Donna Leon - Muerte en la Fenice

Здесь есть возможность читать онлайн «Donna Leon - Muerte en la Fenice» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Полицейский детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Muerte en la Fenice: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte en la Fenice»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El renombrado director de orquesta Helmut Wellauer aparece muerto, envenenado con cianuro potásico, durante una representación de La Traviata en el célebre teatro veneciano de La Fenice. Hasta el comisario Guido Brunetti, acostumbrado a la laberíntica criminalidad de Venecia, se asombra de la cantidad de enemigos que el músico ha dejado en su camino a la cumbre. Pero, ¿cuántos tenían motivos suficientes para matarle?
Conocido y querido ya por miles de lectores, el comisario Brunetti, armado tan sólo con su paciencia y sagacidad, resuelve en esta sugerente novela policíaca su primer caso.
Brunetti es un héroe corriente, es decir, un antihéroe cuya vida es feliz en lo personal y crecientemente desgraciada en lo profesional. Un vago izquierdismo lo une con su esposa Paola y les lleva a compartir de vez en cuando reflexiones amargas sobre la corrupción, la burocracia.
Muerte en La Fenice fue galardonada en Japón con el prestigioso Premio Suntory a la mejor novela de intriga y convirtió en poco tiempo a Donna Leon en el gran boom de la novela policíaca en Europa. Un excelente comienzo.
«El verdadero encanto de esta serie reside en el carisma de Brunetti y su apasionada identificación con el alma de Venecia.»
The New York Times Book Review.

Muerte en la Fenice — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte en la Fenice», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Se abrió la puerta de la salita y entró Rizzardi, vestido tan impecablemente como la noche antes. Olía a jabón caro y no al ácido carbólico que Brunetti asociaba automáticamente con su trabajo.

– Buenas tardes, Guido -dijo el médico, tendiendo la mano al comisario-. Siento que se haya molestado en venir. Hubiera podido llamarle para decirle lo poco que he descubierto.

– No importa, Ettore; de todos modos, quería venir. No puedo hacer nada hasta que esos cretinos del laboratorio me envíen el informe. Y para hablar con la viuda aún es pronto.

– Entonces le diré lo que hay -dijo el doctor cerrando los ojos y hablando de memoria. Brunetti sacó la libreta y fue escribiendo lo que oía-. El hombre gozaba de perfecta salud. De no saber que tenía setenta y cuatro años, le hubiera calculado diez menos o, incluso, quince. El tono muscular, magnífico, seguramente, gracias a los beneficios del ejercicio en un cuerpo sano. No había indicios de enfermedad en los órganos internos. No debía de beber, porque el hígado estaba en perfecto estado. Algo insólito en un hombre de su edad. No fumaba, aunque debió de fumar hace años, y dejarlo. Yo diría que hubiera podido vivir diez o veinte años más. -Terminado el informe, el médico abrió los ojos y miró a Brunetti.

– ¿Y la causa de la muerte? -preguntó Brunetti.

– Cianuro de potasio. En el café. Calculo que ingirió unos treinta miligramos, más que suficiente para causarle la muerte. -Hizo una pausa y agregó-: En realidad, nunca lo había visto. Un efecto tremendo. -Su voz se apagó y el médico cayó en una especie de ensimismamiento que Brunetti encontró truculento.

Al cabo de un momento, Brunetti preguntó:

– ¿Es tan rápido como se dice?

– Creo que sí -respondió el doctor-. Como le decía, nunca había visto un caso de éstos en la práctica. Sólo sabía lo que había leído.

– ¿Instantáneo?

Rizzardi pensó un instante antes de contestar:

– Creo que sí, o casi. Quizá, durante un momento, se dio cuenta de lo que le pasaba, pero pensaría que era una embolia o un infarto. De todos modos, antes de que pudiera descubrir lo que era, ya estaba muerto.

– ¿Y qué es lo que causa la muerte?

– Todo se para. Simplemente, todo deja de funcionar: el corazón, los pulmones, el cerebro.

– ¿En segundos?

– Sí. Cinco. Diez como máximo.

– No es de extrañar que esa gente lo use.

– ¿Qué gente?

– Los espías, en las novelas. Cápsulas que llevan en muelas huecas.

– Hum -hizo Rizzardi. Si la comparación de Brunetti le sorprendía, no lo demostró-. Sí, indudablemente, es rápido, pero otros son mucho más mortíferos. -Al ver que Brunetti levantaba las cejas en señal de sorpresa, explicó-: El botulismo. La misma cantidad, podría matar a la mitad de la población italiana.

Parecía que poco más iba a dar de sí el tema, a pesar del evidente entusiasmo que por él demostraba el médico, y Brunetti preguntó:

– ¿Hay algo más?

– Por lo visto, llevaba unas semanas bajo tratamiento. ¿Sabe si tenía un resfriado, gripe o algo por el estilo?

– No -dijo Brunetti sacudiendo la cabeza-. Todavía no sabemos nada. ¿Por qué?

