– ¿Y cómo diablos hago para conseguir esos recuerdos?
– Lo dejo librado a su imaginación.
– ¿Dónde vive la hermana de Chadbourne?
– En Richmond, estado de Virginia.
– ¿Doy por sentado, desde luego, que no está tratando de eliminarme de la escena?
– No, esta vez, no. Necesitamos esas muestras para comparar. Cuanto antes las consigamos, antes terminará todo esto.
Joe vaciló antes de aceptar.
– De acuerdo, ADN de Chadbourne y una muestra de su hermana. ¿Qué necesitan de ella, sangre?
– Con saliva estará bien por ahora -respondió Eve-. Pero hay que refrigerar la muestra y enviarla de inmediato.
– La traeré yo mismo. -Miró a Logan. -¿No sabe si fuma, verdad?
Logan sacudió la cabeza.
– Lamentablemente, no.
Joe se encogió de hombros.
– Con la saliva no hay problema. Si no fuma, seguro que toma café. El café se ha convertido en una adicción nacional. Lo que me va a dar trabajo es el ADN de Chadbourne. La mejor opción parecen ser las cartas, pero cómo voy a… -Bajó los escalones. -Me las arreglaré. Estaré pisándole los talones antes de que se dé cuenta. Encárguese de cuidar a Eve hasta que yo llegue, Logan.
– ¿Me harías el favor de seguir a Gary hasta su casa y quedarte con él hasta que lleguemos? -le pidió Eve-. Tengo que guardar el cráneo de Ben y todos los papeles y no quiero que Gary esté solo. -Eve tenía la vista fija en el científico que, en ese momento, subía a su automóvil. -Cuídalo, Joe.
– Y de paso, trate de convencerlo que pase por el despacho de un abogado y haga una declaración jurada -añadió Logan.
Eve se volvió para mirarlo.
Logan se encogió de hombros.
– Lamento ser tan insensible, pero sería bueno tener pruebas de resguardo por si pasa algo.
Quiere decir por si matan a Gary, pensó Eve y sintió el estómago revuelto.
– Conseguiré la declaración jurada y las malditas muestras. -Joe echó a correr detrás de Gary. -¡Saque a Eve de aquí y manténgala bien escondida, Logan!
– Hecho. -Logan la tomó del codo y la guió hacia el interior del edificio. -Esa es una orden de Quinn que no me molesta obedecer.
Dentro del laboratorio, guardó el cráneo en la caja mientras Eve juntaba las fotografías y las hojas impresas y las guardaba dentro de su maletín.
– No hay vuelos a Bainbridge. Tendremos que ir en automóvil -dijo Eve.
– De cualquier forma, es más seguro que tomar un avión, sobre todo uno que parta de tu ciudad de residencia. -Se dirigió a la puerta.
– ¿Estás lista?
Lo mismo daba que no lo hubiera estado, pensó Eve con una mueca. Logan ya estaba en marcha y si no lo siguiera, se quedaría allí. Y eso era algo que no tenía intención de hacer.
– ¿Por qué no tratas de dormir un poco? -propuso Logan-. Trabajaste toda la noche. -Te prometo que no terminaré metiendo el coche en una zanja.
– No quiero dormir. Hace mucho que estamos viajando, ya casi ha oscurecido. -¿Estamos por llegar?
– Falta cerca de una hora.
Una hora es demasiado cuando uno está tan nervioso.
– ¿Tuvo noticias de Gil?
– Anoche, sí. Todavía no hubo avances. Es probable que le lleve tiempo acercarse a Maren de forma confidencial. Estoy seguro de que está muy ocupado encargándose del trabajo sobre mi cadáver.
– No es gracioso.
– A mí tampoco me hace gracia, pero es mejor si uno se ríe.
– ¿De veras?
– Siempre pensé que sí. Te mantiene cuerdo.
– Entonces voto por eso. -Eve observó las luces traseras del coche de Gary, que iba por la ruta delante de ellos. -¿Habla por experiencia? ¿Ha estado cerca del abismo, Logan?
– Bastante.
– No. -Eve se volvió para mirarlo. -No me venga con evasivas. No es justo. Cuénteme. Usted sabe todo sobre mí.
– Lo dudo. Eres una mujer polifacética. No me sorprendería que tuvieras algunos secretos.
