Eve se liberó de la mano de él y siguió caminando.
– Déjate de hurgar, Joe. No pasa nada.
– Puede que no. -La mirada de Joe se posó en Logan. -O puede que sí.
Eve abrió la puerta del laboratorio y vio a Kessler sentado ante el escritorio, comiendo un sándwich.
Kessler levantó la vista y la fulminó con la mirada.
– Así que me quieres enviar a la morgue. Gracias, Duncan, muy amable de tu parte.
– Tienes mostaza en el bigote. -Ella tomó el maletín de manos de Joe y se acercó a Kessler. Tomó la servilleta de papel que estaba sobre el escritorio y le limpió la boca y el hirsuto bigote gris. -Cielos, Gary, nunca he visto a nadie tan sucio como tú para comer.
– Comer tiene que ser una función placentera cuando uno está solo. No tendría por qué preocuparme de que entre una mujer y empiece a criticarme. Y encima una que viene a pedirme favores. -Mordió el sándwich nuevamente. -¿En qué te metiste, Duncan?
– Necesito un poco de ayuda.
– Si lo que dicen las noticias es cierto, el que te tiene que ayudar es un abogado, no yo. -Miró detrás de ella. -¿Usted es Logan?
Logan asintió.
Kessler sonrió con expresión traviesa.
– ¿Es cierto que tiene cualquier cantidad de dinero?
– Bastante.
– ¿Quiere desprenderse de una buena suma? Las cosas ya no son como cuando era joven. Nosotros, los científicos brillantes, necesitamos mecenas, lamentablemente.
– Tal vez podríamos llegar a un arreglo -dijo Logan.
– Basta, Gary. -Eve abrió el maletín. -Sé perfectamente bien que cuando el trabajo te interesa, lo haces sin cargo.
– Hablas demasiado, Duncan -declaró Kessler-. De tanto en tanto es bueno ser codicioso. Además, me he vuelto más materialista desde la última vez que trabajamos juntos. -Hablaba en tono distraído y tenía la vista fija en el maletín. A pesar de sus palabras, Eve intuía su entusiasmo. Le recordaba a un niño cuando espera para ver qué hay adentro del paquete de Navidad. -Y enviar a Quinn como emisario para despertar mi curiosidad es una treta muy burda, hubiera dicho que emplearías un poco más de sutileza.
Eve sonrió.
– Si una cosa funciona, no la desperdicio.
– Debe de haber sido algo realmente interesante si te metió en un lío como éste. -Sus ojos en ningún momento se apartaron del maletín. -Por lo general no eres tonta.
– Gracias.
Eve esperó.
– ¿Bueno, qué es? -preguntó él con impaciencia.
Eve abrió la tapa y extrajo el cráneo con cuidado.
– Dímelo tú a mí.
– ¡Oh!, mierda -susurró Gary.
Eve asintió.
– Precisamente.
El tomó el cráneo de manos de ella y lo apoyó sobre el escritorio.
– ¿No es una broma?
– ¿Te parece que estaría escapándome si se tratara de una broma?
Kessler contempló la cara.
– Dios mío. Chadbourne. -Miró a Eve. -Si es que realmente se trata de Chadbourne. ¿Sabías sobre quién estabas trabajando?
Eve sacudió la cabeza.
– Lo hice a ciegas. No tenía idea hasta que lo terminé.
– ¿Y qué quieres de mí?
– Pruebas.
– ADN. -Frunció el entrecejo. -¿Y qué tengo para trabajar? ¿Supongo que volviste a trabajar sobre el cráneo, no? ¿Por qué no haces moldes? Vaya uno a saber qué estuviste destruyendo.
– Ya estaba limpio. El cuerpo fue quemado.
Kessler entornó los párpados.
– ¿Entonces qué tengo que hacer yo?
– Pensé…, en los dientes. El ADN debe de haber quedado protegido por el esmalte. Podrías partir un diente y extraer el ADN. ¿Es posible?
– Es posible, sí. Ha sido hecho en otras oportunidades. Pero no es seguro.
– ¿Lo intentarás?
– ¿Por qué iba a hacerlo? No es algo que me concierna y podría traerme muchos problemas.
Joe habló.
