Joseph Kanon - El Buen Alemán

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El fin de la guerra en Europa culmina con la entrada de los ejércitos aliados en un Berlín que ha aceptado una rendición sin condiciones y cerca del cual celebran la Conferencia de Potsdam Churchill, Stalin y Truman. Pero haber acabado definitivamente con el Reich no pone fin a todos los problemas. En una zona controlada por los rusos acaba de aparecer el cadáver de un soldado del ejército estadounidense con los bolsillos repletos de dinero. Jake Geismar, periodista estadounidense que ya había estado en la capital alemana antes de la guerra, vuelve allí para cubrir el triunfo aliado y culminar su campaña particular, pero también para encontrar a Lena, una mujer de su pasado. El asesinato del soldado norteamericano se cruza en el camino de Geismar, quien irá descubriendo que hay muchas cosas en juego. Más de las que imaginaba.

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– Sí, tuya. Es a ti a quien no perdona. Cree que quieres destruirlo. Esa es la palabra que utiliza. Y ponerme en su contra. Todas esas ideas absurdas que se le ocurren… Este es el agradecimiento que recibes por salvarlo. -Recostó la cabeza en el respaldo, cerró los ojos y exhaló el humo-. Quiere que vaya a Estados Unidos.

– ¿Con él?

– Pueden llevarse a las esposas. Para mí es una oportunidad… Dejar atrás todo esto.

– Si es que acaban yendo.

– Podemos empezar de nuevo. Esa es su idea. Empezar de nuevo. Así que para eso lo has salvado. Tal vez ahora te arrepientas.

– No. Me salió en las cartas, ¿recuerdas?

Ella sonrió sin abrir los ojos.

– El protector. Y ahora, aquí estamos, todos tus descarriados. ¿Qué vas a hacer con nosotros?

– Para empezar, llevarte a la cama. Estás hablando en sueños. Vamos, apartaremos un poco a Erich. No le importará.

– No, déjale. Estoy demasiado cansada para dormir. -Se volvió para mirar al muchacho-. He enviado a una de las chicas a ver a Fleischman. El pregunta si podemos quedárnoslo algún tiempo más. Los campos están atestados. ¿Te importa? No da ningún problema. Además, ya sabes, a Emil no le gusta hablar en su presencia, de modo que es mejor así. Me aporta algo de paz.

– ¿Qué hay de Texas?

– Sólo quieren bebés. Antes de que se vuelvan demasiado alemanes, supongo -añadió, más abatida que enojada. Apagó el cigarrillo-. Todos tus descarriados. Nos alojas y te haces responsable de nosotros. ¿Sabes? El cree que vas a llevarlo con su madre. ¿Qué puedo decirle? ¿Después de la cárcel, tal vez?

– Ni siquiera entonces -intervino Jake con voz pausada-. Se suicidó anoche.

– Oh. -Un sonido herido, como un grito sofocado-. Oh, ¿de veras? -Desvió la mirada de nuevo hacia el sofá y después la posó en el regazo, mientras se le anegaban los ojos. Jake quiso abrazarla, pero ella lo rechazó tapándose los ojos con una mano-. Es ridículo. No llegué a conocerla. Sólo era una más en la oficina. No me mires. No sé qué me pasa.

– Estás cansada, eso es todo.

– Pero… hacer eso… Oh, ¿cuánto va a durar esto? Hervir el agua para poder beberla. Los niños viviendo como animales. Ahora otra muerte. Y esto es la paz. Era mejor durante la guerra.

– No, no lo era -repuso Jake con ternura.

Sacó un pañuelo y se lo ofreció.

– No -insistió ella, mientras se sonaba la nariz-. Sólo me estoy compadeciendo de mí misma. ¡Por Dios, hervir agua! ¡Y qué más dará eso! -Se sorbió la nariz y se enjugó la cara. El temblor empezaba a remitir. Se reclinó en el respaldo y espiró-. ¿Sabes? Después de los rusos hubo muchos… como ella. Nunca lloré. Veías los cuerpos en la calle. ¿Quién iba a saber cómo habían muerto? ¿Mi amiga Annelise? Yo la encontré. Veneno. Como Eva Braun. Tenía la boca quemada. ¿Y qué había hecho? Esconderse hasta que algún ruso la encontró. Tal vez fuera más de uno. Tenía sangre. -Se señaló el regazo-. Entonces no llorabas, porque eran muchos. ¿Por qué lloro ahora? Tal vez creía que esos tiempos habían acabado. -Volvió a secarse las mejillas y le devolvió el pañuelo-. ¿Qué vas a decirle?

– Nada. Su madre murió en la guerra, sólo eso.

– En la guerra -repitió ella con aire ausente, mirando de nuevo al chico-. ¿Cómo puede alguien abandonar a un niño?

– No lo abandonó. Lo dejó conmigo.

Lena se volvió para mirarle.