– Cuénteme.
– ¿Qué quieres saber?
– Lo del abismo.
– Ah, quieres ver mis cicatrices.
– Usted vio las mías.
Logan permaneció en silencio unos instantes.
– Me casé cuando era muy joven. Cuando vivía en Japón. Ella era eurasiática, la mujer más bella que había visto en mi vida. Se llamaba Chen Li.
– ¿Se divorció?
– Murió de leucemia. -Logan esbozó una sonrisa torcida. -No fue como la pérdida tuya. No hubo violencia, salvo de mi parte. Cuando vi que no encontraba la forma de ayudarla, sentí deseos de despedazar el mundo. En ese tiempo me sentía el dueño del mundo, creía que no había montaña que no pudiera escalar. Bueno, pues ésa no la podía escalar. Tardó un año en morir y yo tuve que quedarme de brazos cruzados, viendo cómo sucedía. ¿Te parece suficientemente profunda esa cicatriz?
Eve apartó la mirada y contempló la oscuridad.
– Sí.
– ¿Y crees conocerme mejor, ahora?
Ella no contestó.
– ¿La amaba?
– Oh, sí que la amaba. -Logan la miró. -No deberías habérmelo preguntado, sabes. Eres de corazón blando y te resultaría más fácil odiarme si no vieras que soy humano, como todo el mundo.
Era cierto. La comprensión hacía que el antagonismo resultara más difícil. El autocontrol que mostraba Logan acentuaba aún más el dolor que había padecido.
– En ningún momento dudé de que fuera humano.
– Puede que sí. Puede que no. -Cambió de tema. -Quizás el laboratorio de Teller no esté abierto cuando lleguemos a Bainbridge. Es posible que tengamos que alojarnos en un hotel y esperar hasta mañana.
– ¿No podemos llamarlo, o hacer algo? Tal vez Gary podría…
– Kessler ya va a despertar bastantes sospechas por la presión que va a aplicar sobre Teller. Sería demasiado pedirle que tuviera el laboratorio abierto hasta que lleguemos.
Tenía razón, sin duda, pero, diablos, ella quería avanzar más rápido.
– Usted no entiende. A veces lleva semanas obtener un informe definitivo sobre una muestra de ADN. Gary le va a pedir a Teller que lo haga en unos días. Los laboratorios privados pueden hacerlo más rápido, porque no están tan atrasados con el trabajo, pero cada minuto cuenta.
– ¿Crees que con el vil metal podría instarlo a trabajar unas horas más de lo habitual?
Eve sacudió la cabeza.
– No creo. Parece ser un profesional muy dedicado.
– Sí, pero igual tiene que pagar la hipoteca. Según Kessler, puede hacerle falta dinero.
Era cierto. Tal vez ella estuviera equivocada. El dinero podía mover el mundo. Ella misma se había dejado tentar por la carnada que Logan le había puesto adelante.
– Deje que Gary lo intente primero.
– No quise ofenderte. Sólo trataba de ayudar.
– Sí, ya lo sé. ¿Por qué iba a ofenderme? El dinero no tiene nada de malo.
Logan se quedó mirándola, sorprendido.
– Simplemente no me gusta que se lo utilice como a un palo para pegarle a alguien en la cabeza.
– ¿Pero recurrir al soborno te parece bien?
– En algunos casos.
Logan sonrió.
– ¿Cómo el de la Fundación Adam?
– Caray, sí.
– ¿Aun si lo utilicé para engañarte?
– No, eso sí que no estuvo bien. -Lo miró a los ojos. -Pero yo permití que lo hiciera. No soy tonta. Sabía que había algo turbio, pero quise correr el riesgo igual. A diferencia de usted, no temía que alguien cometiera un error y nos hiciera volar en pedazos. Quería el dinero. Pensé que sería una gran ayuda y quise arriesgarme. Si no me hubiera ido con usted, nada de esto habría sucedido. No estaría en problemas y mamá estaría a salvo. -Se encogió de hombros. -Me gustaría seguir echándole toda la culpa a usted, pero todos tenemos que aceptar la responsabilidad por nuestras acciones.
– Esa no fue la impresión que recibí -comentó él con ironía. -Querías degollarme.
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