Donna Leon - Muerte en la Fenice

Здесь есть возможность читать онлайн «Donna Leon - Muerte en la Fenice» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Полицейский детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Muerte en la Fenice: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte en la Fenice»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El renombrado director de orquesta Helmut Wellauer aparece muerto, envenenado con cianuro potásico, durante una representación de La Traviata en el célebre teatro veneciano de La Fenice. Hasta el comisario Guido Brunetti, acostumbrado a la laberíntica criminalidad de Venecia, se asombra de la cantidad de enemigos que el músico ha dejado en su camino a la cumbre. Pero, ¿cuántos tenían motivos suficientes para matarle?
Conocido y querido ya por miles de lectores, el comisario Brunetti, armado tan sólo con su paciencia y sagacidad, resuelve en esta sugerente novela policíaca su primer caso.
Brunetti es un héroe corriente, es decir, un antihéroe cuya vida es feliz en lo personal y crecientemente desgraciada en lo profesional. Un vago izquierdismo lo une con su esposa Paola y les lleva a compartir de vez en cuando reflexiones amargas sobre la corrupción, la burocracia.
Muerte en La Fenice fue galardonada en Japón con el prestigioso Premio Suntory a la mejor novela de intriga y convirtió en poco tiempo a Donna Leon en el gran boom de la novela policíaca en Europa. Un excelente comienzo.
«El verdadero encanto de esta serie reside en el carisma de Brunetti y su apasionada identificación con el alma de Venecia.»
The New York Times Book Review.

Muerte en la Fenice — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte en la Fenice», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sus especulaciones fueron interrumpidas por la llegada de una de sus secretarias, con el informe de la policía de Berlín ya traducido al italiano.

Antes de empezar a leerlo, Brunetti se recordó a sí mismo que en Alemania Wellauer era una especie de monumento viviente y que los alemanes siempre andaban en busca de héroes, de manera que, probablemente, lo que ahora iba a leer estaría condicionado por ambas cosas. Ello significaba que unas verdades estarían reflejadas en el informe sólo por alusión indirecta y otras, por omisión. ¿No eran muchos los músicos y artistas que habían pertenecido al partido nazi? ¿Y quién se acordaba ahora de eso, al cabo de los años?

Abrió el informe y empezó a leer el texto en italiano, ya que el alemán no le servía de nada. Wellauer no tenía antecedentes penales, ni siquiera una simple infracción de tráfico. En su apartamento de Gstaad habían entrado ladrones dos veces; en ninguna de las dos ocasiones se recuperó nada ni se detuvo a nadie, y el seguro pagó religiosamente, a pesar de que se trataba de sumas enormes.

Brunetti leyó por encima otros dos párrafos redactados con minuciosidad germánica hasta llegar al suicidio de la segunda esposa, que se había ahorcado en el sótano de su casa de Munich el 30 de abril de 1968, después de lo que el informe describía como «un largo período de depresión». No se había encontrado carta alguna. Dejaba tres hijos, dos varones, gemelos, de siete años y una niña de doce. El propio Wellauer había encontrado el cadáver y, después del funeral, observó un retiro absoluto durante seis meses.

La policía no había recogido más datos sobre él hasta el momento de su tercer matrimonio, contraído hacía dos años, con Elizabeth Balintffy, natural de Hungría, médico de profesión y súbdita alemana por su primer matrimonio, que había terminado en divorcio tres años antes de su boda con Wellauer. La mujer carecía de antecedentes policiales, tanto en Alemania como en Hungría. Tenía de su primer matrimonio una hija de trece años, Alexandra.

Brunetti buscó y buscó en vano alguna referencia a lo que Wellauer había hecho durante los años de guerra. Se mencionaba su primer matrimonio, en 1936, con la hija de un industrial alemán, de la que se divorció después de la guerra. Daba la impresión de que, entre estas dos fechas, el hombre no había existido, lo cual, a ojos de Brunetti, daba cuenta elocuentemente de lo que había estado haciendo o, en cualquier caso, apoyando. Pero no sería fácil obtener la confirmación de esta sospecha, y menos, en un informe de la policía alemana.

En suma, oficialmente, Wellauer estaba tan limpio como el que más. A pesar de lo cual, alguien le había echado cianuro en el café. La experiencia había enseñado a Brunetti que la gente suele matar por dos motivos: dinero y sexo. No importaba el orden, y con frecuencia a lo último se le llamaba amor. En los quince años que había pasado entre asesinos, había encontrado pocas excepciones a esta regla.

