– Reilly.
Trevor asintió con la cabeza.
– Era solo una suposición, pero lo suficiente para que me hiciera pensar.
– Y cuando recuperaste los pergaminos y las monedas de Dupoi, Grozak tuvo que perseguirte para conseguir lo que quería. Habías puesto a Dupoi como señuelo y para que autentificara el hallazgo. Y eso es lo que habías planeado. -Meneo la cabeza-. Eres un taimado hijo de puta.
– Pero esta vez estoy en el lado de los ángeles. Eso debería alegrarte.
– Estoy demasiado asustada para alegrarme por nada de esto. -Se estremeció-. ¿Y entonces acudiste a la CIA?
– No de inmediato. -Hizo una mueca-. Tenía un problema con toda esta gilipollez del sacrificio. Decidí hacer algunas comprobaciones y un poco de introspección. Existía la posibilidad de que esta vez Grozak tampoco ejecutara su numerito. Pero entonces apareció Reilly, amenazando en un segundo plano, y supe que podía ocurrir. -Se encogió de hombros-. La oportunidad parecía demasiado buena para no aprovecharla. Podría deshacerme de Grozak antes de que él encontrara la manera de quitarme de en medio. Y podía salvar al mundo. -Sonrió-. Y si jugaba bien mis cartas, aun cabía la posibilidad de que acabara haciéndome con el oro. ¿Cómo podía resistirme?
– Claro, cómo ibas a hacer tal cosa -murmuró Jane. Estaba mirando fijamente el sobre que contenía la cinta de vídeo-. El acto de funambulismo definitivo.
La sonrisa de Trevor se desvaneció.
– Pero no quería que te vieras involucrada. Créeme, si hubiera podido encontrar la manera de encerrarte en un convento hasta que todo esto hubiera acabado, lo habría hecho.
– ¿En un convento?
– Un poco exagerado, ya lo sé. Pero, por si no lo habías notado, en lo concerniente a tu persona soy un celoso hijo de puta.
– Nadie me va a encerrar en ninguna parte. -Levantó la vista del sobre-. Y no voy a permitir que lo que le ocurrió al padre de Mario le ocurra a Eve o a Joe.
– Lo primero que hice cuando pensé que había alguna posibilidad de peligro para ti, fue pedirle a Venable que les pusiera protección a los dos las veinticuatro horas del día.
– Pero no pareces impresionado por la eficiencia de la CIA.
– Le dije que si les ocurría algo, dejaría a la CIA fuera de combate. Como ya te he dicho, Venable es un hombre nervioso.
– Voy a avisarles de todos modos.
– Como quieras.
A Jane le vino otra cosa a la cabeza
– ¿Cómo lo van a hacer? ¿Cuáles son los objetivos concretos?
– Lo ignoro. Ya tuve mucha suerte al conseguir toda la información que conseguí. Dudo que alguien excepto Grozak conozca los detalles. -Trevor cogió el teléfono que le devolvió Jane-. Si no vas a llamar a Venable, entonces debería hacerlo yo. No quiero que sus hombres se interpongan en el camino de Brenner cuando llegue a Lucerna.
– Brenner me dijo que creías saber quién es el asesino.
– Ralph Wickman. Brenner cree que es Tom Rendle. Podría equivocarme, pero no lo creo. Brenner va a husmear un poco por ahí, a ver si puede encontrar a alguien que tenga alguna idea de su próximo movimiento.
– ¿Alguna esperanza?
– Muy pocas. Pero explorar las posibilidades no hace daño. Si Wickman está trabajando para Grozak, tendremos que vigilarlo.
Jane se estremeció.
– Debe de ser un hombre horrible.
– Sí. Pero no más horrible que el hombre que lo contrató. -Metió la mano en el cajón de la mesa y sacó dos fotos. Arrojó una delante de ella-. Este es Grozak. -La cara de la foto era la de un hombre de unos cuarenta años, no mal parecido, aunque no había nada extraordinario en él-. Si Grozak tuviera que hacer el trabajo él mismo, habría blandido esa espada sin ningún reparo. Y lo habría disfrutado. -Arrojó la otra foto sobre la mesa-. Thomas Reilly. -Reilly era mayor, de unos cincuenta y tantos años, y sus rasgos eran casi aristocráticos, con unos huesos finos, nariz larga y labios delgados y bien delineados-. Y a su manera, Reilly hace que, en comparación, Grozak parezca angelical. -Sacó su teléfono-. ¿Quieres hablar con Venable?
