– Jane lo ha descubierto -le dijo Brenner a Trevor cuando contestó al teléfono-. Tenías razón. No es Rendle, es Wickman.
– Bien. ¿Ya viene de regreso?
– Acabamos de salir de la cafetería. Sigue hablando con Dengler.
Empleó unos cuarenta minutos después de terminar el dibujo en elogiar a Dengler y hacerle sentir un gran hombre. Decía que si tienes que utilizar a alguien, al menos deberías dejarlo haciendo que se sienta bien al respecto. -Hizo una pausa-. Es una chica… interesante.
– Métela en el avión y que vuelva aquí de una vez. ¿Os han seguido?
– No soy un aficionado. La llevaré a salvo a ese avión. Luego exploraré el terreno y hablaré con unos cuantos contactos para ver qué puedo averiguar sobre Wickman. Aunque se habrá largado de aquí hace mucho.
– Mira a ver en Roma. Es uno de los sitios en los que me lo encontré.
– Ahora tal vez esté con Grozak.
– Seguiremos necesitando saber todo lo que podamos sobre él. Si va a ser él quien le haga el trabajo sucio a Grozak, tenemos que hacerlo pedazos. -Hizo una pausa-. Pero antes de irte de Lucerna mira a ver qué clase de rumores puedes recoger sobre la localización del cuerpo de Donato.
– Eh, ¿tiene eso alguna importancia? No hay ninguna duda de que está muerto.
– Es importante. Mario está afectado, y necesitará hacer el duelo.
– De acuerdo. Me pondré a ello. Si Venable pudo decirte que estaba pasando algo aquí antes de la muerte de Donato, entonces habrá alguna fuente que pueda aprovechar. Pero pensabas que querías que volviera a Colorado. Aunque Dios sabe que todavía no he averiguado nada sobre Reilly.
– Dedícale doce horas a Donato. Luego, coge un avión a Colorado.
– De acuerdo. -Brenner hizo una pausa-. ¿Todavía vas a poder controlar a Mario?
– ¿Controlar? ¡Joder, no lo sé! Ha vuelto al trabajo. Tardaré un día entero. Encuentra el cuerpo del anciano.
Jane llegó a la Pista de MacDuff después de las nueve de aquella noche.
En cuanto salió del helicóptero entregó a Trevor el dibujo.
– Brenner dice que es Wickman.
Él asintió después de echarle un vistazo.
– Llamé a Venable en cuanto Brenner me dijo que lo había identificado, pero le enviaré esto por fax inmediatamente. Has hecho un buen trabajo.
Jane tuvo un escalofrío.
– Parece una persona normal. Tiene el aspecto de un maestro de escuela o de un empleado de banca. Parece imposible que pudiera cometer aquel horrible asesinato.
– Eso es lo que lo hace tan valioso para sus clientes. Es un tipo corriente, ¿y quién sospecharía que es Jack el Destripador? -La cogió del codo y la empujó hacia la puerta delantera-. Vamos. Tienes que comer algo antes de acostarte. Pareces molida.
– Comí en el avión. Brenner me envolvió un pastelito y un bocadillo de jamón que cogió de la cafetería. Me dijo que era lo mínimo que podían hacer, después de lo mucho que había trabajado detrás de la barra. ¿Cómo está Mario?
– Convirtiéndose en Terminator.
– Esta tarde dediqué dos horas a enseñarle lo básico de disparar un arma. Le dije que, a menos que quiera convertirse en un francotirador, por el momento puede olvidarse de los rifles. -Torció el gesto-. Siguió mi consejo, aunque no sé por cuanto tiempo podré contenerlo.
– ¿Por qué está…? -Jane se calló cuando comprendió-. No, no puedes dejarle que lo haga. Sería como poner un arma en las manos de un niño.
– No estoy tan seguro. Tiene aptitudes. -Le echó un vistazo mientras abría la puerta-. Hicimos un trato. Él sigue traduciendo los pergaminos, y yo lo convierto en Terminator.
– No tiene ninguna gracia.
– Yo tampoco se la veo. Pero es lo que va a ocurrir. Me dijiste que me asegurara de que Mario seguía trabajando, y es lo que estoy haciendo. Mañana por la mañana empieza a entrenarse con MacDuff en las artes marciales cuerpo a cuerpo.
