– ¡No!
– Destruiste todo aquello por lo que Ben y yo luchamos. Crees que soy una asesina. Podría recoger la pistola y demostrarte que estás en lo cierto. No quiero que esté a tiro de tus amigos. ¿Tienes miedo de morir, Eve?
– No, creo que no.
– Yo también creo que no. Creo que tienes miedo de vivir. -La miró por encima del hombro. -Te hubiera encontrado a tu Bonnie. Tendrás que vivir sabiendo eso. Ahora tal vez no la encuentres nunca. Ojalá que no la encuentres nunca. -Apartó la pistola con un pequeño puntapié. -¿Ves que no soy violenta? Rechazo la oportunidad de vengarme y voy al encuentro de la justicia. -Sonrió. -Adiós, Eve. Tal vez te vea en el tribunal. -Echó a andar por el claro. – O tal vez, no.
– Cree que puede salirse con la suya -le contó Eve a Logan mientras observaba a Lisa subirse a la parte trasera del coche con agentes del FBI. -Tal vez lo logre.
– Si la mantenemos separada de Kevin Detwil, no lo hará. Van a tratar de aislarla durante las siguientes veinticuatro horas. Va a ser dificilísimo, teniendo en cuenta de quién se trata. El juez Bennett va a ir directamente a ver a Detwil con la grabación.
– ¿Crees que se desmoronará?
– Es probable. Siempre necesitó tenerla al lado como guía. Si no confiesa, tenemos la lista. Eso no va a fallar.
– ¿Pero por qué estaba también el nombre de Detwil en la lista? Que estuviera Timwick, lo entiendo. Se estaba tornando inestable y amenazaba con arruinar sus planes. Pero a Detwil lo necesitaba para otro período.
– No creo que fuera un blanco inmediato. Es probable que haya puesto su nombre en la lista para intrigar a Fiske. ¿Qué blanco más difícil que el presidente?
– Pero tarde o temprano lo hubiera hecho.
– Sí, claro, Detwil era una prueba viviente. Imagino que Lisa hubiera hecho que Fiske tramara algún accidente que destruyera el ADN. Tal vez el estallido del avión presidencial.
– Son muchos los que viajan con el presidente en el avión presidencial.
– ¿Crees que eso le importaría a ella?
– Sí. No. -Eve sacudió la cabeza, confundida. -Dios, no lo sé. Tal vez.
Logan la tomó del brazo.
– Ven, vámonos de aquí.
– ¿Adónde vamos?
– ¿Me dejas elegir? Qué cosa tan extraña. Después de obligarme a tenderle la trampa a Lisa Chadbourne yo estaba seguro de que ibas a tener algún plan.
Eve se había quedado sin planes. Y también sin energías. Se sentía exhausta.
– Quiero ir a casa.
– Todavía no, lamentablemente. Iremos a la casa del senador Lathrop y nos quedaremos allí hasta que pase el alboroto y quedemos libres de toda sospecha. No quieren que algún funcionario del gobierno con el gatillo fácil nos liquide por error.
– Qué amables -comentó Eve con sarcasmo.
– No es por amabilidad. Somos testigos muy valiosos. Estaremos bajo estricta vigilancia hasta que todo esto termine.
– ¿Cuándo podré ir a casa?
– Dentro de una semana.
Eve sacudió la cabeza.
– Tres días como máximo.
– Lo intentaremos. -Su expresión se aflojó. -Recuerda que, después de todo, estamos derrocando una presidencia.
– Derrócala tú, Logan. -Eve se subió al automóvil. -Tres días. Después volveré a casa a ver a Joe y a mamá.
WASHINGTON, DC
– Es un manicomio. -Eve se apartó de la ventana con cortina de encaje. -Debe de haber cientos de periodistas allí afuera. ¿Por qué diablos no van a molestar a otros?
– Estamos en el ojo del huracán -dijo Logan-. Nuestra historia es más importante que el juicio de O. J. Simpson. Más que el escándalo de Whitewater y que los pecadillos de Clinton. Tendrás que acostumbrarte.
– No quiero acostumbrarme. -Eve caminaba de un lado a otro de la biblioteca del senador, como un tigre enjaulado. -Han pasado cinco días. Necesito volver a casa. Quiero ver a Joe.
