• Пожаловаться

John Le Carre: La chica del tambor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Le Carre: La chica del tambor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Шпионский детектив / на французском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

La chica del tambor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La chica del tambor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

John Le Carre: другие книги автора


Кто написал La chica del tambor? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La chica del tambor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La chica del tambor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Nadie, entre los que se hallaban cerca, recordaba el ruido de la bomba. Al otro lado del río, en Kónigswinter, todos oyeron un estruendo propio de una guerra mundial, y todos salieron a la calle, estremecidos, medio sordos, y dirigiéndose sonrisas de cómplices en la supervivencia. Se decían que, teniendo en consideración la presencia de aquellos malditos diplomáticos, ¿qué otra cosa cabía esperar? Más valdría mandarlos a todos a Berlín, en donde podrían gastar tranquilamente el dinero de los impuestos. Pero quienes se hallaban cerca de la explosión nada oyeron, al principio. Sólo pudieron hablar, en el caso de que hablar pudieran, del estremecimiento del pavimento, de una chimenea que se levantó silenciosamente en el aire abandonando un tejado para ir a parar a la carretera, del ventarrón que hizo temblar las casas, de que sintieron que la piel del cuerpo se les tensaba, de que cayeron derribados al suelo, de que las flores saltaron de los jarrones y los jarrones se estrellaron contra las paredes. Recordaban muy bien el sonido de vidrios rompiéndose, y el tímido murmullo de las jóvenes hojas al caer al suelo. Y los maullidos de personas que estaban tan asustadas que ni gritar podían. En realidad estaban todos con los sentidos tan alterados que poco se fijaron en los sonidos. También hubo varios testigos que hicieron referencia al ruido del aparato de radio en la cocina del consejero francés, radio que difundía una receta culinaria. Una ama de casa, considerándose mujer racional, preguntó a la policía si era posible que el estallido de la bomba hubiera producido el efecto de aumentar el volumen de la mentada radio. Los policías contestaron dulcemente, mientras se llevaban a esta señora envuelta en una manta, que en una explosión todo es posible, pero que, en este caso, la explicación era diferente. Al romperse todos los vidrios de todas las ventanas de la casa del consejero francés, y al no haber en la casa persona alguna en situación de bajar el volumen de la radio, nada pudo impedir que el sonido de la radio pasara directamente a la calle. Pero la señora no llegó a comprender del todo esta explicación.

Como es natural, poco tardaron en llegar los representantes de la prensa, intentando atravesar los cordones policiales, y los primeros y entusiastas reportajes mataron a ocho e hirieron a treinta, atribuyendo toda la culpa a una excéntrica organización alemana de derechas denominada Nihelungen 5, formada por dos muchachos retrasados mentales y un viejo loco, incapaces de hacer estallar un globo. Al mediodía, los periodistas ya se habían visto obligados a rebajar la cifra de muertos a cinco, uno de ellos israelita, a dejar la cifra de heridos graves en cuatro, habiendo doce más en el hospital, por diversas causas, y hablaban de las Brigadas Rojas italianas, de lo cual, una vez más, no había ni el más leve indicio. El día siguiente, los periodistas volvieron a cambiar de opinión y atribuyeron la hazaña a Septiembre Negro. En el día inmediato siguiente, un grupo que dijo llamarse «Agonía Palestina» se atribuyó los méritos, y, al mismo tiempo, también reivindicó convincentemente anteriores explosiones. Y el nombre de «Agonía Palestina» arraigó, a pesar de que antes cabía atribuir estas palabras al acto cometido que considerarlas nombre adecuado de quienes lo habían cometido. El caso es que de agonía palestina se habló, ya que estas palabras se hallaron en el titular de muchos pesados artículos de fondo que al respecto se publicaron.