– No puedes enviarlo con los desplazados.

– Lo sé -dijo él. Le acarició una mano-. Pensaré en algo. Dame un poco de tiempo.

– Para que lo organices todo -concretó ella, reclinándose de nuevo-. Todas nuestras vidas. ¿También la de Emil?

– Emil puede organizarse solo. No me preocupa.

– A mí sí -repuso ella, con voz débil-. Todavía es algo mío. No sé qué, no es mi marido, pero es algo. Tal vez sea porque ya no le quiero. ¿No es extraño, preocuparse por alguien a quien ya no amas? Incluso su aspecto es diferente. Sucede así, creo: las personas se ven distintas cuando ya no las amas.

– ¿Son sus palabras?

– No, ya te lo he dicho, él me perdona. Es fácil, ¿no te parece?, cuando no quieres a alguien. -Su voz vagaba de vuelta a un pensamiento previo-. Tal vez nunca me amara. Tal vez sólo amara su trabajo. Incluso cuando habla de ti, la cuestión es el trabajo. No yo. Creía que sentiría celos, estaba preparada para eso, pero no, es sólo que no podrá volver si tú usas esos documentos. Si al menos su padre… -Calló, desvió la mirada y se enderezó-. ¿Sabes de lo que me habla? Del espacio. Estoy intentando dar de comer a un niño con lo que tú robas para nosotros y él me habla de naves espaciales. Su padre tenía razón: vive en su cabeza, no aquí. No sé, quizá después de que muriera Peter ya no le quedara nada. -Se volvió y le miró-. Pero arrebatarle eso ahora… No quiero hacerlo.

– ¿Qué es lo que quieres?

– ¿Qué quiero? -se preguntó-. Quiero que esto se acabe, para todos nosotros. Dejar que se marche a Estados Unidos. Dice que allí lo quieren.

– Aún no saben quién es.

Ella agachó la cabeza.

– Pues no se lo digas. Ahórrale también eso.

Jake se recostó, desasosegado.

– ¿Te ha pedido que me lo dijeras?

– No. No pide nada para él. Sólo para los demás. Para él son una familia.

– Sí, no lo dudo.

Ella sacó otro cigarrillo mientras negaba con la cabeza.

– Tú tampoco escuchas. Mis dos hombres. Ahora ya lo saben. Quizá él tenga algo de razón, que para ti es algo personal.

– ¿Es eso lo que crees?

– No lo sé… No. Pero ya sabes lo que va a ocurrir. Creen que todos fuimos nazis.

– Tal vez él les quite esa idea de la cabeza. Ya se ha convencido a sí mismo.

– Pero no a ti.

– No, a mí no.

– No es un asesino -dijo ella, con voz queda.

– ¿No?

– ¿Quién lo decide? Los que ganan.

– Escúchame, Lena -le pidió Jake, y cubrió las cerillas con una mano para obligarla a mirarlo-. Nadie esperaba esto. Ni siquiera saben por dónde empezar. Sólo son soldados. Lo achacan a la guerra, pero no fue la guerra. Fue un crimen. No la guerra, un crimen. No ocurrió porque sí.

– Sé lo que ocurrió, lo he oído una y otra vez. ¿Quieres que responda por eso?

– ¿Y si nadie lo hace?

– Entonces, ¿responderá Emil? ¿Es él el culpable?

– Formaba parte de eso. Todos son culpables, su «familia». ¿Qué grado de culpabilidad deben asumir? No lo sé. Lo único que sé es que no podemos obviarlo, nosotros no podemos ser culpables de eso.

– Números, eso es lo único que hizo.

– No viste el campo.

– Sé lo que viste.

– ¿Y lo que no vi? Al principio ni tan siquiera me percaté. Uno no lo interioriza todo de golpe, es tan… No me di cuenta.

– ¿De qué?

– De que no había niños. Ni uno. Los niños no podían trabajar, de modo que eran los primeros en desaparecer. Los mataban en cuanto llegaban. Ese. -Señaló a Erich-. Ese niño. Lo habrían matado. Eso eran los números. Erich.

Ella volvió la vista hacia el sofá y bajó el cigarrillo sin encenderlo. Cruzó los brazos contra el pecho, retraída de nuevo.

– Lena… -empezó a decir él.

– Muy bien -interrumpió ella.

Se incorporó un poco, estiró las piernas y se levantó, dando por zanjada la cuestión. Se acercó al sofá y se agachó. Arropó al niño con suma ternura y contempló su sueño.

– Ahora soy como todos los demás, ¿verdad? -dijo al fin, con la misma voz débil-. Como Frau Dzuris. Nadie ha sufrido excepto ella. No soy diferente. Me siento aquí a compadecerme de mis problemas. -Se volvió hacia él-. Cuando nos obligaron a ver las películas, ¿sabes lo que hice? Aparté la vista.

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