– Me dijiste que tu madre te contó que mejora día a día.
– Pero no me dejan hablar con él.
– ¿Por qué?
– ¿Cómo quieres que lo sepa? No estoy ahí. -Se detuvo ante la silla de él, con los puños apretados. -Estoy encerrada aquí en este… En este lugar. No puedo salir sin que se me tiren encima. Ni siquiera pudimos ir al funeral de Gil ni al de Gary. Y esto no va a parar, ¿no?
Logan sacudió la cabeza.
– Traté de advertirte. En cuanto Detwil se quebró y confesó, se desató la locura.
Y ellos habían estado en el centro de esa locura, pensó Eve. Habían estado encerrados como prisioneros en la casa del senador, mirando el estallido de acontecimientos por televisión: Kevin Detwil confiesa, Chet Mobry jura como presidente, el arresto de Lisa Chadbourne.
– Va a seguir y seguir -se quejó Eve-. Es como vivir en una pecera. ¿Cómo voy a trabajar? ¿Cómo voy a vivir? No lo soporto.
– Con el tiempo los medios perderán interés. Cuando acabe el juicio, nadie se acordará de nosotros.
– Eso puede llevar años. Creo que te voy a estrangular, Logan.
– No, no lo harás -respondió él, sonriendo-. No tendrías nadie con quien compartir tus desgracias. La compañía es muy importante en un momento así.
– No quiero tu compañía. Quiero la de mamá y la de Joe.
– En cuanto vuelvas con ellos se convertirán en blancos de los medios. No podrán dar un paso sin tener una cámara encima. Se quedarán sin vida privada ellos también. ¿Crees que la relación de tu madre con su novio soportará ese tipo de tensión? ¿Y Joe Quinn? ¿Cómo crees que el Departamento de Policía de Atlanta reaccionará ante un detective que no puede dar dos pasos sin salir por televisión? ¿Y qué me dices de su matrimonio? ¿Crees que a su mujer le gustará que…?
– Cállate, Logan.
– Estoy tratando de ser franco contigo. Tú me pediste que fuera siempre sincero.
– Sabías que esto iba a ser así.
– No pensé que habría tanta repercusión en los medios. Supongo que tendría que haber calculado eso, pero solamente quería que derribaran a Lisa. Me parecía lo único importante.
Estaba diciendo la verdad. Eve deseó que no fuera así. Se sentía tan impotente que necesitaba culpar a alguien, a cualquiera.
– Y creo que a pesar de todo, también es lo único importante para ti -añadió Logan en voz baja.
– Sí. -Eve volvió a la ventana. -Pero no debería ser así. La derribamos pero ahora nos estamos ahogando junto con ella.
– No voy a dejar que te ahogues. -De pronto, Logan estaba detrás de ella, con las manos ligeramente apoyadas sobre sus hombros. -No te ahogarás si me dejas ayudarte, Eve.
– ¿Me puedes devolver mi vida?
– Es lo que pienso hacer. Sólo que puede llevar un tiempo. -Logan le masajeó los músculos tensos de los hombros. Se inclinó y le susurró al oído: -Estás demasiado tensa. Creo que necesitas unas vacaciones.
– Lo que necesito es trabajar.
– Tal vez podamos combinar ambas cosas. ¿Sabías que tengo una casa en una isla al sur de Tahiti? Es un sitio muy privado, y posee excelente seguridad. Voy allí siempre que necesito escapar por algún motivo u otro.
– ¿Qué quieres decir?
– Que lo que tú necesitas es escapar y yo también. Se necesitaría un periodista muy sagaz para que nos siguiera hasta allí. Y mira cómo estás -añadió con aspereza-. Has pasado por un infierno y la culpa de casi todo la tengo yo. Déjame tratar de compensarte por eso. Necesitas descansar y ponerte bien. La isla es lo más aburrido que hay. No hay nada que hacer salvo caminar por la playa, leer y escuchar música.
No sonaba aburrido. Sonaba a salvación. Se volvió lentamente hacia Logan.
– ¿Podría trabajar?
El hizo una mueca.
– Debí imaginar que se venía eso. Te haré construir un laboratorio. Y esta vez Margaret hará las cosas bien.
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