– ¿Y MacDuff accedió?
– A regañadientes. Le reclamé una deuda. -Siguió a Jane dentro del pasillo-. Piensa en ello. Si estuvieras en el pellejo de Mario, ¿no harías lo mismo?
– ¿Perseguir al hombre que decapitó…? -Respiró hondo. Sí, no había ninguna duda de que querría vengarse y que se las apañaría para conseguirlo. Era sólo que Mario era un alma delicada, y se le antojaba imposible identificarlo con la violencia-. ¿Dónde está?
– Traduciendo los pergaminos. No lo molestes, Jane. -Torció la boca-. No te lo digo porque me sienta celoso de que le tengas afecto. Hicimos un trato, y tiene que cumplir su parte. Lo sabes tan bien como yo. Queda demasiado poco tiempo para andar con juegos. Y Grozak es una amenaza real.
– No estoy jugando. Nada más lejos de mis intenciones. -Empezó a subir las escaleras. ¡Por Dios!, estaba cansada-. Pero no molestaré a Mario esta noche. Con que lo vea mañana es suficiente.
Notó la mirada penetrante de Trevor mientras subía las escaleras.
– No tienes necesidad de vigilarme. Te he dicho que no voy a ir a ver a Mario esta noche. Me voy directa a mi habitación y a la cama.
– Me gusta observarte. No tengo que tener una excusa.
Jane se puso tensa y siguió subiendo las escaleras. No, no dejaría que le hiciera eso. No, en ese momento. Había demasiado en juego para permitir que se la distrajera.
– Buenas noches, Trevor.
– Será buena ahora que vuelves a estar aquí, y no correteando por Suiza.
– ¿Correteando? No he estado… -Cuando miró por encima del hombro Trevor avanzaba por el pasillo en dirección a la biblioteca. Perfecto, iba a mandar el dibujo por fax a Venable. Ella había hecho su trabajo, y en ese momento él iba a continuarlo. Eso es en lo que debían concentrarse. Detener a Grozak era bastante más importante que las emociones que les estaban arrastrando el uno hacia el otro. Habían trabajado bien juntos hacía cuatro años, y podían hacerlo de nuevo.
Tenían que hacerlo de nuevo.
– Ella sabe quién soy -dijo Wickman cuando entró en la habitación del hotel-. Hizo un condenado retrato de mí en el café.
– ¿Un error? -Grozak levantó las cejas-. Te dije que no podría tolerar la incompetencia, Wickman. ¿Cómo sabes que lo hizo?
– No soy un incompetente. Volví para eliminar a los testigos. Llegó antes que yo. Y Sam Brenner estaba con ella, de lo contrario habría podido ocuparme de ello.
– Pero no te ocupaste de ello. -Grozak sonrió-. Y ahora Trevor sabe quién eres. ¡Qué lástima! Tendré que eliminarte por mero instinto de supervivencia. Ni siquiera debería haberte pagado.
– Yo no intentaría engañarme, Grozak. -La cara de Wickman carecía de expresión-. Ejecuté tu encargo y lo hice bien. Y también lo concluiré bien.
– Señalarte que tenemos un objetivo común no es engañarte. -Y Grozak añadió persuasivamente-. No puedes sentir ningún cariño por esos petulantes hijos de puta de Estados Unidos. Ayúdame a acabar con ellos.
Bastardo rastrero, pensó Wickman con desprecio. Se había topado con sujetos como Grozak anteriormente, tan atrapados en su odio que no podían ver más allá de sus narices.
– Yo no tengo otro objetivo que reunir todo el dinero que pueda antes de retirarme del negocio.
– Recibiré una financiación considerable de mis amigos los musulmanes fundamentalistas para futuros proyectos, si puedo lograr éste. Tendrás tu parte.
– No quiero ninguna parte. Quiero mi dinero por adelantado.
El descontento de Grozak era evidente.
– No has terminado.
– ¿Quieres que te entregue la cabeza de Donato? Lo siento. Está en el fondo de una ciénaga en los alrededores de Milán.
– Me trae sin cuidado Donato. ¿Qué pasa con Trevor?
– No hasta que me pagues.
Grozak arrugó el entrecejo, metió la mano en el cajón superior de la mesa y le arrojó un sobre.
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