– La mayoría de las personas se estremecerían.
– No necesariamente. A algunas mujeres les gusta la idea de estar tan cerca de la muerte. Les hace sentir emociones fuertes. -Se incorporó-. Venga, vamos a la cama.
– Quizá será mejor que me vaya a mi habitación.
– Todavía no. -La ayudó a ponerse de pie-. He vuelto a decir lo que no debía. Tengo que borrarlo.
– ¿Y demostrar que eres una especie de rey del sexo?
– Dios, no. -La abrazó con fuerza-. Sólo quiero ser el mejor para ti ¿Qué hay de malo en eso?
Apenas la había tocado y ella ya sentía el cosquilleo, estaba preparada.
– Estoy segura de que tienes algo, y de que probablemente se trate de una inestabilidad psicológica. ¿Qué pasaría si yo te pregunto si soy la mejor que has tenido?
– Te diría que eres buena, pero que juntos somos fantásticos-. Royd le mordió el labio inferior-. Y que no deberías andar por ahí con alguien inferior a ti.
Sophie se dio cuenta de que sonreía.
– Royd, eres imposible.
Él la llevó hacia la cama.
– Pero ¿soy el mejor?
– Puede ser.
– Eso no es lo bastante bueno. Supongo que tendré que empezar a trabajar en ello. -La atrajo para que quedara encima de él-. Pero tendrás que ayudarme. Tendrás que contarme lo que te gusta, lo que te excita. ¿Lo harás?
Ella empezaba a respirar más rápido, con fuerza.
– Es probable que no.
– ¿Por qué no?
– Diablos, porque no puedo pensar, y mucho menos hablar, cuando me haces eso.
– Mala suerte. -Royd la miró desde más abajo-. Tendremos que analizarlo más tarde. De una manera verdaderamente precisa y clínica.
– No lo analizaremos. -Sophie le cogió la cara con las dos manos y lo miró-. Cállate, Royd.
– Lo que tú digas. -Había dejado de sonreír, pero ella detectó una pizca de humor latente en sus ojos-. Creía que te gustaba hablar mientras lo hacías. Antes no parabas de hablar. -Royd fingió que pensaba-. Pero, según recuerdo, eran sobre todo gemidos y grititos y ahogos. Ah, y unos cuantos «¡más!» entre medio… Ay. Eso ha sido muy cruel.
– Te lo merecías.
Él la hizo girar en la cama.
– Eso también tendremos que hablarlo. Por lo visto, te agrada infligir dolor a tus pobres acompañantes masculinos. No sé cuánto podré aguantar pero, por ti, cualquier cosa, Sophie…
Erotismo, pasión y, ahora, humor. Sophie no se había esperado el humor.
– Cabrón -dijo. Tiró de él hacia abajo y lo besó con ganas-. ¿Vas a callarte de una vez?
– Oh, sí -aseguró él, acariciándola-. Ya lo he dicho, por ti, cualquier cosa, Sophie…
Abrió los ojos, todavía adormecida. La luz del sol entraba por la ventana e inundaba la habitación. Royd estaba de pie desnudo ante la ventana la noche anterior cuando ella había venido a verlo. Estaba de espaldas y ella vio las nalgas firmes y musculosas y los hombros poderosos. Había tenido ganas de tocarlo en ese momento y, después, sus manos lo habían recorrido entero como si… Royd no estaba.
Miró enseguida la marca en la almohada junto a ella. Royd no estaba.
Cerró los ojos un momento y se apoderó de ella un sentimiento de decepción. Estúpida. ¿Qué esperaba? Habían tenido una relación sexual y una noche estupenda. Eso no significaba que él tuviera la obligación de quedarse junto a ella.
– ¿Lista?
Abrió los ojos y vio a Royd a los pies de la cama. Tenía el pelo mojado y olía a limpio.
– ¿Lista para qué?
Él sonrió.
– ¿Más sexo? ¿Una ducha? ¿El desayuno? ¿Un baño a la carrera en el mar? He nombrado tus opciones según la importancia que tienen para mí.
Sophie sintió que una ola cálida y placentera se apoderaba de ella. Era curioso que esas pocas palabras hubieran borrado la sensación de abandono que había experimentado.
– Tienes el pelo mojado. ¿Te has duchado o bañado en el mar?