– En el cuerpo hay señales de inyecciones. No se aprecian signos de abuso de drogas, por lo que supongo que se trata de antibióticos, o de vitaminas, una medicación normal. En realidad, las marcas son tan débiles que quizá ni inyecciones eran. Pequeñas magulladuras, tal vez.

– ¿Y dice que, de drogas, nada?

– No; no es probable -dijo el médico-. Hubiera podido pincharse fácilmente en el muslo izquierdo, porque era diestro. Pero no en el brazo derecho ni en la nalga izquierda, donde están las señales. Y, como le digo, tenía una salud excelente. Si hubiera tomado drogas, yo hubiera observado indicios. -Hizo una pausa-. Además, no estoy seguro de lo que son. En el informe pondré «pequeños hematomas subcutáneos». -Por su tono de voz, Brunetti comprendió que aquellas señales le parecían una trivialidad y que ya le pesaba haberlas mencionado.

– ¿Algo más?

– Nada más. Quien haya hecho esto, le ha robado por lo menos diez años de vida.

Como era habitual en él, Rizzardi no demostró ni, probablemente, sentía curiosidad alguna acerca de quién pudiera haber cometido el crimen. Durante los años que hacía que se conocían, Brunetti nunca había oído al doctor preguntar por el criminal. A veces, mostraba interés y hasta fascinación cuando el crimen era imaginativo, pero nunca parecía importarle quién lo había cometido ni si era descubierto.

– Gracias, Ettore -dijo Brunetti, estrechando la mano del médico-. Ojalá trabajaran tan aprisa los del laboratorio.

– Dudo que su curiosidad sea tan fuerte como la mía -dijo Rizzardi, reafirmando a Brunetti en la convicción de que nunca entendería a aquel hombre.

CAPÍTULO VIII

En el barco, de regreso a la ciudad, Brunetti decidió hacer una visita por sorpresa a Flavia Petrelli, para averiguar si entretanto la cantante había recordado haber hablado con el maestro la noche antes. Animado por la perspectiva de tener algo que hacer, desembarcó en Fondamente Nuove y se dirigió hacia el hospital, contiguo a la basílica de Santi Giovanni e Paolo. Al igual que todas las direcciones de Venecia, la que le había dado la norteamericana era prácticamente inservible en una ciudad en la que sólo había seis nombres diferentes para todas las calles y los edificios estaban numerados sin método ni lógica. La única manera de encontrarla era ir hasta la iglesia y preguntar a algún vecino. No debía de ser difícil dar con ella. Los extranjeros solían vivir en la Venecia más pintoresca, no en barrios de sólida clase media como éste, y muy pocos extranjeros conseguían hablar como Brett Lynch, que parecía haberse criado aquí.

Delante de la iglesia, preguntó, primero, por el número y, después, por la norteamericana, pero la mujer a la que se había dirigido no tenía ni idea de dónde podía encontrar ni a uno y ni a otra. Le dijo que preguntara a Maria, pronunciando el nombre como si esperase que él supiera a qué Maria se refería. Resultó que Maria regentaba el quiosco de periódicos situado delante de la escuela y, si Maria no le daba razón, era señal de que la norteamericana no vivía en el barrio.

Al pie del puente que desembocaba delante de la basílica, encontró Brunetti a Maria, una mujer de pelo blanco y edad indefinida que, sentada en su quiosco, dispensaba periódicos como si fueran profecías y ella, la sibila. Él le dijo el número que buscaba y ella respondió con una sonrisa: -Ah, la signorina Lynch -dando al apellido las dos sílabas que exigía la pronunciación italiana. Bajando por la calle della Testa, la primera puerta a la derecha, cuarto piso. Por cierto, ¿le importaría llevarle los periódicos?

Brunetti encontró la puerta fácilmente. El apellido estaba grabado en una placa de latón, arañada y empañada por el tiempo, colocada al lado del timbre. Llamó una vez y, al cabo de un momento, oyó una voz por el intercomunicador. Resistiéndose al impulso de decir que venía a traer los periódicos, el comisario se limitó a dar su nombre. La persona que había respondido no dijo más, pero la puerta se abrió con un chasquido, franqueándole la entrada al edificio. De la derecha arrancaba una escalera, y el comisario empezó a subir pisando con agrado la leve concavidad que infinidad de pies habían ido imprimiendo en el mármol a lo largo de los siglos. Le gustaba la forma en que el declive le obligaba a apoyar el zapato en el centro de cada escalón. Subió dos tramos y luego un tercero. Después del cuarto rellano, la escalera se ensanchaba bruscamente, y los gastados peldaños originales cedían paso a losas de mármol de Istria de canto vivo. Esta parte del edificio había sido renovada por completo, y no hacía mucho.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muerte en la Fenice»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte en la Fenice» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Muerte en la Fenice»

Обсуждение, отзывы о книге «Muerte en la Fenice» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x