– Me quedaré aquí a custodiarte mientras estés trabajando. -Miró a Logan. -Y estoy seguro de que el señor Logan quiere que tu trabajo te sea redituable.
– Dentro de ciertos límites, por supuesto -dijo Logan.
Estaban encarando el asunto mal, pensó Eve. Supo que tenían a Gary desde el momento en que vio su expresión. Solamente había que darle un empujoncito.
– ¿No quieres saber si realmente se trata de Chadbourne, Gary? ¿No quieres ser el que lo demuestre?
Kessler lo pensó unos instantes.
– Puede ser.
Claro que lo quería. Eve podía ver el entusiasmo que él trataba de disimular.
– Sería algo increíblemente difícil -continuó Eve-. Caray, hasta podría ser material de un libro.
– No sería algo tan difícil -objetó Kessler-. A menos que me hayas arruinado también los dientes.
– Los toqué lo menos posible. -Sonrió. -Y sabes bien que mi trabajo no interfiere con el tuyo. Está todo allí, esperándote.
Kessler levantó la mirada.
– Sé perfectamente bien lo que estás tratando de hacer, Eve.
– Claro que sí. Bueno, ¿vas a hacerlo o le llevamos el cráneo a Crawford en Duke?
– Despertar mis instintos de competencia no te va a servir de nada, tampoco. Sé que soy el mejor. -Se sentó en el sillón. -Pero puede que te haga el favor. Siempre me caíste bien, Duncan.
– Lo harías aunque me odiaras a muerte. -La sonrisa de Eve se esfumó. -Pero no te voy a mentir. Esto es mucho más peligroso que meterse en problemas con la ley.
– Me di cuenta. -Se encogió de hombros. -Soy un anciano. Necesito algo que mantenga activa la adrenalina. ¿Puedo usar mi propio laboratorio?
– Preferiríamos que no. Creemos que estamos a salvo, pero no queremos correr riesgos. ¿Hay algún otro lugar donde puedas trabajar?
– ¡Cómo me dificultas las cosas! -Pensó un instante. -¿El laboratorio de mi casa? -Eve hizo un gesto negativo. -Tengo un amigo que es profesor en la Universidad Estatal de Kennesaw, que está a unos cuarenta minutos de aquí. Me dejará usar su laboratorio.
– Perfecto.
– ¿Y mi asistente?
Eve volvió a negar con la cabeza.
– Que se ocupe de tus clases. Te ayudaré yo.
– No creo que te necesite. Pero trata de librarte de toda esta maldita arcilla. Quiero una superficie limpia.
– De acuerdo. -Eve respiró hondo. -Pero primero necesito hacer una superimposición.
– Y yo qué, ¿me quedo papando moscas?
– Me apuraré todo lo posible. La necesitamos, Gary. Sabes que los dientes son importantes para la superimposición y no sabemos cuántos vas a tener que sacar. No podemos verificar los registros dentales, así que necesitamos todas las pruebas que podamos conseguir.
– Es posible -reconoció él de mala gana-. Pero mi ADN se llevará los laureles.
– Lo sé. ¿Podrás utilizar tu influencia para pedir un equipo de vídeo prestado al departamento audiovisual? Yo tengo la mezcladora.
– No pides nada -farfulló Gary-. ¿Sacar equipos valiosos de la universidad? Se armará un lío terrible.
– No les digas que vas a sacarlos de la universidad.
– De todas formas van a armar un escándalo.
– Derrítelos con tu encanto.
– Sí, sí, claro. Entonces sí que sospecharán que me he vuelto loco. En lugar de eso, los amenazaré y los extorsionaré.
– Tienes razón, no queremos que te comportes de un modo ajeno a tu personalidad.
– Pero trabajarás a toda velocidad y terminarás cuanto antes.
– No voy a discutir.
– Me asombras -murmuró Kessler-. ¿Cuánto te llevará limpiar el cráneo?
– Una hora, tal vez dos. Quiero hacerlo con mucho cuidado.
– Te buscaré los equipos y luego rastrearé a mi asistente y le diré que me voy por un par de días. -Kessler se dirigió a la puerta. -Empaca a nuestro amigo presidencial. Volveré lo antes posible.
– Gracias, Gary -dijo Eve en voz baja-. Quedo en deuda contigo.
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