– Una ducha. Había pensado esperarte -dijo, sin dejar de mirarla-. O sales de la cama o yo volveré a meterme dentro. Ya que es casi mediodía, deberíamos esperar hasta que te alimente. -Se giró y fue hacia la puerta-. Vete a la ducha. He mirado en tu bolsa de viaje y he dejado ropa limpia en el cuarto de baño. Prepararé café y una tortilla. ¿Veinte minutos?
– Necesito treinta -Se sentó en la cama y tiró las sábanas a un lado-. Tengo que lavarme el pelo. Me siento como si me hubiera pasado por encima un tornado.
– Eso fue exactamente lo que pasó -dijo él, sonriendo por encima del hombro-. A los dos nos pasó por encima.
Royd salió antes de que ella pudiera responderle. Se levantó y fue hacia el cuarto de baño. Sentía el cuerpo ligero y ágil, los músculos relajados y fuertes, casi como un felino. Después de una noche de sexo tan intensa, habría pensado que estaría cansada y sin energías. Por el contrario, se sentía resplandeciente. No recordaba haberse sentido jamás así con Dave. El sexo con él había sido satisfactorio, nunca un asunto que los consumiera.
No pienses en Dave. No hagas comparaciones. Lo que había vivido con Royd la noche anterior había sido único. A veces ocurría que dos personas encontraban una perfecta sintonía sexual. Eso no significaba que estaban sintonizados en cualquier otro sentido. Sólo Dios sabía los kilómetros que había entre ella y Royd en otros planos.
Abrió la ducha y se metió bajo el chorro. La calidez del agua fue otra experiencia sensual y relajante. Bien. En ese momento, no quería pensar. Quería dejar la mente en blanco y disfrutar del momento. Echó hacia atrás la cabeza y dejó que el agua le corriera por el cuello.
– Llegas con cinco minutos de retraso -dijo Royd. Se apartó del fuego cuando ella entró en la cocina-. Pero yo también. Me han llamado por teléfono.
– ¿MacDuff? -preguntó ella, tensándose.
Él negó con la cabeza.
– Era Kelly. Quería instrucciones.
– ¿Qué le has dicho?
– Que buscara otro barco equipado con tecnología punta y que nos esperara. -Royd sirvió la tortilla en dos platos-. Sirve el café mientras saco el zumo de naranja de la nevera.
– Vale. -Sophie seguía frunciendo el ceño cuando cogió la cafetera-. ¿Por qué necesitaríamos una lancha con tecnología punta?
– Puede que no lo necesitemos. Pero prefiero estar preparado -dijo Royd, y dejó los platos en la mesa-. Deja de preocuparte. -Le cogió la cafetera de las manos y sirvió dos tazas de café-. No me gusta.
Ella alzó las cejas.
– ¿Eso significa que tengo que dejar de preocuparme?
– Hasta que haya algo de que preocuparse. Sabía que te pondrías nerviosa cuando te contara lo de Kelly, pero también pensé que no te agradaría si no te mantengo al corriente.
– Tienes razón, no me agradaría.
– Siéntate -Royd la llevó hasta la silla-. Y sonríeme como me sonreías cuando has entrado en la cocina.
– ¿Qué sonrisa era ésa?
Él inclinó la cabeza mientras la miraba.
– Entusiasmada. Totalmente entusiasmada. ¿Sabes cómo me hace sentirme eso? -Estiró la mano y le acarició el pelo-. Sedosa, eres suave por todas partes. En todos los lugares que toqué.
Sophie no podía respirar. El calor le hacía arder las mejillas.
Él siguió y le acarició lentamente los pechos.
– Bellos y suaves y sedosos -susurró-. ¿Quieres hacerlo en el suelo de la cocina?
Sí, quería. Temblaba con la necesidad de tirar de él hacia abajo y…
– Venga -dijo él, y metió la mano por debajo de la blusa. Piel contra piel. Sophie sintió que se le tensaban los músculos del vientre-. Podemos comer más tarde. No importa.
– No, no importa… -Sophie respiró hondo, le cogió la mano por debajo de la blusa. No podía parar-. No importa cuándo comamos. Lo que importa es que utilizas el sexo para distraerme. Yo debería estar preocupada por todo lo que está pasando, y tú me tratas como si fuera una muñeca que sacas para jugar y luego devuelves a su caja.
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