Bastante antes de las once, Brunetti ya había terminado de leer el informe de la policía alemana. Entonces llamó al laboratorio y se enteró de que no se había hecho nada ni se habían tomado las huellas de la taza ni del camerino, que permanecía cerrado, circunstancia que ya había dado lugar a tres llamadas telefónicas del teatro. El comisario dio unos cuantos gritos, aunque sabía que no servirían de nada. Habló brevemente con Miotti, quien dijo no haberle sacado nada más al portiere la noche antes, salvo que el director de la orquesta era «un tipo seco», que su mujer, por el contrario, era amable y cordial y que la Petrelli no le caía bien. El hombre no dijo por qué, sólo que era antipatica . Para él era suficiente. De nada serviría enviar a Alvise o Riverre a tomar huellas mientras el laboratorio no determinara si en la taza había otras que no fueran las de la víctima. Esto no corría prisa.

Disgustado por no poder ir a almorzar a su casa, Brunetti salió del despacho poco después de mediodía y se encaminó al bar de la esquina, donde tomó un bocadillo y un vaso de vino que dejaban bastante que desear. Aunque en el bar todos sabían quién era, nadie le preguntó por el caso y sólo un anciano abrió el periódico con una elocuente sacudida. Brunetti fue hasta la parada de San Zaccaria y tomó el barco número 5 que, cortando por el Arsenale y la parte posterior de la isla, lo llevaría a la isla del cementerio de San Michele. Él casi nunca iba al cementerio, ya que no practicaba el culto a los difuntos, tan común entre los italianos.

Ya había estado aquí otras veces, desde luego; es más, uno de sus primeros recuerdos era del día en que lo trajeron al cementerio para que ayudara a cuidar la tumba de su abuela, que había muerto en Treviso durante la guerra, en un bombardeo de los aliados. Recordaba el brillante colorido de las flores que cubrían los simétricos rectángulos de las tumbas, separados por espacios verdes pulcramente recortados. Recordaba la tristeza de la gente, mujeres la mayoría, cargadas de flores. Y recordaba su aspecto desvaído y descuidado, como si todo su afán de aseo y adorno fuera para los espíritus que estaban bajo tierra y no reservaran ni un ápice para sí mismas.

Ahora, treinta y cinco años después, las tumbas seguían estando tan cuidadas y floridas como entonces, pero la gente que caminaba entre ellas parecía pertenecer al mundo de los vivos, a diferencia de aquellos espectros de los años de la posguerra. Era fácil encontrar la tumba de su padre, que no estaba lejos de la de Stravinsky. El ruso estaba seguro; aquí seguiría, inamovible, mientras existiera el cementerio y mientras el público recordara su música. La permanencia de su padre, por el contrario, era precaria, y ya se acercaba la fecha en que se abriría la tumba y los restos serían exhumados y puestos en un osario de una de las largas y abarrotadas tapias del cementerio.

De todos modos, la tumba estaba cuidada, porque su hermano era más escrupuloso que él. Los claveles que había en el jarrón de vidrio colocado en el suelo tenían que ser frescos, o la helada de tres noches atrás los hubiera quemado. Brunetti se agachó y retiró unas hojas que el viento había arrastrado hasta el jarrón. Se enderezó y volvió a inclinarse para quitar una colilla que había al lado de la lápida. Al volver a levantarse, contempló la fotografía colocada en la parte frontal de la piedra. Vio sus propios ojos, su mandíbula y unas orejas grandes de las que él y su hermano se habían librado y que habían heredado los hijos de ambos.

Ciao , papá -dijo. No se le ocurrió nada más. Caminó hasta el extremo de la hilera de tumbas y dejó caer la colilla en un gran recipiente metálico hincado en la tierra.

En la oficina del cementerio, dio su nombre y su cargo y fue conducido a una salita por un hombre que le dijo que tuviera la bondad de esperar, que el doctor saldría enseguida. En la sala no había nada que leer, por lo que el comisario tuvo que conformarse con mirar por la única ventana al claustro en torno al cual se habían levantado los edificios del cementerio.

Al principio de su carrera, Brunetti había insistido en presenciar la autopsia de la víctima del primer asesinato que había investigado, una prostituta a la que había matado su chulo. Había mirado atentamente cómo entraban la camilla en el aula y contemplado, fascinado, el cuerpo casi perfecto que apareció cuando levantaron la sábana. Pero, cuando el médico empuñó el escalpelo para iniciar la gran incisión en forma de Y, Brunetti cayó hacia adelante, desmayado, entre los estudiantes de medicina. Éstos, con toda naturalidad, lo sacaron al pasillo, lo sentaron en una silla, semiinconsciente, y volvieron a entrar rápidamente en el aula. Desde entonces, Brunetti había visto muchas víctimas de asesinato, había contemplado el cuerpo humano destrozado por cuchillos, balas y hasta bombas, pero aún no era capaz de verlo fríamente, y sabía que nunca podría ser testigo de esa violación calculada que es una autopsia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muerte en la Fenice»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte en la Fenice» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Muerte en la Fenice»

Обсуждение, отзывы о книге «Muerte en la Fenice» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x