Jane se levantó.
– ¿Por qué habría de hacerlo?
– Para comprobar si te he dicho la verdad.
– Me has dicho la verdad.
– ¿Cómo lo sabes?
Jane esbozó una leve sonrisa.
– Porque me prometiste que nunca me mentirías.
– ¡Uy Dios!, creo que hemos logrado un gran avance.
– Y si quisieras engañar a Venable, serías capaz de hacerlo sin ningún problema. Te he visto actuar.
– Ya lo estás estropeando.
– Sobrellévalo como puedas. -Jane hizo una pausa-. ¿Quién sabe lo de Venable?
– Nadie excepto Bartlett, Brenner y MacDuff. ¿Crees que permitiría que el mundo entero se enterase de que estoy tratando con la CIA? Cuanta más gente lo sepa, mayor es el riesgo de que haya filtraciones.
– Bueno, Eve y Joe van a saberlo.
– Deberán ser absolutamente discretos al respecto.
– Sabes que lo serán. -Ella se dirigió a la puerta-. Haz tu llamada. Tengo que volver con Mario.
– ¿Por qué?
– Porque no le voy a permitir que te culpe, se encoja como una pelota y deje fuera al resto del mundo. Es muy importante que termine de traducir esos pergaminos. Y me voy a asegurar de que lo haga.
Trevor levantó las cejas.
– ¡Cuánta determinación!
– Tienes toda la razón. -Lo miró a los ojos cuando abrió la puerta-. Soy norteamericana, Trevor. Y ningún hijo de puta va a hacer volar ninguna ciudad, pueblo o enlace ferroviario de mierda de mi país. No, si puedo evitarlo. Tú juega todo lo que quieras, siempre que no interfiera con eso. Pero esto no es ningún juego para mí. Grozak va a ser derrotado.
– Te dije que no quería que estuvieras aquí -dijo Mario cuando Jane entró en su habitación-. No tienes corazón.
– Pero tengo cerebro y lo estoy utilizando. Lo cual es muchísimo mejor que lo que estás haciendo tú. -Se sentó en el sillón que había enfrente de él-. Me gustaría ser amable y paciente contigo, pero no hay tiempo. No puedo permitir que sigas sintiendo lástima por ti. Hay mucho trabajo que hacer.
– Ya no trabajo para Trevor.
– De acuerdo, entonces trabaja para ti. No permitas que ese bastardo escape con lo que le hizo a tu padre.
– Fue culpa de Trevor.
Jane estudió su expresión.
– Eso no es lo que crees. -Y añadió deliberadamente-: Y no crees que el responsable sea el hombre que decapitó a tu padre.
– Por supuesto que sí.
– No. -Tenía que decírselo. Cruel o no, había que decirlo o Mario seguiría escondiéndose de la verdad-. Crees que fue culpa tuya. Crees que nunca deberías haber aceptado el trabajo. O que de haberlo hecho, deberías haberle hablado de tu padre a Trevor.
– ¡No!
– Quizá sea verdad, pero tendrás que decidirlo por ti mismo. ¿Pensaste que tu padre no correría peligro, pero estabas engañándote? No lo sé. Lo único que sé es que el hombre está muerto, y que deberías estar dispuesto a vengarlo, en lugar de estar culpando a cualquiera que tengas a mano, incluido tú.
– Sal de aquí. -Su voz se quebró-. No son más que mentiras.
– Es la verdad. -Jane se levantó-. Y creía que eras lo bastante hombre para enfrentarte a ello. Voy a ir a la habitación contigua a sentarme en mi rincón para contemplar la estatua de Cira y esperar a que vayas y empieces a trabajar de nuevo.
– No iré.
– Irás. Irás porque es la única cosa buena que tienes que hacer. No hay muchas cosas buenas en todo este lío, pero tienes la oportunidad de hacer una de ellas. -Empezó a dirigirse hacia la puerta-. Si encuentras lo que está buscando Trevor, los asesinos que mataron a ese pobre anciano indefenso no se saldrán con la suya.
Читать дальше