Entre los no-judios que murieron se encontraba la siciliana cocinera del diplomático italiano, así como su chófer filipino. Entre los cuatro heridos se encontraba la esposa del agregado laboral israelita, en cuya casa había estallado la bomba. La señora perdió una pierna. El israelita muerto era el hijo de corta edad de este matrimonio, llamado Gabriel. Pero, cual se llegó a la general conclusión, el blanco del atentado no era ninguna de las personas mentadas, sino un tío de la herida esposa del agregado cultural, tío que estaba de visita, procedente de Tel Aviv. Este señor, dedicado a estudios talmúdicos, gozaba de cierta reputación en méritos de sus opiniones un tanto duras en lo tocante a los derechos de los palestinos de la orilla occidental. En otras palabras, dicho señor estimaba que tales palestinos no tenían derecho alguno, lo cual decía en voz alta y fuerte, muy a menudo, desafiando abiertamente el parecer de su sobrina, la esposa del agregado laboral, que pertenecía a la izquierda liberada de Israel, y cuya educación en un kibbutz no la había preparado para el riguroso lujo de la vida diplomática.

Si Gabriel se hubiera encontrado en el autobús de la escuela no hubiera corrido peligro alguno, pero Gabriel, lo mismo que muchos otros, se encontraba mal, aquel día. Era un niño preocupado e hiperactivo que había sido considerado como un elemento discordante en la calle, principalmente a la hora de la siesta. Pero lo mismo que su madre, tenía talento musical. Ahora, lo cual era perfectamente natural, nadie en la calle recordaba a un niño más querido que Gabriel. Un periódico de derechas alemán, rebosante de sentimientos pro-semíticos, le había llamado el ángel Gabriel, título que, sin que los redactores de dicho periódico lo supieran, tenía validez en las religiones cristianas y en la judaica, y durante una semana dichos redactores inventaron historias acerca de la santidad de Gabriel. Los periódicos más destacados se hicieron eco de estos sentimientos. Un comentarista de primera fila aseguró que el cristianismo era puro judaísmo o no era nada, afirmación que atribuyó a Disraeli, aunque sin fundamento probado. De esta manera, Gabriel se convirtió en un mártir cristiano y un mártir judío, al mismo tiempo, lo cual tranquilizó notablemente a algunos conscientes alemanes. Los lectores de los periódicos mandaron, sin que nadie se lo pidiera, millares de marcos a los que era preciso encontrar algún destino u otro. Se habló de una estatua a Gabriel, pero poco se habló de los otros muertos. De acuerdo con la tradición judaica, el tristemente menudo ataúd de Gabriel fue enviado inmediatamente a Israel para proceder al entierro. En méritos de la misma tradición, la familia le lloró durante siete días, y se esforzó en no mencionar su nombre en la fiesta del sábado. Pero la prensa alemana no tenía estas limitaciones.

A primeras horas de la tarde del día en que la bomba estalló, ya había llegado en avión, procedente de Tel Aviv, un equipo formado por seis especialistas israelitas. El discutido doctor Alexis, del ministerio del interior alemán, recibió, por parte de los alemanes, el vago encargo de ocuparse de la investigación, en cuanto concernía a Alemania, y él fue quien peregrinó hasta el aeropuerto para recibir al equipo israelita. Alexis era un hombre astuto y zorruno que había sufrido durante toda su vida la tortura de ser unos diez centímetros más bajo que el común de los hombres. Quizá en compensación de esta deficiencia, Alexis había siempre suscitado fácilmente controversias centradas tanto en su vida pública como en su vida privada. En parte era abogado, en parte era funcionario de seguridad, y en parte politicastro en busca del poder, tal como esa especie se da en la Alemania de nuestros días, con picantes convicciones liberales, no siempre bienvenidas por la Coalición, y con la inoportuna debilidad de expresar estas convicciones por la televisión. De una forma un tanto vaga se creía que su padre había sido una especie de resistente en contra de Hitler, y, en los presentes y alterados tiempos, este manto heredado de su padre, no caía muy bien sobre los hombros del excéntrico hijo. Desde luego, en los palacios de cristal de Bonn no faltaban quienes estimaban que Alexis carecía de la debida solidez para llevar a cabo su trabajo. El reciente divorcio de Alexis, con la inquietante revelación de la existencia de una amante que tenía veinte años menos que él, no había contribuido a mejorar la opinión que los antes referidos tenían de él.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La chica del tambor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La chica del tambor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «La chica del tambor»

Обсуждение, отзывы о книге «La chica del tambor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.