmente? Ya sabes que soy capaz de argucias bastante complicadas. Quería asegurarme de que supieras que estaba siendo absolutamente franco. -Se volvió y abrió la puerta delantera-. Pregúntale a Venable lo que quieras. -Sonrió-. Claro que, ahora que se te considera un riesgo contra la seguridad, puede que no te conteste.
Cari Venable no parecía el individuo nervioso que Trevor le había descrito, pensó Jane cuando el agente bajó del helicóptero. Era un tipo grande y fornido con una mata de pelo rojo canoso y un porte seguro y autoritario.
Pero su expresión ceñuda y lo espasmódico de sus movimientos no dejaron traslucir tal confianza al acercarse a ellos.
– Le dije que no debía haber ido a buscarla -le espetó a Trevor de manera cortante-. Sabot está furioso. Ha amenazado con sacarme del caso.
– No lo hará. Sin duda Quinn agitará las aguas, pero lo dejará a usted como el buen chico. Sabot estará demasiado ocupado respondiendo preguntas e intentando hacer creíble su posición para desautorizarle.
– Eso es lo que usted dice. -Venable se volvió hacia Jane-. No tiene ni idea de cómo lo ha embrollado todo. Esto va a hacer que nos resulte el doble de difícil hacer algo con eficiencia. Tarde o temprano Quinn acabará involucrando al Departamento de Seguridad Nacional, y eso significa que tendremos que responderles. Podría haber echado por tierra cualquier oportunidad que tuviéramos de atrapar a Grozak.
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